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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

México: territorio hostil para periodistas

Cartel de protesta en México / CC by Eneas De Troya (Flickr)

Estos días me acordé del libro Matar a un periodista, de Terry Gould. Todas las historias (casos reales) tienen algo en común: los periodistas son perseguidos y matados por informar, denunciar la mafia, la corrupción política o el abuso de poder en sus países. A pesar de que ninguna de las historias toma como lugar México, el mes de marzo que dejamos atrás podría sumar varios casos más a ese triste libro de Gould. Las cifras, de Reporteros sin Fronteras, son aterradoras: dos intentos y tres asesinatos de periodistas en México en solo cuatro semanas.

Primero fue Cecilio Pineda Birto, director del diario La Voz de la Tierra Caliente y colaborador de los periódicos El Universal El Debate. Murió el 2 de marzo. Pese a haber denunciado amenazas el periodista dejó de contar con la protección facilitada por las autoridades. Después fue Ricardo Monlui, asesinado a tiros el 19 de marzo en el municipio de Yanga (cerca de la ciudad de Córdoba, estado de Veracruz). Monlui también era director de un diario local, El Político, y columnista de los periódicos Diario de Xalapa y El Sol de Córdoba y también presidía la Asociación de Periodistas y Reporteros Gráficos de Córdoba y la Región. La última ha sido la periodista Miroslava Breach, asesinada el 23 de marzo en el estado de Chihuahua. Corresponsal de La Jornada y periodista de Norte de Ciudad Juárez, asesinada a balazos igual que Monlui, acababa de publicar un reportaje sobre un conflicto armado entre los líderes de un grupo delictivo relacionado con el Cártel de Juárez.

Otros periodistas, como Julio Omar Gómez Sánchez, que trabajaba para 911 Noticias e informaba sobre los abusos de las autoridades locales, la corrupción y el narcotráfico en un estado al norte del país, no murieron gracias a la protección con la que cuentan pero han sido amenazados en varias ocasiones. Quien tampoco murió gracias a su custodio (que sí lo hizo) fue Armando Arrieta, jefe de redacción del periódico La Opinión de Poza Rica tras recibir varios tiros en el estado de Veracruz, uno de los sitios más peligrosos para la profesión en el país.

La corrupción generalizada en cuerpos como el de la policía, en las Fuerzas Armadas o en los órganos judiciales dan carta blanca a que los cárteles u otros agentes y autoridades puedan amenazar, intimidar, secuestrar o asesinar a su merced quedando impunes de tales crímenes. Ante esta realidad, los periodistas que se atreven a denunciar o investigar algo que los abusadores de poder no quieren que sea investigado firman casi su propia sentencia de muerte. Human Rights Watch recoge que la Comisión Nacional de Derechos Humanos informó en 2016 que el 90 por ciento de los delitos contra periodistas en México quedan impunes, y esto incluye al 82 por ciento de los asesinatos y el 100 por ciento de las desapariciones. «Las autoridades en general no investigan adecuadamente los delitos contra periodistas, y muchas veces descartan de manera prematura que los delitos estén vinculados con su profesión», asegura la ONG en un informe.

México se sitúa actualmente en el puesto número 149 (de 180 países) de la Libertad de Prensa 2016, lo que da una pista de cuál es el contexto de trabajo para un periodista mexicano. Otro dato: entre los depredadores de la libertad de prensa definidos por Reporteros sin Fronteras (publicaron una lista negra el año pasado) se encuentra un cártel mexicano, el de Loz Zetas, implantado en los estados del noreste del Golfo.

Mientras exista la impunidad y los gobiernos no hagan más para garantizar el ejercicio de una prensa libre e independiente, aflorarán más casos de autocensura o, directamente, cierre como el del periódico Norte de Ciudad Juárez, donde trabajaba Miroslava Breach. El pasado domingo el director de este medio, Óscar Cantú, comunicó el cierre de la edición después de 27 años de actividad. “Las agresiones mortales, así como la impunidad contra los periodistas, han quedado en evidencia, impidiéndonos continuar libremente con nuestro trabajo”, escribía este director en una misiva. «Todo en la vida tiene un principio y un fin, un precio que pagar. Y si este es la vida, no estoy dispuesto a que lo pague ni uno más de mis colaboradores, tampoco con mi persona», seguía Cantú.

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