Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

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Mantener dos sedes del PE equivale a construir un edificio del BCE cada década

Si hay un edificio comunitario que represente lo contrario de la austeridad no es, en mi opinión, la nueva sede del BCE. Puede que las dos acristaladas torres del Eurobanco –que han costado 1.200 millones de euros– sean un exceso, pero si los anticapitalistas que han encabezado las protestas contra su construcción quisieran afinar más la puntería, clamarían contra la segunda sede del Parlamento Europeo, la de Estrasburgo (la primera es Bruselas). Un brindis simbólico al pasado y un innecesario enaltecimiento de la duplicidad.

Sesión plenaria en Estrasburgo (SEEGER / EFE)

Sesión plenaria en Estrasburgo (SEEGER / EFE)

No lo digo solo yo, sino que es una reclamación histórica de la burocracia comunitaria y de algunos europarlamentarios combativos, no sé si cansados ya de viajar con sus maletas entre Bruselas y Estrasburgo unos poquitos días al mes o avergonzados del coste –en tiempo y en dinero– que supone sostener cada año este encorbatado circo ambulante (180 millones de euros, lo que viene siendo un edificio del BCE cada década, nada menos).

La campaña para establecer una sola sede del PE es antigua y acostumbra a sacar músculo del apoyo que concita entre políticos y ciudadanos, aunque a día de hoy no haya logrado aún su objetivo. Hay poderosas razones económicas, medioambientales, de eficiencia legislativa y, lo más importante, de puro sentido común. Pero corregir esta anomalía depende, en última instancia, de los Estados miembros y no del Parlamento, por lo que alcanzar la unanimidad es muy complicado.

Francia es el principal escollo para el objetivo de lograr la single seat. Para el Estado galo, tan reacio a perder su aura simbólica en la historia de la construcción europea, la sede de Estrasburgo es «innegociable», y la defienden con un argumento que pudo tener vigencia en su día, pero que ahora resulta bastante anticuado. En opinión de Francia, conservar varias sedes «preserva la Europa policéntrica y diversa que quisieron los padres fundadores». La diversidad tiene, a veces, un coste demasiado alto. A buen seguro, los padres fundadores, que sabían lo que se hacían, votarían hoy por abolirla.

El BCE juega a los selfies con dinero… y recibe billetazos sarcásticos en respuesta

El Banco Central Europeo no es precisamente la institución comunitaria mejor valorada. Basta un vistazo a los últimos eurobarómetros para darse cuenta. Queda por detrás, incluso, de la Comisión Europea, y bastante lejos del Parlamento, la institución con la que más se identifica la ciudadanía. Es probable que esta lejanía sea la que haya llevado al BCE a lanzar una campaña cuanto menos peculiar para las costumbres espartanas que se gastan las corbatas de Fráncfort.

Reconozco que no supe verlo a tiempo. El deseo del BCE de que cada europeo se haga un selfie con el nuevo billete de diez euros estaba condenado al sarcasmo cruel desde el principio. Por un lado, una institución bastante odiada; por otro, el vil metal. Y estos dos detalles, pasados por la centrifugadora de las redes sociales, han convertido una idea ya de por sí bastante mema en un arma arrojadiza contra la propia institución. ¡A quién se le ocurre jugar con el dinero, pero si es lo primero que se aprende cuando uno es pequeño!

Agrupados bajo el hashtag #mynew10 algunos usuarios de Twitter se han dado a un festín de autorretratos irónicos, que van desde fotos de billetes de diez euros mancillados con lemas clásicos como «no hay pan para tanto chorizo» hasta bolsillos vacíos, billetes ardiendo y fotomontajes con el rostro de Draghi, el banquero central. También hay, para ser justos, gente que se ha retratado canónicamente, a la espera supongo de conseguir alguno de los cien premios que se sortean, pero obviamente lo divertido es ver cómo el BCE trata de caer simpático cuando su papel, nunca mejor dicho, es otro.

Lo más gracioso es que, leyendo las bases para el concurso, da la impresión que alguien en el BCE ya se olía que algo pudiera salir mal: «Los selfies no deberán mostrar en ningún caso el nuevo billete de 10 € en una situación que pudiera perjudicar la reputación y el honor del BCE o que se considere insultante, difamatoria, racista, contraria a la moral o el orden público, pornográfica, discriminatoria, etc». No sé si que alguien salga esnifándose el nombre de d-r-a-g-h-i es ofensivo, pero hay que vivir muy desconectado de la realidad para no prever que algo así podía ocurrir.

Lo que se puede hacer con un billete de diez euros y algo de ingenio.