Europa inquieta Europa inquieta

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¿Qué papel juegan los ‘think tanks’ en la salida de la crisis europea y global?

Con un título parecido al del post, pero sin los signos de interrogación, directores e investigadores de algunos de los think tanks españoles más relevantes se reunieron este jueves para dialogar acerca del papel de estas fundaciones de ideas en el contexto de crisis global. Con la inminencia de la publicación del ranking anual de los mejores think tanks, algo así como los Oscars de los politólogos, Andrés Ortega (Elcano), Carlos Carnero (Alternativas) o Jordi Bacaria (CIDOB) han puesto el énfasis en el pensamiento crítico, riguroso y operativo, que se dice santo y seña de estas ‘universidades sin alumnos’.

Participantes en la mesa redonda sobre crisis y think tank. En medio, Nicolás Sartorius (@funalternativas)

Participantes en la mesa redonda sobre crisis y think tank. En medio, Nicolás Sartorius (@funalternativas)

Para los especialistas reunidos en la madrileña sede de la Fundación Alternativas, los think tanks están teniendo una función de «gran angular». No sirven para dar la solución a los problemas económicos, políticos, identitarios, pero sí para conformar nuevas preguntas. Y también para hacer visibles las disfunciones del sistema. «La idea de la desigualdad ya la expusieron muchos think tanks antes de que llegara Piketty», señaló con algo de sorna Andrés Ortega, investigador senior de Elcano y asiduo analista mediático. Bacaria va más lejos. Según él, algunos TT anticiparon la crisis económica, pero fueron «reprimidos» por las mismas entidades financieras que hacía de mecenas. Lástima que no diera nombres.

Legitimidad, transparencia e independencia son los pilares que todo buen think tank debería asumir como prioridades. No siempre ha sido así durante este lustro pasado, donde los recortes de subvenciones, por un lado, y el cierre del grifo de la financiación privada, ha llevado a muchas fundaciones a la extinción. En España, sin ir más lejos, de 18.000 fundaciones (no todas TT), sobreviven 13.000. En contraste con esto, la sociedad civil se ha fortalecido, ha explicado Ortega, para quien los TT hacen cada vez más la antigua función de los intelectuales, hoy desaparecidos, y de los propios medios de comunicación.

Los periódicos, por la sangría de profesionales especialistas que han ido saliendo en desbandada de las redacciones, necesitan un conocimiento experto que no tienen. Recurren a los TT y a los especialistas, sobre todo económicos y políticos. Con dos o tres declaraciones y testimonios, se montan un reportaje, explicó Ortega. Los TT tienen pues el papel de mediadores, sí, pero cada vez más se convierten -con sus propios blogs, sus propias publicaciones y notas casi en tiempo real- en medios especializados de su ámbito de estudio. Una ventaja y una oportunidad de llegar a ese «nuevo ágora», a esa «opinión pública global», pero que esconde subjetividades y peajes.

Uno de los puntos que más me han interesado de la charla, no precisamente el más desarrollado, ha sido el de la contribución de los TT a pensar de forma paneuropea en la crisis. ECFR y otros han ayudado con sus análisis a ir tejiendo una malla global, donde los conflictos no son formas aisladas (en su génesis y en su resolución), sino partes de un todo complejo. Además, lo que Carnero ha llamado «la internacional de los TT», es decir, la relación de dependencia cada vez mayor entre todas estas fundaciones, es una consecuencia a su vez de los años de crisis y de búsqueda de ideas en común.

Personalmente, esperaba más de esta cita. Como sabéis los que seguís el blog, los think tanks son una parte importante de mis fuentes, explícita o implícitamente. Pero no por ello dejo de ser crítico con ellos. Su ascenso a intelectuales colectivos en Europa me parece engañoso y hasta contraproducente. Sus análisis carecen del apasionamiento de las diatribas de un intelectual al uso, pero no por ello, necesariamente, son más científicos. A veces, y eso lo he comentado con buenos amigos que sí están en el ámbito académico y universitario, los think tanks se arrogan unos privilegios que no tienen. Su discurso es un discurso también de poder, y si los periodistas, sin ir más lejos, les hacen caso, las razones no están solo en su clarividencia y precisión de pensamiento…

PS: Aquí está ya el enlace al ranking que os comentaba en el primer párrafo del post. Creo que es una herramienta más para periodistas, o para los propios investigadores, que para el público en general, pero bueno, con el afán por confeccionar listas de todo que hay últimamente, esta no podía faltar.

