Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

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Europa: esa vieja casa con fantasmas

El porcelánico acuerdo para un tercer rescate a Grecia ha minado de dudas el horizonte. Nunca antes, ni siquiera durante los cinco años de crisis en los que la zona euro caminó sobre el abismo, la sensación de fracaso, la decepción y la desesperanza fueron mayores. Un fantasma recorre Europa, y esta vez no se trata de una ideología, sino de un estado de ánimo.

La frustración es la nueva y única patria común de los europeos. La bandera de todos que nadie, por vergüenza, se atreve a ondear. Un sentimiento general de abatimiento recorre las salas de prensa, los periódicos, las fruterías y los timelines. Esta espiral pesimista (¿en qué lugar del mundo salvo Europa un rescate no provoca euforia sino temores, desasosiego y tristeza?) tiene un nombre: decadencia.

Juncker y Merkel, en una reciente reunión. (EFE)

Juncker y Merkel, en una reciente reunión. (EFE)

El desenlace agónico de la crisis (¿habrá más actos o habrá sido el último?, se viena a preguntar el infatigable Suanzes en una de sus extraordinarias crónicas) ha fracturado los huesos de un esqueleto ya endeble e inarmónico. Solo un proyecto en fase terminal es capaz de ofrecer niveles de absurdo tan elevados. Estados contra estados, ministros contra ministros y, mientras, una soberanía común que se deshilacha, una ilusión que retrocede varias décadas (la referencia escrita a un ‘Grexit temporal’ será desde ahora una mácula difícil de borrar).

El espectáculo bufonesco de políticos alardeando de que el acuerdo refuerza a Europa cuando la realidad es que en el último mes Europa -con su abstrusa y a la vez ineficaz forma de resolver problemas- ha perdido el remanente de credibilidad que le quedaba, es también un síntoma de decadencia. No de una decadencia spengleriana, orgánica, sino de una decadencia fruto de la tardía o nula corrección de los errores propios, de la falta absoluta de autocrítica, de la brecha entre gobernados y gobernantes y del agotamiento de los motores que condujeron al proyecto europeo al éxito en el pasado.

El nacionalismo de baja intensidad que se ha practicado estos días (así el egoísta referéndum de Tsipras o el encono insolidario de los socios nórdicos) no es la causa del desastre, sino su consecuencia. Cuando no hay voluntad de permanecer juntos (o tan solo hay una voluntad temerosa), cuando la fe originaria en el proyecto se ha perdido, lo que queda es una guerra de guerrillas, un hastío difuso, como al final de una pachanga (Eurogrupo) con dos balones. Es verdad que la UE se ha ido construyendo como resultado de la superación de distintas crisis, pero esa dinámica (esa potra histórica) no durará siempre. Y menos si todos los actores siguen prefiriendo pírricas victorias por separado que arriesgarse a superar juntos los dramas.

Hacer que duren, dejarles espacio: los mejores comentarios de lectores sobre Grecia, europeísmo o democracia

(IMAGEN: Gtres)

(IMAGEN: Gtres)

Con frecuencia amigos y conocidos me dicen: «Sí, bueno, el blog no está mal, pero los comentarios… vaya tela». El contador interno de la plataforma da una cifra: 1598. Desde que hace casi dos años empezara el blog habré borrado un anémico puñado, no más de 50. Quizá menos de los que hubiera debido. En mi descargo diré que haber sido más vigilante y estricto con ellos me habría supuesto el doble de trabajo de lo que me lleva escribir semanalmente…

Lo cierto es que muchos de los miles de comentarios que hoy son visibles en los post son estupideces: barbaridades conspiranoicas sin pies ni cabeza; alusiones criminales, xenófobas, racistas; insultos hacia mi persona (o hacia otros comentaristas) que en la vida real darían para una década ininterrumpida de querellas; exabruptos cómicos, surrealistas, casi, casi siendo generoso graciosos.

