Por Cláudia Morán
A los afganos se les acaba el tiempo. Antes de que comience elpróximo año, las fuerzas internacionales abandonarán el país en el que operan desde 2001, dejando su seguridad únicamente en manos de las fuerzas afganas. Durante estos 13 años, miles de civiles han sido asesinados en operaciones militares de la OTAN en Afganistán, muy especialmente por tropas estadounidenses. Y ahora se marchan. Eso sí: impunes, sin establecer las medidas de seguridad suficientes y sin haber logrado una transición que garantice la estabilidad del país.
Sólo entre 2009 y 2013 más de 1.800 civiles fueron asesinados en terreno afgano durante operaciones militares, según cálculos de Amnistía Internacional (AI). El caso no sería tan remarcable si no fuera porque «en varios casos», dice la organización, las muertes no se produjeron de forma arbitraria, sino en forma de crímenes de guerra cometidos, principalmente, por las fuerzas estadounidenses -y también por parte de las Fuerzas de Seguridad Nacionales Afganas (ANSF)-. Hubo juicios, sí, pero AI asegura que fueron «escasos» y exige a la OTAN que los investigue, como también una mayor transparencia en los resultados de sus pesquisas.