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Por qué el Erasmus merece la pena

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(Inter)cambia tu vida // Erasmus Student Network

Lo que muchos jóvenes saben de la Unión Europea hoy en día es que, en principio, la dirige un portugués, pero las decisiones las toma una alemana; hay un montón de instituciones y la única que se elige, el Parlamento Europeo, es la que menos poder tiene; todo está en Bruselas pero de vez en cuando aparecen por ahí Luxemburgo o Estrasburgo, que no se sabe muy bien si son tierra de nadie, comunitaria, o pertenecen a algún país; y las becas Erasmus. Ellas son precisamente la conexión entre el pueblo que a cada uno nos vio nacer y el universo. Puede sonarles exagerado, pero los mejores trabajadores han disfrutado de programas de movilidad, entre ellos, la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, o la primera ministra de Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt.

Pero más allá de las estadísticas y de la economía –España envía tantos estudiantes como recibe, con los consecuentes ingresos que tiene que alguien de fuera venga a alquilar una casa, comer y viajar por nuestro país durante alrededor de nueve meses- quiero hablarles de qué supone de verdad un Erasmus. No es un relato objetivo y sí, es personal.

En septiembre de 2009 me fui de Erasmus a Roma. Nunca había vivido fuera de casa más de un mes, ni había freído un huevo, ni buscado piso. La chica que volvió nueve meses después poco tiene que ver con la anterior. En un año maduré más que en 22. ¿Que si salí mucho de fiesta? Es evidente que no me dediqué a comer ensaladas. Pero si creen que un Erasmus es eso, es que o tienen envidia porque no pudieron disfrutarlo, o no han salido mucho del pueblo que les vio crecer.

Hay una diferencia muy clara entre la gente que ha estudiado un año fuera de su país y la que no. Quienes han disfrutado de esta oportunidad, han empezado a aprender la lección más importante de esta vida: mirar siempre hace adelante. Cuando te ves en otro país, con tus maletas, poco dinero y poca experiencia, aprendes muy rápido a sacarte las castañas del fuego. Te va la vida en ello. Buscar alojamiento, saber los precios del supermercado, entenderte con profesores y alumnos que no hablan tu idioma, encargarte del ingente proceso burocrático que abarca desde la tarjeta sanitaria hasta la convalidación de los créditos ECTS, son cosas para las que con 22 años no se está preparado. Circulan historias horribles sobre esos momentos, pero todos sobrevivimos. Y cuando sobrevives a ello, no vuelves a olvidarlo en ningún futuro proceso. Te conviertes en un ciudadano con cierto espíritu crítico y empiezas a comprender cómo funciona el mundo. Y así, cuando llegas a tu primer trabajo, o cuando estás por primera vez en el paro, tienes muchas más herramientas que quien estudió desde casa. Y cuando votas en unas elecciones, y decides quién te representa mejor. Por ejemplo.

Lo que se aprende en un Erasmus no está en los libros. Es tópico pero 100% cierto. Encontrar la llave que abre la mente a otra cultura, es la clave y la esencia de este continente. Hay otras maneras de aprenderlo, pero el Erasmus es la más eficiente, la más divertida y la más temprana. Encontrar lo que nos une no es fácil, nuestros sistemas educativos están llenos de teoría y poca práctica, pero sabemos que el movimiento se aprende andando. Y un programa de movilidad es el ejemplo más claro. En la era donde la moda es emprender, donde estamos procesando que trabajar y buscar el autoempleo es casi la única manera de salir adelante, no deberíamos desperdiciar la oportunidad de seguir por un camino que nos hace más europeos y nos lleva a más progreso. Los mejores líderes han viajado y estudiado fuera, estamos cansados de escucharlo. La paz social se basa en el intercambio cultural, conocer las diferencias y similitudes con el otro nos acerca y nos hermana.

El Erasmus funciona. El nuevo programa, que aglutinará las becas de formación y prácticas -Erasmus, Leonardo da Vinci, etc- tiene un presupuesto de 14.500 millones de euros aproximadamente. El rescata a la banca española ha costado casi cuatro veces más. Esta es una carrera de fondo que da frutos. El Erasmus es el sistema del que todas las oposiciones hablan cuando se quejan de que la educación a nivel nacional no funciona porque sus ciudadanos se convierten en máquinas productivas y no en lo que son o deberían ser, ciudadanos con sentido crítico y ansias de progreso. Porque cuando sales de tu país lo valoras, ves con claridad qué funciona mal, qué podría funcionar mejor y recoges el ejemplo del Estado de acogida.

No deberíamos desperdiciar ese potencial. Si lo que de verdad queremos es más Europa y más avanzada, hay que apostar por lo que funciona. La Unión Europea, con sus más y sus menos, lo acepta e invierte poco a poco más en ello. Nuestro ministro de Educación, José Ignacio Wert, no. Tal vez necesita un programa de movilidad para entenderlo. Tal vez le falta espíritu crítico.