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Le Pen logra formar grupo propio en la Eurocámara: más dinero, influencia y visibilidad para los eurófobos

Un año después de las elecciones al Parlamento Europeo, la ultraderecha continental, liderada por la francesa Marine Le Pen, anuncia que ha logrado formar grupo parlamentario propio. Una mala noticia para los europeos. Por cinco razones.

La primera es que un grupo parlamentario propio en el PE (son necesarios eurodiputados de 7 países, por eso se ha dilatado tanto en el tiempo) da derecho, según emana de la legislación comunitaria, a recibir cerca de 3 millones de euros al año de financiación para llevar a cabo actividades de comunicación y contratación de personal, entre otras.

Los líderes de los partidos que forman el nuevo grupo en el PE (Imagen: Euronews)

Los líderes de los partidos que forman el nuevo grupo en el PE (Foto: Euronews)

Segundo, porque con este dinero y la visibilidad que da un grupo propio en Bruselas y Estrasburgo, la relevancia mediática de las ocurrencias del Frente Nacional (y los otros partidos de otros seis países de la UE que componen la formación, orwellianamente autodenominados Europa de las Naciones y las Libertades) se multiplicará exponencialmente.

Tercero, porque como varios estudios académicos han demostrado en el pasado (hace ya tiempo os hablé de uno), cuando los eurófobos logran hacen piña nunca es para bien del conjunto de la Unión, sino para torpedear el normal funcionamiento de la Eurocámara y entorpecer el debate político, normalmente muy fructífero. Suelen ser, y no motivos para pensar que no vaya a ser así esta vez, poco resolutivos y descaradamente propagandistas.

Cuarto, porque los periodistas y yo me pongo el primero abusaremos sin querer de nuestros prejuicios, otorgaremos más espacio a las salidas de tono y las propuestas ultras (son mediáticamente más jugosas de colocar) con lo que estaremos indirectamente potenciando su presencia en el día a día.

Y quinto, porque como han alertado ya ONG que luchan contra el racismo y la xenofobia, como European Network Against Racism, esta nueva coalición parlamentaria puede con su altavoz extender la intolerancia hasta el punto de generar un estado de ánimo contrario a las políticas que tratan de frenar las desigualdades.

PD: Uno de los grandes peligros, a mi modo de ver, de los partidos eurófobos europeos es la facilidad que tienen para retorcer el lenguaje. Ayer mismo, el líder holandés Geert Wilders celebró el pacto, en el que su partido también estará, diciendo que «la liberación había comenzado». Es esa retórica, que no respeta el pasado y emborrona el presente, la que veremos mucho en los años que restan de legislatura.

El efímero europeísmo de Podemos

Hasta yo estoy un poco hasta el gorro de Podemos, pero hay momentos en que la ubre da demasiada leche como para mantenerse apático. Vaya por delante que este será el último post sobre ellos que escriba hasta las elecciones de marzo. Primero, porque creo que tanta elevación a los altares (para el elogio o para el sacrificio, tanto da) no es positiva para nadie, y segundo porque como escribía Savater el otro día, cualquiera puede ser hoy politólogo, otra cosa más difícil es ser filósofo de la política…

Creo que esta vez el post tiene una justificación europeísta bastante elevada. Digamos que la más elevada que puede haber. Si en verdad debiera establecerse una regla de oro para las elecciones europeas, esta debería ser la de que ningún candidato puede, una vez ha sido elegido para el Parlamento Europeo, dejar sus funciones en mitad de la legislatura (o incluso peor: ni a un año de haber empezado esta) para labrarse un futuro en la política nacional.

Pablo Echenique, el último eurodiputado de Podemos en anunciar que se presenta en España. (EFE)

Pablo Echenique, el último eurodiputado de Podemos en anunciar que se presenta en España. (EFE)

Cierto es que se suele acusar, con bastante acierto, sobre todo en el pasado, a los políticos de usar Bruselas y Estrasburgo como cementerio de elefantes. Pero también es igual de sancionable, creo yo, cuando el Europarlamento es utilizado de trampolín, de forma descarada, para regresar allí de donde en realidad nunca quisiste moverte. Bruselas como un pañuelo de usar y tirar, bien para el jubiloso retiro tras años en la cúspide, bien como indisimulado pasaporte hacia la ansiada fama interna.

Es una falta de respeto a los votantes que haya políticos que presuman de europeísmo, de querer ser elegidos para hacer cosas por Europa, y que a la mínima oportunidad cojan el avión de vuelta a su país para no regresar allá más que de visita… y casi por obligación. Así está sucediendo con los cinco eurodiputados de Podemos que fueron elegidos en mayo del año pasado. Del quinteto inicial, y tras las sucesivas postulaciones a diferentes cargos en España, tan solo Lola Sánchez seguirá a buen seguro como eurodiputada. El resto, Pablo Iglesias incluido, habrán dejado un rastro efímero en la bancada del Grupo de la Izquierda Unitaria al que pertenecen.

No hay que pecar de ingenuos. El programa de Podemos para las Europeas de 2014 era muy poco Europeo, y su lectura, tal vez única lectura posible, había que hacerla (se hizo) en clave nacional (instrumental). Pero visto lo visto, creo que es preciso recordar que sus representantes fueron elegidos para un mandato de cinco años en un parlamento supranacional con cada vez más atribuciones legislativas y desde el cual podrían luchar la mar de bien, si ellos quisieran, contra las políticas de austeridad que son la norma en el continente. Mejor altavoz para su reivindicación, creo yo, no tendrían.

