Irán o Arabia Saudí, Arabia Saudí o Irán. Son los dos polos de máximo poder en el tablero de Oriente Medio que luchan por conseguir la hegemonía absoluta en la zona. Y ambos practican la pena de muerte. Hace unos días se conoció la ejecución de 47 personas en el país saudí en un mismo día, entre ellos, la mayoría culpados de implicación con Al-Qaeda y tres activistas chiíes, una tendencia religiosa minoritaria en el país pero imperante en Irán. Según datos de Amnistía Internacional (AI), Irán y Arabia Saudí figuraron entre los cinco países que más ejecuciones llevaron a cabo en 2014 (China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Estados Unidos, por este orden). La rivalidad entre ellos también se cobra muchas vidas humanas gracias a sus regímenes, permisivos con la pena capital, mientras las potencias aliadas guardan silencio o expresan una tímida y descafeinada condena mediante portavoces y breves comunicados.
Es ahora, coincidiendo con el conflicto vivo en Oriente Medio, cuando se despierta la gran polémica por la pena de muerte infligida por Arabia Saudí, pero no son precisamente los máximos gobernantes mundiales quienes alzan la voz. Manifestaciones chiíes con muertos, quema de la embajada saudí en Teherán, cese de relaciones diplomáticas con Irán por parte del país del golfo pérsico, pero también de sus aliados Bahréin y Sudán. Ni los mil latigazos al bloguero Raif Badawi ni la condena a muerte por apostasía del poeta palestino Ashraf Fayadh por parte del régimen saudí, también muy mediáticos, habían causado semejante oleada de reacciones. Aunque, tal como recordó el pasado sábado el periodista Mikel Ayestaran, hay que remarcar que Riad no realizaba una ejecución tan masiva desde 1980, cuando 63 personas fueron ajusticiadas en un mismo día. En Irán, por su parte, las ejecuciones no dejan de aumentar, y abunda la arcaica aplicación de la pena capital a homosexuales y mujeres adúlteras. Cabe preguntarse si lo que realmente importa es la pena de muerte o quién la practica y contra quién o, lo que es lo mismo, si señalamos al bueno y al malo o al verdugo.