También ha habido, y espero que esto no suene a despedida, comentarios brillantes, certeros, cultos y apasionados. Mucho más interesantes que los propios post que servían de lanzadera. Por desgracia, son un milagro, pero un milagro útil: demuestran que puede haber una conversación inteligente en la Red. No descubro nada con esto, lo sé. Como tampoco descubro nada si digo que el feedback más provechoso con los lectores se establece en redes sociales como Twitter.

Los comentarios del blog son, demasiadas veces, una sentina donde los insatisfechos depositan sus alegatos, sus fobias o su mala baba; con un estilo bastante pobre, por cierto. He vuelto a reeler los miles de comentarios. Considero de justicia rescatar los mejores*, los que sí aportan. He seleccionado ocho que, como dice la frase final de Las Ciudades invisibles de Italo Calvino, merece la pena hacer que duren: dejarles espacio.

(*No he modificado el contenido de ningún comentario, todo lo más, editado alguna errata, alguna mayúscula, cosas así)

Sobre el europeísmo:

Los politicos que gobiernan la nave europea, a menudo, por no decir siempre, no se dan cuenta que en muchas ocasiones las críticas que se realizan al proyecto europeo se hacen desde el más profundo europeísmo. Pero para ellos cualquier crítica es un ataque furibundo a Europa, sobretodo en los últimos tiempos. Es una pena, no se si darán cuenta que son ellos los que más están atacando al proyecto europeísta. Si son conscientes malo, si no lo son, casi que peor. (PELUS, 28/03/2015)

Sobre Grecia:

¿Seguro que fue solo Grecia la que engañó con sus cuentas? Porque si mal no recuerdo, en una importante firma financiera que asesoraba a Grecia en lo de sus cuentas para entrar en el euro trabajaba (y no como conserje, precisamente), el hoy Presidente del Banco Europeo, Mario Draghi.La Unión Europea, en el momento actual, es solo un montaje que le viene estupendamente al más fuerte de la pandilla, pero que no podía permitir que la cuna de la civilización europea como es Grecia, quedase fuera de la marca Europa, so pena de perder credibilidad. Aunque la credibilidad europea como tal “unión de países” está por los suelos, ya que en definitiva cada vez tiene más tintes de anexión que de unión. Además de que detallitos como que el Sr. Juncker, estafador confeso con sus acuerdos secretos con las multinanacionales en Luxemburgo, sea Presidente de la Comisión Europea con el férreo apoyo (imposición, dirían algunos), para nada ayuda a una Europa de todos y no solo de algunos. (FÉLIX, 25/02/2015)

Sobre ¿qué es Europa?:

Europa invertebrada, Ortega y Gasset trataba de vertebrar España a través de Europa. Los problemas planteados por la UE de la crisis son asombrosamente similares a los que diagnosticaba Ortega en su famoso libro. Parece que Europa se disgrega por las mismas “brechas históricas” que señalaba la “España invertebrada”. ¿Coincidencia…? no lo creo.¿Qué es Europa? -nos queda mucha tela que cortar-. (DOCTOR BERMEJO, 05/09/2013)

Sobre el lenguaje político:

Cuando se enmascara el lenguaje y las ideas con eufemismos lo único que se quiere reflejar es lo contrario de lo que se piensa. Palabras grandilocuentes para tiempos pobres. De eso en España sabemos últimamente mucho. (ANTONIO PÉREZ, 9/10/2013)

Sobre la inmigración:

Vivo en Lavapiés y puedo decir que el mejor sitio del mundo para criar un hijo, tengo dos y quieron que vean la diversidad del mundo: Racial, cultural, social… Es falso que haya inseguridad, no más que en otros barrios de Madrid, lo que hay es conciencia de lo que ocurre, de la realidad social que padecemos en toda su expresión, sin tapujos ni medias tintas. Lo penoso es que haya trabajadores que miren a los que han venido de fuera a ganarse la vida, como enemigos. Sólo os pondré un ejemplo: ¿Qué pensaríais si un trabajador alemán maltrata a uno de esos jóvenes españoles que han tenido que salir de nuestro país para labrarse un futuro? Sólo un perro hambriento disputaría un mendrugo a otro perro tan ambriento como él. A los hombres se nos suponen ideales más elevados, si nos va mal deberíamos buscar a los culpables en lugares enmoquetados y perfumados donde, por cierto se frotan las manos con el resurgir de estos partidos neonazis. Los trabajadores debemos estar unidos contra los capitalistas no contra los otros trabajadores. Miserable el que apedree a otro tan pobre comoe el. Héroe el que apedree al señorito que le insulta con su prepotencia. Pero para esto último hay que tener más huevos que para lo primero. (JORGE, 16/10/2013)

