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Los lobbies en la UE: transparencia a medias

Perdón. Hace unas semanas comencé la casa por el tejado. Os hablé primero del lobby de la bicicleta –que stricto sensu ni es tal– y también del lobby laicista, pero olvidé comentar el estado de la cuestión lobista en la UE. Un tema complejo, confusamente entendido por muchos (a uno y a otro lado de la línea ideológica) y cuyo entramado legal ha experimentado cambios durante estos últimos años.

Bruselas es, después de Washington, el segundo centro de poder político del mundo donde más grupos de presión se arremolinan para tratar de influir en las decisiones de los legisladores. Hay cerca de 30.000 lobbies trabajando entre la Comisión y el Parlamento, según Corporate Europe Observatory). Una cifra muchísimo mayor que la registrada –el llamado Registro de Transparencia no es obligatorio, como sucede en EE UU- que apenas sobrepasa los 6.000 (marzo de 2014).

Una imagen del logotipo de Telefónica en su sede central (EFE).

Una imagen del logotipo de Telefónica en su sede central (EFE).

Las crónicas desde Bruselas describen un trasiego –yo cuando estuve no fui capaz de darme cuenta– de gente encorbatada circulando por los edificios comunitarios o dando información a los viandantes, sobre todo en las semanas de pleno en el PE. Más de 4000 personas, según Blanca Blay, están acreditadas para acceder a las instalaciones del hemiciclo y circular con libertad.

El asusto de la regulación de los lobbies en la UE viene de largo. En Influir para decidir, un artículo publicado en 1995 en la Revista de Estudios Políticos, Francesc Morata ya hablaba del creciente «foco de interés» de los grupos de presión. Entonces las cifras, veinte años atrás, eran mucho menores: alrededor de 3000 lobbies y 10.000 personas más o menos dedicadas a la actividad de influir. Hoy la cosa es tan diferente que, desde hace un par de años, la UE entró a regular directamente su inscripción.

Inscribirse en el Registro de Transparencia es gratuito y salvo unas cuentas excepciones –iglesias, partidos políticos, autoridades locales– el resto de organizaciones por pequeñas que sean, pueden en teoría inscribirse para influir legalmente en el proceso de toma de decisiones diarias sin tener la obligación, además, de regentar una oficina propia en Bruselas. Eso sí, todos, pequeños y grandes, deben suscribir un código de conducta.

Según el Informe anual sobre el funcionamiento del Registro de trasparencia de 2013, el útlimo disponible, más de la mitad de las organizaciones apuntadas pertenecían a empresas y agrupaciones profesionales y comerciales, y solo un tercio ONG. Una cifra que va en aumento (un 10% más cada año) según el actual sistema común –que lleva en funcionamiento varios años- va siendo conocido por las entidades con intereses comunitarios.

Visto desde España, y a pesar de que el sistema sigue siendo imperfecto, sobre todo comparado con el estadounidense, la regulación de los lobbies en la UE es de una transparencia inusitada. En España también hay lobbies, como en cualquier  otro estado, pero ni hay un registro oficial de tales ni de momento parece que vaya a haberlo en un futuro a corto plazo.

Para compensar esta carencia informativa, he hecho una somera búsqueda, en el Registro europeo, de los lobbies con sede social en España que llevan a cabo sus labores de influencia en Bruselas. El resultado de la búsqueda me devuelve casi 370 asociaciones y empresas que gastan dinero en promocionarse en las instituciones comunitarias. Hay nombres propios obvios, como Telefónica, Abertis o Repsol. Pero también muchas asociaciones agrarias, fundaciones culturales catalanas, universidades (alguna pública, como la de Vigo, y también privadas) y hasta la Gran Logia Simbólica Española, una organización masónica; aunque no todas, claro, dedican los mismos recursos ni personal a hacer lobby.