(Hasta que la clase política, los medios de comunicación y los ciudadanos no asumamos que aspirar a europarlamentario es la aspiración más alta, mucho más que soñar con un cargo nacional, que existe en política, estaremos equivocando el tiro).

Elogio de la normalidad en tiempos convulsos

Pero los signos externos del poder no son indispensables para la marcha de los asuntos públicos  y en cambio ofenden inútilmente la vista del ciudadano (Tocqueville, La democracia en América, I).

Desde que en abril de este año se celebró la última sesión de la séptima legislatura del Parlamento Europeo hasta hoy han pasado más de siete meses. Durante este tiempo la UE ha renovado su maquinaria ejecutiva y legislativa. Un proceso institucional lento y trabajoso, al que ya le queda poquito, y que salvo algún diente de sierra la negociación para aupar a Juncker, el test a Cañete, etc ha transcurrido con previsible y parsimoniosa efectividad.

Imagen de la primera sesión plenaria del PE de la nueva legislatura (EFE).

Imagen de la primera sesión plenaria del PE de la nueva legislatura (EFE).

Existe una mística gastada en torno a los cambios de Gobierno, una molesta efervescencia que aún se mantiene a nivel estatal en algunos países y que en los menos desarrollados aún es motivo de denuncias por sospechas de fraudes y pucherazos que no se da en la UE, un experimento gigante que no solo no es ingobernable, sino que sigue funcionando de forma eficiente aun cuando su gobierno está mutando.

A menudo nos quejamos de la tupida burocracia europea, del exceso de directivas y normas que entretejen su día a día. Puede ser cierto, aunque con matices (en porcentaje sobre la población, el cuerpo de funcionarios europeos no es tan elevado como erróneamente se cree), pero no conozco otra propuesta realista tan efectiva a la hora de movilizar un gobierno de 28 Estados soberanos sobre la base de la cooperación mutua.

Deberíamos felicitarnos los ciudadanos y los especialistas lo hacemos poco con los temas europeos por la normalidad con la que las instituciones del continente cambian la piel. Una mutación que esta legislatura, con novedades sustantivas a la hora de designar a la cabeza de la Comisión, tiene si cabe más mérito. Un poder que se renueva sin recurrir a los fastos ni a la retórica sublime, más bien al contrario: se da a ejercicios gimnásticos de control democrático (los hearings de estos días) que cumplen con exquisita pulcritud el mandato de Tocqueville.

La ‘prueba del 9’ para Miguel Arias Cañete

Miguel Arias Cañete está a punto de ser comisario europeo. No el comisario que exactamente él hubiera querido ser, pero conocidos ya los nombres reunidos por Jean-Claude Juncker el reparto de vicepresidencias no ha sido muy beneficioso para los países del sur podrían darse por satisfechos. Aún así, el peso en cargos de España en las instituciones es cada vez menor según se suceden las legislaturas.

Cañete, presumiblemente, se encargará de una cartera menor, pero que acumulará mucho trabajo durante los próximos años. Buena parte del contencioso de la UE con Rusia se dirime en afrentas económicas. Dentro de estas, los asuntos energéticos, claves para una parte de los Estados del Este y para las propias exportaciones rusas, son la estrella.

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Esquema de los pasos que faltan para que eche a rodar la nueva Comisión (IMAGEN: Parlamento Europeo). Hacer clic para ampliar.

Pero antes, Cañete tiene que pasar un examen en el Parlamento Europeo, que en última instancia puede forzar al presidente de la Comisión a retirar a su candidato y proponer en su lugar a otro. Ha pasado ya alguna vez, aunque no es frecuente. Sucedió con aquel conservador italiano, Buttiglione, que tanto debate ¡europeo! levantó hace una década por sus declaraciones homófobas, y según una nota que me pasa la oficina del PE, con algún otro comisario más, lo que desconocía.

La cuestión es que sobre Cañete, que es un erudito de lo suyo más allá de la despiadada caricatura periodística, penden asuntos incómodos. Uno, sus resortes machistas durante la pasada campaña de las Europeas; otro de mayor calado políticosus vínculos con el sector privado, y en concreto su participación como accionista en la petrolera Dúcar. Los fastidiosos ‘conflictos de intereses’ que ya rozaron sin derribarle a Joaquín Almunia.

Retos y recomendaciones

Por esto, la comparecencia de Cañete en el PE, prevista para final de este mes, no será un sencillo trámite simbólico. Será interpelado por la comisión correspondiente del PE, la de Medio Ambiente, y tendrá que responder a preguntas sobre sus futuras responsabilidades. Por cierto, que el think tank Bruegel no ha tardado mucho en señalarle los deberes a Cañete. Os hago un breve resumen de lo que según Georg Zachmann le esperará, presumiblemente, durante los próximos cinco años.

Por un lado, los retos. Promover las «herramientas que mejoran el esfuerzo descarbonizador» del sector energético así como manejar las «divergencias en las actitudes de los estados miembros». En este sentido, Cañete tendrá que consensuar las políticas de los países del Este, cuya prioridad siguen siendo las energías más contaminantes, pero que les permite mantener la competitividad, y otros países, como Alemania, que prefieren seguir profundizando en las energías alternativas, pese a su coste.

Por otro lado, las recomendaciones, que pasan por combatir el cambio climático en todo el mundo (Europa como abanderada de las nuevas energías), «mejorar las tecnologías bajas en emisión de carbono» y, quizá lo más importante, «consensuar una posición común» de cara a la Cumbre sobre el Cambio Climático que se celebrará en 2015 en París.

