Europa inquieta Europa inquieta

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Notas aéreas de un viejo periodista europeo

No voy aquí, ahora, a descubrir yo a Manuel Chávez Nogales. Mi amigo David Yagüe ya compartió su fascinación por él en este nuestro blog sobre cosas literarias. Y también lo hicieron en algún momento Trapiello, Espada, imagino que Muñoz Molina… qué se yo. En mi caso, 2006 fue el año del primer contacto. Y aunque alguno de los libros reeditados no me resultan tan brillantes como dicen por ahí los nuevos apologetas me estoy refiriendo en concreto a La agonía de Francia, la enfática crónica de su huida del París ocupado, nada suyo me ha resultado jamás accesorio o caduco. Estos días ando con La vuelta a Europa en avión, como siempre bellamente editado por Libros del Asteroide, que aclaro: no me paga.

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(Fuente: manuelchavesnogales.info)

Un porcentaje de los elogios hacia Chávez Nogales son, en realidad, lamentos por el periodismo perdido. Es bastante probable que si el maestro estuviera vivo hoy, y fuera más o menos joven, sería carne de cañón del teletipo. Pero Chávez Nogales vivió y contó una época muy concreta: la de la guerra civil europea, y como otros periodistas intrépidos de aquella hora, lo contó con una honestidad nada balbuciente y con un tenaz espíritu europeo. Su lucidez, que ya quisiéramos algunos ahora, le llevó a identificar las grandes fuerzas emergentes, así como las brechas ideológicas que poco después de su muerte murió en los albores de la Segunda Guerra Mundial desgarrarían el continente.

Chávez Nogales hace en este libro, que os recuerdo que está escrito a finales de los años veinte, de flâneur aéreo. Seducido por la modernidad (porque entonces viajar en avión era una de las cosas más modernas que uno podía hacer), el reportero que ya disfrutaba en España de fama merecida recorre Europa desde España hasta Rusia, haciendo observaciones agudas y burguesas de todo lo que va viendo, ya sea el lánguido aburrimiento a las orillas del lago Leman, las prisas berlinesas, con sus cabarets y tugurios literarios, o el demediado Moscú de los soviets, que capta con una celeridad sorprendente:

El comunismo ha transtornado todos los valores humanos, está formando una nueva humanidad, y sin embargo no ha podido cambiar este panorama de Moscú con su sentido feudal, sus viejas murallas (…) sus barrios silenciosos en los que perdura aquel encanto burgués de otro tiempo.

Si tenéis curiosidad por saber qué opinaba un periodista español de los mejores sobre la Europa de su tiempo, os dejo varias píldoras, y ya paro.

  • Sobre Europa: «Al mes de estar danzando por Europa, uno no sabe si conserva o ha perdido aquel estricto sentido de la moralidad pública que se tiene en Celtiberia».
  • Sobre los catalanes: «El catalán es tradicionalista. Por encima de esos libres juegos de la inteligencia a los que se entrega, ama la tradición».
  • Sobre París: «Frente a las grandes aglomeraciones de casas que arbitrariamente se disponen en las ciudades, París se ofrece como el más feliz resultado de una sedimentación de siglos. Es la impresión más grata de París la de que está bien hecho, bien trabajado, bien terminado. Se da uno cuenta en seguida de que ésta es nuestra gran fuerza, la fuerza de Occidente, lo que no tendrán nunca los americanos. (…) Sólo por esta cuidadosa ponderación, París es la primera ciudad de Europa».
  • Sobre Viena: «La vida galante de Viena conserva, estilizado, el ritmo de la opereta. Europa se americaniza, se charlestoniza. Los negros han tomado París, y Berlín es una colonia yanqui. Viene es lo único europeo que queda en Europa».
  • Sobre el periodismo: «El talento periodístico no significa sino capacidad de expresión breve, precisa, eficaz. «Mi técnica periodística no es una técnica científica. Andar y contar es mi oficio».
  • Sobre Suiza: «Cuando se piensa que esta gente tan sosegada, tan prudente, tan correcta y discreta está aquí atrincherada en el cogollo de Europa, dentro de sus pequeños egoísmos municipales, desagrada un poco».
  • Sobre la Sociedad de Naciones y el nacionalismo: «A la Sociedad de Naciones se la puede atacar por muchas razones; por esta de que cuesta cara, no. La subsistencia de este grupo de gentes de buena fe, con un fervoroso sentido internacional en el cogollo de estos feroces nacionalismos del centro de Europa, bien vale lo poco que cuesta aunque ese gasto no evite el otro, el de los acorazados. Sobre todo, para nosotros, españoles, tan aislados, tan encerrados dentro de nuestro casticismo, es indispensable».
  • Sobre el comunismo (en Rusia): «Ser comunista en Rusia es como pertenecer a una clase aristocrática. Los comunistas han formado desde luego una especie de aristocracia que es la que rige hoy los destinos de Rusia. El acceso a esta clase es tan difícil como el acceso a cualquier aristocracia. No es comunista todo el que quiere».