Archivo de abril, 2016

Déjennos soñar con una verdadera Unión Europea, la de la Energía

 Domingo Jiménez

Domingo Jiménez Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables 

Hace ya casi 60 años nacía lo que hoy es la Unión Europea y lo hacía de la necesidad de crear nexos socioeconómicos entre los Estados europeos, en particular Francia, Alemania, Italia y el Benelux, para prevenir conflictos bélicos después de dos grandes guerras en 30 años. Lo curioso es que el nexo original fue energético, con el llamado Tratado CECA, Comunidad Europea del Carbón y del Acero, al que se uniría luego el Tratado Euratom para la energía nuclear, que subsistieron como tales hasta que estas comunidades europeas se refundieron en lo que hoy es la Unión Europea (UE).

Esta UE, regida por el Tratado de Lisboa y que fue y sigue siendo un ejemplo precursor de lo que el sociólogo Antonio Castell lama “Estado Red” destinado a suplir a los estados actuales que cederían partes crecientes de sus competencias y poderes a cambio de una mayor eficacia y eficiencia en sus políticas y mayor peso y competitividad en la creciente globalización, se vuelve a encontrar en la encrucijada.

Vassilis

La UE debe decidir ya si lo que queremos es más Europa o más o menos “Estado Red”, partiendo de que la crisis hubiera sido menor si hubiera habido más armonización fiscal y mas unión económica y no solo monetaria, aunque esto nunca interesó ni interesa al Reino Unido que vería peligrar su ventajista City londinense que tan pingües beneficios les genera a costa de perjuicios generalizados para los otros Estados; algo a lo que no sería ajeno el llamado proceso “brexit” de salida de Gran Bretaña (Britains exit).

Hay además otras políticas como la ambiental, por no hablar de la agrícola, cuya comunitarización progresiva ha sido beneficiosa para todos los Estados y ninguno, incluso los más progresistas como Dinamarca o pragmáticos como el Reino Unido, puede decir que hubiera progresado más fuera de la UE. Y esto es válido para las políticas de cambio climático en las que el liderazgo de los Estados dentro de la UE es patente, así como el correspondiente en políticas energéticas para un futuro “descarbonizado” (sin combustibles fósiles) y con ventajas claras para la industria europea de renovables muy presentes en mercados como el de Estados Unidos.

Así que una política energética y de cambio climático, es decir, baja en fósiles e intensa en eficiencia y renovables, en manos hoy de un Comisario español, Arias Cañete que se confiesa converso (otrora fue escéptico activo frente a las renovables) es ya un potente activo de la UE, pudiendo serlo mucho más, y que sin duda se perdería el Reino Unido si se produce su salida de la UE como bien ilustra el informe del IEEP de Londres sobre las consecuencias ambientales y  para las políticas afines de dicha salida.

En esto no se equivocó el Presidente de la Comisión Europea, Juncker,  cuando  definió al iniciar su mandato como su segunda prioridad, después del crecimiento y el empleo, una Unión (europea) de la Energía como buque insignia de su relanzamiento estratégico y de “empoderamiento” (energía en inglés es “power”, poder), dada su dependencia energética (del 50% para la UE y de más del 80% para España si no incluimos como autóctona la nuclear) y por tanto vulnerabilidad, y el importante incremento de los  beneficios económicos y sociales en el caso español.

En la visión de Juncker esta Unión de la Energía implicaría “poner en común los recursos”, “combinar nuestras infraestructuras” y “la unión de los poderes de negociación frente a terceros países”, lo que nos hizo soñar con una Política Energética Común, una PEC, similar a la Política Agrícola Común, que España conoce bien y disfruta aún más, con regulación y recursos financieros comunitarios que podrían incluso provisionarse con una fiscalidad energética comunitaria.

Imaginémonos un apolítica energética y de cambio climático alejada de Ministerios clientelistas como el nuestro de Industria y Energía, muy influido por los oligopolios energético y eléctrico y sus intereses, como lo ha estado en las dos últimas legislaturas, una del PP y otra del PSOE, y en las que los pocos progresos se han debido a la incipiente política energética comunitaria.

