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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

Entradas etiquetadas como ‘conflicto árabe-israelí’

El grupo de running de árabes e israelíes seguirá corriendo un año más por la paz

Selfie del equipo Runners Without Borders / Facebook

Selfie del equipo Runners Without Borders / Facebook

Hace algo más de un año conocimos a Runners Without Borders, una asociación que reúne a árabes y judíos de Jerusalén para luchar por la paz a través del deporte. Y de nuevo dan buenas noticias: lanzaron un crowdfunding para poder seguir con sus actividades por tercer año consecutivo y han logrado los 35.000€ que pedían en la red. 712 personas han apoyado la campaña.

«Gracias por darnos la fuerza para llevar a cabo la actividad más importante: hacer crecer y desarrollar la conexión entre árabes y judíos de Jerusalén», decía su Facebook a finales del mes pasado, «esto demuestra que puede ser una ciudad de convivencia, cooperación y esperanza». A través de un entrenamiento profesional, la organización busca que la confianza entre jóvenes de ambos bandos del conflicto, que no se habrían conocido de ninguna otra manera, pueda dar sus frutos. Lee el resto de la entrada »

El paripé egipcio

El mandatario egipcio, Abdelfatah Al Sisi, con el ministro español de Exteriores, José Manuel G. Margallo / EFE

El mandatario egipcio, Abdelfatah Al Sisi, con el ministro español de Exteriores, José Manuel G. Margallo / EFE

Cada vez son más las voces que denuncian que Egipto ha vuelto a ser una dictadura. Y sí, si analizamos un poco la situación del país árabe veremos que vuelve a estar gobernado por el Ejército y que ni siquiera ha cambiado el color de mando. El mariscal Abdelfatah Al Sisi no es más que un recambio de la era de Hosni Mubarak, como muchos egipcios y analistas internacionales advierten. Si somos muchos los que insistimos en no llamar «primavera árabe» a aquellas revueltas populares iniciadas en 2011 es porque, excepto la tunecina -aunque también están teniendo lo suyo con los atentados terroristas-, todas acabaron frustradas por el autoritarismo, el fanatismo religioso o el caos.

A los europeos nos han colado una nueva dictadura en el mundo árabe sin que nos diera tiempo a reaccionar, de la noche a la mañana y en forma de golpe de estado disfrazado de libertad. A los egipcios, que sí reaccionaron, la confusión ante un gobierno débil e ineficaz de los Hermanos Musulmanes sumada a la dura represión en las calles les ha conducido a una nueva dictadura militar cuyos partidarios son los mismos que aupaban a Mubarak en el pasado, y cuyos detractores ven con impotencia cómo se va deshaciendo el camino que tanto costó construir.

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Je suis musulmane

Millones de personas se manifestaron ayer en París contra el yihadismo / EFE

Millones de personas se manifestaron ayer en París contra el yihadismo / EFE

Yo soy musulmana. Lo digo sin ninguna vergüenza ni ningún matiz (salvo que no lo soy). El ataque a la revista Charlie Hebdo y sus reacciones posteriores han puesto de manifiesto algo que muchos, demasiados, se negarán eternamente a reconocer: los musulmanes no son la yihad, pero sufren a diario las consecuencias del terrorismo. Colectivos islámicos, dirigentes de varios países de mayoría musulmana y musulmanes a título individual se unieron ayer en París a la multitudinaria manifestación contra el terror. Asimismo, no han dejado de dar muestras de solidaridad desde que se inició la tragedia.

Los musulmanes que ayer protestaron contra el terrorismo son los mismos a los que señalamos por sus costumbres, sus rezos y sus pañuelos en la cabeza, y a los que les puede parecer mejor o peor que se retrate a su profeta. Los mismos que sufren a menudo ataques en sus barrios europeos. Los que en Francia vieron publicada esta portada de Charlie Hebdo, después de que en Egipto la dictadura militar hubiese asesinado a más de mil musulmanes egipcios. Los mismos que sufren a diario agresiones islamófobas en el país galo y en otros países europeos. Mientras, nuestros líderes en occidente (pero también los del «otro lado») tratan de disfrazar su discurso racista con una falsa idea de «seguridad nacional». En definitiva, nos dicen que sin «los otros» dentro de nuestras fronteras seremos más ricos y y estaremos más seguros. En occidente tenemos un problema mayor que el terrorismo, y se llama islamofobia.