Sobre democracia y Estado de Bienestar:

Europa a sufrido dos grandes guerras y una guerra fría. Era la envidia del mundo porque creo un sistema llamado Estado de Bienestar. Sin emabargo, se relajarón los sistemas de control y aparecio la avaricia y codicia de sus dirigentes. La clave de ese estado de bienestar era una clase media pujante, emprendedora, que era y es la que paga todas las facturas. Unos iluminados crearón algo llamado globalización, lo que hizó bajar las rentas de estas clases medias y sobre todo precarizando su trabajo en nombre de algo pomposo llamado competitividad. Ahora bien, se deshizo el equilibrio que existía y todos nos engañamos a nosotros mismos con un orgía de crédito barato, lo que disimulaba esa bajada de poder aquisitivo. Ahora somos una sombra de lo que eramos, nos han vendido a un sistema injusto, pero lo gracioso es que quieren que sigamos comprando coches y casas, y sobre todo sufragar todos los impuestos. Porque los ricos no pagan, y lo pobres no pueden. Resulta que han matado a la gallina de los huevos de oro. Pero la gran culpa es de los europeos que hemos permitido todo esto, perdiendo nuestro poder democrático. Es así de sencillo…. (CARLOS, 06/11/2013)

Sobre el negacionismo:

Existe tanta información al respecto que es terrorífica. Lo de negarlo es porque alucinan, simplemente creen que con repetirlo mil veces conseguirán… pero cualquiera que haya leído, con la cantidad de bibliografía que hay al respecto (aquí has puesto muchos enlaces) sabe y buf, no es algo que le guste a nadie leer. Lo más fino que cuentan los libros basados en hechos reales no es del caso de exponer por lo cruel, despiadado, inhumano, bestial, no tengo más palabras porque me acabaría el diccionario y necesitaría palabras nuevas. Sorprende, debemos buscar los motivos de que nieguen el holocausto, probablemente serán motivos políticos basados en la ignorancia. (DARWIN, 25/11/2013)

Sobre el proyecto europeo:

Eso de las presidencias rotatorias es una pamplina que de poco sirve, más que para gastar unos dineros que no sobran. Si se quiere avanzar hace un modelo de Unión más real y menos artificiosa, deben tomar cada vez más importancia las instituciones europeas, el parlamento sobre todo. Y en base a él, hacer unas instituciones más fuertes y menos dependientes de los poderes locales de cada estado. Esos poderes estatales que se centren en sus competencias en sus propios países que bastante mal están, y para Europa, los ciudadanos ya votarán lo que quieren concretamente. Porque es más que probable que lo que representa un determinado partido política para sus electores locales, no es la mismo que represente en Europa, por lo que es más que probable, que un ciudadano vote a unos para lo local y otros para lo europeo (cosa que ya sucede aquí con los locales, autonómicas y nacionales), porque esos gobiernos estatales se sienten legitimados para hacer políticas europeas cuando no han sido votados para ello? (PELUS, 14/01/2014)

Treinta años de España en la Unión Europea: una celebración agridulce

La magnitud de la celebración de un aniversario no depende tanto de lo que supuso entonces un acontecimiento, sino de lo que en realidad supone hoy para los que se ven en la obligación de celebrarlo. Hace 30 años España firmaba el Tratado de Adhesión a la CEE. España dejaba de ser un verso sin estrofa, una anomalía europea, y se integraba en la modernidad.

