Me encantaría estar un día en una reunión de trabajo de los guionistas y directivos de GH. Ver a quién se le ocurren las ideas y cómo estas son valoradas y moldeadas hasta que se ponen en práctica.
Porque si algo tiene Gran Hermano, es capacidad para crear y sorprender. Soy el primero que ha criticado algunas medidas que se han tomado en algunas ediciones, cuando me parecieron injustas para los concursantes o para los espectadores. En esta ocasión, me encanta.
Y como llevo tres párrafos sin hacer un chiste y no quiero adelantar nada, mejor empiezo por el principio, porque si empezamos por el final podemos comernos primero el bizcocho y luego los judiones estofados y eso no hay dios que lo aguante.
La cosa comenzó con un vídeo en plan épico, con música de esa que te entran ganas de vestirte de gladiador y derrumbar un par de imperios romanos, solo que en lugar de hazañas heroicas aparecían los caretos de los concursantes que aún están en la casa.
El caso es que hace unos días Alessandro le pidió a la boca de los deseos (que estaba entrando en fase de malnutrición por falta de cabezas) unos masajes para todo el mundo, pero aconsejado por Pepe y Hugo (que es como si te aconsejan el Pájaro Loco y Carpanta) decidió pedir que a los chicos los masajeara una chica «de buen ver» y a ellas el payaso tarteador.
Así que les dijeron a los concursantes que tenían dos minutos para ponerse el bañador y el albornoz, porque iban a recibir los masajes. En ese momento Sindia ya se puso a reír como si estuviera poseída por la madre cocainómana del asesino de El resplandor.
Y entonces Milá soltó la bomba. Y no me refiero a que me llamase pivón, que lo soy, pero pivón, pivón (si pivón significara que soy desagradable de mirar, o sea, no feo de «eres poco agraciado», no, feo de «el día que Dios pensó tu cara estaba de resaca, hijolagranputa»).
MIL GRACIAS MERCEDES (sí, ya por el nombre de pila, como si la conociera de toda la vida).
A ver, la cosa queda así:
Anoche hubo nominaciones, pero sin que los concursantes lo supieran, el público no vota esta semana a los nominados para expulsarlos, sino para elegir al que será el primer finalista de Gran Hermano.
O sea, que el más votado de entre los nominados esta semana será el primer finalista. O sea, que el público vota en positivo. O sea, que… Bueno, si no me he explicado bien ya si eso hago un esquema o lo explico con unas marionetas.
Pero eso no es todo, amigos, porque el lunes el finalista saldrá de la casa, creyéndose él y creyéndole sus compañeros un expulsado más.
Y viajará al plató, donde lo meterán en la pecera. Allí verá todos los vídeos de su paso por la casa, los buenos, los regulares y los malos de cagarse la pata abajo.
Y una vez que los haya visto podrá obrar en consecuencia y elegir a un concursante expulsado para que le acompañe de nuevo dentro de la casa, de forma que sus suertes queden unidas.
O sea, que si el finalista gana, también lo hará su elegido, de forma que el finalista se llevará los 300.000 euros del premio y su elegido, 20.000.
¿Me he explicado?
Y llegó el turno de los masajes. Como este Gran Hermano es el GH de «dale la vuelta» y como además, les gusta tocarle las gónadas a los concursantes tanto como a nosotros ver cómo se las tocan, decidieron que a las dos chicas de la casa el masaje se lo daría un maromo y a los chicos, el payaso tarteador.
Aprovecho para decir que el citado payaso ya ha salido más tiempo que muchos exconcursantes, que me cae mejor que muchos ex concursantes y que va mejor maquillado y peinado que muchos ex concursantes.
María fue la primera en recibir su masaje.
El Maromo que los daba, primo carnal de Mortadelo estaba fuera de sí. Hablaba más que un taxista borracho y no paraba de preguntarle a la Arrazopordondepazo ¿Qué te parece? ¿Qué te parece? ¿Que tal?
Joder, pues qué le va a parecer, una tortura, tronco, que así no hay quien se concentre, que no sabes si te están dando un masaje o poniéndote cuarto y mitad de pescadilla en el mercado.
¿Soy yo o el maromo se centraba mucho en el nalgamen de María? Por dios, que se llevó la muchacha la hucha amasada que se podían hacer sobaos pasiegos.
He de decir que Ariadna estaba guapísima en el plató, aunque un poco picajosa para mi gusto. Me faltó que se riera un poco como suele.
Curiosamente, cuando el maromo de los masajes tuvo que amasar a Sindia estuvo más callado. Casualidades de la vida, oye. En el plató, Zerhio miraba el sobo terapéutico de su ¿novia? como el que observa cómo le cortan los filetes por encima del mostrador de la carnicería.
Vimos un vídeo de Dani y su semana. Llevaba una música triste, como de muerte de la madre de Bambi por sobredosis, y el chaval parecía un alma en pena.
Y Ariadna se poso a llorar en el plató como si en el vídeo saliera Dani pidiendo en una calle lluviosa mientras los peatones le miraran con desprecio.
Milá defendió la «maravillosa reacción de Pepe» tras ver el regalo póstumo de Ariadna (una foto dedicada), que básicamente fue dar las gracias. Solo faltaba que Pepe se meara encima de la foto para quemarla después mientras pronunciaba un maleficio…
«Habré babeado y todo» y «que bien me lo has dado», dijo la buena de Sindia cuando acabó su masaje, para inmediatamente ponerse ciega en la fuente de chocolate, que por poco acaba con las existencias y le cambian el nombre por fuente de agua del grifo.