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¿Quién ayuda a Israel a asesinar?

Niños en la Franja de Gaza

Niños en la Franja de Gaza

Nosotras no podemos ponernos delante de un tanque israelí y parar la guerra, como tampoco podemos parar un cohete de Hamas. Pero la ciudadanía tiene otras armas y más potentes que nunca, ahora que el dinero es más importante que nunca, o lo único importante. Dejar de adquirir productos de compañías que están detrás del genocidio israelí en Gaza o llenar sus páginas de facebook de mensajes negativos (ahora que para hacer dinero, la red es imprescindible), se ha convertido en un buen método para señalar a los culpables e intentar poner fin a la masacre que vive el pueblo palestino.

La ONG Avaaz ha sido la encargada de aglutinar la acción. 6 bancos, fondos de pensiones y algunas empresas clave invierten en la ocupación ilegal de Palestina. Su objetivo se concentra en la recogida de firmas para enviar cartas a los directivos de estas empresas con mensaje persuasivos como «17 países de la UE han aconsejado a sus ciudadanos no hacer negocios o invertir en asentamientos ilegales israelíes» o «ahora tienen la oportunidad de retirar estas inversiones y cumplir con las leyes internacionales». Después, animan a los firmantes a pedir lo mismo en los perfiles públicos de estas empresas en las redes sociales.

«Incrementar el costo económico de la opresión puede forjar el camino hacia la paz», explica Avaaz en su web. Darle donde más duele a la economía israelí es el camino elegido para que los extremistas dejen de sacar provecho político a la invasión. Como no se trata de una guerra entre dos iguales, sino que Israel expolia, ocupa, coloniza, bombardea, ataca y controla -el agua, el comercio y las fronteras- a la población palestina, la acción de la ONG estadounidense se orienta contra empresas que invierten en las ocupaciones israelíes.

Barclays es el mayor inversor mundial en el comercio de armas. Por supuesto, invierte en empresas israelíes de defensa, como ITT Exelis o BAE Systems. También en Unilever, el gigante alimentario holandés. La presión de la ciudadanía contra una de sus sobcontratas, Beigel & Beigel, que producía en un asentamiento israelí en Cisjordania, consiguió que trasladara la fábrica detrás de la Línea Verde marcada en 1949. Su peor inversión es en El-Beit, una compañía de defensa israelí que fabrica drones y sistemas militares con los que Israel bombardea Gaza. Puedes escribir al banco para que deje de patrocinar la muerte aquí.

ABP es un fondo de pensiones público holandés, que invierte en tres grandes bancos israelíes que, a su vez, financian las actividades de los colonos. Molestos con la presión ciudadana, ya han publicado un comunicado en el que aseguran que los bancos respetan la legalidad internacional. Pero ¿y los asentamientos? ¿no son ilegales bajo el derecho internacional? En la línea del poder ciudadano, Avaaz busca frenar sus inversiones con el flujo de comentarios que les saquen los colores en las redes sociales.

La más divertida -entiéndase el tono irónico- es CAT (Caterpillar). Sus excavadoras han destruido ya más de 20.000 casas palestinas y han construido otras tantas en los asentamientos ilegales. ¿Quién invierte en ellos? La Fundación Bill y Melinda Gates, que se dedica también a financiar proyectos de cooperación, investigación y desarrollo en todo el mundo. De hecho, es una fundación de caridad. Ambas actividades no deberían coincidir en la misma empresa. La presión popular ya consiguió que retirara sus inversiones de G4S, una compañía de seguridad que colaboraba en la gestión de las cárceles en la Palestina ocupada. Ahora, pretenden conseguir frenar esta nueva inversión.