Hasta ahí, el relato es sencillo y asumible para la mayoría adulta del país. Los beneficios materiales que conllevo la adhesión ayudaron, además, a disimular el escaso conocimiento, más allá de un puñado de tópicos, de la opinión pública ¡y de los propios políticos! sobre lo que significaba ser realmente europeo. Fue más un acoplamiento material que una unión sentimental.

Felipe González firma el documento de Adhesión en 1985 (FUENTE: Ministerio de Exteriores)

El presidente del Gobierno Felipe González firma el documento de Adhesión en 1985 (FUENTE: Ministerio de Exteriores)

El relato se empezó a truncar hace menos de una década, y precisamente por su lado más frágil: la juventud. Se da la contradicción que la generación más vinculada al continente viajes baratos, Erasmus, idiomas, etc. es al mismo tiempo la que hoy ejerce la bandera si no del antieuropeísmo, sí al menos del europeísmo crítico… barnizado a veces de franco pesimismo.

Los que hoy tienen 30 años han heredado el discurso optimista (también algo paternalista) sobre Europa en el marco de una realidad que no lo refrenda. Es decir: los jóvenes, que son los que deberían recoger el testigo de los pioneros que nos llevaron a Europa, no se creen no nos creemos: yo sigo siendo aún joven hasta los 36, según decía JGB que Europa sea capaz de proporcionarles la misma estabilidad e ilusión.

No es casualidad que haya sido El País, muy vinculado a ese primer impulso europeísta de los años ochenta, el único gran periódico nacional que se ha guardado tiempo, espacio y firmas para recordar el 30 aniversario. El resto, con involuntario desdén, ha preferido reservarse el derecho de celebración. En un fugaz vistazo a las firmas que incluye el diario, uno echa en falta precisamente ese impulso desde abajo de la edad.

Se recuerda estos días la frase de Ortega que nos enseñaron en el colegio: «España es el problema, Europa la solución». Se evoca, incluso, para darle la vuelta. Pero hay otro pensamiento orteguiano que le viene mejor a la fase que ahora experimentamos: «El esfuerzo inútil conduce a la melancolía». Decía Jane Kramer, la histórica corresponsal del New Yorker, que la idea de Europa avanzaba en la medida en que nadie sufriera o creyera sufrir a causa de ella. Si en España el progreso de la idea se ha estancado, es muy problablemente por esa incómoda razón.

Ampliación: He realizado una pequeña selección de temas a través de Twitter que tratan el aniversario. Merecen la pena.

España se incorpora a la cultura política europea donde gobernar es pactar

Los muy malos ya hablan de «inestabilidad». Pero es que incluso los muy buenos desempolvan el pseudoargumento de la «tradición cainita» de España y alertan de que los resultados electorales del 24M pueden «incrementar las ya muy considerables tensiones sociales».

Unas más elaboradas que otras, pero todas falacias. Los pactos y las coaliciones no conducen necesariamente a la inestabilidad. Más bien al contrario. Y apelar a rasgos culturistas, al parecer eternos e inmutables de los españoles, es en nuestros días una opinión que no se sostiene empíricamente (por no decir algo peor).

IMAGEN: GTRES

IMAGEN: GTRES

Frente a ese pesimismo más sentimental que racional, un hecho: España se incorpora a la cultura política europea donde para gobernar hay que pactar. Nuestro país era hasta ahora una anormalidad en el contexto de la UE, donde las transacciones son la regla de oro habitual entre partidos. Donde pactar no es sinónimo de debilidad, sino de consenso y progreso fruto de la diversidad.

Lo escribía hace unos días en un magnífico artículo (Elogio de la fragmentación política) Víctor Lapuente: «El cambio tectónico de una política fundamentalmente bipartidista a otra multipartidista es en general una bendición. Sobre todo en tiempos de crisis, los Gobiernos débiles producen resultados más robustos. Son más reformistas, menos corruptos y más progresistas». Hay poco más que añadir a esto.