Europa boxea por debajo de su peso: mucha presencia, pero menos poder

Presencia en el mundo no implica necesariamente poder sobre él. Es uno de sus requisitos, pero hay países cuya significativa presencia no se corresponde con su limitado poder y, al contrario, hay otros cuyo poder es superior a su presencia. Pero quizá estoy liándoos. ¿Qué es la presencia global? ¿Cómo se mide? ¿Para qué sirve? Ayer estuve, invitado por el Real Instituto Elcano, en la presentación de la web de su Índice de Presencia Global, una herramienta que analiza lo que ellos llaman el ‘estar ahí fuera’, es decir, lo que cada país aporta a la globalización en términos económicos, militares y blandos.

Os invito a que fuchiquéis en la página, porque tanto si sois periodistas, investigadores, estudiantes o simples aficionados a las RR II hallaréis una ingente cantidad de datos para cruzar y extraer conclusiones que apuntalen artículos o maticen vuestras intuiciones. El IPG no se elabora con percepciones ni encuestas, sino con datos extraídos de organismos internacionales.

Como en toda herramienta de este tipo, claro, hay cierto subjetivismo de origen, que en Elcano reconocen y tratan de ir limando en sucesivas ediciones (van por la quinta ya). Por ejemplo, los elementos que componen el apartado de ‘presencia blanda’ –cultura, deporte, ciencia, información, etc.– son más efímeros y cambiantes que otros, como los económicos, por lo que requieren una revisión más frecuente.

Pero mejor me dejo de cuestiones metodológicas. Lo importante es que el IPG es una mina de oro para comenzar a entender el lugar de Europa en el mundo. Por ejemplo, y sin profundizar demasiado, algunas percepciones que todos tenemos se ven reflejadas con meridiana claridad. Europa tiene mucha presencia en el presente globalizado, más incluso que sus directos socios y/o competidores. Mirad esta gráfica:


 

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La UE, tomada como si fuera un país (esto es: no sumando los valores de los diferentes estados miembros) ocupa el primer puesto en del IPG con 1.239 puntos, casi 200 puntos más que EE UU y mil más que China. Además, la Unión es, de estos cinco primeros clasificados, el que ha experimentado un mayor crecimiento en su índice, más de 200 puntos respecto a 2010.

Europa es la primera en casi todo salvo en, obviamente, presencia militar, donde es superada por EE UU. Sus puntos fuertes son, pues, la tecnología, la ciencia, el deporte, la educación y la cooperación al desarrollo. Es decir, el soft power, como ya os comenté un día por aquí. Lo curioso es que la economía, pese a estos años de intensa crisis, ha sido el vector que más ha impulsado a la UE en el índice desde 2005. Al cabo parece que el bache de la recesión ha sido compensado por otros factores y la Unión no se ha resentido en el teatro internacional (un euro fuerte también ha ayudado, por supuesto).

Ya como bloque geográfico, es decir, incluyendo a Rusia y a otros países del entorno que no forman parte de la UE, Europa tiene una cuota de presencia global muy elevada, superior en más de un 20% a los otros dos bloques mundiales más importantes, el de Asia-Pacífico y el de América del norte. Además, la cuota de presencia se ha mantenido estable (aunque a la baja) desde el fin de la guerra fría (años 90).