Imaginémonos una Política Energética Común que hubiera estado vigente en el último decenio: según las propuestas de la Comisión Europea, hasta ahora abortadas por sus limitadas competencias, habría elevado los objetivos para energía y cambio climático de 2020, así como de 2030 que son los comprometidos con Naciones Unidas, lo que habría evitado que en 2015 la UE fuera la única región en el mundo en la que bajaron las inversiones en renovables, con todo lo que esto representa para el pujante sector  europeo, y en el caso español, el déficit de tarifa, unos precios de la electricidad superiores a la media europea, una regulación deficiente de las renovables cuyos efectos finalmente tienen que pagar los pequeños inversores, y favorecido una participación muy superior de las renovables en la generación eléctrica con una mayor participación del autoconsumo, potenciado en vez de frenado, y que en el caso de la fotovoltaica nos habría situado al menos al nivel de Alemania, con ocho veces más de potencia instalada que España cuando su nivel de irradiación solar es muy inferior, mayores y mejores interconexiones …y mucho más.

Y sobre todo imaginemos el futuro si la visión del Presidente Juncker se hubiera ya traducido en una propuesta de Política Energética Común, como perfilaba en su discurso y pedía la Fundación Renovables en su propuesta para las elecciones al  Parlamento Europeo, en lugar de en un reforzamiento de las políticas energéticas actuales (aunque sea importante en materia de interconexiones entre los Estados miembros) como plantea  la propuesta  de la Comisión “para una energía segura, sostenible, competitiva y asequible para todos los europeos“ en la que se ha concretado la Unión de la Energía de Juncker.

Tanto por la última comunicación de la Comisión sobre el Estado de la Unión de la Energía, que por cierto muestra como el empleo en el sector de las energías renovables ha caído en picado en España, con un porcentaje sobre el total de un tercio de la media comunitaria, como por una reciente reunión con el Vicepresidente de la Comisión Maroš Šefčovič, responsable de la Unión de la Energía, hemos podido comprobar que la Comisión parece haberse plegado, al menos por el momento, a las presiones de los países más resistentes a lo que sería una política energética y de cambio climático más ambiciosa que derive en una Política Energética Común.

Afortunadamente, en esta poco ambiciosa Agenda de la Comisión para 2016, una prioridad es el diseño y la regulación del mercado eléctrico a nivel comunitario, ya que lo piden hasta empresas eléctricas españolas como Iberdrola, ante los escasos avances en su liberación y el persistente caos regulatorio entre los Estados miembros, lo que podría, debidamente planteado, avanzar en la legitimación de la Comisión y en esta ensoñación de una Política Energética Común. Una PEC que seguro sería un vector de cambio del modelo energético y con ello del modelo de progreso de la UE y de España que bien lo necesitamos y podría contribuir a recuperar el músculo de la UE e ilusionar a los ciudadanos europeos ya que para la Comisión la Unión de la Energía implica colocar en el centro al ciudadano, al usuario, “empoderándolo” en particular con el autoconsumo, que bien merecería regularse a nivel comunitario. A ver si el Comisario Arias Cañete nos echa una mano.

2015: el año de la caída de los tópicos de las renovables

conchacanovas

María Concepción Cánovas del Castillo – Experta en energías renovables

Efectivamente, 2015 puede calificarse como el año en el que se cayeron por tierra algunos de los tópicos que sobre las energías renovables se vienen oyendo desde hace tiempo.

Este ha sido un año récord en inversiones en energías renovables a nivel mundial, 286.000 millones de dólares, excluida la gran hidráulica, y en el que por primera vez en la historia más de la mitad de la capacidad de generación eléctrica instalada ha sido con estas tecnologías frente al apenas 20% que alcanzaba hace tan solo una década.

Chuck Coker

También por primera vez, los países en vías de desarrollo han invertido en tecnologías renovables más que los países desarrollados con un 54% del total, rompiendo así con el tópico de que las energías renovables son “energías caras” y por tanto propias de los países ricos capaces de desarrollarlas a partir de elevadas subvenciones.

