Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Archivo de febrero, 2014

Ada Colau, Antonio Negri y Borja-Villel debaten sobre la Europa post-troika

Lo han bautizado, veo que no fui nada original en su día, como El Nuevo Rapto de Europa. Y consiste en una actividad entre lo político y lo artístico que se celebra en Madrid este jueves, viernes y sábado. El lugar: el edificio Nouvel del Museo Reina Sofía. El contenido: conferencias, talleres y debates en torno «al fin» del modelo europeo nacido tras la II Guerra Mundial y la reciente imposición de «una lógica financiera» que ha llevado al continente a su actual «precariedad existencial».

'Un rapto de Europa' atribuido a Alejandro de la Cruz. (Europeana).

‘Un rapto de Europa’ atribuido a Alejandro de la Cruz. (Europeana).

Tres jornadas abiertas a la participación de todo aquel que quiera, tanto física como virtualmente, exponer sus ideas sobre el futuro de Europa. La cita se organiza alrededor de mesas redondas en las que participarán, entre otros, el filósofo italiano Antonio Negri, la portavoz de la PAH Ada Colau y el director del propio museo Manuel Borja-Villel. Se hablará de deuda, de la troika, de guerra, de revoluciones democráticas, de la importancia de la sociedad civil o de cómo acabar con la austeridad a diferentes niveles, no solo el económico.

Este mismo jueves por la tarde es la presentación, y aquí podéis informaros del resto de las actividades y ponentes de estos días. Lamentablemente, yo no podré ir más que las actividades programadas el sábado, pero como se ha habilitado un streaming, tampoco tengo excusa para no hablaros en próximos post de todo lo que haya dado de sí, que espero que sea bastante (he asistido ya a muchas reuniones y debates sobre el-futuro-de-Europa y esta parece que, al menos por el lenguaje y la perspectiva con el que se plantea, será uno de los más originales).

NOTA: Las jornadas las organiza la Fundación de Los Comunes, con el apoyo de la Red Europea de Museos. La entrada es gratuita hasta completar el aforo. El edificio es el Nouvel, del Reina Sofía y el auditorio donde tendrá lugar, el 400.

 

 

Los socialistas europeos dominarían un Parlamento Europeo más radicalizado

Hace unas semanas me quejaba del tratamiento provinciano que los medios —que los medios que publican encuestas, mejor dicho— realizan por lo general de las elecciones europeas. La sacrosanta, socorrida y poco fundamentada ‘clave nacional’. Para contrarrestar, hoy os traigo un sondeo 100% europeo (y europeísta), que conocí gracias al siempre informado Dídac Gutiérrez (en Twitter: @didacgp).

La encuesta la han llevado a cabo desde PollWatch2014, un proyecto financiado por la organización independiente VoteWatch Europe, la agencia de comunicación Burson-Marstelle y por la Open Society Foundations, que los apoya con una beca. El Parlamento Europeo, como institución, no está involucrado ni en la metodología usada para hacer las predicciones ni tampoco en sus resultados.

Una sesión del PE en Estrasburgo (EFE).

Una sesión del PE en Estrasburgo (EFE).

Tras esta la aclaración para los que sean algo dados a las conspiraciones, voy con lo importante. Según los datos cruzados por PollWatch2014 hace unos días —19 de febrero— los socialistas europeos serían el partido que más escaños obtendría en el PE tras las elecciones de mayo (217 escaños de 754 posibles); el segundo partido con más europarlamentarios en Bruselas sería el Partido Popular Europeo, con 200 escaños. Estas dos grandes formaciones más la Alianza de los Liberales y Demócratas (ALDE) coparían el 65% de los escaños, cuando hoy ese porcentaje es del 72%.

Este último dato enlaza con la segunda conclusión del estudio  —que como siempre en estos casos, aunque la metodología sea muy precisa, puede sufrir variaciones—: la configuración de un PE más atomizado y radicalizado. Según este sondeo, el 29% de los escaños podría estar ocupados por formaciones «críticas o radicamente opuestas» a la UE. En este sentido, es posible la formación de un gran grupo de la derecha radical, que incluiría al Frente Nacional francés, PVV holandés, al FPÖ austríaco y otras cuantos partidos más que, juntos, podrían llegar a los 37 europarlamentarios.