El debate sobre la regulación de los lobbies sigue siendo crucial. No hay que ser ingenuos respecto a su existencia e influencia en la política, pero tampoco conspiranoicos respecto a su poder, que a veces es menor del que se dice. El foco de debate debería ser otro: qué instrumentos son los más útiles para su regulación o si es necesario crear un registro obligatorio, como algunos especialistas en el tema, caso de Direnc Kanol, investigadora de la Universidad de Siena, argumenta positivamente en un artículo del Journal of Contemporary European Research. Ya que haberlos haylos, que al menos que los conozcamos por sus nombres y funciones.

3 comentarios

  1. Dice ser POTA

    ¿Cuánto te pagan tus jefes neoliberales por soltar toda esa mierda a favor del sistema que condena a la miseria a millones de personas?, ¿20 céntimos?

    19 marzo 2014 | 14:00

  2. Cuenta una bella leyenda judaica que en un pasado distante toda la humanidad vivía unida y hablaba la misma lengua. Habiendo dominado las técnicas de construcción y descubierto su propio poder creativo, los hombres decidieron construir una torre tan alta, que su parte superior llegaría hasta el cielo y así podrían ver al creador. Irritado con la arrogancia humana, dios resolvió confundir la lengua de los hombres con diferentes idiomas, para que de esta forma la gigantesca construcción no prosperase. Al no entenderse más, los trabajadores de la obra no pudieron coordinar sus esfuerzos y la torre acabó desmoronándose, fruto del caos que se instauró.

    La leyenda sobre la Torre de Babel tiene mucho que enseñarnos, aunque las lecciones no son sobre la vanidad humana, el poder de dios ni el origen de los idiomas modernos, sino sobre algo mucho más concreto: el funcionamiento de nuestra sociedad.

    De la misma forma que en la Torre de Babel, la humanidad, incluso sin saberlo, realiza una gran obra colectiva y coordina sus esfuerzos para ello: los coches producidos en Brasil son vendidos en Argentina, llevados hasta allí en barcos fabricados en Japón, pero que pertenecen a armadores griegos, que emplean marineros filipinos. No hay en el mundo un único bien material que no sea fruto de los trabajos conjugados de miles de hombres y mujeres.

    También como en la leyenda, la mayoría de los participantes de esa inmensa obra llamada sociedad “habla la misma lengua”, es decir, comparte ciertas ideas y valores, tiene una misma “visión de mundo”. Por compartir las mismas ideas, las personas acaban teniendo también un comportamiento parecido. A estas ideas o conjunto de ideas que moldean el comportamiento humano, las llamamos ideologías.

    ¿Para qué sirven las ideologías?
    El papel de las ideologías es garantizar el funcionamiento de la sociedad. Entonces, ¿qué ocurriría, por ejemplo, si los trabajadores ignorasen las leyes sobre la propiedad privada y decidieran tomar para sí las fábricas, los bancos y los latifundios? ¿O si las mujeres se rebelasen contra el machismo y comenzaran a reaccionar violentamente ante cualquier situación de opresión? ¿O si los homosexuales se organizaran para darles palizas a los neonazis en la Avenida Paulista? Está claro que si eso ocurriese, el orden burgués establecido se colapsaría y la sociedad, tal y como la conocemos, se desmoronaría sobre sí misma como una enorme Torre de Babel.

    Para que eso no se dé, para que la dominación capitalista siga su curso con tranquilad, es necesario que las personas acepten pasivamente las condiciones de explotación y opresión a las que están sometidas. ¿Y cómo conseguir eso sin recurrir permanentemente a la violencia? Pues a través de las ideologías.

    Se crea así la ideología de que la propiedad privada es sagrada y que los grandes empresarios, banqueros y petroleros son héroes nacionales; la ideología de que las mujeres son propiedad de sus maridos y a ellos les deben respeto y obediencia; la ideología de que la homosexualidad es una enfermedad y por eso, si los homosexuales son apaleados en la calle, es porque algo malo han hecho.

