Europa inquieta Europa inquieta

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La Unión Europea es una ilusión que los países del sur conjugan solo en pasado

Es decir: casi una desilusión. Desengaño espiritual y fractura ideológica. Dos ingredientes que combinados pueden resultar deletéreos para el proyecto de integración. Este es, a vuela pluma, el diagnóstico de una parte de la élite académica europeísta que el pasado martes se reunió en la sede en Madrid del European Council on Foreign Relation (ECFR) para debatir sobre lo que queda del sur de Europa y presentar el renacer de East, una revista italiana de vocación continental.

Gracias a la amable invitación de @josepiquerm pude asistir —¡y sin pertenecer a la élite!— a este chequeo razonado (y razonable) del enfermo, que sirvió ante todo para diagnosticar con precisión y algo menos de urgencia de lo habitual los males presentes. Fue Andrés Ortega, miembro del consejo del ECFR, el que más se acercó a una explicación última de lo que sucede hoy cuando afirmó que los países del sur del Europa «asumen políticas, pero que no las crean» (somos —precisó— decision takers, no decision makers).

La bandera de la UE y la de Grecia, en la acrópolis de Atenas (ARCHIVO 20MINUTOS)

La bandera de la UE y la de Grecia, en la acrópolis de Atenas (ARCHIVO 20MINUTOS)

«El error de base ha sido no construir una Europa del sur», razonó Ortega, para quien actualmente existen dos divergencias en Europa: la económica y la política. Esta última es la principal, aunque mediáticamente pueda ser la menos visible. Los países del sur confían menos que los del norte en sus propias instituciones, lo que genera todavía más desconfianza hacia las instituciones supranacionales de la UE y repercute en lo que José Ignacio Torreblanca, director del ECFR y presente en el debate, llamó «falta de articulación de la propia integración».

El otro mal presente, más difuso pero aún así perceptible, es la falta de ilusiones realmente embriagadoras. La UE no es que ya no las genere, sino que no consigue renovar las ilusiones del pasado, actualizarlas. En este sentido Giuseppe Scognamiglio, diplomático italiano y vicepresidente de East, resumió breve y diacrónicamene el asunto.

Hasta 1992 la ilusión de los europeos era Maastricht; luego vino la ilusión del euro y, posteriormente, la de la gran ampliación hacia el este. ¿Y ahora? Para Scognamilio Europa vive únicamente de «ilusiones técnicas que no calientan los corazones». Si a esto se le añade, en su opinión, la falta de líderes que estén a la altura que los tiempos demandan, el resultado lógico es esa sensación tan extendida de estancamiento y déficit democrático.

El debate, en el que además de los mencionados tomaron la palabra investigadores y periodistas, también sirvió para poner sobre la mesa los principales asuntos de actualidad europea, como la supremacía perezosa de Alemania, los presupuestos generales, aprobados finalmente esta pasada semana, los comicios de 2014 y la elección directa de candidatos a la CE, todo un hito que emana del Tratado de Lisboa.

Aunque como conclusión diré que no hubo conclusiones, me guardo para un futuro post una reflexión entre pesimista e indulgente, y que no es la primera vez que la escucho en contextos similares: El problema de Europa no es un problema de ideas, la élite europea produce muchas ideas magníficas, simplemente sucede que la gente está a otra cosa.