Escudería Mercedes (Foto: Efe).

«Yo no conozco de nada a ese señor». Eso es más o menos lo que ha dicho hoy Ferrari para desmarcarse del presunto caso de espionaje industrial que ha denunciado Mercedes y que os comenté en el artículo de ayer.

Para refrescar la memoria, Mercedes ha demandado a su ingeniero Benjamin Hoyle por robar datos confidenciales de la escudería para filtrárselos a Ferrari, equipo para el que supuestamente iba a empezar a trabajar en 2016.

Sin embargo, y una vez descubierta la trama, Ferrari afirma hoy que no sabe nada de este señor y que no tenía ninguna intención de contratarlo:

«Hubo conversaciones, pero ninguna concluyó en un contrato formal. No es verdad que estuviese cerca de fichar por nosotros y no se va a unir a nosotros en un futuro próximo. Lo que hizo es algo que concierne solo a él y a la compañía para la que trabajaba. Nosotros no estamos implicados en esto»

Ferrari se lava las manos e intenta que no le salpique el asunto amparándose en que no tenía ningún contrato firmado con Hoyle. Y es cierto. No obstante, cuesta imaginar que el ingeniero de Mercedes tuviera en su poder esos datos confidenciales por amor al coleccionismo.

Es más, según la denuncia de Mercedes, el propio Hoyle comunicó al equipo alemán su intención de dejar la escudería a final de temporada para incorporarse a Ferrari en 2016. Y por ese motivo, precisamente, Hoyle estaba apartado de sus funciones y al margen del proyecto de Mercedes en la Fórmula 1.

PD. Insisto en que los juegos de espías le costaron a McLaren 100 millones de dólares en 2007 y la descalificación del Mundial de Constructores de aquel año.