    Así, poco a poco, con numerosas ideas pequeñas, aparentemente sin conexión entre sí, se forma en la cabeza de los trabajadores una “visión de mundo” que no se corresponde con sus intereses, sino con los intereses de los capitalistas. Las ideas que justifican la dominación burguesa se hacen predominantes en toda la sociedad. Se reproducen exhaustivamente en la Televisión, en las escuelas, en las páginas de los periódicos, en la familia, en el trabajo, entre los amigos. Los trabajadores, por el simple hecho de vivir en sociedad, absorben estas ideologías y actúan en consonancia con ellas, incluso sin percibirlo. Cuando una ideología es aceptada por todos, se forma una especie de “lenguaje común”, que todos reconocen, entienden y reproducen en su cotidiano.

    Como resultado, explotados y oprimidos comienzan a hacer una cosa aparentemente absurda, pero que es la regla en nuestra sociedad: comienzan a actuar contra sí mismos, contra sus propios intereses de clase; comienzan a defender al enemigo y a combatir a sus aliados; se dividen. De este modo, los padres culpan a los profesores por el bajo rendimiento escolar de sus hijos, la población pobre defiende a un gobierno de empresarios y banqueros con miedo a perder las ayudas, los trabajadores esquirolean la huelga porque se convencen de que luchar no resuelve nada.

    ¿Qué esconden las ideologías?
    Tomemos algunas ideas bastante simples y ampliamente expandidas en nuestra sociedad: “El hombre es egoísta por naturaleza”, “Siempre van a haber ricos y pobres”, “Las mujeres fueron hechas para el trabajo doméstico”, “Una persona siempre va a querer pasar por encima de la otra”, “Los prejuicios ya vienen desde que nacemos”, etc.

    ¿Cuál es el sentido de estas ideas? Resulta evidente que todas apuntan en la misma dirección: aceptar las cosas tal y como son. ¿Y cómo nos convencen de ello? Afirmando que todo lo que existe es natural e inevitable, que intentar cambiar la realidad es ir “contra la naturaleza”. Así, para justificar un mundo de injusticia y sufrimiento, las ideologías “naturalizan” la realidad social, es decir, llevan a las personas a creer que la desigualdad, la explotación y la opresión son tan naturales como la lluvia, el viento o el movimiento de las mareas. Las ideologías esconden el gran secreto de la dominación burguesa: el hecho de que la sociedad es una construcción humana y que por lo tanto no hay nada de “natural” en ella; que el mundo en que vivimos es el resultado de la cooperación de los individuos y justamente por ello puede ser cambiado por esos mismos individuos.

    La propaganda ideológica
    ¿Pero cómo se esparcen las ideologías por la sociedad? ¿Cómo absorbemos y reproducimos con tanta facilidad ideas tan absurdas? Si existe democracia, ¿cómo alguien puede controlar lo que yo pienso? Para responder a estas preguntas, es preciso entender cómo funciona la propaganda ideológica.

    Todos sabemos lo que es propaganda. MediaMarkt hace anuncios animados, con personas hablando alto y rápido, y con énfasis en los precios. Nike centra su propaganda en el increíble desempeño de los atletas que usan sus artículos. El Santander hace propaganda de los beneficios que sus clientes pueden tener con esta o aquella inversión. En todos estos casos, el propósito es claro y evidente: ¡compre, use, aplique su dinero! No hay ninguna dificultad en reconocer que estamos ante una muestra de propaganda. Si a alguien no le gusta, puede cambiar de canal o pasar la página de la revista.

    Pero la propaganda ideológica es un poco más complicada. Como hemos dicho, el principal objetivo de las ideologías es hacer que las personas actúen contra sí mismas. Por eso la burguesía no puede decir abiertamente: “acepta la explotación”, “acepta la opresión”, como si dijera “bebe Coca-Cola”. Una propaganda así desvelaría la dominación ideológica y provocaría aún más revuelta. Por eso la principal característica de la propaganda ideológica es que es disfrazada, sutil, encubierta, subliminar.

    Cuando un artículo sobre una huelga de profesores comienza hablando de los alumnos que se quedaron sin aula, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. El objetivo no es informar o esclarecer lo que ocurre, sino enseñar hasta qué punto las huelgas perjudican a la población.

