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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

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Tener cáncer en Gaza

En Gaza, los enfermos de cáncer viven con la incertidumbre de no saber si podrán ser tratados en un hospital con recursos suficientes, tal como recuerda el periodista Mikel Ayestaran en uno de sus reportajes

El Día mundial contra el cáncer acaba de pasar con una acogida social enorme. Porque el cáncer, el maldito cáncer, es la lacra que nos iguala a todos los seres humanos que poblamos el mundo, independientemente de la ideología política, el lugar de origen, la orientación sexual o el color de piel. El cáncer nos toca a todos, en primera persona o a alguien a quien queremos, y por eso las reivindicaciones contra los recortes en sanidad han sonado con fuerza estos días.

Pero en una fecha como el del 4 de febrero es fácil que pasen inadvertidos algunos casos particulares que, precisamente por serlo, suelen quedar guardados en un cajón. ¿Qué pasaría si no tuviéramos acceso a un hospital con tratamiento de oncología? ¿Qué pasaría si no tuviésemos radioterapia y la quimioterapia no fuese suficiente para todos los enfermos? El periodista Mikel Ayestaran (y autor de Gaza, cuna de mártires) acaba de publicar un reportaje sobre el cáncer en Gaza. La otra gran batalla de Gaza es un desgarrador testimonio que documenta el gran problema añadido al que se enfrentan las personas que padecen dicha lacra en la franja.

Con su habitual forma de escribir que consigue plantar al lector frente a los protagonistas del reportaje, Ayestaran repasa el conglomerado de situaciones que han llevado a los enfermos de cáncer en Gaza a la marginación sanitaria. Y a la incertidumbre de no saber si obtendrán el permiso necesario para poder ser atendidos y tratados en un hospital de Jerusalén. 

Es fácil pensar que en todo ello tiene algo que ver Israel. Y, efectivamente, así es. Como también las ofensivas del gobierno que dirige Benjamin Netanyahu podrían guardar relación con el aumento de casos de cáncer entre la población menor de treinta años.

Las alternativas que tienen los enfermos de cáncer en Gaza son opciones clandestinas o no aptas para todos los bolsillos. En ambos casos, injustas y desiguales. Y la cifra de peticiones para salir del país que no son aprobadas causa escalofríos.

El papel que juegan en este asunto organizaciones como la Asociación de Ayuda y Esperanza para el Cuidado de Pacientes y Sobrevivientes del Cáncer es esencial.

Y lo peor es que, mientras los gazadíes esperan para poder tratarse, sus tumores aumentan. Vale la pena leer este reportaje de Mikel Ayestaran que, si bien no es un tema nuevo, sí es un nuevo intento de darle visibilidad. Gaza tiene que salir del cajón. Porque aun con tratamiento, el cáncer ya es bantante duro.

Iberoamérica ante la ofensiva de Israel en Gaza

Niños en la valla de Gaza y al otro lado un militar israelí en el 2009. / AlphaBetaUnlimited

Niños en la valla de Gaza y al otro lado un militar israelí en el 2009. / AlphaBetaUnlimited

Mientras Estados Unidos decidió seguir vendiendo más armas a Israel en medio de la Operación “Margen Protector” en Gaza, donde la ONU estima que ya han muerto más de 1.800 palestinos, la mayoría civiles, muchos de ellos niños, esta fue la reacción de algunos países iberoamericanos.

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¿Quién ayuda a Israel a asesinar?

Niños en la Franja de Gaza

Niños en la Franja de Gaza

Nosotras no podemos ponernos delante de un tanque israelí y parar la guerra, como tampoco podemos parar un cohete de Hamas. Pero la ciudadanía tiene otras armas y más potentes que nunca, ahora que el dinero es más importante que nunca, o lo único importante. Dejar de adquirir productos de compañías que están detrás del genocidio israelí en Gaza o llenar sus páginas de facebook de mensajes negativos (ahora que para hacer dinero, la red es imprescindible), se ha convertido en un buen método para señalar a los culpables e intentar poner fin a la masacre que vive el pueblo palestino.

La ONG Avaaz ha sido la encargada de aglutinar la acción. 6 bancos, fondos de pensiones y algunas empresas clave invierten en la ocupación ilegal de Palestina. Su objetivo se concentra en la recogida de firmas para enviar cartas a los directivos de estas empresas con mensaje persuasivos como «17 países de la UE han aconsejado a sus ciudadanos no hacer negocios o invertir en asentamientos ilegales israelíes» o «ahora tienen la oportunidad de retirar estas inversiones y cumplir con las leyes internacionales». Después, animan a los firmantes a pedir lo mismo en los perfiles públicos de estas empresas en las redes sociales.

«Incrementar el costo económico de la opresión puede forjar el camino hacia la paz», explica Avaaz en su web. Darle donde más duele a la economía israelí es el camino elegido para que los extremistas dejen de sacar provecho político a la invasión. Como no se trata de una guerra entre dos iguales, sino que Israel expolia, ocupa, coloniza, bombardea, ataca y controla -el agua, el comercio y las fronteras- a la población palestina, la acción de la ONG estadounidense se orienta contra empresas que invierten en las ocupaciones israelíes.