También supimos que a Hugo, el hombre de la barba que no conoce la higiene, le ha tocado la cama del mal, en la que han dormido muchos de los expulsados.
Unos estudios realizados por historiadores de la universidad de la Sodoma de Parchís han revelado que esa cama está justo encima de un antiguo cementerio indio de Arapahoes que emigraron a Guadalix de la Sierra en el 1.600.
Y llegó el turno de los masajes masculinos. Y cuando digo masculinos quiero decir más culinos, de más culos.
El caso es que ellos llegaban a la sala de los masajes (que es la sala de expulsión, que vale para todo, dentro de nada celebran ahí bodas) y se encontraban con Patricia, una masajista guapa como ella sola.
La muchacha los timaba aprovechando que los varones de la casa se la quedaban mirando como una liebre ante los faros del coche y les ponía un antifaz y unas rodajas de pepino en los ojos.
A partir de ese momento en lugar de dar el masaje ella, aparecía el enano tarteador y les frotaba convenientemente el cuerpo con merengue y chocolate, en plan gorrino diplomado.
Y todos dándole palique a la pobre masajista, tirándole los trastos, sin saber que estaban siendo mancillados por un tipo con melena de color fucsia.
El más cretino fue Hugo, que incluso le pidió el número de teléfono. Os preguntaréis por qué me cae tan mal el hombre de la barba declarada refugio de piojos por la UNESCO.
Pues bien, es el típico pasota que va de guay pero que al final sólo mira por si mismo y por su bienestar y que carece por completo de empatía. Un hedonista. Y ya lo dijo Epicuro el día después de una rave: «Los hedonistas, pa unas copas vale, pero pa ná más».
De hecho, el hombre de la barba homenaje a las junglas en descomposición (sí, sé que a muchas os parece un complemento atractivo) ha pasado los dos últimos días muy arrepentido por ponerle los cuernos a su novia Julia, porque la vio en su vídeo de presentación (les hicieron un pase a todos).
Y después de decirle a la Arrazopordondepazo en su puñetera cara que quería a Julia y que lo suyo había sido una cagada, se dedica a pedirle el número a la masajista. En el diccionario, al lado de la palabra «Fulero», hay una foto de Hugo.
Cuando le tocó el turno del sobeteo payasil a Dani pudimos comprobar que el jodío hortera se presentó con sandalias y calcetines. ¡¡QUE LO NACIONALICEN BELGA Y LE ECHEN DE ESPAÑA!!
Y pudimos enternecernos viendo un vídeo del pequeño Milhose acomplejado con su vídeo de presentación, porque dijo que se sentía avergonzado, que se da asco y le daba rabia ser así. «Como se puede ser tan feo, me veo asqueroso, repugnante». «Encima digo lo de las dos F, feos y frikis, y encima tengo yo las dos».
Todo esto lo dijo como si no fuera él el del vídeo… Madre del amor hermoso, nunca había visto a nadie ponerse a sí mismo tan a caldo. Que forma de ponerse a parir, eso es crítica de destrucción masiva. A mi me dice alguien la mitad de cosas que se dijo él solo y lo coso a navajazos en un callejón oscuro.
Cuando descubrió que su cuerpo de sílfide apolínea revenida había sido mancillado por las manos del payaso flipó en cinemascope: «¡Qué asco!», «Te juro que me enfado«, «Te juro que me muero del asco» y «No me mola un pescado» fueron algunas de sus afirmaciones.
Alessandro, al ser el último en recibir el masaje, se llevó de propina un tartazo en la jeta del payaso, que tiene acciones de varias empresas de fabricación de merengue.
A esas horas de la madrugada, Milá se puso en plan Madre Teresa de los Platós, reivindicando algo que comer para sus pobres espectadores, que estaban empezando a comerse los cadáveres de sus congéneres.
Ha fundado la FMM-PAPA, la Fundación Mercedes Milá Para la Alimentación del Público Asistente.
Y llegaron las nominaciones.
En primer lugar, todos tuvieron que salir corriendo, convenientemente vestidos de policías y ladrones, al pabellón de pruebas, donde debían robar un objeto cada uno. Estos objetos estaban numerados. En el orden de esos números entraron a nominar.
La cosa iba así (que día de explicar cosas, este post te lo llevas a una universidad y te lo convalidan por una carrera de ciencias) el concursante debía nominar en un minuto, mientras comía lo que podía de una bandeja extraíble que aparecía de la pared, con la circunstancia de que los que hubieran nominado antes que él permanecerían en el confe comiendo y oyendo sus nominaciones.
La que más disfrutó fue Sindia, que por ser la primera estuvo más tiempo que nadie en el confesionario. Que manera de comer. Me recordó a David Copperfield por la espectacularidad con la que hacía desaparecer la comida.
Que manera de mascar más precisa y quirúrgica, sin desperdiciar ni un solo diente, haciendo a la vez valoraciones sobre el condumio. Y qué elegancia, sobre todo cuando escondía lonchas de chorizo en el sofá del confe, o cuando se metía gominolas y chorizo a la vez en la boca.
Era de una belleza salvaje, como una hiena ante el cadáver fresco de Mufasa. Este vídeo lo usarán en las escuelas de protocolo como ejemplo y en los hospitales para hacer lavados de estómago.
El caso es que quedaron «nominados» Dani, Hugo, Aless y María. O sea, que de esos cuatro saldrá, por votación popular, el primer finalista de la edición de Gran Hermano. Todas las papeletas para Alessandro, amigos.
Y así están las cosas.