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Europa deja atrás un 2016 marcado por la crisis migratoria y la amenaza terrorista

Varios refugiados caminan hacia Austria desde Hegyeshalom, Hungría. (EFE/Balazs Mohai)

2016 ha sido un mal año para la Unión Europea pero sobre todo ha sido (otro) mal año para los miles de personas que se ven forzadas a abandonar su país día tras día por la guerra. La llamada crisis de los refugiados se encuentra lejos de ser una crisis temporal y se ha convertido ya -de momento no hay señal que indique lo contrario- en una grave crisis que afecta de manera estructural a toda Europa.

Según el último informe oficial de la UE, el número de personas que pidieron asilo durante el tercer trimestre de este año llegó a 358.300, de las cuales la gran mayoría (el 97%) pedía asilo por primera vez. Si nos fijamos en el país de origen, las tres nacionalidades que más peticiones registró la UE son sirios (87.900), afganos (62.100) e iraquíes (36.400). Y es que Siria se ha cobrado más de 250.000 muertes y cerca de 5 millones de personas han huido del país, recogen datos de CEAR.

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Europa también debe levantar el puño frente a la ultraderecha

Manifestantes ultraderechistas alemanes salen a la calle para protestar. (EFE)

Manifestantes ultraderechistas alemanes salen a la calle para protestar. (EFE)

Hace unos días un instante captado por el fotógrafo David Lagerlöf dio la vuelta al mundo: una mujer negra, Tess Asplund, se planta delante de 300 nazis en la localidad de Borlange (Suecia) y les desafía levantando el puño. Se ha hablado mucho de la fotografía y no tanto de lo que hay detrás de lo que esta representa. La derecha xenófoba y populista, la ultraderecha, también existen en Europa y están creciendo a un ritmo en algunos países que debería, como mínimo, preocuparnos. Lo escribí tímidamente hace tres años en el artículo La Europa que crece en silencio y lo vuelvo a escribir ahora con preocupación. «Nuestros abuelos no derrotaron al fascismo en 1945 para ver cómo ahora se escurre de nuevo para convertirse en una opción posible, vestido de traje en lugar de uniforme, pero siguiendo el mismo camino de victimización que le sirvió de excusa para los crímenes que cometió en el pasado», escribía hace unos días el periodista británico Paul Mason en The Guardian.

Y es que el miedo del auge de la extrema derecha, más allá de las manifestaciones de grupos como el alemán Pegida o las 300 personas del Movimiento Nórdico de Resistencia que desfilaban por Suecia, se encuentra en que esta derecha tenga voz y voto desde las instituciones. En su artículo Mason hace referencia, por ejemplo, al caso de Austria, donde el próximo 22 de Mayo un líder de la ultraderecha (Partido de la Libertad) podría ganar en la segunda vuelta de las elecciones para presidir el país. El periodista plantea que de ser así la UE suspenda a Austria del grupo europeo haciendo uso del artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, según el cual se permite sancionar o suspender a cualquier país miembro de la UE si éste comete una violación grave de los derechos fundamentales y si se consigue una mayoría de dos tercios en el Parlamento.

¿Qué alimenta el crecimiento de los partidos de ultraderecha?

Aunque a simple vista podamos pensar en la crisis económica, las altas cifras de paro y el descontento social, los países donde ha aparecido o crecido la extrema derecha en los últimos años no se corresponde con precisamente los más fuertemente golpeados por la crisis como España o Portugal -Grecia es una excepción con Amanacer Dorado-. Al contrario, tenemos ejemplos en Dinamarca, Finlandia, Holanda o Suecia y vemos como crece en las principales economías europeas – UKIP en Reino Unido, AFD en Alemania y el Front National en Francia-. Según señalan algunos expertos la respuesta es mucho más compleja y moldeable dependiendo de la situación particular de cada país pero en líneas generales puede relacionarse con el fracaso de los partidos tradicionales, la frustración de la gente con sus gobernantes, en algunos casos vistos como incapaces de dar respuestas a los problemas a los que se enfrenta su país y también la Unión Europea como tal.

Tampoco podemos reducir la explicación a la llegada masiva a nuestras fronteras de refugiados provenientes sobre todo de Siria puesto que la primera alarma ya saltó en las últimas elecciones europeas, en 2014, cuando los partidos extremistas y xenófobos se hicieron con cerca de un tercio de los escaños en el Parlamento Europeo y cuando la crisis de los refugiados en Europa se encontraba muy lejos de la situación actual. Tampoco entonces habíamos vivido los ataques terroristas de París o de Bruselas y parecía que la amenaza del terrorismo islámico formaba parte del pasado y el recuerdo más oscuro.  Sin embargo, los recientes acontecimientos en las capitales de Francia y Bélgica y la llegada masiva de refugiados a Europa es carne de cañón para alimentar el crecimiento de estos partidos.