La velocidad de crecimiento a nivel mundial de las energías renovables, con unas inversiones un 5% superior a las de 2014, se ha producido a pesar del abaratamiento de los combustibles fósiles, que desde mediados del 2014 vienen acumulando caídas anuales de precio de dos dígitos, justificando así  que la política de cambio climático y la mejora en la competitividad de costes han sido más que suficientes para que las inversiones en energías renovables sigan creciendo frente al resto de fuentes contaminantes, con independencia de la caída de precios de estas últimas.

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¿Es la energía nuclear un tema para el futuro nuevo gobierno de España?

Mercedes

Mercedes Pardo – Directora del Grupo de Investigación Sociología del

Cambio Climático y Desarrollo Sostenible, de la Universidad Carlos III 

 

El ambiente caliente sobre el futuro gobierno de España es probable que haya mejorado el homo politicus, en la medida que ha desencadenado discusiones políticas en virtualmente todos los segmentos sociales que componen la ciudadanía. Más dudoso es si dichos debates han permitido profundizar en los temas relevantes. Uno de ellos es la energía, que, aunque está de alguna manera en los programas políticos, ni tan siquiera ha salido a la palestra de los debates públicos.

Rodrigo Gomenz Sanz

Y, sin embargo, no es baladí recordar que la energía es un área clave de las sociedades, ya que la política energética atraviesa la totalidad de los patrones de la cultura. El modelo energético, es decir el tipo de energía por el que se opta, el cómo se produce, dónde, para qué se produce y para quién, determinan hoy más que nunca el tipo de sociedad (en este caso la Sociedad del Petróleo, con el apoyo de la energía nuclear), y de ahí la importancia del tema, que supera ampliamente los meros aspectos técnicos. Los problemas de la energía solamente pueden ser entendidos -y por tanto resueltos- en términos de las interacciones de los factores tecnológicos, medioambientales, económicos y sociopolíticos.

Centrándonos en el tema propuesto, la energía nuclear, recordemos su corta pero intensa historia: su utilización por la industria militar en forma de bombas en 1945; el optimismo de su uso masivo para la producción de electricidad en el mundo a partir de los años 60; los accidentes nucleares de Three Mile Island en Estados Unidos y de Chernóbil en la actual Ucrania; el reciente accidente de Fukushima en Japón; la construcción de nuevas plantas en países en vías de desarrollo y las moratorias o cierre nuclear en muchos países de Europa.

De todos los tipos de energía, la nuclear ha suscitado desde sus comienzos -1955, Russell y Einstein-, una fuerte controversia científica, política y social. Los estudios de análisis de opinión llevados a cabo muestran que se ha mantenido el rechazo a la energía nuclear por una parte significativa de la población de los países económicamente desarrollados, con alguna excepción (Francia, por ejemplo, hasta recientemente). De poco han servido los argumentos esgrimidos de que los accidentes han sido casos aislados, de que la tecnología moderna ha disminuido los riesgos, de que es una energía más barata…

El cambio climático está dando oportunidad a una nueva narrativa para que los partidarios de la energía nuclear pasen de la defensiva a la ofensiva, con el argumentario sobre la no emisión de Gases de Efecto Invernadero.

Como se ve, la centralidad del tema de la energía nuclear sigue vigente, aunque, en Europa y Norteamérica lo que realmente está en juego no es tanto la construcción de nuevas centrales nucleares (muy caras si no están subvencionadas y con una conflictividad social asegurada) como la ampliación del plazo de vida de las plantas actuales.

A pesar de ello, en contraste con Alemania, en España, como decíamos, la energía nuclear no ha aparecido en la enconada controversia política que se está produciendo. Dicha centralidad en Alemania ha sido tal, que llevó en 2011 a la coalición centro-derecha que preside Angela Merkel a decidir la desconexión de todas las centrales nucleares del país antes del 2022.

La opinión favorable/desfavorable sobre la energía nuclear históricamente se ha correspondido políticamente, grosso modo, con izquierda/derecha. Pero la combinación de una sociedad con una fuerte conciencia ecológica, el accidente de la central de Fukushima y unas elecciones próximas terminaron con esa dicotomía.

