Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Archivo de abril, 2014

Del ‘Núremberg financiero’ al ‘Día D’ de la sanidad: ¡cuantísimas metáforas excesivas!

Una frivolidad, que quizá no lo sea tanto, para poner un punto y seguido al grave asunto de las elecciones europeas. Os propongo un juego. De los siguientes conceptos, ¿cuáles de ellos forman parte de los programas de los partidos políticos y cuáles son inventados?

‘Septembrismo antinuclear’, ‘Día D de la Sanidad’, ‘New Deal verde’, ‘Euroescepticismo thermidoriano’, ‘Núremberg financiero’, ‘Comuna de París para los banqueros’, ‘Primavera europea’, ‘Concilio Vaticano II de la laicidad’ y ‘Plan Marshall para pymes’.

Hay que tener mucho cuidado con las comparaciones históricas, y emplearlas poco o nunca. Son engañosas, a veces hasta horteras, engañosamente fáciles de crear y levantan unas expectativas en los votantes —¡y en los medios de comunicación!— que raramente acaban por ser satisfechas.

'El pincel mágico', de Equipo crónica (Fundación Juan March)

‘El pincel mágico’, de Equipo crónica (Fundación Juan March)

Hace muchos años, una luminaria del pensamiento definió Disney World como un gulag occidental. Hoy, a menudo los políticos sin ideas suelen recurrir a este tipo de metáforas como forma de obscenidad para hacer comparaciones degradantes o grandilocuentes: llamar nazis a los que defienden el derecho al aborto, goebbelesianos a los que mienten o sentirse víctimas de una caza de brujas cuando te rebaten con argumentos dialécticos.

Muchos de los términos que he escrito al principio del post son del todo falsos. Algunos me los he inventado yo y otros —los mejores— el casi futbolero @afilamazas. Pero todos, falsos o verdaderos, son tristemente verosímiles. Y eso, más que decir algo positivo sobre nuestra capacidad de ingenio, evidencia la poca originalidad de pensamiento político de nuestros días.

Levantar falsas expectativas de cambio recurriendo a éxitos del pasado es engañar y engañarse. Porque todos sabemos, en este nuestro 18 de Brumario de Internet (quién da más), que si los grandes hechos de historia se repiten, lo hacen en forma de farsa.

  • NOTA: Los conceptos que sí aparecen en los programas de las europeas son: ‘Núremberg financiero’, ‘New Deal verde’ y ‘Primavera europea’.

Tres carteles electorales desafortunados

Hasta ahora os había tratado de desmenuzar, de una forma un tanto errática, los vicios y similitudes de los programas electorales. Para no aburrir con tanto texto (ya hay varias personas que me han dicho que debo de ser la única persona que se ha leído todos los programas… por devoción) hoy os traigo unas cuentas imágenes que en mi sesgada opinión están profundamente equivocadas (aunque sois libres de juzgarlas por vosotros mismos, claro).

Siempre que veo carteles electorales de las europeas me acuerdo de aquel que fue retirado en Austria, en la campaña de hace ya diez años, que jugaba con la idea del cuadro de Courbet El origen del mundo. Una imagen que fue estúpida y beatamente prohibida y que ha sido de lo más inteligente (recuerdo una elaborada defensa del mismo en los diarios de Arcadi Espada) que se ha hecho para promocionar Europa en mucho tiempo.

Pero estamos en tiempos más puritanos, o menos cultos, o ambos. Y los carteles electorales que os traigo son tres ejemplos de imágenes que confunden y equivocan lo que debería ser una campaña electoral plenamente europea (ya no digo europeísta, pues no es obligatorio, si no se quiere, faltaría más). Cada uno de estos tres carteles comparte, al menos, varios de los siguientes defectos: o populista o nacionalista o eurófobo.

  • El del UKIP británico es una muestra muy acabada de nacionalismo, populismo y eurofobia

UKIP

  • El de Forza Italia es igual de agresivo, de nacionalista y populista

forza italia

  • Y el de la CDU de Angela Merkel es simplemente personalista, aprovecha la imagen de la primera ministra alemana y principal baularte del partido para obtener de él réditos electorales en Europa

CDU

Nombres y citas (alguna falsa) en los programas electorales europeos

Sigo estirando un poquito más, aquí nada se desperdicia, los programas electorales. Qué jugosos son —muy a mi pesar— en su estereotipada prosa. Como sé que en parte estoy cumpliendo un servicio a la comunidad por algún delito del que todavía no tengo constancia, hoy me centraré en una cuestión menor, muy menor, pero que tiene su gracia: los nombres propios y citas que trufan los textos de los partidos.