Actualización: Este jueves eldiario.es ha publicado un documento con la declaración de bienes que Cañete ha presentado para su cargo europeo. En este documento el exministro de Agricultura admite tener una participación del 2,5% en Ducar S.L. y Petrologis Canarias S.L, dos petrolíferas. Aquí la declaración de ingresos completa.

 

Por curiosidad o por necesidad: cursos para profundizar en los estudios sobre Europa

Como me acusan a veces, no voy a decir que sin razón, de caer en el intelectualismo y en asuntos que nadie entiende, aprovecho el comienzo de curso académico para traeros un post de servicio. Cualquier edad es buena para iniciar, retomar o completar estudios relacionados con la Unión Europea.

Existe una amplia variedad, para todas las necesidades, capacidades y disponibilidades (sobre todo de tiempo y de dinero). Alguno peca, creo, de un exceso de optimismo respecto de las posibilidades futuras de encontrar un trabajo, pero también es cierto que la UE es un monstruo tan enorme que la tutorización, a cualquier nivel, se hace cada vez más necesaria. Os presento varios.

  • Máster en la Unión Europea por la UNED

La Universidad Nacional a Distancia (UNED) oferta un máster de un año de duración (ampliable bastante ajustado en precio, alrededor de los 1.600 euros en el que se puede optar por dos ramas de especialización, dependiendo de si se sigue un itinerario con asignaturas de Derecho o de Economía/Políticas. El máster se compone de dos semestres, un primero con asignaturas obligatorias (genéricas, pero que sirven para entrar en arena, como XXX  XXXX) y otro segundo con optativas (hasta cuatro, a elegir entre alrededor de 10). Aquí, más información de las asignaturas y los plazos. Si no queréis hacer el Máster (60 créditos), podéis optar por el Diploma de Especialización (30 créditos) o el Diploma de Experto Universitario (15), si bien estos dos últimos cotizan menos a la hora de lucir currículum.

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  • Cursos sobre la UE del Ministerio de Asuntos Exteriores

Se trata de cursos trimestrales gratuitos ofertados por el Ministerio de Asuntos Exteriores desde el año 77 y dirigido a ciudadanos españoles licenciados con buen conocimiento de inglés y disponibilidad. Los cursos se llevan a cabo previa admisión (que se decide en el ministerio en función de criterios académicos) y los alumnos admitidos que superen un índice de asistencia del 90% y lleven a cabo un trabajo sobre una de las materias relacionadas con el programa (acción exterior europea, instituciones, el papel de España en la Unión, etc.) recibirán un diploma acreditativo. Los profesores del curso son altos funcionarios y académicos de diferentes universidades que imparten estudios europeos. Desde su creación se han impartido 109 cursos académicos. Al comienzo del año 2014 se inauguró el Curso número 110, según la información que proporciona el Ministerio.

  • Curso sobre las instituciones de la Unión Europea de la Universidad Digital

El Parlamento Europeo, a través de su Universidad Digital, ofrece una serie de cursos online gratuitos que analizan el funcionamiento de diferentes instituciones comunitarias. Se trata de cursos gratuitos (‘El Ordenamiento Comunitario: Las fuentes del Derecho Comunitario y su relación con los Ordenamientos Nacionales’, las ‘Instituciones de la UE’ y ‘Funcionamiento del PE’) y tutorizados de una duración de 25 horas cada uno. La matriculación es libre en cualquiera de ellos, o en los tres a la vez, y el horario para su realización es libre.

  • Master en derecho de la UE en la Carlos III

La Universidad Carlos II oferta un máster especializado en directo, de un año y medio de duración y 90 créditos, para formar a juristas que quieran especializarse en derecho comunitario. El plan de estudios consta de 7 asignaturas obligatorias, a las que deben añadirse 12 créditos optativos, que amplían los conocimientos comunes. El plan de estudios incluye 30 créditos de prácticas externas tuteladas además un trabajo final de máster que denominan  ‘Due Diligence’ (6 créditos) en el que al alumno se le pone un caso teórico práctico sobre asuntos transnacionales que debe resolver para completar la formación.

  • Introducción al Derecho Comercial Europeo en Coursera

La red Coursera ofrece varios cursos que tratan el tema de la UE, algunos no están disponibles actualmente, pero otros sí. Es el caso del que os presento, que está patrocinado por la Universidad de Lund y tutorizado por el profesor Jörgen Hettne. El curso, para el que no se necesita acreditación previa, pero sí es recomendable poseer conocimientos legales suficientes como para seguirlo con solvencia, dura 10 semanas y se puede finalizar, como suele ser común en los cursos ofrecidos por Coursera, de dos formas: una estándar y otra avanzada.

Los grupos del Parlamento Europeo y el narcisismo de las pequeñas diferencias

La decisión de los liberal-demócratas de aceptar en el grupo europarlamentario a UPyD y Ciutadans no es una maniobra política tan incoherente como pudiera parecer en un primer momento, ni como muchos amigos me han hecho llegar, entre la sorpresa («¿cómo es posible?») y la mofa («¡menudo parlamento!»).

La oposición de CiU y PNV, dos formaciones nacionalistas que ya estaban en ALDE, a compartir grupo con otras dos formaciones nacionalistas (pero centralistas, en vez de separatistas), no ha hecho el efecto deseado. Guy Verhofstadt ha zanjado la disputa con un comunicado rotundo: «… ensuring the territorial integrity of the State…».

En este sentido, no hay mucho más que añadir. La posición oficial de ALDE está bastante clara: a la hora de hacer política europea, que dos partidos de un mismo país tengan opiniones diferentes sobre la estructura del Estado al que representan es una cuestión menor. Y a otra cosa.