En Europa, como recordaba acertadamente ayer mismo el investigador Álvaro Imbernón, de los 28 Estados miembro, 23 de ellos están gobernados por una coalición. Creo que haríamos muy bien todos, periodistas y políticos, si en vez de echar la vista atrás y comparar los resultados del domingo con las elecciones del 31 que trajeron la Segunda República, asumimos que la pureza ideológica es un demérito caduco y anacrónico. Hay que aprender a ser Europa también en esto.

Dos ficciones sobre Europa: entre la dictadura fascista y el islam crepuscular

¿Qué es más probable, una ciudadanía activa, combativa, que luche por las injusticias que se cometen en Europa o un conjunto de individuos cínicos, marchitados en la torre de marfil de sus saberes, cansados de todo, incluso de la novedad, incluso de la revolución? Os hablo de libros menos de lo que me gustaría, así que aquí va un dos por uno. En apenas una semana he leído un par de novelas proyectadas sobre la Europa del futuro. No creo que sea casualidad.

Una —París 2041 (Ediciones B, 2015)— es una distopía situada en la Francia gobernada por un régimen neofascista. Un planteamiento orwelliano, donde el poder es omnímodo y las oportunidades para resistir, mínimas. La firma el vicedirector de Amazon Europa, Ezequiel Szafir. La otra, supongo que era de rigor que así fuera, es Sumisión (Anagrama, 2015), de Michel Houellebecq, más que una novela, un casi ensayo crepuscular. De ambas he escrito reseñas aquí y aquí, por lo que no voy a profundizar demasiado en las tramas ni en los detalles literarios.

Houellebecq, en una imagen reciente (EFE)

Michel Houellebecq, en una imagen reciente (EFE)

El punto de unión entre ambas es la Francia futura. Aunque con diferencias. Szafir plantea de partida un escenario donde un partido fascista, después de una nueva guerra, ha alcanzado el poder. Los musulmanes viven recluidos en un gueto y el orden social y político recuerda, salvando distancias tecnológicas, al del París de la Ocupación. En cambio Houellebecq, que sitúa la acción en un futuro más próximo (comicios de 2022), plantea una situación diferente, menos simbólicamente canónica. Un partido islamista moderado se juega en segunda vuelta alcanzar el Elíseo. Su rival, el Frente Nacional. Los musulmanes logran el poder gracias a la alianza con socialistas y la derecha moderada e imponen su credo.

Estas diferencias de planteamiento, empero, no son lo decisivo. Lo realmente significativo es que las dos novelas sugieren —y de alguna manera logran representar— las dos visiones sobre Europa que están hoy en conflicto. Por un lado, una visión optimista dentro del caos. Un punto de vista humanista, o que sigue creyendo en el humanismo, que en este caso vendría representado por Szafir. Él dibuja un continente negro, donde el nacionalismo y la exclusión son de nuevo las señas de identidad. Pero lo hace con una vocación pedagógica, con una intención clara de exorcizar los fantasmas que pudieran conducir, de nuevo, a aquella Europa. Aunque ambientada en el futuro, su hilo conductor viene marcado por el pasado, y hasta cierto punto por un pasado victorioso (la lucha contra el totalitarismo) que habría que invocar de nuevo.

En cambio, Houellebecq representa en su novela —y quizá en sí mismo, aunque eso ya se me escapa— la antítesis del optimismo utópico. En Sumisión no hay rastro de la fraternidad colectiva de la resistencia que tanto elogia Szafir para hacer renacer a Europa de sus cenizas. Hay, eso sí, mucho nihilismo, aceptación pasiva de los hechos consumados, decadentismo, individualismo erigido en la única certeza moral. La novela de Szafir parece escrita para ser leída como una advertencia; la de Houellebecq, como un escarmiento. Szafir cree en la civilización; Houellebecq la trasciende. Ambas posturas coexisten hoy en nuestra Europa de no ficción. Son fuerzas complementarias. Idealistas y realistas. Martin Schulz y David Cameron. Hay veces en que la suma de ficciones ofrecen la oportunidad de resumir, siendo un poco rimbombantes, el espíritu de la época, y tanto París 2041 como Sumisión se deben leer también de esta manera.

