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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

Donde el periodismo es terrorismo

Por Cláudia Morán

El periodismo no es un delito y eso es algo que nadie se atreve a contradecir de manera oficial. Pero, ¿y si un país decidiera perseguir la libertad de expresión de los periodistas bajo el argumento de «proteger la seguridad del país»? Eso es exactamente lo que está ocurriendo en Egipto. Desde la destitución de Mohamed Morsi al frente del gobierno por el golpe de estado de Abdel Fatah al Sisi en junio de 2013, decenas de periodistas han sido detenidos y procesados ante tribunales militares.

La información sobre Egipto ofrecida por Al Jazeera contrasta notablemente con la de la televisión gubernamental egipcia / Flickr

La información sobre Egipto ofrecida por Al Jazeera contrasta notablemente con la de la televisión gubernamental egipcia / Flickr

La «caza de brujas» de periodistas sobre el terreno egipcio, que habría empezado la misma noche del golpe de estado, parece ser de todo menos casual, ya que la mayoría de ellos trabajan para medios de comunicación muy críticos con el régimen actual y/o que lo son más bien poco con los Hermanos Musulmanes -un partido que durante años estuvo prohibido en el país y que recientemente ha sido calificado como grupo terrorista por las autoridades-. A pesar de que la veintena de periodistas acusados recientemente pertenecen a diversos medios de comunicación, la junta militar egipcia insiste en enmarcarlos en la cadena qatarí Al Jazeera y los acusa sin piedad de ejercer de «sucursal mediática» de los Hermanos Musulmanes. A los periodistas autóctonos, sin embargo, se les acusa directamente de terrorismo. Según el testimonio de muchos de ellos, además de ser detenidos son sometidos a torturas y malos tratos. Peter Greste, Mohamed Fahmy y Baher Mohamed son tres de los periodistas procesados de la cadena qatarí y llevan retenidos desde el 29 de diciembre de 2013. En total, solo declararán ante el tribunal otros cinco periodistas más, ya que el resto de acusados habrían abandonado el país.

El régimen egipcio se ampara en la Constitución adoptada en enero de este año, que permite juzgar a civiles en tribunales militares, tal y como se hacía tras el período post-revolución mientras no se celebraban elecciones presidenciales en el país, y que se caracterizaban por una absoluta falta de imparcialidad. Según la organización Amnistía Internacional, entre enero de 2011 y junio de 2012 más de 12.000 civiles, incluyendo periodistas, fueron juzgados por tribunales militares, unos juicios que continuaron «durante y después» del gobierno de Morsi. Ahora la nueva Constitución egipcia ha legitimado este tipo de juicios, que sirven al régimen para perseguir la libertad de expresión en Egipto por miedo, quizá, a una nueva oleada hegemónica de los Hermanos Musulmanes.

Varias ONG, entre ellas Reporteros sin Fronteras, han denunciado los ataques a la libertad de prensa que llevan a cabo las autoridades egipcias, y ésta en concreto ha pedido públicamente a Estados Unidos y a la Unión Europea que exijan tanto la retirada de todos los cargos contra los periodistas procesados como su puesta en libertad. Además, la organización avisa de que la situación «tiene todas las características del Egipto autoritario de la era Mubarak». Por otro lado, el Comité para la Protección de los Periodistas ha situado a Egipto entre los cinco países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.

Parece obvio que en este país árabe existe un intento de silenciar información a cambio de tapar algo. Quizá posibles reacciones que pondrían en peligro los intereses de la «seguridad nacional» o quizá -más bien- los intereses de unos pocos aspirantes al gobierno, ahora que las elecciones están cada vez más cerca. El propio golpista Al Sisi ya ha anunciado que se presentará a las presenciales y cuenta, entre otras cosas, con el apoyo del Ejército. Silencio a cambio de que nada se altere en el camino. No sé ustedes, pero en el país de las pirámides más de uno debe estar acordándose de Edward Snowden.

CLÁUDIA MORÁN

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