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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

Femen vs. Mundo árabe

Femen, la organización feminista creada en 2008, comenzó con sus protestas en topless en 2009, frente a la embajada de Irán en Kiev para protestar contra la ejecución de Sakineh Ashtiani, que se suspendió después, o contra el turismo sexual en el país de origen de esta organización, Ucrania. Con sus acciones han conseguido un impacto mediático envidiable para cualquier movimiento feminista y además, la simpatía de miles de hombres y mujeres en todo el mundo que creen en la igualdad. Hasta que desembarcaron en el mundo árabe.

Foto que Aliaa Magda Elmahdy colgó en su perfil de Facebook para protestar contra la represión sexual de las mujeres en su país, Egipto.

Foto que Aliaa Magda Elmahdy colgó en su perfil de Facebook para protestar contra la represión sexual de las mujeres en su país, Egipto.

El 23 de octubre de 2011, Aliaa Magda Elmahdy colgó esta foto en su perfil de Facebook para protestar contra la represión sexual que las mujeres sufren en Egipto, su país de origen. Femen no tardó en ponerse en contacto con ella e integrarla en sus planes. «¿Por qué con ella y no con las feministas egipcias, con un discurso profundo y una larga trayectoria?» se pregunta Leil-Zahra Mortada, un feminista queer y anarquista nacido en el Líbano, que el pasado viernes hizo un análisis sobre Femen en una conferencia del Centro de Fotografía Documental de Barcelona (CFD). «Porque Aliaa es joven, no tiene discurso, casa perfectamente con lo que quiere Femen». Este activista critica la falta de discurso de la organización, que entró en el mundo árabe sin tener primero contacto con las mujeres árabes y «ni abrió Wikipedia para saber qué es el Islam».

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Activistas de Femen queman una bandera en la que se lee «No hay más Dios que Alá y Mahoma es su único profeta» / Femen

Desde entonces, Femen ha protagonizado diversos actos, siempre en topless, contra el islamismo que discrimina a las mujeres. En principio. Protestar contra el turismo sexual en Ucrania, contra la lapidación de Ashtiani o contra la cosificación de las mujeres está más que bien. Además, logran un impacto inimaginable para muchos movimientos feministas y ponen el debate sobre la igualdad entre hombres y mujeres en el ojo del huracán mediático. Pero hasta ahí llega toda su infraestructura, detrás de sus actos no hay nada más. O peor aún, hay ignorancia. Hace poco protagonizaron un acto en la mezquita de Södermalm en Estocolmo, contra la aplicación de la Sharia -ley islámica- en Egipto. ¿Qué les había hecho la mezquita? Nada. Confundir Islam con islamismo es un error y un prejuicio constante en Occidente. Y un peligro, porque perjudican la lucha de feministas árabes e islámicas, cuyos detractores encuentran en estas imágenes la excusa perfecta para desacreditarlas. El mundo árabe y musulmán es tan complejo como cualquier otro y para entrar en él hay que informarse de sus sensibilidades primero.

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Una de las fotos de la campaña #MuslimahPride / «Muslim Women Against Femen», Facebook

He aquí la palabra clave: Occidente. Las activistas de Femen acusan un grave neocolonialismo, entran con sus protestas en el mundo árabe sin preguntar a las mujeres si quieren quitarse el burka, el niqab, el hiyab o el chador. Ni siquiera saben que existen, a grandes rasgos, estos cuatro tipos de velo. Se quedan en lo superficial y consideran que el velo oprime a las mujeres, porque así se considera desde el imaginario occidental. Pero tras sus protestas, no sólo no han conseguido ningún progreso para las mujeres musulmanas sino que han logrados todo lo contrario: que muchas mujeres elijan el velo como forma de rebelión ante esta forma de imperialismo. Se les ha pedido en numerosas ocasiones que desistan de su intento de «liberar» a las mujeres de Túnez o Egipto, porque con sus acciones perjudican más que ayudan a estas mujeres a conseguir la igualdad. Además de que muchas mujeres han reaccionado a las acciones de Femen en Túnez con reivindicaciones como «Femen stole our voice» o «There is more than one way to be free», en una campaña llamada #MuslimahPride. La prueba de la falta de contacto es que en un debate en Al Jazeera con mujeres árabes y musulmanas, la líder de Femen agradeció la oportunidad porque hasta entonces no había estado en contacto con ninguna mujer feminista de la región. ¿Por qué entonces decidir actuar allí? ¿Cómo pueden otorgarse el papel de salvadoras sin preguntar primero a estas mujeres qué problemas tienen y cómo pueden ayudarlas?

Femen es valiente, pero también es arrogante. Y las críticas no deben ir sólo para ellas, porque el feminismo clásico también fracasa. Cada vez es más común escuchar «¿para qué lucháis si ya somos iguales?», tener que explicar que el feminismo es la lucha por la igualdad y no lo contrario al machismo -que tiene nombre y es el hembrismo-, o ver cómo las cifras de mujeres asesinadas por violencia machista siguen creciendo cada día ante la impasible mirada de los representantes políticos. El feminismo de hoy en día debe reinventarse, volver a las calles, a instalar el debate de la igualdad en la sociedad, implicar a las más jóvenes y sobre todo, a los hombres. Aprovechar el tirón de Femen puede ser una oportunidad de oro, pero su camino, vacío de discurso y lleno de despotismo neocolonialista, no parece que sea lo más adecuado.

Esperanza Escribano

@equilibrio_y_yo

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