Me llama la atención que UPyD cite a dos franceses, uno de ellos un socialista, el PSOE y el PP a ninguno, IU a Oskar Lafontaine y CiU ni más ni menos que a George Steiner. Ningún español (¡ni tan si quiera catalán!) entre ellos. Muchos europeístas, y la mitad muertos (uno hace siglos, el otro décadas). A todos, además, les tengo cariño y respeto intelectual, lo que evidencia los dramas que conllevan a veces las afinidades electivas.

El marques de Condorcet, en un óleo de Greuze que está en Versalles.

El marques de Condorcet, en un óleo de Greuze que está en Versalles.

Lo de IU y Lafontaine tiene su explicación. Y es lógica. Lafontaine es un mito viviente de la izquierda alemana. Primero de la socialdemocracia, y en los últimos años de su carrera política, de la izquierda crítica con el viraje —conservador y neoliberal— de la otrora todopoderosa SPD. La cita, además, está muy bien traída. Dice Lafontaine: «Nosotros, la Izquierda, entendemos por democracia un orden social en el que priman los intereses de la mayoría. Una definición muy sencilla: define a la democracia a partir de sus resultados, no de su forma».

También UPyD cita a pensadores y políticos. Será la reminiscencia de la influencia savateriana, pero que ambas citas sean de dos franceses, un socialista y un filósofo de las Luces, me resulta agradable (aunque tanto jacobinismo no sé si será compatible con el federalismo que dicen propugnar para Europa). La primera cita es la de Mitterrand. Es la cita clásica, que ya os la traje aquí hace unos meses: «El nacionalismo es la guerra». No está mal, pero quizá el sentido trágico de la frase de Tonton sea demasiado elevado para un programa.

La segunda cita tiene más miga: Nicolas de Caritat. El optimista marqués de Condorcet fue una de aquellas personalidades conmovedoras, en su racionalista candidez, que prudujo la Revolución Francesa. Un philosophe  y matemático entusiasmado con la felicidad humana («de la especie humana sustraída al imperio del azar») y las virtudes políticas del hombre público que fue devorado por la lógica del terror revolucionario. Su Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano es un libro panglossiano, pero excepcional y divertido.

¿Por qué utiliza UPyD una cita de Condorcet? Savater, vale; pero también, supongo, un deseo ilustrado de entroncar con la clase liberal que sigue considerándose europeístas. Gentes, vaya, a quienes Condorcet no les suena a chino. La cita dice: «O todo el mundo tiene los mismos derechos o no los tendrá nadie». Pues eso.

El último nombre ilustre que he leído —quizá me haya saltado alguno, si os estudiáis los programas avisadme— es de George Steiner, el gran sabio y humanista. Es una cita que no le hace justicia, a él, un europeísta proteico y con una dimensión intelectual tan brutal. Y no le hace justicia porque el lema oficial de la UE, ‘Unidad en la diversidad’, que el programa de CiU le atribuye, no es de su cosecha sino que tuvo su origen aquí, en un concurso escolar en Francia. ¡Manía de embellecer los textos con citas espurias!

Tres clérigos europeos ‘insiders’ atípicos

Tres europeos. Tres clérigos de Benda franceses. Los tres insiders de la cultura y la política de su tiempo. Pero los tres, a su vez, atípicos librepensadores en un mundo de compromisos ideológicos fanáticos e inquebrantables. El último libro de Tony Judt publicado en español –nunca una muerte prematura nos ha proporcionado momentos librescos tan gozosos– es un homenaje a una terna de intelectuales que «vivieron a contracorriente de épocas de irresponsabilidad».

El peso de la responsabilidad (Taurus, 2014) es un ensayo magnífico al tiempo que despiadado por lo que insinúa o calla. Quizá a aquellos que acostumbran a citar a Judt un tanto a la ligera les sorprenda su defensa intelectual y moral de Raymond Aron (no tanto la de Léon Blum o Albert Camus, figuras recordadas hoy con mucha más benevolencia), pensador instrumentaliazado en régimen de monopolio por la derecha, como sucedió también con Karl Popper y, salvando las distancias patrias, Ortega y Gasset.

Cubierta del nuevo libro de Tony Judt (N.S.)

Cubierta del nuevo libro de Tony Judt (N.S.)