Entonces cabría preguntarse ¿por qué ni Fukushima ni las elecciones otorgan a la energía nuclear en España un papel, ya no protagonista como ha ocurrido en Alemania, sino, al menos, entre los relevantes? Dejando aparte la alternativa ya real de las energías renovables, que, en cualquier caso, sería un argumento válido para ambos países, la respuesta está en las diferencias entre ambas sociedades. Alemania, con una larga historia desde finales de los 60 de movimiento ecologista y pacifista organizado, con fuerza numérica y programática hasta el punto de llegar a formar parte del gobierno federal, con una fuerte potencia económica y de liderazgo político en Europa. En España, aunque el movimiento antinuclear fue uno de los pilares del incipiente movimiento ecologista, concretamente de su corriente más eco política, de manera que llegaron a producirse movilizaciones muy notables (contra la central de Valdecaballeros, en Badajoz, por ejemplo) lo cierto es que la sociedad civil organizada es mucho más débil, el desarrollo económico y social ya en democracia se preocupaba de cuestiones básicas como el sistema de bienestar social y de libertades políticas y derechos civiles, y, en última instancia, de la europeización (sin política propia) medioambiental.

Es la diferencia entre una sociedad que tiene “resueltas” sus necesidades materiales cuantitativas y a lo que aspira entonces es a conseguir sus necesidades post-materiales cualitativas (calidad de vida y sin riesgos -como el nuclear, por ejemplo-) y una sociedad que todavía está en un estadio anterior (desde una perspectiva evolucionista optimista) de resolver sus necesidades materiales cuantitativas como puede ser el empleo.

A pesar de ello, los análisis de opinión pública de España dan resultados similares a los países de nuestro entorno de rechazo de la energía nuclear, aunque probablemente eso no se llegue todavía a materializar en un voto político, por razones que quedan para explicar en otro trabajo. De ahí la falta de centralidad de la energía nuclear en el debate político español actual.

En suma, de lo que estamos hablando es de la base social necesaria para cualquier política, de cómo es la sociedad, de cuáles son las barreras, pero también de las oportunidades para el cambio social hacia un nuevo modelo energético emergente, del cual Alemania está dando muchos ejemplos.

  • Imagen: Rodrigo Gómez Sanz

 

 

 

¿Por qué quiebran los gigantes globales de la energía?

HugoMoranFernandez

Hugo Morán Fernández – Exdiputado 

Vienen a coincidir en el tiempo las respectivas quiebras de dos gigantes globales de la energía, la solar Sun Edison y la carbonera Peabody. Los analistas económicos han salido prestos a colocar sus teorías respecto a las causas que estarían en el origen de estos y otros movimientos sísmicos que afectan a la estabilidad mundial del sistema energético. Quizás desde la perspectiva puramente financiera no haya grandes diferencias entre las caídas de estas multinacionales y ciertamente estaríamos ante un serio problema si no alcanzásemos a ver la enorme distancia que hay entre una y otra.

Ingeniero de SunEdison supervisa instalación de pruebas en SolarTAC en Aurora

Ingeniero de SunEdison supervisa instalación de pruebas en SolarTAC en Aurora

Creo que merece la pena sacar alguna conclusión que atienda al interés general, más allá de las oportunidades de inversión en el corto y el medio plazo, o a las consecuencias que se derivan en términos de empresas y empleos. Soy de los que opinan que para hablar hoy de energía con una cierta perspectiva, es más importante atender a los gráficos que se dibujan en las pantallas de cualquier hospital, o a los que se manejan en departamentos universitarios que siguen la evolución de las temperaturas o del nivel del mar, que a los que concitan las ávidas miradas de los inversores en las bolsas de Londres, Shanghái o Madrid.