Barclays es el mayor inversor mundial en el comercio de armas. Por supuesto, invierte en empresas israelíes de defensa, como ITT Exelis o BAE Systems. También en Unilever, el gigante alimentario holandés. La presión de la ciudadanía contra una de sus sobcontratas, Beigel & Beigel, que producía en un asentamiento israelí en Cisjordania, consiguió que trasladara la fábrica detrás de la Línea Verde marcada en 1949. Su peor inversión es en El-Beit, una compañía de defensa israelí que fabrica drones y sistemas militares con los que Israel bombardea Gaza. Puedes escribir al banco para que deje de patrocinar la muerte aquí.

ABP es un fondo de pensiones público holandés, que invierte en tres grandes bancos israelíes que, a su vez, financian las actividades de los colonos. Molestos con la presión ciudadana, ya han publicado un comunicado en el que aseguran que los bancos respetan la legalidad internacional. Pero ¿y los asentamientos? ¿no son ilegales bajo el derecho internacional? En la línea del poder ciudadano, Avaaz busca frenar sus inversiones con el flujo de comentarios que les saquen los colores en las redes sociales.

La más divertida -entiéndase el tono irónico- es CAT (Caterpillar). Sus excavadoras han destruido ya más de 20.000 casas palestinas y han construido otras tantas en los asentamientos ilegales. ¿Quién invierte en ellos? La Fundación Bill y Melinda Gates, que se dedica también a financiar proyectos de cooperación, investigación y desarrollo en todo el mundo. De hecho, es una fundación de caridad. Ambas actividades no deberían coincidir en la misma empresa. La presión popular ya consiguió que retirara sus inversiones de G4S, una compañía de seguridad que colaboraba en la gestión de las cárceles en la Palestina ocupada. Ahora, pretenden conseguir frenar esta nueva inversión.

Por último, los amigos de Hewlett-Packard. No sólo hacen ordenadores e impresoras, también diseñan sistemas de seguridad, como el que Israel utiliza para controlar los movimientos de los ciudadanos palestinos inocentes. Sus subsidiarias trabajan en los asentamientos ilegales de Cisjordania y ya ha conseguido que la iglesia presbiteriana retire sus inversiones, por falta de principios. Aún queda mucho por hacer.

Puedes firmar la petición a estas empresas aquí.

Gaza llora, el mundo calla

Gaza

Imágenes del ataque de enero de 2009 en Gaza por parte del ejército israelí, hasta ahora había sido el más mortífero en la Franja.

Mientras Gaza se tiñe de rojo, el mundo calla. Tímidamente, la ONU y Estados Unidos han pedido que haya un alto del fuego, una tregua, pero no han creado ninguna resolución o presión real para que Israel, el estado más fuerte en cuanto armamento del Próximo Oriente, deje de bombardear Gaza, una de las zonas más paupérrimas por culpa del bloqueo que le somete, precisamente, Tel Aviv desde 2007.

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El silencio en Gaza

Palestinos enseñan identificación para cruzar a Jerusalén / Foto de Labour2Palestine, modificada por Esperanza Escribano

Palestinos enseñan identificación para cruzar a Jerusalén / Foto de Labour2Palestine, modificada por Esperanza Escribano

Ayer estaba en un restaurante árabe, parapetada delante de unos de esos menús de kebab rápido, eligiendo qué salsa acompañaría mi comida, cuando bajé la vista y vi un folleto ante mis ojos: SOS Gaza, fondo de emergencia para las inundaciones. El tríptico era de la asociación Aksahum, que se dedica desde 1993 a emprender acciones de solidaridad con el pueblo palestino. Resulta que en Gaza también suceden cosas cotidianas, como las lluvias torrenciales que destrozan calles, comercios, casas. Lo hubiera sabido si hubiera sucedido en cualquier barrio de cualquier ciudad del mundo por los medios de comunicación habituales. Para enterarme de lo que ocurre en Palestina tiene que apetecerme un kebab árabe.

El problema es que cualquier suceso más o menos cotidiano en Gaza, como una lluvia torrencial, se convierte en emergencia. Porque la vida en la franja siempre va al límite. Imagínense la vida de alguien que gana 600 euros al mes en España. Puede pagarse una habitación en una de las capitales y vivir relativamente bien, sin grandes lujos, como salir a cenar fuera de casa, pero no necesitará acudir a Cáritas para comer caliente cada día. Pero imaginen que ese mes es enero y se estropea la caldera, o sube el precio del abono mensual de metro o ocurre cualquier otro imprevisto que eleva los costes. Entonces ese alguien está en apuros. Así es la vida en Gaza, cualquier salida de la normalidad absoluta se convierte en emergencia.

Y el problema es que las emergencias en Gaza no se pueden arreglar como se haría en el primer mundo. No hay una red estatal que se active instantáneamente para taponar la herida hasta llegar al quirófano. Hay ONG´s, movimientos sociales, internos y externos, hay un intento de Estado, etc, que son capaces de poner parches. Pero no hay libertad para una convocatoria internacional, una llamada de auxilio a los vecinos, como la que puede hacer Italia cuando ve que cientos de pateras asolan sus costas o Filipinas cuando un tifón destroza las suyas. Gaza está casi siempre, sola ante el peligro. Aislada del resto de Estados.

Y dados los problemas, las redes se vuelven a tejer en el reto del «más difícil todavía». Por eso, la comunidad árabe de Bruselas, que está a 5.000 kilómetros de distancia de la Franja de Gaza, emprende acciones como una campaña para financiar la recuperación de las viviendas que se vean afectadas por las inundaciones. Sin publicidad de los medios de comunicación, sin ayudas de ningún Estado. En silencio, como la mayoría de los sucesos que ocurren en el territorio protagonista del conflicto más viejo del mundo.