    El periodista no dirá eso abiertamente, sin embargo todo el texto estará diseñado para que provoque esa sensación en el lector. Cuando tras el asesinato de Bin Laden nos bombardearon en los programas dominicales con reportajes especiales sobre la tropa de élite que mató al líder de Al-Qaeda, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. Aquí el recado es: ¡los EEUU son invencibles, para ellos no hay misión imposible, no osen desafiarlos! Como es sabido, la mejor forma de implantar una idea en la cabeza de una persona es hacerle creer que llegó por si misma a esa conclusión.

    Así actúa la burguesía. No dice “la mujer es un objeto”. Simplemente muestra comerciales de cerveza que exhiben a la mujer como un objeto. Quién llega a la conclusión de que la mujer es un objeto es el telespectador. No escribe en los periódicos “es preciso acabar con los bosques alrededor de los ríos”. Simplemente muestra de qué forma el agronegocio, que acaba con los bosques alrededor de los ríos, es el “motor de desarrollo del país”. Quién llega a la conclusión de que acabar con los bosques es un mal necesario es el lector. No dice “vamos a acabar con los derechos laborales”. Simplemente dice que en los EEUU, el país más poderoso del planeta, casi no existen derechos laborales. Quién llega a la conclusión de que los derechos laborales son una traba para el desarrollo del país es el propio trabajador.

    Por eso, el hecho de que una persona tenga una opinión formada sobre un determinado asunto no significa de modo alguno que esa idea sea de ella. El noventa y nueve por ciento de las ideas que tenemos en la cabeza fueron implantadas sutilmente por la burguesía a través de la educación, de la prensa, de la familia, de la televisión, del cine, de la iglesia, etc, etc, etc. La fuerza de las ideologías está precisamente en el hecho de que los explotados defienden y reproducen las ideas de los explotadores, creyendo que esas ideas son suyas.

    Al ser repetidas incansablemente por toda la sociedad, las ideologías asumen la apariencia de “verdad absoluta”. ¿Qué decís de que las mujeres son iguales a los hombres? ¿Qué es eso de acabar con la explotación? ¿Cómo que socialismo? Cuando alguien cuestiona una ideología, parece realmente que está “hablando otra lengua”. Instintivamente, repelemos a ese tipo de persona y la separamos de nuestro entorno. O simplemente la ignoramos. La Torre de Babel no puede ser agitada.

    Ideología de la clase obrera
    Pero si una ideología es una determinada “visión de mundo”, un conjunto de ideas que sirve a determinados intereses, ¿podemos entonces decir que la clase trabajadora tiene una ideología? La respuesta es categórica: ¡sí!

    El socialismo científico, formulado en la mitad del siglo 19 por los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels (por eso también es conocido como marxismo) es la ideología de la clase obrera, la ciencia de su liberación. El socialismo científico es un conjunto de ideas que interpreta correctamente el mundo que nos rodea, que revela las verdaderas razones de la opresión, de la desigualdad y de la explotación. Sin embargo, a diferencia de las ideologías burguesas, que penetran en la mente de los trabajadores por miles de medios invisibles e imperceptibles, el marxismo no llega a nuestras casas por las antenas de televisión, no se enseña en las escuelas, ni se escucha en las letras de las canciones de éxito. Es preciso buscarlo, descubrirlo. Y claro, como toda ciencia, el marxismo precisa de estudio.

    El obrero consciente que desee entender a fondo el mundo que le rodea debe comenzar por desconfiar de todas las ideas que parecen obvias y naturales, porque la mayor parte de ellas no pasa, muy probablemente, de mentiras bien contadas. Enseguida, debe tener, en relación a la sociedad, la misma curiosidad que tiene en relación a la máquina nueva que acaba de llegar a la fábrica: tiene que querer desvelarla, desmenuzarla, dominarla. Habiendo dominado el marxismo, ese obrero podrá interpretar los hechos de la realidad con la misma facilidad que un electricista experto interpreta el esquema eléctrico de un garaje residencial, que tiene una bombilla, un interruptor y un enchufe.

    La verdadera obra humana
    Las ideologías burguesas no son una fuerza invencible. Si la clase dominante tuviese tanta confianza en sus ideas, no habría hombres armados de plantón en comisarías, cuarteles y batallones, aguardando las órdenes para reprimir, dispersar y prender.