Si tomamos en consideración los argumentos médicos o climáticos habremos de concluir, sin lugar a dudas, que la única decisión colectiva razonable que debemos adoptar en relación con nuestras necesidades energéticas pasa por abandonar lo antes posible esa dramática relación de dependencia que nos ha llevado a aceptar que, sin la contribución de las fuentes de energía que personifican el músculo industrial clásico no es posible el desarrollo; y es que son esas tecnologías las que están socavando el frágil equilibrio ecológico que sostiene la vida tal y como la conocemos.

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La energía: un derecho y una responsabilidad

Mariano Sidrach de Cardona

Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga

Nadie duda de la importancia de la energía para el desarrollo humano. Vivimos en una sociedad que llamamos “tecnológica” donde la transformación y el uso de la energía están en el centro de todas las actividades humanas. Desde que el hombre aprendió a transformar calor en trabajo, lo que supuso el comienzo de la revolución industrial, el consumo global de energía ha crecido exponencialmente, posibilitando un sustancial desarrollo y bienestar para una parte importante del planeta. Este mismo desarrollo ha tenido como consecuencia una fuerte degradación ambiental, que ha sido consecuencia del uso masivo de combustibles fósiles para hacer funcionar nuestras máquinas térmicas.

Juan Manuel Maroto

El aumento de la población mundial, que demanda su justo derecho a consumir energía para su desarrollo, la limitada disponibilidad de recursos energéticos fósiles y la degradación del medio ambiente presentan una encrucijada que deberíamos ser capaces de resolver. Todo parece indicar que de la solución que demos a este problema va a depender el futuro de nuestro planeta. Se hace inevitable abandonar el uso de los combustibles fósiles y sustituirlos por otras fuentes de energía.

Todas las transformaciones de energía tienen impacto sobre el medioambiente, como se encarga de recordarnos el segundo principio de la termodinámica, que también nos dice que cuanto más eficiente sea un proceso menos contaminaremos. Se precisan, por tanto, sistemas energéticos que solucionen los problemas planteados a nivel global. Por suerte los sistemas renovables permiten una alternativa a la situación actual.

Los datos de 2015 permiten ser optimistas. La inversión global mundial en energías renovables, sobre todo solar y eólica, alcanzó 286.000 millones de dólares, siendo la inversión acumulada en energías renovables en los últimos 12 años de 2,3 billones de dólares. Esta inversión se ha producido mayormente en los países en vías de desarrollo, pero también en Estados Unidos. Se han instalado 134 GW de nueva potencia renovable, de los que 22 GW corresponden a grandes infraestructuras hidráulicas. Aún sin contar esta potencia, por primera vez, se ha instalado en el mundo más potencia en renovables que de tecnologías tradicionales, gas, carbón y nuclear.

Estamos ante un cambio de paradigma en la generación de energía mundial. Una nueva revolución energética que no ha hecho más que empezar, ya que la aportación global de las energías renovables sólo representa el 16,2% del total. Todo esto ha ocurrido a pesar de las grandes bajadas que han experimentado los precios de los combustibles fósiles.

Los sistemas renovables permiten, además, la democratización de la producción de energía, mediante la implementación de sistemas de autoconsumo, y abren la puerta a la generación distribuida, facilitando la producción de energía eléctrica en las áreas urbanas. Un cambio de modelo que debe representar también una oportunidad de desarrollo económico y social.

Sin embargo, para acelerar esta revolución tecnológica hacen falta varias condiciones: disponer de una tecnología madura con costes competitivos respecto a las tecnologías que se van a sustituir, una legislación que cree los incentivos adecuados y una fuerte demanda y aceptación social.

Las tecnologías renovables son tecnologías maduras y han demostrado su competitividad económica respecto a las tecnologías tradicionales. Sin embargo, no existe una legislación adecuada que marque unas reglas de juego claras y en igualdad de condiciones, no existen incentivos sociales, todo lo contrario, se legisla para limitar y entorpecer su desarrollo y como consecuencia tampoco hay un clamor popular que reclame el uso de estas tecnologías.

¿Por qué la generación y uso de la energía no se percibe en nuestra sociedad como un problema grave asociado al cambio climático?

