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¿Existe la cultura europea? Pues… quizá sí

En el número de febrero de la primorosa revista mexicana Letras Libres la periodista irlandesa Enda O’Doherty plantea en un artículo elevado, sereno y juicioso la sempiterna pregunta: ¿existe la cultura europea? La respuesta es sí, pero no del todo, o casi, o depende, o habría que matizar qué entendemos por cultura, diseccionar los periodos y fijar un consenso.

El artículo de O’Doherty es un gran artículo. Informado, citando a los clásicos, desde Montaigne a Walter Benjamin. Tiene la virtud de poner ejemplos de diversos «factores unificadores en la  historia europea» sin ser pedante ni cargar demasiado las tintas. Se agradece.

Una sala de una biblioteca musical de Leeds en la década de los cincuenta (Europeana)

Una sala de una biblioteca musical de Leeds en la década de los cincuenta (Europeana)

Además, por otro lado, critica el «desastre» que ha sido —salvo Europeana: de ella hablé hace poco— el historial cultural de la Unión Europea desde Maastricht. La «engorrosa burocracia» que impide agilizar las colaboraciones y las subvenciones, no siempre apropiadas, destinadas a determinadas exposiciones contemporáneas. Nada que no se haya dicho ya, incluso yo mismo, alguna vez.

Pero si os traigo este breve ensayito aquí, para diseccionarlo, es sobre todo por un párrafo del mismo que me ha llamado muchísimo la atención, y que en según qué ámbitos podría resultar políticamente incorrecto o impío:

(…) Esto supone una valoración de lo contemporáneo por encima de lo histórico o canónico. (…) Lo que tiene muchas posibilidades de encontrar apoyo es la producción conjunta de una compañía de danza moderna catalana, un grupo estonio de free jazz y un videoartista húngaro. (…) Lo que tiene menos posibilidades, parece, es una organización que pretende promover el conocimiento de y la implicación con la cultura y las ideas europeas a través de fronteras.

Es una gran reflexión. Reivindicar la cultura europea con mayúsculas, la alta cultura, por así decirlo, la cultura de «lo mejor que se ha pensado y se ha dicho» se ha convertido en un acto impuro, sospechoso.

Los europeos amamos repentinamente tanto la diversidad cultural, en pos de cierto sentido de la unificación social o de justicia, que a veces olvidamos que las mejores obras de nuestro patrimonio común, aquellas que dan cuenta de lo que fuimos un día y que es el mejor legado que dejaremos para las siguientes generaciones, son valiosas más allá de cualquier moda, coyuntura o subvención.

No niego que el folclore regional no sea cultura; lo será en su sentido amplio, antropológico. Pero si se trata, como dice la autora, de repartir el poco dinero que hay disponible para la cultura, ¿no sería mejor destinarlo a la difusión y el acceso a lo clásico? Por ejemplo, hacer un esfuerzo para que todo el mundo conozca y lea La muerte de Danton, de Büchner: «Tengo que irme, van a acabar moliéndome con tanta política».

NOTA: El artículo, en inglés.