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Jacques Le Goff, gran medievalista europeo

En una extensa y reposada entrevista publicada inesperadamente en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, el historiador Jacques le Goff, que acaba de fallecer en París a los 90 años, decía que las secuelas de las Cruzadas  —de aquel arrebato de intolerancia religiosa— siguen siendo visibles todavía en nuestra Europa unida.

Le Goff, en su casa de París (www.papalepapale.com)

Le Goff, en su casa de París (www.papalepapale.com)

Le Goff, fiel a la tradición historiográfica aprendida de sus maestros de Annales, fue un estudioso entusiasta de la ‘larga duración’, una de las escuelas que revolucionó los métodos y la investigación histórica en el siglo XX. Frente a la importancia concedida hasta el momento al acontecimiento aislado, Lucien Febvre, Fernand Braudel y compañía reivindicaron una historia omnicomprensiva, de largo alcance, ambiciosa en el tiempo y rigurosa en los aspectos metodológicos, con la apertura a otras ciencias humanas, como la sociología.

Le Goff era toda una institución en Francia, más allá del mundillo, a veces un pelín miope, de la investigación histórica. Era un humanista, un erudito respetado, alejado del habitual perfil del intelectual francés, combativo y cizañero. Su magisterio y su huella en las nuevas —ya no tanto— generaciones de historiadores de todos los países ha sido extraordinaria.

El primer libro suyo que yo leí, al comenzar la carrera, y que recuerdo con afecto, fue su entretenido El hombre Medieval (luego vinieron otros, no demasiados y ni tan siquiera sé si los mejores, mi fuerte no es la Edad Media: Mercaderes y banqueros y La civilización del Occidente medieval…).

Pero Le Goff, y aquí la razón de este post de urgencia, fue un testigo a la vez que un hacedor de Europa. Primero conoció durante su infancia de las terribles consecuencias de la Primera Guerra Mundial; más tarde, ya en su juventud, luchó en la resistencia contra los nazis. Aquella experiencia fue la brecha biográfica que le condujo, inmediatamente después, al estudio de la historia, gracias a sus excepcionales dotes intelectuales.

Le Goff maduró, además, una idea de Europa donde el pasado seguía teniendo una importancia capital en el presente (una perogrullada que no es tal). Las mentalidades colectivas, el desarrollo de la individualidad a lo largo de los siglos, la economía, etc. Algunas de sus obras, como Europa contada a los jóvenes o ¿Nació Europa en la Edad Media? son pequeñas joyas. Le Goff tenía la modestia del sabio. «Yo no tengo una cabeza filosófica ni me gusta la filosofía de la historia», decía en aquella entrevista que citaba al comienzo.

Defendía el oficio desde el rigor, pero dudaba de su condición de ciencia. Descanse en paz.