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Ni «pedos» en el metro ni carbón en el mix energético

juancastromini

Juan Castro -Gil – Secretario de ANPIER 

¿Aceptaríamos que la gente se tirase constantemente pedos en el metro? Sí, ya sé que la evacuación de los gases de nuestro intestino es imprescindible, pero ¿te parecería bien que no existiesen normas de buen comportamiento que nos hiciesen mantener cierta disciplina en nuestros esfínteres evitando una catarsis masiva de detonaciones repletas de oloroso metano mientras vas leyendo este irreverente artículo entre parada y parada? Evidentemente no.

Hubo un tiempo en que se dejaba fumar en los medios de transporte públicos. Recuerdo perfectamente cómo de las últimas diez filas de asientos de los autobuses salía una humareda increíble que por supuesto, se extendía a la parte delantera, sucumbiendo a la nube tóxica el resto de pasajeros, niños incluidos.

La sociedad ha ido evolucionando hacia comportamientos menos agresivos con nuestro entorno directo. El problema es que únicamente reaccionamos cuando los efectos se despliegan de forma inmediata en nuestras narices. Sin embargo, cuando las incidencias son menos visibles y, además, afectan de algún modo a nuestros hábitos cotidianos o incluso a nuestra cartera, parece como que nuestro nivel de permisibilidad asciende hasta el infinito.

El planeta entero es un medio de transporte mucho más pequeño de lo que pensamos. Nuestro sistema de generación energética, en manos de muy pocas personas, está basado fundamentalmente en tecnologías muy contaminantes y, sin embargo, una enorme mayoría de personas mira hacia otro lado. En algunas ocasiones, por desconocimiento –seguramente inducido–, en otras por intereses más sucios que los residuos que provocan.

Me sorprende como algunos justifican la perpetuación de políticas contaminantes con argumentos sociales y de derechos de los trabajadores de algunos territorios. ¿Es que tan poco hemos aprendido de comportamientos anteriores? ¿Es que no somos capaces de ver que la transición hacia la descarbonización de la generación eléctrica tiene que ser una oportunidad de cambio real para las zonas que siempre han vivido vinculadas al carbón y que es preciso darles expectativas reales y limpias de futuro y no mantenerlos siempre en el mismo bucle imposible?

Es evidente que el camino no será fácil, pero si no empezamos a exigir que los políticos, nuevos y viejos, dejen de permitir las flatulencias en el metro, es mejor que empecemos a acostumbrarnos a que nuestro viaje vital sea mucho más desagradable de lo que imaginamos.

Josefa Celestín

  • Imagen: Josefa Celestín

 

Firma del Acuerdo de París: la hora de la verdad del cambio climático

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José Luis García – Responsable del Área de Energía y  Cambio Climático de Greenpeace España 

El 22 de abril es el Día de la Tierra. Y por ese motivo, es el día que el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha elegido para convocar a todos los países a acudir a Nueva York a estampar su firma en el Acuerdo de París sobre cambio climático.En su convocatoria, las palabras del Secretario General de la ONU a los gobiernos no necesitan mayor comentario:

“En 2016, debemos pasar de las palabras a los hechos. La ceremonia de firma del 22 de abril es un paso esencial”. “Insto fuertemente a la participación de todos los gobiernos al máximo nivel”. “La Ceremonia de Firma será la primera oportunidad para los gobiernos de avanzar el proceso que conducirá a la aplicación y ratificación del Acuerdo de París”.  “Les insto a asegurar que en esa fecha estén en vigor los requisitos legales para que sus líderes tengan plenos poderes para firmar”. “Estoy pidiendo a los líderes que vengan a Nueva York listos para abordar cuatro temas: Primero, a proporcionar una actualización de cómo su gobierno aplicará sus planes climáticos nacionales (…). Segundo, a proporcionar una hoja de ruta para aumentar la ambición (…). Tercero, a indicar el calendario de su gobierno para ratificar el Acuerdo de París (…). Cuarto, les pido que compartan cómo van a acelerar la acción climática antes de 2020”.