    Karl Marx, el viejo filósofo alemán, dijo en cierta ocasión que cuando una idea es absorbida por las masas organizadas, adquiere fuerza material, es decir, se convierte en un arma real.

    Cuando la crisis económica, política y social coloque en jaque a la dominación burguesa; cuando la represión contra los trabajadores, en vez de inhibirlos, provoque acciones aún más radicalizadas, la idea del socialismo penetrará en las grandes masas y hará tambalearse la monstruosa obra del capitalismo. Los trabajadores, en vez de hablar la lengua de la burguesía, comenzarán a hablar su propia lengua y se entenderán. La inmensa Torre de Babel, erguida sobre la espalda de los pobres y perseguidos, y solidificada con el cemento de la mentira, se desmoronará sobre las cabezas de sus incompetentes arquitectos. Y los trabajadores, libres de los escombros de la vieja construcción, comenzarán su propia obra: una sociedad sin opresión y explotación, el socialismo en el mundo entero.

    Written by Henrique Canary
    10 Febrero 2014

    20 marzo 2014 | 19:19

  3. Dice ser Julian Martinez

    Yo lo único que se y veo claro, es que el problema social mundial que hoy sufrimos no tiene solución alguna por esto.

    Ahora le toca el turno del asalto a Venezuela mas la coleta que se traen con el norte de Europa y otros continetes como es medio Oriente.

    Todo el mundo trabajador es consciente, donde tienen sus orígenes los conflictos y asaltos premeditados que hoy ocurren en todo el planeta con una agresividad descarada con aumento hasta en los centros de trabajo y recortes sociales sin humanidad a las personas trabajadoras ni justicia alguna. Esto es la globalización a la que nos quieren llevar como ley mundial de unos pocos, la voz de los oprimidos, de los que gritan respeta mi pueblo, pero no es valido es ilegal porque lo dice y aprueba la Comunidad Internacional. Pero quienes son?? Yo, solo veo estos resultados.

    Mientras EEUU meta las narices en todos los asuntos de todos los países NO HABRA SEGURIDAD en el MUNDO. VEAN COMO han dejado a IRAK luego de invadirlo…con crisis política, terrorismo interno, mas muertes, y según BUSH la invasión garantizaba la paz en el país, lo mismo ocurrió en LIBIA que hay muertos todos los días y lo mismo ocurrirá con SIRIA. El problema acá es otro…EEUU con la OTAN E ISRAEL, tiene claros objetivos de cercar posiciones para luego invadir IRAN, y estar cada vez mas firme y desafiante ante RUSIA Y CHINA dicho claramente…con COREA DEL NORTE sucede algo parecido…más allá que el régimen sea algo distinto a lo de los demás países, pero si repasamos la historia la división de las dos COREAS tanto del SUR Y del NORTE son dos fuertes entre EEUU Y RUSIA la antigua Unión Soviética.

    Hay una clara señal en el mundo de una IMPOSICION CAPITALISTA en todos los países. Y hay que ser muy tonto para no darse cuenta que el CAPITALISMO MUNDIAL se está hundiendo por los grupos dominantes que presionan y maneja el mercado y la deuda de los países a su antojo, generando la ruptura de la clase media, dejando cada vez mas pobres, y menos ricos con más dinero y poder.

    Quienes defienden este sistema…pues ya los conocemos…la historia se repite sistemáticamente CRISIS MUNDIAL, y mas necesidad de GUERRAS E INVASIÓN DE PAISES…para SOSTENER UN SISTEMA POR UN PERIODO Y LUEGO FABRICAR OTRA GUERRA PARA SEGUIR APALEANDO los malditos mercados y fuerzas con nos «dominan y nos hacen a todos cada vez más esclavos y presos de nuestro tiempo libre con falsa información, mucha tele-tonta con muchas drogas modernas para atrofiar los cerebros de nuevas generaciones de los no elegidos…,

    21 marzo 2014 | 02:58

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