Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Entradas etiquetadas como ‘Escritura’

¿Por qué escribir? No. Por qué no escribo

Cuando mis compañeros de bloguería en @20m propusieron que cada uno publicáramos un post con nuestros motivos para escribir, me sumé con alegría. Me lo he pensado mejor y me desviaré ligeramente del compromiso inicial. Siempre he sido de preguntarme más por qué no escribo —por qué he escrito tan poco— que por lo contrario.

Largarme una perorata sobre mis razones para escribir —¡que casi no me importan ni a mí!— se me antoja un acto presuntoso y en el fondo bastante infiel (a mí mismo). Rescato, pues, un texto breve (de diario) que escribí —oh, chusca paradoja— explicándome los motivos en negativo que frenaban tal impulso. Era 2010 o así y lo he tocado lo imprescindible.

Comparto quiero decir, me dan envidia los brillantes argumentos para sí hacerlo que dio Orwell: amor propio, emoción estética, impulso histórico y propósito político. Pero es que yo ya no escribo, o escribo poco, o distraídamente, o simplemente mal, y he llegado al punto de que si sigo viviendo más de ilusiones pasadas me hundiré para siempre: hablo de un hundimiento ético más que estético, una pérdida de horizontes, un decir basta que me conduciría a la ruina. Mis razones para no escribir, o para prolongar agónica y culpablemente el acto de no escribir, son: aún no lo he leído todo, quiero antes alcanzar la madurez, otros que terminaron triunfando a mi edad tampoco habían escrito nada, no tengo genio suficiente para hacerlo, el periodismo aniquila mi originalidad, debo vivir antes. De los tres últimos no diré nada.

1. Aún no lo he leído todo

¿Cuántos libros habré leído? ¿1.500, 2.000? ¿Cuáles de todos esos sobran? ¿Y cuántos —imperdonablemente— he dejado pasar? J. me dijo un día, al poco de conocerme, que mis lecturas eran erráticas. Entonces me sonó a advertencia, hoy lo recuerdo con alivio, hasta con orgullo. No me he sacrificado al Moloch de las modas culturales ni de los suplementos sabatinos. He sido escrupulosamente libre y he cultivado con mimo mis propios prejuicios. Pero la duda es perpetua. Hay tantos mundos como autores. Tantos estilos como géneros. Tantos giros del guión como tramas. La invención o la trama. Además: cada vez leo menos ficción. La novela es una huida, decía K. Para mí, una losa.

2. Quiero antes alcanzar la madurez

¿Qué significa? No lo sé, pero alcanzarla es la meta que todo bicho viviente se propone cuando cumple 3X años. Artes de ser maduro. Yo creí haber llegado a ese estado de nirvana social muy pronto, antes —faltaría más— que mis compañeros. Era una explicación favorable, benigna y no demasiado hiriente a porqué me consideraba diferente a ellos. Todo eso se diluía ante la maravillosa, hoy engañosa, pero bah, certeza de haber madurado sin haber salido del invernadero.

3. Otros que terminaron triunfando a mi edad tampoco habían escrito nada

Renard, por ejemplo. Hay muchos más. Es un ejercicio masoquista enumerarlos a todos. Están presentes en mis oraciones, en mis lecturas de después de comer. 31 años. Savater llevaba tres libros ya. Tres ensayos primorosos. Bellísimos. 31 años. Otra vez J., que me dijo hace uno que esta es nuestra década definitiva, que lo que no hagamos en los próximos diez años le faltó decir: con la rabia de la declinante juventud, como decía Pavese,  gran tipo no lo haremos nunca. Es verdad que no le pregunté si se refería al mal de Montano o a la trilogía mujer, niños, hipoteca. Pero mejor así. Y luego están las felices excepciones, que colecciono. Mis santitos perezosos.