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El peligroso viraje de Austria hacia la derecha

Las elecciones legislativas que ha celebrado la república alpina este domingo confirman, sin ninguna duda, el viraje del país hacia la derecha. Los conservadores del partido popular austriaco (ÖVP), la fuerza más votada, ganan 15 escaños más en el parlamento mientras que la extrema derecha, el Partido de la Libertad (FPÖ) gana 11.

Aunque los socialdemócratas se mantienen en número de diputados pasan a ser la segunda fuerza, por detrás de los conservadores y seguidos de muy cerca por la extrema derecha. El escenario más probable aquí, y es donde está el peligroso camino que puede emprender el país, es un gobierno de coalición formado por el partido conservador -con su jovencísimo líder Sebastian Kurz (31) de canciller- con la extrema derecha de socio. Así, este partido de raíces nazis, puede ser clave para la formación de un gobierno de coalición.

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Europa también debe levantar el puño frente a la ultraderecha

Manifestantes ultraderechistas alemanes salen a la calle para protestar. (EFE)

Manifestantes ultraderechistas alemanes salen a la calle para protestar. (EFE)

Hace unos días un instante captado por el fotógrafo David Lagerlöf dio la vuelta al mundo: una mujer negra, Tess Asplund, se planta delante de 300 nazis en la localidad de Borlange (Suecia) y les desafía levantando el puño. Se ha hablado mucho de la fotografía y no tanto de lo que hay detrás de lo que esta representa. La derecha xenófoba y populista, la ultraderecha, también existen en Europa y están creciendo a un ritmo en algunos países que debería, como mínimo, preocuparnos. Lo escribí tímidamente hace tres años en el artículo La Europa que crece en silencio y lo vuelvo a escribir ahora con preocupación. «Nuestros abuelos no derrotaron al fascismo en 1945 para ver cómo ahora se escurre de nuevo para convertirse en una opción posible, vestido de traje en lugar de uniforme, pero siguiendo el mismo camino de victimización que le sirvió de excusa para los crímenes que cometió en el pasado», escribía hace unos días el periodista británico Paul Mason en The Guardian.

Y es que el miedo del auge de la extrema derecha, más allá de las manifestaciones de grupos como el alemán Pegida o las 300 personas del Movimiento Nórdico de Resistencia que desfilaban por Suecia, se encuentra en que esta derecha tenga voz y voto desde las instituciones. En su artículo Mason hace referencia, por ejemplo, al caso de Austria, donde el próximo 22 de Mayo un líder de la ultraderecha (Partido de la Libertad) podría ganar en la segunda vuelta de las elecciones para presidir el país. El periodista plantea que de ser así la UE suspenda a Austria del grupo europeo haciendo uso del artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, según el cual se permite sancionar o suspender a cualquier país miembro de la UE si éste comete una violación grave de los derechos fundamentales y si se consigue una mayoría de dos tercios en el Parlamento.

¿Qué alimenta el crecimiento de los partidos de ultraderecha?

Aunque a simple vista podamos pensar en la crisis económica, las altas cifras de paro y el descontento social, los países donde ha aparecido o crecido la extrema derecha en los últimos años no se corresponde con precisamente los más fuertemente golpeados por la crisis como España o Portugal -Grecia es una excepción con Amanacer Dorado-. Al contrario, tenemos ejemplos en Dinamarca, Finlandia, Holanda o Suecia y vemos como crece en las principales economías europeas – UKIP en Reino Unido, AFD en Alemania y el Front National en Francia-. Según señalan algunos expertos la respuesta es mucho más compleja y moldeable dependiendo de la situación particular de cada país pero en líneas generales puede relacionarse con el fracaso de los partidos tradicionales, la frustración de la gente con sus gobernantes, en algunos casos vistos como incapaces de dar respuestas a los problemas a los que se enfrenta su país y también la Unión Europea como tal.

Tampoco podemos reducir la explicación a la llegada masiva a nuestras fronteras de refugiados provenientes sobre todo de Siria puesto que la primera alarma ya saltó en las últimas elecciones europeas, en 2014, cuando los partidos extremistas y xenófobos se hicieron con cerca de un tercio de los escaños en el Parlamento Europeo y cuando la crisis de los refugiados en Europa se encontraba muy lejos de la situación actual. Tampoco entonces habíamos vivido los ataques terroristas de París o de Bruselas y parecía que la amenaza del terrorismo islámico formaba parte del pasado y el recuerdo más oscuro.  Sin embargo, los recientes acontecimientos en las capitales de Francia y Bélgica y la llegada masiva de refugiados a Europa es carne de cañón para alimentar el crecimiento de estos partidos.

Los ejemplos de Alemania y Francia

Algunos ejemplos recientes los vemos en Alemania y en Francia, los dos estados referentes en la creación de la Unión Europea, con la celebración de elecciones a nivel regional. En el país gobernado por el partido de Angela Merkel, que ha tenido a grandes rasgos una política de ‘welcoming’ con los refugiados, el populista y xenófobo AfD (Alternativa para Alemania) obtuvo buenos resultados en los tres länder (estados) que acudían a las urnas el pasado Marzo y se hacía así un hueco en las instituciones, entrando en el parlamento con un 15,1% de los votos.

Más atrás en el tiempo, a finales de 2015, el partido capitaneado por Marine Le Pen desde 2011, llegaba a las cotas más altas de su historia en Francia con alrededor del 30% de los sufragios en la primera vuelta de las elecciones regionales. Tanto el desgastado Partido Socialista de François Hollande como la oposición en el gobierno han fallado a la hora de conectar con los ciudadanos. Ante esta situación, Marine Le Pen “ofrece respuestas simplistas a cuestiones extremadamente difíciles, es el modelo Trump”, explicaba a este blog Pauline Massart-Weit en el artículo El Front National y la carrera de Le Pen hacia el Eliseo.

Estos son solo dos ejemplos pero hay más (miren este mapa). Ser conscientes de la amenaza que puede representar el avance del populismo de derecha y su entrada en las instituciones (véase el ejemplo de Dinamarca) y reconocerlo es un primer paso. El segundo es que antes que sea demasiado tarde Europa -o lo que sea que es ésta- levante el puño como Tess Asplund y se plante frente a la xenofobia, el racismo y el populismo sin temblar y si es necesario, como sugiere el periodista Paul Mason, adopte medidas.

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