Por Hugo Morán – Exdiputado
Europa viene a gastar del orden de mil millones de euros diariamente para cubrir sus necesidades energéticas. Si consideramos que más del 50% de los recursos que precisa son importados (un 90% del petróleo y un 66% de gas natural), ello supone que los países que integran la Unión dedican anualmente unos doscientos mil millones de euros al capítulo de importaciones de combustibles fósiles.
La Unión Europea depende del exterior para poder atender con cierta normalidad la demanda de los hogares, el funcionamiento de su industria, la movilidad de sus ciudadanos, la tranquilidad de sus calles o la fiabilidad de sus comunicaciones. Esto es tanto como saber que los europeos han de desembolsar cada día quinientos millones de euros para comprar fuera una cuota nada despreciable de seguridad.
A lo largo de milenios las sociedades hicieron girar sus destinos alrededor del “patrón oro”. Nada había que no pudiese ser comprado con oro; el oro era el motor que movía el mundo conocido. En la medida en que un país era capaz de acumular grandes cantidades del metal dorado, se incrementaban sus posibilidades de dominación, y así cuanto más territorios eran ocupados más metal llenaba sus arcas y mayor era su poderío. Con el oro se pagaban los ejércitos, y con los ejércitos se construyeron inmensos imperios.
Poco podían imaginar aquellas milenarias civilizaciones que un material tan noble, arquetipo de la perfección y sinónimo de belleza, habría de ser sustituido un día por una sustancia viscosa, negruzca y maloliente. Con la irrupción del “oro negro” se quebró la única forma en que la humanidad había entendido sus juegos de equilibrios de poder; de ahí la pronta adaptación a la era del nuevo patrón. Cambió el color y la textura, pero no cambiaron las formas, aunque eso sí, los equilibrios universales comenzaron a mudar.
La geopolítica ha estado siempre determinada por la urgencia de buscar en el exterior aquello que un país necesitaba para atender sus necesidades e incrementar sus expectativas de poder.
Pero ¿qué ocurriría en un mundo que fuese capaz de cambiar radicalmente sus patrones de crecimiento? Una sociedad que aplicase la inteligencia precisa para desarrollarse sobre la base de recursos inagotables, universales y accesibles a todos por igual, estaría poniendo las bases de unas relaciones internacionales menos convulsas, y con ello aportando estabilidad a las economías y seguridad a los ciudadanos.
No es que esté afirmando que las energías limpias fuesen capaces, por sí solas, de traer la paz al mundo. Pero sospecho que coadyuvarían a relajar notablemente los focos de tensión que nos traen de cabeza a lo largo del último siglo. Y si así no fuese, ¡qué demonios!, los europeos podríamos invertir en mejores causas cada día unos quinientos millones de euros.
La crisis económica -y por tanto humanitaria- mundial es debida a la invasión de Irak, dado que ésta multiplicó el precio del petróleo, y así, el de los alimentos y materias primas.
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Ésta es la gran conspiración del silencio: NADIE en los medios ni academias está diciendo esta verdad tan sencilla. Sólo yo lo hago, un geólogo parado de larga duración.
Nos han contado una mentira sobre la crisis, hablando de Goldman Sachs y Lehman Brothers, como si la supuesta quiebra de esos bancos pudiera hundir la economía mundial durante una década.
Y sobre el petróleo, nos han contado la mentira del Peak Oil, la cual no casa con los datos de extracción mundiales, siempre crecientes.
Por otro lado ya, el no querer hablar de esto, y desviar la atención hacia la arcadia renovable feliz sin dependencia del petróleo es eso, una táctica de distracción más, sibilina desinformación.
Se cumplen 15 años del 11-S, operación de falsa bandera orquestada por el lobby «Project for the New American Century», la cual fue la excusa preparada para invadir la principal reserva de Litio (coche eléctrico), Afganistán, y la principal de petróleo, Irak.
12 septiembre 2016 | 13:42