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Gráfico de VoteWatch sobre el voto de los grupos en el PE (AMPLIAR PARA DETALLE).

Lo que los liberales vienen a decir es que el nacionalismo no es una ideología, o al menos no una ideología que deba ser un factor crucial para evitar que los partidos compartan escaños del mismo color. Un adelanto europeísta, sin duda, y que celebro. Tanto UPyD como CiU y PNV comparten mucho más (disimulado por ese narcicismo de las pequeñas diferencias) de lo que los separa.

Otra cuestión es, y es lo que quería traeros a colación de esta pseudopolémica, la unidad interna de los grupos que forman el PE, que merece una explicación. Estamos acostumbrados, en España, a que las formaciones parlamentarias sean sólidas, impermeables: un todo sin fisuras ni debates: un rodillo en el que el disenso interno no existe o si llega a existir, no se airea públicamente.

El Parlamento Europeo no se estructura así. Es verdad que el hemiciclo se agrupa en función de similitudes ideológicas: los socialdemócratas, los conservadores, los liberales, etc. Pero dentro de estas, los grupos están compuestos por diferentes partidos que responden a un conjunto de tradiciones históricas, sociales y políticas moldeadas en el caldo de cultivo de cada país miembro.

Esta aparente desunión, que no incoherencia, afecta en mayor o menor medida a todos los grupos de la Eurocámara. Una naturaleza indefinida que, en opinión de muchos de los que siguen la actualidad bruselense, tanto desde dentro como desde fuera, es una fuente de satisfacción política, en el sentido más elogioso y sagrado que tiene esta palabra.

La cohesión nunca es al 100%

Cada partido nacional en el PE tiene que defender su parcela, pero supeditándola no a su interés nacional, sino en beneficio del grupo, del que forman parte otros partidos similares, pero de otros estados miembros. Lo colectivo por encima de lo nacional es, en este sentido, lo que hace grande y necesario al Parlamento Europeo, y que quizá es su mejor clase de pedagogía para los europeos.

Como muestra de que los grupos del PE no son bloques homogéneos, en este enlace de votewatch se analiza el porcentaje de cohesión interna de los votos de cada grupo del Parlamento durante la pasada legislatura (2009 – 2014). De los grandes, el ALDE es el que muestra un porcentaje de coherencia interna menor (un 88%), pero es que incluso el grupo con un porcentaje más alto, el de los populares europeos, apenas supera el 92%, y los socialdemócratas el 91%.

 

«Hay que aprender algo del discurso euroescéptico… o al menos escucharlo»

Llevaba tiempo fastidiado, rechazando acudir a coloquios, unas veces por falta de tiempo libre o tras por imposibilidad laboral. Pero el lunes estuve, invitado por el European Council on Foreign Relations, de oyente (no participé en el debate: siempre huyo cuando llega lo mejor) en unas charlas sobre el único tema posible de aquí al mes de mayo: las elecciones europeas.

Los ponentes del acto, Piort Buras y José Ignacio Torreblanca, directores respectivamente del ECFR de Varsovia y de Madrid, estuvieron moderados por la subdirectora de El País Berna G. Harbour. Pese a la brevedad, la hora larga que estuve allí, en la sede en Madrid del Parlamento Europeo, fue de lo más interesante y profundo que he escuchado estos últimos meses.

Torreblanca habló del más que probable problema de la falta de participación, del auge del euroescepticismo, de los dos enfrentamientos que dividen a Europa (el de los ciudadanos contra las élites y el del centro contra la periferia). Por su parte, la intervención de Buras estuvo más centrada en Polonia, en sus paradojas como país miembro (su alineamiento con Alemania durante la crisis, su relativa buena salud económica) y su futuro como país candidato a la Eurozona.

Marine Le Pen, durante un mitin reciente (EFE)

Marine Le Pen, líder del ultraderechista Frente Nacional francés, durante un mitin reciente (EFE)

«¿Quién manda en la UE?». Fue la pregunta inicial de Torreblanca, que él mismo se respondió poco después: «No sabemos dónde está el poder actualmente». Hay un poder diluído, que trata de emitar en alguna forma a la retórica simbólica estadounidense, pero que al mismo tiempo no termina de articular un funcionamiento engrasado de las instituciones. Un problema, porque como aseguró Torreblanca, «el próximo parlamento, pese a los esfuerzos, podría no tener la fuerza política que algunos esperan y otros demandan».

Así pues, por un lado, falta de articulación política eficaz y, por otro, brechas visibles que afectan a cómo los ciudadanos perciben las instituciones («La gente está enfadada tanto con las instituciones cercanas, ayuntamientos, como las más lejanas, PE o Comisión) y cómo los propios estados miembros se han dividido en intereses contrapuestos («Las alineaciones, con la crisis, vuelven a ser nacionales«).

Todo lo anterior lleva a pensar, como argumentaron ambos ponentes, que hay algo que los eurófilos estamos haciendo mal… y que los euroescépticos hacen bien. Estos últimos, dijo Torreblanca, «conectan mejor con la sociedad gracias a sus mensajes simples y directos«. Los europeístas están de acuerdo en muchas cosas, básicamente en que europa debe ser más, pero sobre todo, mejor. Los euroescépticos solo quieren ir a Europa a destruirla, «aunque paradójicamente esa Europa les representa mejor y con más proporcionalidad que sus propios Estados».

