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¿Tiene que ser la reindustrialización la gran apuesta económica para Europa?

De Felipe VI a Izquierda Unida apenas queda alguien que no haya pedido ya la reindustrialización de Europa. Salvo yo. Es un asunto complejo, que suele adornar los discursos institucionales y que en los últimos tiempos se ha convertido en uno de esos lugares comunes tan caros al ecosistema comunitario.

La UE ha perdido músculo industrial. Es un hecho. Algunos socios más que otros. Es otro hecho. Este desequilibrio interno, unido a la constatación de que los países con un tejido industrial más poderoso han aguantado mejor los embates de la crisis, ha llevado a los actores políticos (con especial énfasis entre los partidos de izquierda) a clamar por un modelo de crecimiento que no margine a la industria.

Un obrero en una fábrica (GTRES)

Un obrero en una fábrica (GTRES)

La conocida como Agenda 2020, uno de los horizontes de la política económica europea a medio plazo, demanda que para entonces la industria represente un 20% del PIB de los países de la zona euro (actualmente está en el 14%, y bajando). Este impulso a la industria es vital para, según ciertos autores, restablecer parte del equilibrio perdido entre los países del sur y del norte del continente en el último lustro.

La industria puede ser, según los especialistas, el revulsivo que permita estabilidad el empleo en un continente que sufre especialmente los rigores de la falta de puestos de trabajos y de su precarización. El sector manufacturero proporcionaría un nivel estable de empleabilidad, algo que la Europa terciaria de los servicios está más lejos de facilitar. Conceptos fetiche como sostenibilidad y competitividad dependen, en este sentido, de lo que Bruselas y los países miembros quieran hacer con la nueva industria.

Eso sí, no todos comparten el optimismo de la agenda 2020 ni de las voces que enumeran las bondades de la reindustrialización. La propia Comisión Europea tiene sus dudas, y los expertos también. En este sentido, en un artículo publicado hace casi un año por analistas del Deutsche Bank y titulado El abismo entre las aspiraciones y la realidad, se dice que esta meta es improbable por varias razones: una razón estructural (externa, por así decirlo: otros sectores que no son el industrial tiene mucho más potencial de crecimiento) y otra cíclica (hay nichos industriales en Europa que aún tienen que perder lastre y la débil recuperación económica no ayuda a su reconversión).

Con todo, sí que existe un cierto consenso entre los especialistas a la hora de demandar mayores inversiones tanto directas en la industria como indirectas en la formación de jóvenes trabajadores que puedan servir de mano de obra cualificada. La Comisión Europea adoptó, en enero de este año, una nueva política de comunicación en asuntos industriales (signo de que los tiempos están cambiando), que incluye la simplificación legislativa, la modernización del sector, el acceso en mejores condiciones al crédito, etc.

La industria es uno de los símbolos del pasado exitoso de Europa. El ‘milagro alemán’, pero no sólo aquel, se edificó sobre el sector secundario de la economía. En España, así como en otros países del sur del continente, la desindustrialización de los años ochenta fue celebrada como un mal menor del inminente ingreso en el club europeo y ahora, con la crisis, se percibe como uno de los síntomas de sometimiento del sur precario hacia el norte industrioso. No comparto esta división tan radical, engañosa y muy matizable, de la división norte/sur (Luuk Van Middelaar la refuta con ingenio en un artículo publicado en La Maleta de Port Bou de octubre), pero en el caso de la industria esta brecha es bastante evidente.

¿Tiene que ser la reindustrialización la gran apuesta económica? Pues quizá, si no la gran apuesta, sí una herramienta más que ayude a limar las diferencias económicas y sociales entre unos europeos y otros. El resto ya se verá. En próximos posts espero profundizar un poco más en el tema entrevistando a especialistas que tengan una visión más exacta y que puedan o no desmentir las aspiraciones institucionales. Espero que este post os haya servido de aperitivo (no industrial).