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¿Cómo es vivir en una nube de humo?

La capital de China tuvo que cerrar escuelas y dar alerta a sus habitantes por una densa nube de humo detectada esta semana.

Gráfico de GSNotAftershave. Fuente: OMS

Por M3 de aire. Gráfico de GSNotAftershave a través de PICTOCHART.COM. Fuente: OMS

El pasado martes sonaron las alarmas, luego de que se detectaran altos niveles de smog en Beijing.

Los niveles de micropartículas nocivas para los humanos medidas en la ciudad estuvieron en el orden de 634 microgramos por metro cúbico. El máximo recomendado por la OMS es 25.

El ministro de protección ambiental chino dijo que se debió al tiempo «desfavorable», pero fueron los altos niveles de contaminación presentes en la atmósfera los que produjeron la nube gigante.

El «mal clima» que señala el funcionario eligió un momento oportuno para presentarse, mientras se debaten en París las políticas contra la contaminación y el calentamiento global que tienen como objetivo lograr que los dos mayores contaminantes (China y Estados Unidos) se comprometan a reducir sus emisiones.

Pero, ¿cómo es vivir bajo una nube de humo? Bueno, para empezar, por tres días enteros los habitantes de Beijing no vieron el sol, recién ayer empezó a clarear por un cambio en los vientos. Durante este período debieron usar barbijos para trasladarse a cualquier parte.

También se cancelaron las clases en algunas escuelas. Dos mil fábricas de distintas industrias suspendieron sus trabajos y se pidió a la gente que evite hacer actividades fuera de sus casas.

Y no es sólo la incomodidad de no poder hacer actividades al aire libre, también están las consecuencias para la salud que esto conlleva. La OMS indica que el aire contaminado afecta las vías respiratorias y aumenta los casos de accidentes cerebrovasculares, cánceres de pulmón y neumopatías crónicas y agudas, entre ellas el asma.

Según estimaciones de 2012, la contaminación atmosférica en las ciudades y zonas rurales de todo el mundo provoca cada año 3,7 millones de defunciones prematuras.

A pesar de los riesgos, el crecimiento que experimenta desde los ’90 la economía del país, también llamado «el milagro chino», hizo que la población y los dirigentes aceptaran este medio ambiente insalubre.

Este pensamiento quedó plasmado por el primer ministro chino en la Cumbre del Clima.

Xi Jinping reiteró su plan para que los países desarrollados inviertan en los menos avanzados para que el cambio realmente se produzca. «Encargarse del cambio climático no debería negarle a los países en desarrollo la necesidad legítima de reducir la pobreza e incrementar los niveles de vida de su gente», dijo en París.

Dejó al descubierto la ideología que fue el motor de millones de chinos durante las dos últimas décadas. Aceptaron el crecimiento a costa de todo: de la tierra, de los lagos, del aire. De su propia respiración y de la salud de sus hijos y nietos.

Pero las cosas cambiaron y ya no es tan fácil tragarse el humo y el aire caliente.

En París, China deberá comprometerse con nuevos objetivos que lo lleven a implementar energías menos contaminantes y mejorar la calidad de vida en su país, en los vecinos y, en menor escala, la de todos los que pisamos el suelo terrestre.

Si los grandes líderes mundiales firman un compromiso serio en Francia, se pondría en marcha un mecanismo para detener la emisión de gases.

Los habitantes de Beijing se lo agradecerán. Dejarán de vivir en una de las ciudades más grandes, modernas y… enfermantes del planeta.

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