La intervención de Buras, aunque muy interesante también, fue un pelín más técnica, amén de que estuvo bastante centrada en las particularidades de su país (es un buen ejercicio comparar España y Polonia, porque de esa comparación pueden salir conclusiones fecundas). Del parlamento de Buras me quedó con dos ideas. La de «revolución silenciosa», que engloba la atomización del poder europeo, la tecnocracia y el «nuevo intergubernalismo» y la del dualismo «fuera/dentro», que marca la interacción entre los países miembros que tienen moneda común y los que no.

Temas para reflexionar en voz alta:

  • Paradojas españolas vs paradojas polacas: ciudadanía y europeísmo.
  • ¿Cómo es la naturaleza política y social de los nuevos euroescépticos?
  • Los programas espejo de los partidos políticos mayoritarios para las elecciones

La nueva PAC y los «agricultores de sofá»

El pasado verano el Parlamento Europeo me invitó a una comida para hablar de la Política Agraria Común. Aún la estoy digiriendo (hablo de la PAC). Llevo varios meses desde entonces tratando de escribir algo sobre ella. Algo que resulte exacto, que no sea demagógico y que al tiempo logre ser comprensible por la gran mayoría de personas a las que la PAC, más allá del grueso monto que supone en el Presupuesto comunitario, les importa un bledo.

En aquella reunión informativa, a la que asistieron un par de eurodiputadas (una socialista y otra popular) se habló de cuestiones específicas sobre la nueva PAC —que el PE acaba de aprobar, de ahí en parte este post— con una profusión de tecnicismos y datos que me supera. A mi alrededor, la mayoría de periodistas especializados (muchos de revistas agrarias y similares) asentían o negaban con aplomo y casi que diría que delectación. Yo más bien me dejaba llevar y procuraba no levantar mucho la cabeza no fuera a ser, como en el colegio, que alguien me preguntara mi opinión.

El ministro Arias Cañete, asistiendo a salida del ganado trashumante en un pueblo de Ávila. (EFE)

El ministro Arias Cañete, asistiendo a salida del ganado trashumante en un pueblo de Ávila. (EFE)

Y mi opinión es que, más allá del blanqueamiento e idealización oficiales que trasciende de informes como este de la Comisión Europea, la verdadera función de este importante pilar comunitario (que todavía presenta un tercio del presupuesto total, aunque en su día llegó a ser el 70%) sigue siendo una función política, no económica. Hablo de las líneas generales de la PAC, que comenzó siendo un instrumento electoral y proteccionista, a pesar de que hoy —tras sucesivas reformas a lo largo de cincuenta años— quiera presentarse como un sistema más verde, más solidario, más justo y beneficioso, no solo para los agricultores y ganaderos sino para los consumidores.

Aeropuertos y campos de golf, ‘agricultores’ no activos

La PAC, como adelantaba en el segundo párrafo, acaba de ser reformada tras varios años de debates y propuestas. De todas las nuevas medidas que entrarán en funcionamiento a partir de enero de 2014, la que más interés tiene —creo— para la opinión pública no experta (y no afectada directamente) es la que pretende reducir las ayudas para los “agricultores de sofá”, como los llamó hace unos años el comisario del ramo, Dacian Ciolos, y dirigir el grueso de los pagos directos (léase: subvenciones) a los que verdaderamente se dedican a la agricultura, los denominados —un poco redundantemente— “agricultores activos”.

¿Quiénes son los agricultores de sofá? Pues, al menos en España, aquellos que sin pertenecer al sector primario reciben ayudas de la UE. Principalmente, aeropuertos, campos de golf, clubes deportivos, empresas públicas de transporte, grupos de inversión, etc. Hasta ahora, este tipo de beneficiarios de la PAC obtenían pingües beneficios del reparto estatal de las ayudas europeas. A partir de ahora, y al menos en teoría, este agujero negro de la PAC, tan surrealista, parece que va a ser subsanado.

La UE obligará a los estados miembros a elaborar una lista de las entidades no agrarias, que quedarán excluidas de los fondos de ayudas, salvo —como matiza la nota del PE— que demuestren que la agricultura representa una “parte sustancial” de sus ingresos. Este matiz ya ha levantado sospechas y protestas en el sector. En este artículo en profundidad de El País, titulado significativamente Los cazaprimas del campo, se da cuenta de las triquiñuelas legales que, si la administración central no lo impide, permitirían a los “agricultores de sofá” seguir cobrando de los fondos comunitarios por algo a lo que no se dedican.

NOTA: La PAC da para escribir varios post. Otro día, con más calma, me gustaría hablaros –cuando me informe bien sobre ellos- de los preceptores de las ayudas agrarias. Otra de las grandes controversias, más allá de lo técnico, que rodean la política agraria.

Curiosidades del último Eurobarómetro: la fe en China, los Estados ganan terreno y los hombres son más optimistas

Hace unos días se publicó la segunda parte del Eurobarómetro A un año de las elecciones europeas, la encuesta encargada por el Parlamento Europeo que analiza la percepción que los ciudadanos tienen de cuestiones relacionadas con el estado de la unión, como las reacciones ante la crisis económica, el papel del euro, la reforma del sistema bancario o las prioridades del presupuesto de la UE.

De cada uno de los puntos –he mencionado solo algunos– saldría material suficiente para publicar un post jugoso, pero soy consciente de que las estadísticas alejan. Es una apreciación personal, pero desde hace ya tiempo tengo la sensación de que las estadísticas más que aportar una visión simplificada del mundo lo oscurecen todavía más. Y creo que no soy el único.