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Pero volviendo a la UE: todo lo que converge para convertir a la Unión en uno de los principales actores globales, no termina en cambio de servirle para capitalizar poder e influencia en la toma de decisiones a nivel mundial. «Europa boxea por debajo de su peso», señalan a modo de metáfora los especialistas del Elcano encargados del IPG. Esta conclusión no se extrae cotejando los datos de presencia, pero son los expertos los que la señalan tras comparar su presencia con otros índices y clasificaciones disponibles. Termino precisamente con la reflexión de Federico Steinberg, investigador de Elcano, quien 2013 publicó un informe titulado Europa y la globalización: de amenaza a oportunidad en el que asegura que:

En los campos en los que logra comportarse como un bloque compacto, especialmente comercio internacional, su poder [el de la Unión Europea] es mucho mayor al de la suma del sus estados miembros, lo que se traduce en una influencia tan importante que hace ningún acuerdo salga adelante sin su apoyo. Sin embargo, donde está dividida y no puede articular una posición común, como en energía, política exterior y de seguridad o migraciones, tiene una influencia limitada.

‘Vivir de Europa’: la inflación de informaciones y estudios sobre el continente

Escribo este post con el improbable fin de que las cosas cambien o como una forma de expiación. Lo he titulado, un poco pomposamente, ‘la inflación de estudios sobre Europa’, pero podría simplemente haber escrito ‘la ansiedad descorazonadora de saber que no lo podrás leer todo, así que ve relajándote’.

No hay día que no descubra una nueva página web, publicación, blog o think tank sobre estudios europeos (aquí una lista de los más influyentes). Sé que esta inmersión forma parte del habitual proceso de especialización que cualquier disciplina requiere actualmente. No tengo nada en contra de la especialización, considero que es muy necesaria, pero sí contra la sobreabundancia de información, ese molesto ruido de los datos.

Centro de prensa de la sede del PE en Estrasburgo (N.S).

Centro de prensa de la sede del PE en Estrasburgo (N.S).

La Unión Europea es un complejo entramado institucional que por sí mismo genera una cantidad ingente de información casi diaria. Encuestas, recomendaciones, informes, entrevistas, resoluciones, etc. Además, la lista de temas de actualidad es casi inabarcable: situación económica, ampliación, democratización. Esta sería, por así denominarla, una primera capa.

Luego vendría la información secundaria: los análisis en profundidad que organismos no institucionales (centros de estudios y think tank) elaboran sobre la UE en su conjunto. Se trata de una capa todavía más espesa (y complicada de traspasar) que la primera, pues por un lado fiscaliza el funcionamiento de las instituciones, sus decisiones,  y por otro lado aísla los problemas, anticipa otros nuevos, vaticina soluciones o pone de relieve tendencias.

Sobre estas dos capas se asienta una tercera: los medios de comunicación de masas (que sí, todavía existen). Estos se encargan de recoger y filtrar todo lo anterior de una forma clara, didáctica y lo más objetiva posible. No siempre se consigue, porque la UE está repleta de mecanismos confusos y de términos resbaladizos, pero mal que bien, el propósito de hacer llegar la información a los ciudadanos se consigue.

Hay una última capa, que está formada por personas como yo. Sujetos esponjas que absorben información proveniente de todos los sitios posibles. Tipos omnívoros que exponen, juzgan, sintetizan, discriminan y denuncian (en algunos casos). Gente que también vivimos —de alguna manera— de Europa, que nos acercamos a ella con una precipitada falta de cautela. Que elegimos hablar de esto o de aquello, sabiendo que esto deja fuera todo aquello, y aquello borra de un plumazo todo rastro de esto.

Si Europa asusta es,  las más de las veces, por este componente tumefacto. A diferencia de la mayoría de las adscripciones sentimentales más o menos nacionalistas, autodenominarse ‘europeísta’ implica una carga extra de trabajo y de conocimientos. Dado que no basta con empatizar con una idea abstracta sin más, hay que hacer un esfuerzo mayor de sentido (procesar más volumen de datos) para llegar a su comprensión.

El nacionalismo suele ser visceral y acrítico; el ‘europeísmo’ —que alguien diría, por qué no, que es otra forma de nacionalismo— es racional y esforzado. Pero tanta avalancha informativa (a menudo recuerdo que cuando Europa funcionaba lo hacía sin todo este aparato crítico detrás) no sé si acabará por instalar a los creyentes en la melancolía del esfuerzo sin resultado.