De momento, el Gobierno español va a acudir a Nueva York con la decisión de firmar, puesto que el Consejo de Ministros aprobó la firma del Acuerdo de París. Falta por ver qué va a hacer y decir de los puntos concretos que les pide Ban Ki-moon.

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Porque a pesar de las evidencias de que el cambio climático está confirmando los peores presagios, en España parece que ni al Gobierno ni a los partidos de la oposición les parece tan importante como para no seguir los deseos de los grupos de presión y empresas (lobbies) energéticos de siempre. Estamos en un cruce de caminos en el que hay que decidir qué camino seguir y nuestros políticos parece que no lo tienen claro o quieren ir por todos los caminos a la vez.

Pero solo uno de esos caminos lleva a la posibilidad de evitar un cambio climático catastrófico y es el camino de la sustitución de las energías sucias por renovables, que tiene que llegar a ser del 100% lo antes posible.

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La energía también es cosa de niños

Juan Ramón García – Socio Protector de la Fundación Renovables

Un día del pasado mes de enero fui, como todos los días, al colegio ‘Muntori de Castalla’ a llevar a mi hija y vi que en la clase habían puesto un ‘Scalextric’ con uno de los cochecitos desmontado, así que le pedí al profesor que me explicara para qué iban a utilizarlo desmontado. El profesor me dijo que la intención era que los niños aprendieran por qué se mueven los vehículos, como funciona un motor, qué es la electricidad, etc., pues en clase estaban aprendiendo los distintos tipos de transporte que hay en todo el mundo.

Alumnos del colegio 'Muntori de Castalla’ aprendiendo sobre energía y renovables

Alumnos del colegio ‘Muntori de Castalla’ aprendiendo sobre energía y renovables

Me pareció una idea tan estupenda que no pude evitar ofrecerme para dar a los alumnos una charla sobre energía, para explicar sobre todo las ventajas de las energías renovables y los diversos tipos de transporte que existen, haciendo hincapié en las ventajas de los transportes colectivos. El profesor se quedó encantado con la idea.

Casualmente, la empresa de aerogeneradores Bornay, de Castalla está justo a 100 metros del colegio y pedí al dueño si podía dejarme alguna célula fotovoltaica para mostrarla a los niños; me prestó dos células enmarcadas en cristal que usan en las ferias y cuando la dirección del colegio lo autorizó, acordé una fecha con el profesor y en plena semana de Carnaval me presenté en la clase de mi hija a dar una charla sobre energías renovables.

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No nos hacemos idea de cuánto CO2 emiten nuestros coches

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Carlos Bravo – Gerente de la Fundación Renovables 

¿Qué pensarías si, después de hacer un viaje en coche de Barcelona a Madrid (624 kilómetros, según Google Maps, por el recorrido más corto) tuvieras que recoger del tubo de escape de tu vehículo una bolsa con 72 kilos de dióxido de carbono (CO2), el principal gas responsable del calentamiento global del planeta y por tanto causante del cambio climático?

Esos 72 kg. de CO2 sería la cantidad que generaría en ese viaje el coche promedio español ya que, según los datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), el promedio de emisiones de CO2 de los vehículos en España en 2015 fue de 115,3 gramos de CO2/km.

Tubo de escape

Ya prácticamente todo el mundo reconoce que el cambio climático es un problema grave y que urge resolver, pero al mismo tiempo casi nadie al que le pregunto es consciente de la cantidad de CO2 que emitimos cuando usamos el coche y, en consecuencia, de la contribución que con ello hacemos al calentamiento global del planeta, muchas veces absurdamente, pues el coche se utiliza cada vez más para hacer desplazamientos cortos, que podrían evitarse fácilmente si nos trasladáramos a pie, en bicicleta o transporte público. Cada 8-9 km que hagamos andando o en bici en vez de en coche, es un kilo menos de CO2 que echamos a la atmosfera.

Y ello por no hablar de otras sustancias contaminantes. Lamentablemente, la inmensa mayoría de los coches en circulación siguen teniendo motores de combustión interna que usan sólo gasolina o gasoil como combustible. Por sus tubos de escape se desprende a la atmósfera una serie de sustancias muy nocivas para el medio ambiente y la salud: el ya citado dióxido de carbono (CO2), monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOx), los compuestos orgánicos volátiles (COV), hidrocarburos no quemados (HC), compuestos de plomo y otros metales pesados, anhídrido sulfuroso y partículas sólidas.