Esto no pretende ser una reseña convencional del libro de Judt, que entre otras muchas virtudes era un especialista enamorado amargamente de la historia intelectual de la Francia del siglo XX. Si no una reflexión llena de virutas nostálgicas. Por mucho que se empeñara él y por mucho que nosotros tratemos de convencernos de que su magisterio sirve para iluminarnos en tiempos oscuros, ni Camus ni Blum ni Aron le dicen nada a nuestros días. Sus virtudes morales de espectadores comprometidos con la verdad se ha extinguido para siempre.

El presente es de los convencidos, de los fanáticos, de los duros. No hay tiempo para los argumentos reposados ni para las fértiles zonas grises. Así en el mundo como en Europa. Y más en esta última, donde la falta de conocimiento sobre una realidad compleja se suple con voces altivas y llamativas consignas. La era de los intelectuales como Camus, Blum y Aron, incluso el mismo Judt –que con tanta admiración e inteligencia escribe sobre ellos, y que también se contempló a sí mismo como un heterodoxo outsider– es una era periclitada.

Hay quien piensa que esta democratización de la opinión pública europea es una buena noticia (todo eso del procomún, la inteligencia colectiva y demás chorradas místicas, qué pereza). Pero creo que hoy, en medio de la tiranía de lo social, el espacio para el pensamiento libre y el desarrollo de la ética de la responsabilidad –entre tanto apologeta sin cabeza de la ética de la convicción– es más necesario que nunca.

IU y UPyD, los únicos partidos que defienden una asignatura de Historia de Europa

Hará cosa de un mes me quejaba, con la ingenua indignación del que se cree un incomprendido (o del que piensa que nunca le van a terminar de comprender del todo), del poco interés de los Estados miembros de la UE por promover una asignatura de Historia de Europa en las escuelas e institutos.

No debía ser una idea tan extravagante o extemporánea como creía, pues leyendo estos días los programas electorales de los partidos españoles, me he llevado una grata sorpresa… alguna tenía que haber entre los varios centenares de páginas de prosa tortuosa y anémica.

Todos los programas electorales de los partidos españoles de cara a las europeas (NS)

Todos los programas electorales de los partidos españoles de cara a las europeas (NS)

Dos partidos contemplan algo así como una asignatura de historia común. UPyD asegura, en el punto 4.4 de su programa, que «es necesario establecer políticas europeas para el estudio, protección y conservación del patrimonio histórico-artístico europeo, de promoción de la creación cultural, y de difusión de la cultura europea en la educación obligatoria«.

Pero es Izquierda Unida la formación que más explícitamente se refiere a ello. Así, en el punto 6 de la penúltima sección de su programa (el más completo y preciso de todos), se asegura que «la búsqueda de una cohesión identitaria es prioritaria» para que se permita «construir y enlazar una historia común de Europa«.

Además, IU exige otra cuestión importante muy relacionada con el pasado, y que ningún otro partido español contempla en su programa. Se trata de la elaboración de una nueva ley que «obligue a la apertura de los archivos históricos y documentales de la Unión». Una legislación que haga, por fin, «accesibles los fondos a cualquier investigador o ciudadano que quiera profundizar en nuestras raíces comunes».

De acuerdo en que son dos temas quizá menores, sobre todo si se los compara con las grandes líneas maestras económicas y sociales de los partidos. Pero es un matiz relativamente nuevo en la agenda de las formaciones y un cambio de mentalidad que merece la pena resaltar por encima de ideologías y programas. Otra cosa, claro, sería cómo cada uno de estos dos partidos acabaría desarrollando el contenido de su propuesta…

El Grand Tour, el erasmus de los aristócratas

De aquella exposición sobre los tesoros artísticos del Westmorland solo recuedo la sensación de estar muriéndome de sueño y un primoroso (aunque fugaz en mi mente) grabado romano de Piranesi. Fue en 2002, en un museo de Murcia, cuando volvía de haber visitado Cartagena con la clase del ilustre profesor José María Luzón. Me acompañaba un amigo que recordará todavía menos que yo. Si recuerda.

El Westmorland fue uno de los navíos que transportaba de vuelta a Inglaterra las reliquias, obras de arte y enseres de todo tipo reunidos durante el Grand Tour, un protoerasmus del que gozaron los hijos (solo varones) de la aristocracia europea (inglesa, pero también alemana u holandesa) desde el siglo XVII. Una aventura iniciática, un rito de paso —que podía durar años— en el que jóvenes adinerados completaban su formación intelectual, artística y lingüística.