Shock británico en el Día de Europa

David Cameron roza la mayoría absoluta. Lo logre o no, es un grandísimo resultado. Gobernará, y con una holgada mayoría. El Partido Conservador británico no solo ha derrotado a los laboristas de Ed Miliband, quien ya está haciendo las maletas, sino también a las encuestas previas y al estado general de la opinión pública… continental.

El triunfo de Cameron es un dolor de cabeza para Bruselas. Las primeras reacciones entre los parlamentarios europeos, recogidas por Politico, expresan sorpresa y resignación. Sorpresa por unos resultados que pocos esperaban y resignación porque el temido Brexit está hoy mucho más cerca que ayer. Quedan dos años para el prometido referéndum, y nos vamos a hartar de debatir.

Cameron y Merkel en 2014.

Cameron y Merkel en 2014.

Escribía el a menudo perspicaz Timothy Garton Ash antes de las elecciones que estos comicios iban a ser profundamente europeos. Europeos, decía, por el escenario de pactos y alianzas que se proyectaba en el horizonte. El resultado ha borrado de un plumazo la posibilidad de asistir a ese juego de alianzas, pero no el carácter europeo de los comicios, aunque en un sentido perverso.

El nacionalismo a pesar de la derrota del derechista y eurófobo Nigel Farage (UKIP) ha ganado la partida en las islas, lo mismo que está haciendo en gran parte del continente. El egoísmo, en gran medida injusto, que se atribuye a los políticos y al electorado británicos no es muy diferente, en esencia, del que se acumula y difunde por Europa (Francia, Grecia, Hungría…). No hay excepción británica aquí.

El habitual ensimismamiento de Bruselas ante los hechos sobrevenidos no augura una respuesta contundente a la altura del reto. Quizá la velocidad, en un asunto tan complejo y con tantas aristas como las relaciones entre Reino Unido y la UE, no sea buena consejera, pero Europa necesita más que nunca moverse y disipar las dudas sobre el proyecto. El Día de Europa no ha empezado demasiado bien para casi nadie a este lado del canal.

Europa: ni amigos con los que discutir ni enemigos con los que reconciliarse

La gran desgracia de nuestra Europa es que carece de enemigos. De tenerlos, podría intercambiar con ellos apretones de manos, proclamar con solemnidad «el fin del conflicto» acaparando portadas y decirse a sí misma y al mundo: «¡Esto es histórico!».

Mogherini en La Habana, en visita diplomática para favorecer el deshielo de las relaciones. (EFE)

Mogherini en La Habana, en visita diplomática para favorecer el deshielo de las relaciones. (EFE)

Pero no es así. Mientras grandes potencias siguen resolviendo los conflictos como antaño (el encuentro entre Obama y de Raúl Castro tiene un evidente aroma, no sé si buscado, a siglo XX), Europa ha renunciado tanto a la escenificación del conflicto como a la escenificación de su fin. ¿Diplomacia líquida? Pues seguro que alguien lo ha llamado así ya.

Es fácil ganarse enemigos hablando de Europa. Pero es mucho más difícil que Europa vea a alguien —te llegue a ver— como un verdadero enemigo. Incluso en la más adversa de las situaciones y con los sujetos más despreciables, la UE es capaz de mostrar un neutro, a veces desquiciante, tono notarial.

En la Taberna del Irlandés, vieja y entrañable película de John Ford, los cumpleaños entre camaradas se celebraban a puñetazo limpio. Eran golpes sonoros, francos, regados con alcohol, que trasmitían sentimientos a la vez banales y profundos.

Justo lo que le falta a Europa, y lo que constituye su logro a contracorriente del teatro del mundo, un triunfo de otro siglo, todavía inexplicable: carecer de viejos enemigos a los que tender la mano tras una pelea… y de nuevos amigos con los que discutir para más tarde reconciliarse.