Por último, los amigos de Hewlett-Packard. No sólo hacen ordenadores e impresoras, también diseñan sistemas de seguridad, como el que Israel utiliza para controlar los movimientos de los ciudadanos palestinos inocentes. Sus subsidiarias trabajan en los asentamientos ilegales de Cisjordania y ya ha conseguido que la iglesia presbiteriana retire sus inversiones, por falta de principios. Aún queda mucho por hacer.

Puedes firmar la petición a estas empresas aquí.

Netanyahu vuelve a la carga contra los DDHH

Por Cláudia Morán

Cisjordania, donde desaparecieron los tres jóvenes judíos, se caracteriza por su gran número de asentamientos israelíes ilegales / Flickr

Cisjordania, donde desaparecieron los tres jóvenes judíos, se caracteriza por su gran número de asentamientos israelíes ilegales / Flickr

El conflicto entre Palestina e Israel vuelve a estar en primera línea de la actualidad. El secuestro de tres jóvenes judíos israelíes cerca de una colonia israelí de Cisjordania, que el gobierno de Israel atribuye a Hamás, ha avivado la tensión entre la Autoridad Palestina y el gobierno hebreo. Las continuas acusaciones del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que desde el principio señaló culpables con el dedo, han desembocado en un nuevo conflicto armado que repite la misma canción de siempre: cohetes desde Gaza contra ataques aéreos y tiroteos de Israel.

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El silencio en Gaza

Palestinos enseñan identificación para cruzar a Jerusalén / Foto de Labour2Palestine, modificada por Esperanza Escribano

Palestinos enseñan identificación para cruzar a Jerusalén / Foto de Labour2Palestine, modificada por Esperanza Escribano

Ayer estaba en un restaurante árabe, parapetada delante de unos de esos menús de kebab rápido, eligiendo qué salsa acompañaría mi comida, cuando bajé la vista y vi un folleto ante mis ojos: SOS Gaza, fondo de emergencia para las inundaciones. El tríptico era de la asociación Aksahum, que se dedica desde 1993 a emprender acciones de solidaridad con el pueblo palestino. Resulta que en Gaza también suceden cosas cotidianas, como las lluvias torrenciales que destrozan calles, comercios, casas. Lo hubiera sabido si hubiera sucedido en cualquier barrio de cualquier ciudad del mundo por los medios de comunicación habituales. Para enterarme de lo que ocurre en Palestina tiene que apetecerme un kebab árabe.

El problema es que cualquier suceso más o menos cotidiano en Gaza, como una lluvia torrencial, se convierte en emergencia. Porque la vida en la franja siempre va al límite. Imagínense la vida de alguien que gana 600 euros al mes en España. Puede pagarse una habitación en una de las capitales y vivir relativamente bien, sin grandes lujos, como salir a cenar fuera de casa, pero no necesitará acudir a Cáritas para comer caliente cada día. Pero imaginen que ese mes es enero y se estropea la caldera, o sube el precio del abono mensual de metro o ocurre cualquier otro imprevisto que eleva los costes. Entonces ese alguien está en apuros. Así es la vida en Gaza, cualquier salida de la normalidad absoluta se convierte en emergencia.

Y el problema es que las emergencias en Gaza no se pueden arreglar como se haría en el primer mundo. No hay una red estatal que se active instantáneamente para taponar la herida hasta llegar al quirófano. Hay ONG´s, movimientos sociales, internos y externos, hay un intento de Estado, etc, que son capaces de poner parches. Pero no hay libertad para una convocatoria internacional, una llamada de auxilio a los vecinos, como la que puede hacer Italia cuando ve que cientos de pateras asolan sus costas o Filipinas cuando un tifón destroza las suyas. Gaza está casi siempre, sola ante el peligro. Aislada del resto de Estados.

Y dados los problemas, las redes se vuelven a tejer en el reto del «más difícil todavía». Por eso, la comunidad árabe de Bruselas, que está a 5.000 kilómetros de distancia de la Franja de Gaza, emprende acciones como una campaña para financiar la recuperación de las viviendas que se vean afectadas por las inundaciones. Sin publicidad de los medios de comunicación, sin ayudas de ningún Estado. En silencio, como la mayoría de los sucesos que ocurren en el territorio protagonista del conflicto más viejo del mundo.