Un óleo de de 1757 Giovanni Paolo Panini en el que se recopilan los tesoros de la antigua Roma (The Metropolitan Museum of Art).

Un óleo de de 1757 Giovanni Paolo Panini en el que se recopilan los tesoros de la antigua Roma (The Metropolitan Museum of Art).

El Westmorland, al contrario que muchos otros buques que sí llegaron a su destino, acabó en un puerto español tras ser asaltado por barcos franceses en 1779. Allí, su valioso contenido fue vendido y se diseminó por España. Aquella exposición de la que os hablaba al comienzo fue el resultado de varios años de investigaciones sobre el patrimonio que albergaba su bodega, y que iba desde cuadros de Mengs a chimeneas.

El Grand Tour está considerado hoy como el origen del turismo moderno. Y en parte es así. Lo más parecido a los paquetes de viajes organizados de nuestros días, pero que en vez de tener como objetivo grupos de jubilados o solteros, eran aprovechados por unos pocos (los que podían pagar la complicada logística: desde cocineros a maletones con libros) para cultivar su espíritu y vivir aventuras civilizadas alejados de la sombra paterna.

Pero el Grand Tour, dejando de lado aquello que lo hacía prohibitivo e impensable para el 99% de los europeos de la época, albergaba una naturaleza profunda que hoy denominaríamos cosmopolita. El reconocimiento de las aportaciones culturales de otros territorios (en un periodo de guerras casi continuas entre los Estados) o la curiosidad por aquello que ahora resulta obvio, pero entonces lo era menos: el pasado compartido del continente.

Algunos de los que hicieron el Gran Tour fueron luego reconocidos hombres de letras, como Goethe o Stendhal, y sus libros son para nosotros patrimonio cultural de todos los europeos sin distinciones. Su aprendizaje sentimental, cultural y civilizatorio debe bastante, además de a su genio personal, a aquellas pintorescas y privilegiadas expediciones.

PD: Me ha sorprendido, no lo conocía, que algunas universidades privadas, como la Antonio de Nebrija, ofrecen la posibilidad —imagino que a los estudiantes que puedan pagárselo, no parece que den becas— de realizar un Grand Tour, de seis meses, un año o de un verano. Quién pudiera.

PSOE y UPyD: si tienen el mismo programa, ¿por qué no se presentan juntos?

Se trata en efecto de una pregunta retórica. Son partidos políticos, y si cada uno presenta su propio programa electoral será porque está íntimamente convencido de que sus ideas son diferentes (y mejores) que las del resto. Me estoy refiriendo, por si alguno se ha perdido, a las elecciones europeas y a los partidos nacionales que a ellas se presentan.

La tarde de ayer la dediqué a la sana y repetitiva tarea de leer los programas electorales que las formaciones han pergeñado para los comicios de mayo. Para ser sincero, aún no he terminado. Hay partidos, como IU, que todavía no han publicado el suyo en su página web y partidos, como el PP, que han optado por una extraña e ineficiente solución que ya comentaré (hay para todos).

(EFE)

(EFE)

El asunto es otro. Tengo aquí delante los programas del PSOE y UPyD. Para ser honesto por segunda vez diré que lo del PSOE no es exactamente un programa, sino un manifiesto fechado en Roma hace un mes y de alrededor de 15 páginas (no he logrado dar con el programa completo… si es que está disponible, que ya lo dudo) mientras que el documento de UPyD tiene cerca de sesenta.

Más allá de la diferencia de extensión y el nivel de detalle y concreción de las propuestas que contienen, el espíritu y la letra de ambos programas se parecen demasiado. Tanto que si esto fuera una cata de vinos o un concurso para distinguir el original de la copia, sería muy complicado –hasta para el más refinado observador– llegar a la conclusión de que se está frente a productos rivales.

Es verdad que UPyD abusa un muchito del término ‘nacionalismo’ (la cuasi obsesión marca de la casa) y que el PSOE hace lo propio con ese lenguaje lánguido que últimamente se gasta, tan naíf como los murales de abrazos que decoran su web. Pero por debajo de menudencias que solo un entomólogo político percibiría, las ideas políticas sobre Europa plasmadas en cada texto parecen invariablemente fundidas con el mismo molde.