Es verdad que hay diferencias a ese respecto entre los vehículos de motor diésel y los de gasolina. Estos últimos emiten más CO2, CO y compuestos de plomo que los primeros. Pero los que utilizan diésel emiten más NOx y micropartículas sólidas en forma de hollín, hidrocarburos no quemados y dióxido de azufre (SO2). Es decir, un verdadero asco todos.

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Soria como Al Capone: no será juzgado por su política energética


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Fernando Ferrando – Vicepresidente de Fundación Renovables

Les voy a contar un secreto: me fastidia que José Manuel Soria haya dimitido por no haber sabido gestionar periodísticamente sus actividades empresariales en paraísos fiscales y no por la nefasta labor que ha realizado durante su mandato como Ministro.

Durante estos cuatro años José Manuel Soria, como máximo responsable de energía, ha puesto por delante los intereses del sector empresarial frente a la defensa del consumidor mediante una política no transparente y sin conexión alguna ni con la sociedad ni con sus representantes. Y, sin embargo, no tengo ninguna duda de que pasará a la posteridad por su declarada batalla contra las energías renovables y por haber logrado arruinar a un sector, en el que éramos líderes, y a todos los que invirtieron en él.

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El exministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria (EFE)

Como no quiero que pueda pensarse que mi opinión está motivada por mis casi cuarenta años de experiencia trabajando a favor de las energías limpias y por mi pertenencia a la Fundacion Renovables, voy a pasar a describir algunos de los “logros” del señor Soria en su labor como Ministro:

Por su actuación decidida en contra de las energías renovables, a pesar de ser consideradas de forma unánime, incluido el Partido Popular, como la base del futuro:

  • Porque ha conseguido que el sector renovable desaparezca como industria, no solo con el cierre de las industrias fotovoltaica y termosolar, sino que nuestras dos industrias punteras en eólica Acciona y Gamesa hayan tenido que buscar alianzas para sobrevivir en el exterior.
  • Porque ha logrado que España pierda la seguridad jurídica y sea el país con más denuncias realizadas por inversores extranjeros en el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones) al cambiar las reglas que regulaban la inversión en renovables de forma retroactiva.
  • Porque más de 50.000 familias que destinaron sus ahorros y patrimonio a invertir en instalaciones fotovoltaicas de acuerdo con la ley han perdido sus ahorros y su patrimonio.
  • Por haber puesto en marcha una “moratoria” real para no instalar potencia adicional durante su mandato en ninguna tecnología, a pesar de haber manifestado la necesidad de instalar 8.537MW para cumplir los compromisos del 2020.
  • Porque con motivos electoralistas se preparó para finales del 2015 una subasta de 700MW, 500 eólicos y 200 en biomasa, mal diseñada y con un resultado que ha sido objeto de chanza a nivel internacional.
  • Porque la reforma eléctrica ha conseguido convertir a las energías renovables en un producto financiero, primando la ineficiencia y la aparición de fenómenos especulativos.
  • Porque ha aprobado, con la oposición unánime de todos los partidos políticos, un Real Decreto de autoconsumo con el único objetivo de que, al dictado del sector eléctrico, se impida su desarrollo inventándose el Impuesto al Sol. ¡Vaya logro!

Por favorecer el consumo de los combustibles fósiles:

  • Por abrir las puertas al fracking y las prospecciones petrolíferas a pesar de que los territorios en los que se debía realizar se oponían a que se llevaran a cabo.
  • Por haber apostado por convertir a España en un intermediario del gas natural, combustible que no tenemos.
  • Por tener la gasolina y el gasóleo más baratos de Europa y con mayores márgenes para la industria petrolera y sin que se hayan puesto políticas que desincentiven su consumo.

Por negar la pobreza energética y hacer que la electricidad sea un producto insolidario:

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