Los ejemplos de Alemania y Francia

Algunos ejemplos recientes los vemos en Alemania y en Francia, los dos estados referentes en la creación de la Unión Europea, con la celebración de elecciones a nivel regional. En el país gobernado por el partido de Angela Merkel, que ha tenido a grandes rasgos una política de ‘welcoming’ con los refugiados, el populista y xenófobo AfD (Alternativa para Alemania) obtuvo buenos resultados en los tres länder (estados) que acudían a las urnas el pasado Marzo y se hacía así un hueco en las instituciones, entrando en el parlamento con un 15,1% de los votos.

Más atrás en el tiempo, a finales de 2015, el partido capitaneado por Marine Le Pen desde 2011, llegaba a las cotas más altas de su historia en Francia con alrededor del 30% de los sufragios en la primera vuelta de las elecciones regionales. Tanto el desgastado Partido Socialista de François Hollande como la oposición en el gobierno han fallado a la hora de conectar con los ciudadanos. Ante esta situación, Marine Le Pen “ofrece respuestas simplistas a cuestiones extremadamente difíciles, es el modelo Trump”, explicaba a este blog Pauline Massart-Weit en el artículo El Front National y la carrera de Le Pen hacia el Eliseo.

Estos son solo dos ejemplos pero hay más (miren este mapa). Ser conscientes de la amenaza que puede representar el avance del populismo de derecha y su entrada en las instituciones (véase el ejemplo de Dinamarca) y reconocerlo es un primer paso. El segundo es que antes que sea demasiado tarde Europa -o lo que sea que es ésta- levante el puño como Tess Asplund y se plante frente a la xenofobia, el racismo y el populismo sin temblar y si es necesario, como sugiere el periodista Paul Mason, adopte medidas.

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Miles de personas en una manifestación convocada por Pegida en Dresde. (Archivo/ EFE)

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Roger Suso (Castellar del Vallès, 1982) es periodista y politólogo. Coordinador de la sección Internacional del periódico catalán Directa y corresponsal en Berlín desde 2010, colaborador de La Marea y especialista en la ultraderecha europea. Hablamos con él sobre el grupo Pegida, que combina «un odio difuso a los extranjeros, migrantes y al Islam y un amor infinito a Alemania» así como de la llegada masiva de refugiados a Alemania.

Hace un año Pegida nacía de forma prácticamente marginal en Dresde. ¿Cómo recuerdas sus inicios?

El grupo “Patriotas contra la islamización de Occidente” (Pegida), nació en Dresde a la sombra de las celebraciones del 25º aniversario de la reunificación alemana. El primer acto de Pegida fue una concentración en rechazo al Estado Islámico y a las manifestaciones organizadas por la izquierda y las movimientos sociales en solidaridad con el Kurdistán y Kobane.

Aquel otoño-invierno, un gran número de personas salió a la calle cada lunes llamando los lemas de la revolución de 1989 y alertando de una supuesta “islamización de Alemania”. Pero desde el primer momento se pudo observar que se trataba de un movimiento islamófobo y chovinista. Convocatoria tras convocatoria, Pegida empezó de manera marginal a acabar reactivando los tics xenófobos de una gran parte de la sociedad alemana revolucionando el debate político y polarizando el país. El pico de Pegida llegó después de los atentados de París a la revista satírica Charlie Hebdo cuando reunió hasta 30.000 personas en el centro de Dresde.

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Los asaltos a mezquitas se intensifican en Suecia

ataque mezquita Suecia

Varios bomberos apagan los restos del incendio en el sótano de una mezquita en Eskilstuna, Suecia . EFE

Los ataques a mezquitas están empezando a ser algo común en Suecia. Este año se han cometido 12 asaltos, un promedio de uno al mes. El primer ministro Stefan Löfven ha reconocido que “esto es muchísimo, es algo totalmente inaceptable, y además también ha habido ataques contra sinagogas. Es muy importante que permanezcamos firmes en la defensa de la libertad de religión, para que todos puedan vivir su religión sin miedo. Una amenaza contra esto sería una amenaza contra la democracia”. “El odio hacia los musulmanes se ha intensificado”, comentó Omar Mustafa, directivo de la Asociación islámica de Suecia, en entrevista con la radioemisora estatal SR.

En Suecia, tradicionalmente percibida como un país abierto a los refugiados, estalló una crisis política a principios de diciembre, cuando el partido anti-inmigración Demócratas de Suecia –tercera fuerza en el Parlamento desde septiembre– declinó a respaldar la propuesta de presupuesto presentada por el Gobierno del socialdemócrata Stefan Löfven.

En el país nórdico existe un gran debate acerca de la política de inmigración. Los partidos de la derecha, que cada vez ganan más fuerza, como el ultraderechista Demócratas de Suecia exigen reducir en un 90% la cifra de solicitantes de asilo en el país, propuesta a la que se oponen los partidos liberales, que defienden no cambiar la actual política de inmigración.

Una reciente encuesta refleja que el 43% de los interrogados estaría a favor de acabar con las ayudas económicas e incluso con la estancia de los refugiados en el país.