Ambos ven en una Europa la solución a nuestros problemas. Ambos, quieren, eso sí, que Europa también cambié. Que sus instituciones superen el perenne déficit democrático que tienen. Ambos quieren, a su vez, regular el sistema bancario, separar la banca comercial de la de inversión y que fluya el crédito. Más puntos en común: la lucha contra la trata de personas, reforzar el Parlamento Europeo o la igualdad real entre hombres y mujeres. Y podría seguir.

La sintonía es total. Y me temo, como así he ido comprobando, que el resto de grandes partidos tampoco se desvían demasiado de esa línea invisible y común sobre lo correcto y lo incorrecto a la hora de proponer una mejor Europa. Pero esta mímesis, seguro que no pretendida conscientemente por nadie, favorece la aparición de las dudas.

Un ciudadano interesado en Europa, a la hora de votar, valorará las diferencias ideológicas, pero si no aprecia ninguna distinción sustancial entre los programas, es muy posible que decida retrotraerse  a la experiencia que esos partidos le evocan en en el plano doméstico. De esta forma, la tan criticada y con razón ‘lectura en clave nacional de las elecciones’ se vería reforzada por la casi ausencia de opciones realmente políticas en el momento de votar.

Además, si la semejanza intrínseca de los programas es tal que es complicado diferenciarlos unos de otros, ¿dónde queda entonces el debate sobre las ideas? ¿Qué argumentos tienen los cuadros de los partidos, y sus dirigentes, para pedir el voto si son conscientes de que lo que les separa de los otros son matices demasiado sutiles para que el grueso de la masa de votantes los perciba? De nuevo, la clave nacional. O los eslóganes superficiales de la teledemocracia.

 

Ska Keller: 32 años, verde, políglota y la candidata más joven a presidir la Comisión

Tiene 32 años y es la candidata más joven a presidir la Comisión Europea. Es alemana, habla seis idiomas –entre ellos el turco y el español– y atesora una sólida formación académica. Ska Keller ganó las primarias del Partido Verde Europeo, las primeras de este tipo abiertas al voto a todos los ciudadanos europeos, por delante de históricos como el inestable José Bové, que saco 64 votos menos y con quien comparte candidatura amistosamente.

Keller es una figura ascendente en Alemania en los últimos tiempos. Nació en la antigua RDA y desde pequeña, casi aún siendo adolescente, comenzó a participar en política de base. Concienciada ecologista y especialista en cuestiones migratorias, Keller ha sido, durante la última legislatura, una europarlamentaria muy activa, con 120 preguntas parlamentarias y 77 discursos plenarios. Sus intereses: el comercio internacional y las relaciones entre la UE y Turquía.

Ska Keller, durante un acto político de su partido en Europa. (@Dontexisteurope)

Ska Keller, durante un acto político de su partido en Europa. (@Dontexisteurope)

Keller, por las entrevistas que he leído, mantiene un discurso muy crítico hacia la actual política de inmigración de la Unión Europea (recientemente estuvo visitando las fronteras de Ceuta y Melilla, donde denunció las condiciones de los CIEs; en Barcelona incluso le negaron el acceso a uno de ellos) y también hacia esa terca obsesión por la austeridad económica que ha caracterizado al Gobierno de la UE durante la legislatura que toca a su fin.

En este sentido, su programa tiene puntos de conexión con el de los socialdemócratas (SPD) o la izquierda (Die Linke), aunque la misma Keller apunta las diferencias: «Los Verdes tienen un discurso de empoderamiento, de contar con la participación política de la gente, mientras que Die Linke tiene una visión más asistencialista de la pobreza». Keller trata, además, de dejar claro que no solo les preocupa la ecología: «Para nosotros la cuestión ecológica y social no están diferenciadas».

Como dato frívolo, que recoge en CIDOB en su  biografía de Keller, la candidata verde está casada con el activista, también del partido ecologista, Markus Drake. De nacionalidad finlandesa, Drake pasó de anonimato a la fama efímera en 2001 cuando, durante una rueda de prensa, estampó una tarta en la cara del entonces presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn.

Juncker contra Schulz: Un primer debate electoral sin nada sobre lo que debatir

El primer debate televisado, nos quedan unos cuantos más hasta el día de las elecciones al Parlamento Europeo, entre Schulz y Juncker me cogió trabajando en la redacción… por lo que no pude seguirlo, ni siquiera de fondo. Suena a paradoja, pero no lo es. Así que he aprovechado este fin de semana de buen tiempo primaveral, sol y aire prevacacional para ponerme al día. Emociones fuertes.

