Aprobada la ley de reforma migratoria, ahora el presidente estadounidense, Barack Obama, tiene otra patata caliente entre las manos: el cierre de Guantánamo. Esta cárcel la abrió su antecesor, George Bush, en 2002 en suelo cubano para, supuestamente, combatir el terrorismo internacional.
La realidad es que el penitenciario ha llegado a encerrar entre rejas a más de 700 hombres, muchos de los cuales sin ser juzgados, y han sido víctimas de torturas como se denuncia en el documental “Camino a Guantánamo”, (dirigida por Michael Winterbottom y Mat Whitecross en 200), en el que se relata la vida de cuatro jóvenes británicos de origen pakistaní, que van una boda en su país de origen y acaban la cárcel en suelo cubano.
Ya en campaña, una de las grandes promesas de Obama fue que iba a cerrar esa cárcel, pero claro, ¿qué hacer con los presos? La población de Estados Unidos no quería ni oír hablar de trasladarlos en suelo estadounidense y el problema se ha ido diluyendo en el tiempo. Sin embargo, ahora, en su segundo y último mandato, parece que Obama está decidido a cumplir su promesa.
En este contexto, el pasado domingo 7 de diciembre, seis presos (cuatro sirios, un tunecino y dos palestinos), ninguno de ellos con cargos penales, han abandonado Guantánamo para ir a Uruguay, donde son acogidos como refugiados. El gobierno de ese país interpreta que no pueden regresar a sus sitios de origen, donde podrían ser juzgados injustamente o ser víctimas de abusos.