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¿Una nueva etapa se abre en Colombia?

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, junto al presidente de Cuba Raúl Castro y el representante de las FARC en Cuba Rodrigo Londoño. (EFE/ Alejandro Ernesto)

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, junto al presidente de Cuba Raúl Castro y el representante de las FARC en Cuba Rodrigo Londoño. (EFE/ Alejandro Ernesto)

Desde 1985 hasta hoy la guerra en Colombia ha dejado más de 7,3 millones de víctimas directas y 220.000 muertos, de los cuales casi un 81,5% eran población civil y con 6,9 millones de desplazados es el segundo país con más desplazados después de Siria. Tras cincuenta años de conflicto esta semana se ha firmado en La Habana un acuerdo histórico de cese del fuego bilateral y definitivo en el país. A falta de los acuerdos finales de paz, que se firmarán en Colombia, la firma de la paz con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) permitirá al país pasar página a un largo capítulo de su historia, la del conflicto armado.

A pesar de las negociaciones de paz en los últimos años, pero, la vulneración de los derechos humanos en Colombia continúa siendo muy preocupante: según los registros de la Unidad Nacional de Atención y Reparación a Víctimas existen casi 8 millones de personas que han sufrido violaciones a sus derechos. Además del desplazamiento forzado, otras vulneraciones registradas son las amenazas, homicidios, secuestros, tortura, delitos contra la libertad sexual, reclutamiento de menores o desaparición forzada.

El último informe anual de Amnistía Internacional sobre el país señala también que el conflicto armado seguía repercutiendo negativamente en los derechos humanos de la población civil, especialmente en los pueblos indígenas, las comunidades afrodescendientes y los defensores  de derechos humanos.

Los retos para una paz estable y duradera

El contexto nacional del país -menos oposición a unos acuerdos de paz con las FARC- e internacional -mayor apoyo de Estados Unidos, por ejemplo- así como un cierto empate estratégico sobre el terreno del Ejército y las FARC está favoreciendo el avance de las negociaciones.

Sin embargo las dificultades postacuerdo no son pocas. Será necesario gestionar las expectativas de cambio que se están generando en la población así como el escepticismo que existe en buena parte del país, que cree poco en la capacidad de cambio real tras los acuerdos. También están los retos en materia de seguridad, desde la dejación gradual de las armas que se ha acordado hasta la estabilización de zonas de conflicto pasando por la reintegración de los exguerrilleros, muchos de ellos jóvenes que no han conocido otra cosa y que es difícil que sean aceptados por la sociedad.

Quizás uno de los principales desafíos son los procesos de reparación de víctimas, puesto que es el punto más sensible y en el que es más fácil que una parte o la otra perciba que las consecuencias son injustas. En 2011 el Congreso aprobó la Ley 1448, conocida como Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, con el objetivo de proporcionar una reparación integral a las víctimas del conflicto. “Las promesas incumplidas de la Ley 1448 han creado frustración entre las víctimas. El establecimiento de los servicios de salud y, especialmente, el apoyo psicosocial ha sufrido graves demoras, las necesidades educativas de las víctimas o de sus hijos no han sido debidamente atendidas, o las ayudas a la vivienda han sido insuficientes y tardías”, reza un informe del Centro Internacional para la Justicia Transicional.

“El posconflicto no es solo un asunto técnico de cómo llevar desarrollo o cómo implementar unos programas. Es cómo cambiar la percepción que hay en regiones donde el Gobierno lleva diciendo durante treinta años que va a hacer programas pero la gente siente que no ha cambiado gran cosa”, aseguraba en una entrevista en Febrero en la revista Tribuna el Alto Comisionado para la paz Sergio Jaramillo.

Más allá de la paz

Si una palabra define Colombia, como dicen algunos de los que viven allí, es la complejidad. La diferencia entre la situación en Bogotá, la capital, y Buenaventura, una ciudad portuaria en el Valle del Cauca donde la mayoría de la población es afrodescendiente y carece de servicios básicos como la sanidad o el agua potable en algunas zonas, es abismal. Probablemente no exista una única Colombia, sino muchas. Además del propio conflicto armado Colombia también es víctima del narcotráfico y la violencia de grupos guerrilleros -no sólo las FARC sino también el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de los macroproyectos extranjeros, de la corrupción y de la delincuencia común, fruto entre otras razones de la desigualdad y la pobreza.

Jóvenes en una calle del Barrio de Santa Fe, en Buenaventura, Colombia. / BLANCA BLAY

Jóvenes en una calle del Barrio de Santa Fe, en Buenaventura, Colombia. / BLANCA BLAY

El éxito o no de esta nueva etapa para Colombia, deberá hacer frente no sólo al posconflicto como tal -que durará como mínimo diez años- sino también a todos estos retos para que de verdad sea una nueva etapa y se produzca un cambio en el día a día de la gente. “Para aprovechar los dividendos de la paz el país debe invertir en las regiones olvidadas donde surgió y permaneció la guerra. Debemos llevar el Estado a estas regiones, darles seguridad, ofrecerles educación y salud de calidad construir carreteras, proveer bienes públicos productivos e insertarlas en los mercados y el sistema productivo. Esto no será tarea fácil”, escribía también en la revista Tribuna en un número especial dedicado a las negociaciones de paz Ana María Ibañez, de la Universidad de los Andes. ¿Una nueva etapa se abre en Colombia? El tiempo lo dirá pero por ahora cabe la esperanza.

1 comentario

  1. Dice ser Don Mojito

    Claro, no es algo para echar las campanas al vuelo, no obstante, es un paso en la dirección correcta.

    Habrá un poco menos violencia en Colombia, un poco menos violencia en el mundo.

    Quizás, a partir de hora, las cosas mejoren. El pueblo colombiano lo merece.

    26 junio 2016 | 13:32

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