Se habían acabado para siempre buses para blancos y buses para negros. Colas para blancos y colas para negros. Áreas de blancos y áreas de negros. Parecía imposible que algún día aquél sistema de segregación racial instaurado en 1948 en Sudáfrica terminaría. Pero así ocurrió en 1991: el Apartheid fue abolido.
El Congreso Nacional Africano (CNA), símbolo de la lucha anti-apartheid, había conseguido negociar con el presidente Frédérik de Klerk y la minoría blanca en el Gobierno para que tuvieran lugar unas elecciones en las que la democracia se extendiera a todos, blancos y negros. Y en 1994 el mundo entero seguía aprendiendo de Sudáfrica. El 10 de mayo Nelson Mandela se convertía en el primer presidente negro del país después de 27 años entre rejas, gran parte de ellos en la prisión de Robben Island, convertida hoy en un destino turístico.