Aún así, y como esto es un blog sobre Europa y la naturaleza de Europa, exagerando un poco, es en un 90% estadística, comentaré los aspectos que más me han llamado la atención, que son tres: la confianza en el ascenso imparable de China, el empate entre los gobiernos nacionales y la UE en relación con la eficacia para afrontar la crisis y el mayor optimismo –no sé si será el término apropiado– paneuropeo de los hombres en comparación con las mujeres.

El ascenso imparable de China

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En el horizonte de 2025, los europeos tienen clara una cosa: China. Tres de cada cuatro ciudadanos (un 73%) cree que el país asiático será para entonces la primera potencia económica. Un 51% considera que será EE UU y solo un 24% piensa que ese título será para la UE. Los franceses (un 80%), los alemanes (también un 80%) y los daneses (un 90%) son los que más confían en China. España está en la media (un 73%) con relación a la superioridad económica china para dentro de una década, pero por debajo de la media (un 15%) en la creencia en las posibilidades de Europa de regir el contexto económico futuro.

Los gobiernos nacionales casi igualan a la UE

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Otra conclusión estadística que me ha llamado la atención es la que se refiere a qué actor está en mejores condiciones para responder eficazmente a la crisis económica y sus consecuencias. El resultado de esta pregunta es un casi empate entre los que consideran que son los Estados los mejor preparados para afrontar este desafío y los que creen que es el conjunto de la UE: en el primer caso es un 21%; en el segundo, un 22%. Hace un año la diferencia era de 3 puntos porcentuales a favor de las instituciones comunitarias (23%) y en detrimento de los Estados (20%).

Los hombres, más conformes con Europa

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Una de las constantes estadísticas más curiosas (no sé en qué medida relevante) es la que muestra un mayor porcentaje de satisfacción con la UE entre los hombres que entre las mujeres. Así, un 52% de los europeos son favorables a que se tomen medidas coordinadas frente a la crisis (por un 49% de las europeas). Además, un 42% de los hombres están satisfechos con los presupuestos europeos, si bien esta visión positiva de las cuentas comunitarias no llega al 40% entre las mujeres (un 37%). Además, la percepción de que el euro ha atenuado los efectos nocivos de la crisis también es mayor entre europeos (un 41% frente a un 35%).

Enrique Barón: «Decir que esta es la peor crisis de Europa es una falta de respeto»

Con la construcción europea y la Transición española cuestionadas, se podría esperar (incluso comprender) un gesto torcido de Enrique Barón (Madrid, 1944). No lo tiene. Este socialista lo fue casi todo cuando todo estaba por hacer, y ahora que lo hecho parece desmoronarse, utiliza su verbo pedagógico y su cultura política para justificar —con una sonrisa aniñada y envolvente— que la Historia tiene sus propia lógica.

Enrique Barón, en el despacho de su casa de Madrid. N. S.

Enrique Barón, en el despacho de su casa de Madrid. N. S.

La edad y el retiro otorgan un aspecto profesoral a quien fue, eminentemente, un hombre de acción. Una mutación engañosa, aunque quizá justa en un políglota con una formación académica inaudita en su generación. Barón, que en menos dos décadas pasó de la oposión franquista al Gobierno de Felipe González y de ahí a presidir el Parlamento Europeo, se ve a sí mismo como un «heterodoxo fiel», un europeísta de lo concreto con un panteón donde conviven Primo Levi y el Acta Única, Jean Monnet y el Tratado de Roma.

Hace muy poco que Barón publicó sus memorias, tituladas —de la única manera posible— Más Europa, ¡unida! (RBA, 2013). Se trata de un libro minucioso en lo técnico y lo fáctico, sin las inoportunas concesiones a las confidencias chismosas ni a la nostalgia individual (tampoco a la peor nostalgia de todas: la generacional). Barón parece lo que es: un servidor razonable de la idea de Europa; ayer en Bruselas, hoy —ya fuera de foco— donde le reclamen.

Me recibió el viernes pasado en su casa de Madrid, en un pequeño despacho, en el cuidado desorden de quien no quiere que le toquen jamás sus cosas: ni libros ni maletines ni fetiches. Por doquier, los cuadros de su mujer, Sofía Gandarias, que son de una belleza imponente. Y, por encima de todo, su biblioteca: Jan Patocka, Zweig, Stendhal… Fisgando con la mirada, discretamente, me vino a la memoria la de aquel profesor socialista de Las invasiones Bárbaras, Rémy. Otros tiempos.

Pregunta: ¿Necesitan las nuevas generaciones definir su propio pasado respecto a Europa? ¿Urge encontrar un relato diferente del pasado que esté realmente vinculado a las vivencias y aspiraciones de los jóvenes y que otorgue una nueva legitimidad simbólica a un continente unido?

Respuesta: Cada generación necesita construir su propio relato, y también tener su propia comprensión de la historia. Como decía Goethe, cada generación debe merecer lo que ha heredado, la parte buena, pero también saber lo de la mala. Por ejemplo, las próximas elecciones europeas de 2014 se celebrarán en el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Hay que mirar hacia el futuro, pero hay que saber cómo fue el pasado y cómo lo hemos cambiado.

P: ¿Cuáles son las raíces históricas, si realmente se pueden llegar a aislar, de la actual desafección ciudadana hacia Europa? La quiebra del consenso europeísta… ¿tiene que ver más con la coyuntura económica desfavorable o bien con razones más profundas relacionadas con el agotamiento, incluso a nivel de las mentalidades colectivas, del pacto fundacional de la Unión Europea?