Bruselas y el absurdo principio de «si no duele, no puede ser bueno»

Por hacer un poco de pedagogía. Hay quien piensa que la obsesión, tan insana, de Bruselas por la austeridad y el sacrificio es una cuestión reciente, una especie de morbus merkeliano, cuando no es así. Cuando alguien echa mano del latiguillo «Alemania impone…» está olvidando, a veces deliberadamente, que el rigor calvinista, el puritanismo (que traspasa lo económico) se viene aplicando en la UE desde hace décadas.

Activistas protestan en Bruselas, en 2014. (EFE)

Activistas protestan en Bruselas, en 2014. (EFE)

Tengo en casa un fondo de armario muy prudente para ilustrar estos casos. Este fin de semana, hojeando revistas ya antiguas (pero nunca obsoletas) para otro asunto, me topé con una entrevista impagable que un joven Charles Powell le hizo a mediados de 1994 a Ralf Dahrendorf en Claves de Razón Práctica, nº 43 (como veréis, mi fondo de armario es casi tan severo como el estricto código de honor bruselense).

El politólogo (esa definición se le queda un poco corta) Dahrendorf falleció hace unos años, y aunque en España no es muy conocido, en Reino Unido –donde llegó a ser rector de Oxford y político– y en su país natal, Alemania, fue toda una institución.

De fuerte impronta liberal y de pasado familiar socialdemócrata (su padre fue diputado de la SPD en Weimar y uno de los que atentó contra Hitler), Dahrendorf también se caracterizó por su lucidez en lo relativo a los análisis sobre la entonces Comunidad Económica Europea.

En 1994 Europa, y España con ella, atravesaban una crisis económica que amenazaba con marchitar el naciente proyecto (sobre el papel de los tratados) de la moneda única. Maastricht se había firmado apenas dos años antes, dejando un poso de insatisfacción en bastantes de los firmantes y un legado de enfrentamiento que entonces se creía iba a ser duradero. No fue así, en parte porque la crisis –mucho menos severa que la actual– dio paso a unos años de prosperidad en los que los países de la UE, impulsados por el horizonte de la moneda única, crecieron lo suficiente como para esconder bajo la alfombra sus desavenencias.

Pero gente como Dahrendorf nos recuerda, con su lucidez, que algunas de las cuestiones que hoy tanto nos preocupan (crecimiento económico, desafección ciudadana, hegemonía del algunos Estados miembros sobre otros, etc.) no son cuestiones ex novo. En esta charla Dahrendorf critica ese afán, «muchas veces innecesario», de exigir y vejar hasta límites grotescos a los países candidatos. Una lógica un tanto macabra que él resume con el eslogan que encabeza este post: «Si no duele, no puede ser bueno». Algo que creo que nos suena bastante…

Pero hay más. En la entrevista también se critica que «se construya la casa europea por el tejado» y la falta de visión de los dirigentes que aprobaron Maastricht, un tratado “que sólo tiene sentido desde la perspectiva de la guerra fría y que no aportó nada sobre los problemas de la Europa central y oriental y no sobre los desafíos económicos de los noventa”. Dahrendorf, que pese a lo que pueda parecer fue un cabal europeísta, dice también esta frase con la que quiero acabar, y que merece volver a la vida: «Lo más negativo del proceso de construcción europea sigue siendo el enorme contraste que se produce entre la retórica europeísta y una praxis a todas luces insatisfactoria».

Mantener dos sedes del PE equivale a construir un edificio del BCE cada década

Si hay un edificio comunitario que represente lo contrario de la austeridad no es, en mi opinión, la nueva sede del BCE. Puede que las dos acristaladas torres del Eurobanco –que han costado 1.200 millones de euros– sean un exceso, pero si los anticapitalistas que han encabezado las protestas contra su construcción quisieran afinar más la puntería, clamarían contra la segunda sede del Parlamento Europeo, la de Estrasburgo (la primera es Bruselas). Un brindis simbólico al pasado y un innecesario enaltecimiento de la duplicidad.