De la mera proyección de un debate político se deduce que existe algo sobre lo que debatir. Esta obviedad fue puesta en entredicho el pasado jueves, en un cara a cara amistoso, técnico y con más acordes que desacuerdos. El consenso entre los dos candidatos de los dos grandes grupos —PPE y socialdemócratas— fue prácticamente total, salvo en asuntos —es verdad que no menores— como el déficit o el origen de la crisis económica y de deuda.

Juncker y Schulz, momentos antes del debate. (EFE)

Juncker y Schulz, momentos antes del debate. (EFE)

Pero bajo esa superficie de leves discrepancias, lo que prevaleció fue una abrumadora coincidencia en los grandes asuntos que preocupan a Europa. Un casi quorum que me recordó a la reunión a la que asistí hace unos meses en La Granja, y donde todos estuvimos de acuerdo en casi todo de una forma tan milimétrica que hasta daba ganas de transformarte en euroescéptico por un día con tal de llevar la contraria.

Es posible que las similitudes del discurso de Juncker y Schulz sean coyunturales. Incluso que tan solo respondan a un cálculo político: frente a un posible futuro europarlamento con más eurófobos, los dos grandes grupos tratan de unir sus fuerzas (a pesar de sus diferencias) para evitar que la Cámara se convierta en un lugar ingobernable. Pero también es posible que detrás de tanta coincidencia haya un problema.

Puede ser un agotamiento del viejo discurso europeísta, en el sentido de que ya no se puede decir nada de Europa que realmente sea original sin salirse al mismo tiempo de la pauta marcada: en este punto las reflexiones de Toni Ramoneda son muy pertinentes. O puede que, como escuché hace poco a un experto europeísta, los grandes partidos se parecen tanto en sus programas que técnicamente no hay nada, o casi nada, sobre lo que debatir de un modo político.

El primer debate televisado entre los candidatos ejemplifica lo mejor y lo peor de Europa. La habilidad y la disponibilidad para llegar a acuerdos, por un lado, y la casi absoluta falta de sana polémica —en el sentido original del término— entre los representantes, por otro. Políticos sin política. Tecnócratas amables que cuando se les pregunta «qué les distingue al uno del otro» —como hizo uno de los presentadores del debate— se sumergen en un incómodo silencio.

Europa según el pesimista George Soros

Quien más quien menos sabe quién es el especulador George Soros, cómo logró amasar su fortuna y cómo luego, durante décadas, la ha ido generosamente distribuyendo –en una suerte de remedo de sí mismo: por eso le llaman filántropo– en diferentes proyectos políticos, sociales y culturales.

Judío de origen húngaro, aunque nacionalizado estadounidense, ha mostrado y sigue mostrando hoy una extraordinaria preocupación por los asuntos europeos. Aquí radican algunas de sus fundaciones, como la Open Society Foundation, y a las vicisitudes nuestro continente le dedica regularmente análisis certeros.

George Soros, en una imagen de archivo (20minutos.es).

George Soros, en una imagen de archivo (20minutos.es).

El último, una extensa entrevista (merece la pena leerla) publicada en el New York Review of Books donde Soros es preguntando por lo divino y por lo humano dentro de lo que atañe a la UE: desde la letra pequeña de la unión bancaria, la gravísima cuestión migratoria o la crisis en Ucrania y el creciente poder de Rusia.

Todas las respuestas que da Soros tienen su miga. Su opinión respecto de cómo se está llevando a cabo la unión bancaria –mi compañero Nico lo explicó perfectamente en un post hace pocono es demasiado optimista. Soros denuncia que se ha vendido su éxito de una forma orwelliana, y que «la unión bancaria se ha transformado en algo que es casi lo opuesto: el restablecimiento de ‘silos’ nacionales».

Según argumenta Soros, el mecanismo desarrollado para hacer efectiva la unión bancaria es «tan complicado, tiene tantos actores y entidades envueltos que será prácticamente inservible en caso de emergencia». Es una opinión de alguien que sabe cómo llevar bancos a la quiebra, así que, aunque no todas las opiniones merezcan respeto (las personas sí), habría que tenerla en cuenta.

Pero más allá de esto, me quedo con uno de los argumentos de Soros, conciso y que apunta en la línea de lo que muchos venimos pensando de la UE en los últimos tiempos. Dice Soros, a propósito de la integración política, el auge del populismo, etc: «Creo en la búsqueda de soluciones europeas para los problemas de Europa; las soluciones nacionales solo empeoran las dificultades». Pues eso.