De confirmarse la formación de este nuevo grupo de ultraderecha, el PE acogería cuatro grupos situados en el espectro de la derecha ideológica (sin contar al PPE): Los conservadores del ECR, los euroescépticos de EFD, este nuevo grupo aún sin nombre y aquellos parlamentarios no adscritos a ningún grupo, muchos de los cuales pertenecerían a formaciones ultranacionalistas como Amanecer Dorado (Grecia) o Jobbik (Hungría). Todo esto, según siempre esta encuesta, podría en peligro la formación de grandes coaliciones a la hora de tomar decisiones legislativas.

Llevo bastantes meses oyendo, en diferentes ámbitos, de Madrid a Bruselas, los peligros que acecharían a Europa de confirmarse unos resultados electorales como los anteriores. La diferencia es que entonces las predicciones estaban basadas más bien en impresiones subjetivas individuales, y esto que os he traído hoy es un estudio muy fiable. Lo mejor que se puede decir después de leerlo y analizarlo es que aún quedan 12 semanas para tratar de que no sea haga realidad.

Objetivo: Una Carta Europea de la Laicidad

Hoy hablaré de otro lobby al que, como en el caso del de la bicicleta, no oculto cierta simpatía, aunque no la suficiente como para implicarme y pagar una cuota. Se trata del lobby laicista —palabra que algunos consideran ofensiva, cuando en su esencia es pura libertad de conciencia—, que estos días afila también su ‘arsenal’ dialéctico de cara a las elecciones europeas del mes de mayo.

Europa laica es una organización con más de una década de existencia que propugna la efectiva separación del Estado de las religiones —en España, lógicamente, de la católica—, la eliminación de los privilegios que los credos siguen manteniendo en el ordenamiento jurídico y otras facetas de la vida pública (exenciones fiscales, financiación, simbología, etc) y, para el caso concreto de España, la derogación de los acuerdos con la Santa Sede y el Concordato.

Cartel de una de las manifestaciones que tuvieron lugar en contra de la visita del papa a Madrid, en 2011. (El perroflautadigital / WIKIPEDIA)

Cartel de una de las manifestaciones que tuvieron lugar en contra de la visita del papa a Madrid, en 2011. (El perroflautadigital)

Además de este programa político, Europa Laica ejerce de guardián de la libertad de conciencia y de vigilante de los excesos que las administraciones públicas que aconstumbran a vulnerar esa idea, ya de por sí sui géneris, de Estado no confesional. Por ejemplo: el anteproyecto de la ley del Aborto, que consideran emanado de una directriz «ultra-católica»; los rituales religiosos en centro públicos de enseñanza dentro del horario lectivo; las  exposiciones que vulneran la Constitución o la polémica que gira en torno a los usos de la mezquita de Córdoba.

Con estos antecedentes, el próximo 1 de marzo en Valencia se celebra la X jornada laicista promovida por Europa Laica, en la que se prestará especial atención —con la vista siempre puesta en las elección al PE— a la salud de la libertad de conciencia en el continente y a la relación de los Estados con los diferentes credos existentes en la Unión. Según informan, uno de los objetivos del congreso será elaborar una Carta Europea de la Laicidad, de la que no adelanta ningún punto, pero que espero hagan pública para yo poder traérosla aquí y debatirla.

PD: Aprovecho que este escueto post para enlazaros la Carta del Laicismo, unas de las pocas cosas buenas que ha hecho Hollande en lo que lleva de mandato. Quince mandamientos con los que estoy plenamente de acuerdo y que deberían incoporarse de alguna manera al acervo comunitario. A mí me gusta especialmente el segundo de los puntos: «La República laica organiza la separación entre religión y Estado. No hay religión de Estado».

PD2: Ah, y un artículo de Savater, de hace unos años, titulado Pues sí, laicismo, que es una defensa inteligente y mordaz, como todas las suyas, del término laicista frente a las melindrosidades bienpensantes que lo consideran ofensivo y e intransigente.

