Europa inquieta Europa inquieta

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Encuentros sin (casi ningún) desencuentro en #Parlamentar 2013: el error de no sentar a un euroescéptico a la mesa

Lo extraño hubiera sido que no estuviéramos de acuerdo en todo. Imaginad la situación: un puñado de europeístas convencidos es invitado por la más europeísta de las instituciones (el PE) para debatir sobre el presente del continente en el más europeo de los entornos cercanos a Madrid: la coqueta localidad de La Granja, un Marina D’or apacible e ilustrado.

El europarlamentario popular Pablo Zalba interviene en una de las mesas redondas del encuentro.

El europarlamentario popular Pablo Zalba interviene en una de las mesas redondas del encuentro.

En el horizonte cercano planean las elecciones más democráticas (y esperemos que politizadas) de la historia de la UE. En el ambiente pululan las incertidumbres: la desafección ciudadana, los populismos, la brecha informativa, el desconocimiento del funcionamiento de las instituciones, la ausencia de una masa crítica de votantes… y la presencia de una masa resignada de no votantes (uno de los hallazgos verbales de las jornadas).

De todo lo anterior hablamos duante horas y horas en #Parlamentar2013. El resultado del encuentro fue esperanzador: un debate razonablemente crítico, estupendos análisis sobre el estado de la cuestión y lecciones útiles y pedagógicas sobre comunicación política y nuevas tecnologías. Todo casi perfecto, salvo por un obstáculo quizá insalvable: la endogamia. Todos los allí presentes –periodistas, investigadores, políticos, funcionarios de la UE– éramos y somos firmes creyentes en la cosa europea. Es más: no nos avergonzamos de serlo. Todavía peor: solemos hacer apología de ello a la más mínima oportunidad.

No obstante, fuera de este reducido círculo de convencidos, la realidad es bien distinta. Apenas un mes de blog me ha bastado para darme cuenta: el concepto ‘Europa’ se ha moralizado. No politizado, no: moralizado. El hechizo europeo se ha roto a un nivel que los representantes institucionales del Parlamento Europeo, con toda su buena voluntad y tesón, no alcanzan a comprender. Aquella «solidaridad moral» a la que aspiraba Salvador de Madariaga ha derivado en un burdo e incisivo moralismo.

Lo de menos es que los ciudadanos desconozcan el número de europarlamentarios o asimilen los lugares comunes (cementerio de elefantes, gastos superfluos) con candor acrítico. La cuestión es que muchos de ellos –incluso los más preparados, los jóvenes con estudios, que disfrutaron su Erasmus y siguen con pasión la Champions League– no quieren saber nada de Europa. Su enmienda es a la totalidad. Rechazan un debate racional y moderado porque para ellos no hay nada que debatir.

El Parlamento Europeo confía en nosotros –yo soy un advenedizo y tengo poco que decir, pero los hay que saben muchísimo más: @jjmorante, @PacoLuisGRX, @sllaudes, @josepiquerm, @didacgp y el resto de la feliz tropa– para difundir la palabra. Para convencer a nuestro entorno cercano (y también al mediático) de que las elecciones de 2014 marcarán un punto de inflexión, que sin Europa no avanzamos, que sin ella seríamos mucho más débiles…

Me parece bien. Es un reto ilusionante. Seguro que todos haremos lo posible por cumplir, sin ser la voz de nuestro amo y por amor a Europa. ¿Pero qué pasa con las tinieblas exteriores? ¿Quién se atreve a penetrar en ellas? Deberíamos, a lo Berlanga, sentar a un euroescéptico a la mesa… y ver qué pasa.

PD: Os lanzo la pregunta, seáis o no europeístas. De tener la oportunidad de hablar con representantes, especialistas o funcionarios europeos sobre Europa, ¿qué preguntas os gustaría hacerles? ¿Qué cuestiones consideráis más urgentes en Europa? ¿De qué temas apenas se habla en la UE y sería necesario debatir?