Sesión plenaria en Estrasburgo (SEEGER / EFE)

Sesión plenaria en Estrasburgo (SEEGER / EFE)

No lo digo solo yo, sino que es una reclamación histórica de la burocracia comunitaria y de algunos europarlamentarios combativos, no sé si cansados ya de viajar con sus maletas entre Bruselas y Estrasburgo unos poquitos días al mes o avergonzados del coste –en tiempo y en dinero– que supone sostener cada año este encorbatado circo ambulante (180 millones de euros, lo que viene siendo un edificio del BCE cada década, nada menos).

La campaña para establecer una sola sede del PE es antigua y acostumbra a sacar músculo del apoyo que concita entre políticos y ciudadanos, aunque a día de hoy no haya logrado aún su objetivo. Hay poderosas razones económicas, medioambientales, de eficiencia legislativa y, lo más importante, de puro sentido común. Pero corregir esta anomalía depende, en última instancia, de los Estados miembros y no del Parlamento, por lo que alcanzar la unanimidad es muy complicado.

Francia es el principal escollo para el objetivo de lograr la single seat. Para el Estado galo, tan reacio a perder su aura simbólica en la historia de la construcción europea, la sede de Estrasburgo es «innegociable», y la defienden con un argumento que pudo tener vigencia en su día, pero que ahora resulta bastante anticuado. En opinión de Francia, conservar varias sedes «preserva la Europa policéntrica y diversa que quisieron los padres fundadores». La diversidad tiene, a veces, un coste demasiado alto. A buen seguro, los padres fundadores, que sabían lo que se hacían, votarían hoy por abolirla.

Cien libros «memorables» sobre Europa que las instituciones te sugieren que leas

¡Las omnipresentes y fastidiosas listas! No sabía yo que el Parlamento Europeo viene publicando, desde 2014, una con los libros imprescindibles sobre Europa. Grata sorpresa esta de tener un índice de obras «memorables» (unas más que otras, acabáramos). No voy a decir que me he leído las 100, ni muchísimo menos, pero sí que junto a felices inclusiones (mis admirados Szymborska, Patocka o Milosz) hay ominosas exclusiones (Mazower) y algún que otro pufo (del que no diré el nombre por respeto a los ancianos).

Más hombres que mujeres, más memorias de políticos que libros de Historia y más obras ‘viejas’ que contemporáneas. Ese es el resumen. Es curioso que, mientras de las primeras décadas de la Europa común hay una abundante y variada bibliografía, del pasado reciente y del tiempo presente no abunden los ejemplos (de hecho, de 2000 a hoy solo hay tres libros y ninguno, salvo el de Perry Anderson, de verdadera enjundia).

libros

Autor: EFE

A pesar de todo, me encanta que las instituciones comunitarias sean conscientes de lo importante que es el pasado. Dice en la presentación de la web Martin Schulz, presidente del PE y exlibrero, de quien nació a buen seguro la iniciativa, que «en estos momentos de crisis de confianza en la idea de Europa, estoy firmemente convencido de lo importante que es reflexionar sobre el contexto histórico del proyecto, para poder planificar mejor el futuro».

Encomiable, claro que un tanto utópico. Los libros como tal no están disponibles. Solo una breve ficha de los mismos y del autor. No en todos los idiomas de la UE y ahí radica el déficit más importante de la lista no se ha contado para su elaboración con las preferencias lectoras de los ciudadanos. Yo me reconozco en este índex porque es muy académico y sobrio y un tanto enrevesado, pero he hecho la prueba de preguntar a varios amigos cuántos de los autores que no sean políticos conocen: el resultado ha sido catastrófico.

El Pensamiento cautivo es, por ejemplo, una obra maravillosa, premonitoria, etc, pero por desgracia de lectura muy minoritaria. ¿No hubiera estado mejor, quizá, ampliar un poco el espectro de libros a novelas y autores más populares? Alguna vez lo he escrito aquí, y lo vuelvo a repetir: una de las mejores formas de alimentar el espíritu europeo es a través de la literatura continental. Todas estas obras, o muchas de ellas, son magníficas, pero responden más bien a un inaccesible deseo erudito que a una común pasión razonable.

Os animo de todas maneras a fuchicar en la web un poco. Ver los autores y echar un vistazo a las biografías. ¡Hay sorpresas agradables!