R: Europa es la casa en la que vivimos, pero está a medio construir. Es el primer proyecto de democracia supranacional en la historia. Hemos pasado de 12 socios a 28, y hay lista de espera. Hemos conseguido ciudadanía y moneda. Pero aún tenemos que rematar la unión económica y política. Por eso tiene sentido aún hablar de proyecto. En España, la incorporación Europa está muy ligada a nuestra Transición. Igual que en Alemania e Italia, que consolidaron sus democracias, en su momento, mediados se siglo pasado, alrededor de Europa. En estos momentos de duda y crisis hay reacciones pasivas y populistas antieuropeas, cierto. Pero hay que tener en cuenta un dato. El eurobarómetro de este año muestra que la confianza en la UE ha bajado, pero la confianza en nuestro Gobierno y nuestro parlamento ha bajado todavía más. Estamos en crisis con nosotros mismos.  En cualquier caso, la opinión mayoritaria sigue siendo que para salir de la situación en la que estamos hay que contar principalmente con Europa.

P: ¿Cuál es el problema con las élites europeas? ¿El estancamiento actual de Europa se debe de algún modo al fracaso manifiesto de dichas élites que históricamente han conducido y condicionado el proceso de integración?

R: Todos los llamados ‘padres fundadores’ tenían una característica común: habían compartido lo que se denomina la guerra civil europea (las dos guerras mundiales) y haberlas sufrido, incluso desde bandos enfrentados. El caso más paradigmático es el de Robert Schuman. Ministros de Asuntos exteriores de Francia en los años 50, pero antes soldado alemán en la Primera Guerra Mundial. Ellos, estos ‘padres fundadores’, trataron de enmendar la historia superando el marco del Estado nación y sobre todo el nacionalismo excluyente. ¿Los que están hoy en el Gobierno están a la altura de los que les precedieron? Yo no digo que aquellos fueran mejores o peores, pero sí se puede decir que estuvieron a la altura de las circunstancias. Hoy, en cambio, creo que la reacción ante la crisis no ha tenido en cuenta el espíritu europeo. En los últimos tiempos se ha hecho todo con cuarto de hora de retraso.

P: Usted, en sus memorias, cita a Tony Judt a propósito de la socialdemocracia. Judt fue un excelente historiador europeo, pero también un intelectual muy crítico con cómo Europa había construido su memoria del pasado, la brecha Este y Oeste y algunos puntos de la integración europea. En un ensayito de 1995, Judt hace un alegato a favor de la relegitimación del Estado nación al tiempo que alerta de que la Unión Europea no puede ya prometer de forma realista a sus miembros un futuro tan seguro y tan próspero como su pasado, que es una ilusión engañosa e insensata. ¿Está de acuerdo?

R: Judt era un militante socialdemócrata, es cierto. Yo, cuando hablo de los desafíos de Europa, siempre sitúo a Europa en el contexto mundial. Es algo que no se suele hacer. Parece que vivimos en una burbuja, y eso no debería ser así. Somos solo el 7% de la población mundial. Los europeos tenemos que saber que vivimos en un mundo diferente y más competitivo. Tenemos el 50% del gasto social y somos todavía la primera potencia comercial del mundo. Si queremos seguir diciendo a nuestros hijos que podrán disfrutar de este modelo, debemos darnos cuenta que el mundo es diferente. Hace unos meses, un grupo de dirigentes de la China comunista me dijeron: “¿ustedes los europeos tienen un estado del bienestar demasiado desarrollado?”. Nuestra respuesta a esa pregunta tendría que ser una exhortación a que copien nuestro modelo. Lo que planteaba Judt es cierto, nuestro desafío se sitúa fuera, en lo que hoy sería el contexto del G-20, eso hay que tenerlo presente. No podemos conformarnos con un punto de vista ombliguista y esperar a que otros nos arreglen los problemas. Los rasgos de civilización europea son estos, tenemos que ser conscientes de ellos y defenderlos.

P: En el campo de las relaciones internacionales, ¿cómo valora el giro asiático de EE UU –encarnado, entre otros, por el nuevo secretario de Defensa, Chuch Hagel– y cómo puede afectar a las relaciones con la vieja Europa? ¿Ha perdido Europa, precisamente en uno de sus momentos más críticos en 60 años, el apoyo de la administración estadounidense?

R: En primer lugar, en términos económicos y comerciales, incluso de visión del mundo y de seguridad y defensa, la relación bilateral entre EE UU y la UE sigue siendo la más importante. El eje transatlántico es crucial. ¿Qué los estados unidos han quitado presencia militar en Europa? Hombre, pues menos mal… Eso significa que Europa ha dejado de ser el mayor frente de posible guerra convencional y nuclear. Cuando cayó el Muro de Berlín, la mayor concentración de tropas estaba en suelo alemán. Hace un mes salió el último tranque americano de este país. Europa, es verdad, ha redescubierto Asia hace poco tiempo, y lo ha hecho más tarde que EE UU. Pero no creo que EE UU nos vuelva la espalda.

P: ¿Cómo califica usted los años de presidencia del Parlamento Europeo de Martin Schulz? ¿Le ve como un futuro líder de la cosa europea?

R: Yo he trabajado mucho con Martin Schulz, fue mi sucesor en la presidencia del grupo socialista. Tengo amistad y estima por él. Es un tipo que choca un poco con la imagen estereotipada que tenemos del alemán. Es muy vehemente y muy luchador. Está haciendo una buena presidencia del PE. Él ha dicho que le encantaría ir a por la presidencia de la Comisión. Yo solo puedo decir que, si hubiera estado en su situación, habría hecho lo mismo.

