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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

Túnez sigue luchando

Por Cláudia Morán

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Ellos fueron los precursores de la Primavera Árabe y del movimiento 15-M en el mundo entero. Su valentía y sus ganas de cambiar las cosas les convirtieron en el ejemplo de cómo un pueblo puede acabar con un régimen totalitario y corrupto hasta la podredumbre. La Revolución de los Jazmines tunecina contagió a sus países vecinos (Egipto, Libia, Yemen, Siria…) ese espíritu revolucionario y puso de manifiesto la peor cara del mundo en el que vivimos: la comunidad internacional negociaba con regímenes totalitarios y hacía la vista gorda con el sufrimiento de los pueblos. A pesar de ello, Túnez no ha conseguido la estabilidad democrática ni el Estado de derecho que deseaba.

Han pasado dos años y medio desde que Mohamed Bouazizi, de 26 años, se prendió fuego en Sidi Bouzid como protesta a las dificultades económicas y laborales y a la dura represión policial del régimen. Ese gesto, que se convirtió en el detonante de una oleada de protestas que enviaron al exilio al dictador Zine El Abidine Ben Ali y al clan de los Trabelsi, fue el inicio de la Primavera Árabe. Pero la legalización de los partidos islamistas y la llegada al poder de En Nahda (islamistas moderados) ha generado una gran inestabilidad social con los sectores laicos de la sociedad. El problema no es En Nahda, que gobierna bajo una gran presión social, sino el salafismo radical que intenta imponer cuestiones como el velo y la ley islámica en la futura Constitución del país. Me preocupa que los medios de comunicación señalen al islamismo como si fuera el único problema porque el islamismo siempre ha existido en Túnez; la diferencia es que antes las mujeres no podían ponerse el velo si lo deseaban y ahora los sectores más extremistas intentan imponerlo.

Hoy Túnez sigue siendo un ejemplo de lucha, ya que no recibieron la ayuda de la comunidad internacional (Francia, por ejemplo, dio su apoyo al principio a Ben Ali hasta que se dio cuenta de que estaba quedando en evidencia ante el mundo entero) y han conseguido asentar unas bases democráticas que nunca antes habían tenido. A pesar de todo, la Constitución se retrasa y la sociedad se impacienta. Si los tunecinos consiguen llegar a un acuerdo y calmar a los extremistas, Túnez podría convertirse en un ejemplo de convivencia, democracia y Estado de derecho. Un país árabe no debería ser incompatible con el feminismo, la democracia y la libertad. Ojalá Túnez salga adelante y consiga callar muchas bocas.

CLÁUDIA MORÁN

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