El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE UU nos deja un significativo apéndice europeo. ¿Cómo gestionará ahora la Unión Europea su posición común hacia la isla, que data de tiempos de Aznar, y que lleva meses en proceso de revisión y diálogo?
En su histórica comparecencia, Raúl Castro no ha hecho mención al particular «bloqueo» (así lo llaman los cubanos, exagerando un poquito, y asimilándolo al trato que les dispensa EE UU) que los 28 imponen al régimen castrista. Quizá no era el momento, pero este momento llegará.
Aunque EE UU se le ha adelantado en el deshielo, más temprano que tarde la UE tendrá que mover ficha hacia un lugar similar. A comienzo de este año, los países de la UE acordaron modificar la posición común e iniciar el diálogo político con Cuba. Meses después, Cuba aceptaba esta mano tendida.
La maquinaria europea, es cosa sabida, es bastante más lenta que la estadounidense. En asuntos de política exterior, donde las posiciones comunes no dispensan de las relaciones bilaterales, esta lentitud se multiplica casi al mismo ritmo que las voces que piden un viraje diplomático.
¿Y España? Gran parte de la actual legislación europea restrictiva hacia Cuba parte de nuestro país. Si bien, parece que España empieza a cambiar su histórica visión de las relaciones. Hace un mes el ministro Margallo visitó la isla, lo que fue interpretado como un movimiento positivo del Gobierno de Rajoy de cara a negociaciones menos estrictas.
Este aperturismo tiene su contrapunto. Hace menos de un mes, el propio Castro aplazó el comienzo de deshielo con la UE (quizá porque en mente ya estaba el anuncio de este miércoles). ¿Aceptará ahora la diplomacia española y europea los hechos consumados, el cambio de época en el Caribe? ¿Les entrarán las prisas?