P: Yo estaba en la universidad cuando se discutía sobre la Constitución europea. Recuerdo que se organizó una semana de debates. Dos profesores, uno a favor y otro en contra, moderaron las discusiones. Fue el aula magna de la Facultad de Historia de la UCM, y no fuimos más de 10 alumnos durante los días que duró. ¿Qué fallaba en aquel texto? ¿Tarde o temprano habrá que elaborar y someter a referéndum algo parecido? ?Es necesaria la simplificación?

R: Sí, yo creo que hay que ir a un proceso de simplificación, por una razón evidente: hemos ido entrelazando un espíritu común a base de ir fraguando el cemento y poniendo encofrados. La Constitución europea eran dos cosas: principios, valores y objetivos, los tres primeros artículos, y la carta de derechos fundamentales. Todo eso eran noventa y tantos artículos. El resto de artículos, que se incorporaron en una noche, lo formaban los tratados vigentes, que es lo que deformó la Constitución hasta más de artículos. Esto dificultó mucho la comprensión del texto y fue el germen de su fracaso. Luego, además, está el tema de los referéndums. El ‘no’ francés fue muy desgraciado. Por dos motivos, por el resultado en sí y porque se produjo en Francia, un país con una relación compleja con Europa, mitad basada en el europeísmo y mitad repleta de chovinismo. A mí me tocó recuperar los restos de la Constitución en el Tratado de Lisboa. Estamos pagando todavía las consecuencias de aquel fracaso, porque se perdió un impulso unitario que podría habernos evitado muchos de los malentendidos posteriores. El problema  de la ruptura de la confianza entre nosotros es fundamental y viene de allí.

P: Es partidario del adelgazamiento político del funcionamiento de la UE. Que Europa adopte una estructura bicameral clara, con el PE como poder legislativo, el Consejo como segunda cámara y la Comisión como órgano ejecutivo. Hay ciudadanos, en España y otros países, que reclaman cambios en el sistema representativo (una de las reivindicaciones del 15-M es abogar por una democracia directa). ¿No va Europa hacia algo que una buena parte de sus ciudadanos ya dan por superado?

R: Bueno, ya veremos lo que hacen entonces cuando ellos, los que protestan, lleguen al poder. Movimientos como el 15-M muestran la vitalidad de la sociedad, y yo los saludo. Dicho esto, una democracia de 47 millones de personas, como es la española, se organiza solo se puede organizar como una democracia representativa. No se puede organizar como la democracia de la Atenas del siglo V Antes de Cristo ni como los Concejos abiertos del Reino de Castilla. Pero hay una cosa que es cierta, y es que el Tratado de Lisboa contiene un punto, que también estaba en la fracasada Constitución, que es muy vital. Se trata de una afirmación de la democracia participativa, que no es una democracia directa, pero es complementaria. La democracia participativa se adapta a una realidad más viva, pero eso no significa que la naturaleza humana haya cambiado. Ese es el camino, que la democracia representativa venga ayudada de la participativa. Lo otro, la democracia directa, está bien, pero se trata de algo un poco presuntuoso.

P: Usted fue un protagonista de la Transición y también de la construcción europea. Últimamente, la primera es denostada —hay una generación de españoles que por diversos motivos ha dejado de sacralizar en muchos aspectos aquellos años— y la segunda también es criticada por no haber sabido prever mecanismo de cohesión que evitaran la actual crisis. ¿Qué hay de ventajista en estas críticas? ¿Se pudo hacer mejor? ¿Qué factores históricos lo impidieron?

R: No digo que sean críticas ventajistas, pero sí a toro pasado. Se puede valorar cuales fueron los sacrificios, pero en la Transición no hubo pacto de silencio, de la Ley de Amnistía al debate constituyente: no hubo pacto de silencio. Es verdad que en la Historia uno trabaja con los mimbres que tiene a mano y unas relaciones de fuerza y unas posibilidades concretas. En Europa pasaba algo parecido. Éramos conscientes que dábamos el paso en términos exclusivamente monetarios, y algunos así lo advertimos. La unión monetaria, si no venía acompañada de una unión económica, era peligrosa. Cuando llegara una crisis asimétrica, como la actual, lo pasaríamos mal. Y así ha sido. Pero en las épocas de vacas gordas casi nadie se preocupa de ello. Los Estados y la Historia, además, tienen su propia lógica.

P: En sus memorias se define como un «heterodoxo leal». Tal y como están conformados ahora los partidos, su nivel de burocratización, es posible que alguien con sus características ascienda hoy en política?

R: Si no hay un cierto grado de heterodoxia y capacidad de crítica, mal veo las cosas. Uno de nuestros problemas, en la sociedad de hoy, es cuestión de los partidos, que son en definitiva los pararrayos de la situación política y económica. El grado de anquilosamiento y de artrosis que se está produciendo en los partidos es muy grave. Hay que abrir las ventanas. Para empezar, con primarias. Y hay que evitar que esto sea una casta que se defiende a sí misma.

P: Hace poco, durante la presentación de la campaña informativa de cara a las Europeas de 2014, usted intervino en un acto en la sede del PE en Madrid. Allí dijo algo que pocos políticos, incluso pocos periodistas, dicen «esta no es la peor crisis que ha vivido Europa».

R: Cierto. Cuando uno ve o recuerda lo que era Berlín en el año 1945 o Madrid en 1939, decir que esta de ahora es la crisis mayor que ha vivido Europa es desmesurado y una falta de respeto. No se puede decir que la actual que es la crisis más grave. Además, y después de todo, como dijo Jean Monnet, Europa se hará a través de crisis.