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Esta es la Turquía de Erdogan

Paul Zinken (EFE-EPA)

Paul Zinken (EFE-EPA)

Desde el golpe de estado fallido que tuvo lugar en Turquía el sábado pasado cerca de 20.000 personas de los sectores policial, judicial, servicio civil y ejército han sido arrestados o apartados de sus cargos y más de 5.000 personas han ingresado en prisión preventiva. En los últimos días la purga se ha extendido también al ámbito educativo -decenas de miles de maestros suspendidos- y tras el estado de emergencia decretado el jueves se ha ordenado la clausura de 35 hospitales y un millar de colegios privados, además de 15 universidades y 19 sindicatos.

Hubo quienes el fin de semana pasado respiraban más hondo después de que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, consiguiera parar un golpe de estado supuestamente orquestado según él por el clérigo Fethulah Gülen, exiliado en Estados Unidos. Con el pretexto de garantizar el orden en el país y con la Unión Europea atada de manos por el acuerdo con Turquía sobre el control de los refugiados que llegan a Europa, Erdogan ha empezado a imponer su propio orden.  

La purga es evidente y aunque puede sorprender la rapidez y el alcance de ésta, es un capítulo más de un país, Turquía, que en los últimos años ha demostrado que con Erdogan como presidente -tras once como primer ministro- no será ejemplo de democracia y derechos humanos. La Turquía con quien la Unión Europea empezó a negociar sobre una posible adhesión es la misma que a pesar del crecimiento económico y la imagen de un islamismo conservador que podía tender puentes no respeta los derechos humanos.

La deriva autoritaria de Erdogan

“La ambición de poder del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no conoce límite y se ha vuelto a poner en evidencia, al haber dimitido, debido a su presión política, el primer ministro, Ahmet Davutoglu”, señalaba en esglobal Ricardo Ginés en mayo después que el presidente evidenciara con este gesto la ofensiva de depurar el partido que él mismo fundó en 2002. “Erdogan no se conforma con la lealtad; exige pleitesía”, escribe Andrés Mourenza en el artículo “Erdogan o la desmesura”, publicado en 5W.

Así, en los últimos años el chico de barrio que se metió de joven en política ha ido escalando posiciones de poder hasta hacerse en 2014 con la jefatura del estado, dispuesto a convertir desde allí a Turquía en una república presidencialista en la que todos le veneren y nadie, incluso los suyos, se atrevan a cuestionarlo por miedo a represalias. «Llegó para quedarse. Y se quedará a cualquier precio, incluso cargándose la libertad de expresión que queda en un país que se sitúa ya en el número 154 de 180 de la lista elaborada por Reporteros sin Fronteras sobre libertad de expresión en 2014«, escribí en «Erdogan, a cualquier precio» cuando el entonces primer ministro ordenó el bloqueo de Twitter.

La vulneración continuada de derechos humanos

“La situación de los derechos humanos se deterioró notablemente tras las elecciones parlamentarias de junio [de 2015] y el estallido de violencia entre el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) y las fuerzas armadas turcas en julio. El gobierno sometió a los medios de comunicación a una presión sin precedentes; la libertad de expresión dentro y fuera de Internet se resintió de forma significativa. Continuaron las violaciones del derecho a la libertad de reunión pacífica. Aumentaron los casos de uso excesivo de la fuerza por parte de la policía y de malos tratos en detención”, resume así Amnistía Internacional (AI) la situación en el país durante el 2015.

Además, en octubre la UE firmó un acuerdo con Turquía para prevenir la migración irregular a pesar de que el funcionamiento del sistema de asilo de Turquía es dudoso y las solicitudes de asilo de personas procedentes de países distintos de Siria rara vez eran tramitadas en la práctica. Según AI, por ejemplo, en septiembre, al menos 200 personas refugiadas que trataban de viajar irregularmente a Grecia fueron sometidas a detención en régimen de incomunicación o incluso secreta en varios lugares de Turquía.  

Tras el golpe de estado fallido también se ha vuelto a hablar de la pena de muerte. En los últimos días Erdogan planteó recuperar la pena de muerte cuando la abolición de esta fue precisamente una condición indispensable para formar parte de un proceso de adhesión a la UE.  

¿Hacia dónde irá Turquía? ¿Hasta dónde llegaran las medidas represivas? ¿Cómo de grande puede hacerse el poder (si cabe aún más) de Erdogan? ¿Será firme la UE ante las violaciones de derechos humanos cada vez más evidentes o seguirá tratándo Turquía como un aliado en la lucha contra el terrorismo y la crisis de los refugiados? El tiempo lo dirá. A estas altura todo escenario es posible.

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