LOJASOUND/MERIDIANA
[2012][7]
El rock pop español está de capa caída. Hace mucho que se entregó a los brazos de las melodías facilonas y las rimas con infinitivos. Hay pocos que han decidido echar una mano al género sin renunciar al trabajo personal, lo que es una pena, dado que dio muchas alegrías en la entrada de la influencia de la música internacional de calidad allá por esas fechas en las que cascó Pacorro. Sin duda, Julián Méndez, alias Checopolaco, es uno de los mejores representantes de lo que sería una posible renovación del género. Conocido por su reciente papel como bajista en Los Planetas o Los Invisibles, su proyecto en solitario no es menos ilusionante y bebe, de forma directa, de lo mejor de la herencia pop de este país.
Los motivos que llevan a pensar así son los que da su segundo álbum de estudio, que confirma la tendencia que ya se vio en Un disco de folk podrido. Y es que este trabajo homónimo arranca con una fuerza mucho más sólida, a ritmo de lo que podría ser la instrumentación de uno de los primeros discos de The Strokes. En El Batallón, posiblemente la mejor canción del disco, hace gala de esa calidez en clave garage delicado y acordes mayores, igual que ocurre en Verte al Norte. Este sonido sirve para enganchar al más insensible y atraerlo hasta el néctar de sus letras. En su voz y en su guitarra está precisamente el sabor granadino, de referencia inexcusable. Temas amorosos, irónicos o incluso combativos llevan la impronta de la sinceridad, con una voz liberada de cualquier cortapisa, desnuda ante el público.
En el segundo corte, llama con cariño a la Camarera. «Cuento el tiempo hasta que vuelvo a verte otra vez…», su voz, de carácter juvenil, dulce y quebradiza, a pesar de su natural claridad, hace que comprendamos el nerviosismo que se siente al tener esa sensación en el estómago de tenerlo del revés. La instrumentación aquí recuerda más a la de Gabinete Caligari o La Costa Brava, es decir, pop de calidad. Y no es casualidad, tiene que ver con que en el primer disco todavía no se había formado un grupo en sí, a diferencia de para esta grabación, para la que cuenta con Los Ukeleles. David Sutil y Coronel Goucho son algunos de los responsables de esta solidez, aunque el protagonista siempre es Méndez y su voz. «Adiós mi corazón» en Laura Taylor, «Dime qué es lo que está bien y lo que no está bien» en Diadema…
La creatividad de este personaje va en clave melancólica, como si echara de menos algo que nunca consigue encontrar a través de sus letras, cuyo resultado es la misma búsqueda que plasma en cada uno de los cortes. Así, el acompañamiento puede ser electrificante al estilo Guerreros o una lluvia lenta gota a gota, como en Como un ángel o en el piano hiriente de la despedida en No tan frío invierno. La cuestión es que el agua lo salpica todo, ya sea por la frescura de los temas o por las lágrimas más emotivas, amén de la cara del granadino en la foto de la portada, claro. Por esta razón, a pesar de la dinámica, que muestra una tendencia bastante irregular, el disco parece bastante sólido y promete muchas alegrías para los amantes del rock pop del país. Desde luego, este sector necesitaba un buen chapuzón, y qué mejor si se produce en Granada, la tierra de la música pop de calidad.
por Carlos Naval