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Tel Aviv, la vida en una burbuja

tel-avivHace algún tiempo, el periodista Albert Garrido dijo en una conferencia que muchos rusos se habían mudado a Israel “buscando un lugar de paz”. A algunos asistentes les pareció curioso que a alguien se le ocurriera mudarse al Estado judío con el objetivo de vivir en paz. Hay muchos motivos para vivir en Israel, pero la tranquilidad no debería ser la primera razón de la lista. A no ser, claro, que el destino sea Tel Aviv. El oasis en mitad del conflicto más largo de la Historia de la Humanidad.

Tel Aviv se parece a una ciudad europea, entre muchas razones, porque es frenética. Para Yuval Mann, un israelí residente en la ciudad, la gente en Tel Aviv “siempre tiene prisa, no van muy relajados”. Trabaja por turnos, así que tiene el despertador programado a diferentes horas, y en función de ello se desplaza en coche o en autobús hasta el lugar de trabajo, “porque no tenemos metro, como vosotros en Europa”.

Como en cualquier ciudad occidental, el horario laboral es de 8:30 a 17 de la tarde, con entre media hora o una hora para comer, según Shahar Cohen, un joven psicólogo árabe-israelí, que está estudiando un máster de Recursos Humanos en Barcelona. “Me levanto a las siete de la mañana para llegar a trabajar a las 8:30”. El transporte público es el principal y casi único problema de una ciudad tan cosmopolita. “Sólo hay dos opciones, o tienes coche, o coges el autobús que funciona bastante mal”, lo que explica que el centro sea un caos de tráfico, especialmente por la mañana y las noches del fin de semana.

Los telavivenses cenan entre las siete y las ocho de la tarde. La ciudad, como todas las modernas, está llena de bares y restaurantes, “más o menos como Barcelona”, dice Shahar. En cuanto a precios hay diversas opiniones, para Yuval, una cena “en un lugar no lujoso” puede costar 17 euros, mientras que Shahar afirma que “cenar en un lugar normal puede costar entre 25 y 30 euros por persona”. Respecto a España, “los bares también son mucho más caros”, una cerveza puede salir por cinco euros y un combinado por entre ocho y diez. Quizá por eso, o porque Tel Aviv es como cualquier gran ciudad, abundan los restaurantes de comida rápida, desde Mc Donald´s a Burger King, sin olvidar establecimientos locales en los que “se puede comer falafel, durum o bocadillos”.

Lo que llama la atención es que Tel Aviv es una ciudad segura. Shahar tiene claro que “una chica puede andar sola por la noche sin ningún problema”, aunque añade que la zona sur de la ciudad, “donde viven muchos sudamericanos y africanos” está considerada más peligrosa. Si hay algo que favorece a la ciudad frente a otras son las playas, aunque Yuval reconoce que “en verano están llenas de gente y el agua podría estar más limpia”. Y las hay de varios tipos, según grupos sociales, “hay playas para los árabes, los gays, la gente `fashion’ o las familias”, explica Shahar. Todas tienen sus propios restaurantes, completando la oferta de ocio para turistas y locales.

En Tel Aviv, como la ciudad cosmopolita que es, convive gente de todos los rincones del mundo. Desde los rusos de los que hablábamos al principio, hasta nacidos en Israel, argentinos o estadounidenses. O árabes-israelíes, como Shahar, que tienen origen palestino “pero los mismos derechos, como todos”. Eso sí, viven concentrados en barrios como el de Yafo, al sur de la ciudad.

Y es que Tel Aviv es una ciudad europea, frenética, occidental y moderna, pero a la vez, es el oasis en el centro del conflicto. Muchos palestinos trabajan y viven en Tel Aviv y la mayoría del tiempo la relación es cordial y “casi nunca hay problemas”. Para Yuval y muchos otros israelíes, la ciudad es “la burbuja o el Estado de Tel Aviv”, porque muchos de sus ciudadanos son “de izquierdas o no les preocupa lo suficiente el conflicto porque se sienten suficientemente aislados del resto del país”. Algo que puede ocurrir perfectamente en cualquier gran ciudad como Barcelona, Londres o Nueva York. Lo que en estas ciudades no ocurre son atentados con relativa frecuencia. Y eso marca la diferencia, porque por mucho que las palmeras tapen el desierto, “tras la última escalada de violencia en Gaza, cuando los cohetes alcanzaron Tel Aviv, sentimos el conflicto”. Y eso sí tiene un gran impacto.

Esperanza Escribano

@equilibrio_y_yo

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