Nadie esperaba que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pidiera perdón por la matanza que supuso la bomba nuclear de Hiroshima. Y no lo hizo. Eso hubiera sido desautorizar a un predecesor suyo, pero el pasado viernes se convirtió en el primer residente de la Casa Blanca que visitó esta ciudad japonesa y se abrazó con una de sus víctimas.
Hiroshima fue la primera de las dos bombas atómicas que lanzó el ejército de Estados Unidos en Japón en agosto del 1945, con lo que se puso punto y final a la Segunda Guerra Mundial. La bomba nuclear en Hiroshima dejó 166.000 muertos, mientras que la de Nagasaki otros 80.000. El derrame de sangre y el caos fue tal, que Japón se vio obligado a firmar un acuerdo de paz.
El pasado viernes, Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense en activo en visitar Hiroshima. Puso una corona de flores en el Memorial para la Paz, que conmemora las víctimas de la bomba atómica y al terminar el acto se abrazó con Shigeaki Mori, un hibakursha, una palabra que sirve para definir a los supervivientes de la bomba nuclear.
El fatídico 6 de agosto de 1945, Mori tan solo tenía ocho años y se dirigía con un amigo al colegio. Cuando cayó el artefacto, el niño estaba cruzando un puente, que se rompió y el menor cayó al agua. Eso le salvó la vida, ya que le protegió del calor extremo de la bomba.
Ahora, Mori es historiador y ha dedicado toda su vida a reconstruir lo qué pasó ese día y lo qué sucedió a las víctimas de esta tragedia, entre ellas doce militares estadounidenses, prisioneros de guerra, que también murieron a raíz de la bomba, ya sea en el acto o días posteriores.