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Arabia Saudita: el poder del oro negro

Arabia saudita

Imágen de Hispan TV

Cuenta la leyenda que un visionario francés, Nostradamus, profetizó que en el futuro el oro sería negro. Bien entrado en el siglo XXI, el oro negro de las monarquías petroleras, como Arabia Saudita, es capaz de intervenir hasta la política de la gran potencia, Estados Unidos.

Washington y Riad iniciaron sus relaciones en 1933 y, básicamente, han sido comerciales. El 13% de petróleo que importa Estados Unidos proviene de Arabia Saudí. Además, los dos países han cooperado en numerosas ocasiones como en las dos Guerras del Golfo, han mantenido una postura común respecto al Irán nuclear o han sido aliados para combatir Al-Qaeda, cuyo fundador, Osama Bin Laden, era saudí.

Ahora, por eso, parece que las relaciones entre ambos países han empezado a congelarse. A mediados de octubre, Riad no aceptó una silla en el Consejo de Seguridad de la ONU por no estar de acuerdo con la postura que había tomado este organismo en el conflicto sirio. Desde que empezó la guerra en Siria, Arabia Saudita ha armado a los rebeldes y, por eso, apuesta por una intervención que derribe el gobierno de Damasco. No obstante, el Consejo de la ONU no ha aprobado ninguna iniciativa de este tipo y ha acordado que el régimen del dictador Bashar al Asad entregue las armas nucleares. Esta es la primera vez en la historia de la ONU, que un país rechaza un puesto en el Consejo.

Pero Riad, ha ido más allá y se ha enfrentado directamente al todopoderoso Estados Unidos. A finales de octubre, el jefe de inteligencia saudí, el príncipe Bandar bin Sultan, enfatizó que podría haber “un gran cambio” en las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Washington, porque Riad no estaba de acuerdo con las políticas de la administración de Barack Obama.

El enfado de la monarquía petrolera viene, principalmente, por dos motivos: Irán y Siria. En el Islam hay dos corrientes opuestas que viven enfrentadas desde el siglo VII, los chiitas y los sunitas. La mayor parte de los musulmanes, un 85%, son sunitas, mientras que sólo un 15% son chiitas. El único país de mayoría chiita es Irán y gobierna esta tendencia, mientras que el ejecutivo sirio es alauita, una rama del chiismo, en un país de mayoría sunita. Arabia Saudita e Irán les enfrenta dos formas de entender el Islam, la política, la religión y, por ende, se disputan ser el referente del mundo musulmán.

Hasta ahora, Egipto y Siria eran los dos países de referencia en el mundo árabe. El primero representaba a un modelo de partido único, laico, amigo de Estados Unidos y aliado de Israel, mientras que el segundo es chiita, aliado de Irán y con un fuerte discurso contra Washington y Tel Aviv. Arabia Saudita era y es la gran potencia económica, con amplias reservas petroleras, pero también espiritual, porque en su territorio están las dos ciudades sagradas para el Islam,  Meca, donde nació Mahoma, y Medina, donde murió.

Así pues desde la sombra y con un soft power, Arabia Saudita iba ganando posiciones. Sin embargo, con el estallido de los dos conflictos, Riad da un paso adelante y quiere ser el gran actor del mundo árabe. Por eso, se apresura en dar armas a los rebeldes sirios y en reconocer el golpe de Estado en Egipto del pasado mes de julio, que puso punto y final al gobierno elegido democráticamente de los Hermanos Musulmanes.

Al otro lado del ring, se encuentra Irán, que pese ser un país musulmán no es árabe, sino persa, pero con una gran influencia en los países de la península arábiga, como Siria, al que Irán le ha proporcionado armas, y Líbano, donde está el único grupo armado chiita, Hezbollah, situado en el sur de ese país, en la frontera con Israel, que es su principal enemigo. Además, Irán condenó el golpe contra Mursi y está intentando potenciar su influencia en Medio Oriente.

Por eso, para Riad, la victoria de los rebeldes sirios, sería desconectar Irán con el Líbano y aislar la influencia de Teherán en la región. Esto ha conllevado que  Arabia Saudita haya pedido, hasta ahora sin éxito, que la comunidad internacional, es decir, Estados Unidos, intervenga en Siria a favor de los rebeldes.

A finales de septiembre, el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, se reunió con su homólogo iraní, Javad Zarif. Era la primera vez desde 1979, que ambos países mantenían una reunión. El nuevo presidente iraní, Hasan Rouhani, muestra un diálogo más conciliador que su antecesor, Mahmud Ahmanideyad, y a mediados de octubre Teherán inició una ronda de negociaciones con Estados Unidos, China y Rusia sobre su programa iraní.

Este acercamiento entre Washington y Teherán, ha hecho que Riad monte en cólera, porque un acuerdo entre Estados Unidos e Irán podría perjudicar su liderazgo en el mundo árabe. Por eso, Arabia Saudita decidió echarle un pulso a Obama y se mostró contrario a sus políticas en Oriente Medio.

Parece que el presidente estadounidense ha entendido que la paz en esta zona del planeta, pasa por integrar a Irán en la escena mundial y mantener unas buenas relaciones con este país. Sin embargo, sus dos socios estratégicos en la región, Israel y Arabia Saudita, ven con mucho recelo este inicio de negociaciones y se muestran contrarios al programa nuclear iraní. El presidente israelí, Benjamin Netanyahu, incluso dijo en septiembre en la Asamblea General de la ONU que Rouhani es un lobo con orejas de cordero.

El pulso político ha empezado. Pese a sus diferencias históricas, políticas, ideológicas y religiosas, Israel y Arabia Saudita, por primera vez, se han puesto en el mismo lado del tablero, porque enfrente está el acérrimo enemigo de los dos, Irán. Estados Unidos, ahora, tendrá que elegir, entre un posible aliado nuevo que, presumiblemente, es la clave para garantizar la paz en Medio Oriente, o sus antiguos aliados y, concretamente, Arabia Saudita, el primer productor mundial de crudo. Ahora veremos que tan fuerte es el poder del oro negro.

Núria Segura Insa

Nuriasegura@gmail.com

@Nuriasein

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