El último aliento de un género muy europeo: la literatura concentracionaria

Hay un artículo imaginario en el que siempre pienso, pero jamás empiezo, que trataría sobre literatura concentracionaria y su influencia en la visión del pasado más o menos reciente. Un ‘género’, por así decirlo, de indudable naturaleza europea y del que ya van quedando cada vez menos, ay, representantes vivos.

He vuelto a pensar en él porque mi compañera del blog de al lado, la generosa Paula Arenas (@parenasm), me regaló hace unos días una biografía de Jorge Semprún, que ya hubiera devorado si no fuera porque al día siguiente me regaló otro libro tanto o más apetitoso —¡y europeo!—: Telón de acero, la destrucción de Europa del Este (1945 – 1956), de la gran Anne Applebaum.

La literatura concentracionaria es la guardiana de la memoria de Europa. De sus atrocidades y de su historia de exterminio. Es, además, una gran literatura. Los cuentos breves de Salamov, las novelas de Semprún y de Primo Levi o los recuerdos de Jean Améry, Buber-Neumann y Herling-Grudzinski son obras maestras literarias además de piezas documentales exquisitas.

Semprún, en una imagen de 2006 (EFE)

Semprún, en una imagen de 2006 (EFE)

Tengo un amigo que dice que leer a estos autores y estas obras —que hablan de frío siberiano, torturas, ‘zonas grises’, hambre y desplazamientos en masa— en tu cama, calentito, a salvo, es un ejercicio culpable, pero extrañamente placentero a la vez. Como si te invadiera la seguridad de que nada de aquello que cuentan volverá a repetirse.

He hecho un repaso de los vivos y los muertos. Desde que Semprún falleció, en 2011, los escritores todavía vivos testigos del Holocausto son Elie Wiesel e Imre Kertesz. Quizá quede alguno más, pero no lo he leído ni lo conozco. Por el lado de los testigos del gulag, todos han muerto. Herling-Grudzinski, Salamov y el más conocido de todos, Solzhenitsyn, que lo hizo en 2008.

No sé cómo leerán las nuevas generaciones a estos autores. Si los leerán o si, definitivamente, como alguno ya pronosticaba fatalmente en sus libros, el recuerdo de sus experiencias se difuminará, el tiempo impondrá una brecha insalvable e irreconocible entre lo que quisieron trasmitir y lo que se extraerá —¿migajas?— de sus recuerdos en un futuro.

Los rusos, los españoles, los italianos o franceses sufrieron todos, en mayor o menor medida, la experiencia totalitaria. Los relatos de los rusos, quizá por su concisión, porque sus experiencias traspasan lo humano y cuesta someterlas todavía más a la razón, siempre me han parecido más espeluznantes, aunque si se analizan, hay similitudes de fondo en todos ellos. Por eso estoy plenamente de acuerdo con que esa experiencia totalitaria, como dice Applebaum al comienzo de su nuevo libro, «sigue siendo una descripción útil y necesaria» para la comprensión de la historia del siglo XX. Un ejercicio humano, demasiado humano.

Por si alguno está interesado en ellos, os dejo una pequeña lista con mis obras preferidas (todas fácilmente encontrables), aunque hay muchas más, de estos y otros autores:

  • La escritura o la vida (Jorge Semprún)
  • Los hundidos y los salvados (Primo Levi)
  • Prisionera de Hitler y Stalin (Buber-Neumann)
  • El universo concentracionario (David Rousset)
  • Relatos de Kolimá (Varlam Salamov)
  • Un mundo aparte (Herling-Grudzinski)
  • Un día en la vida de Ivan Denisovich (Solzhenitsyn)
  • Nuestro hogar es Auschwitz (Tadeusz Borowski)
  • Más allá de la culpa y la expiación (Jean Améry)

Para lo que habrá quedado Europa en 2030

Leo un informe del think tank FRIDE titulado algo pomposamente Empoderar el futuro de Europa: gobernanza, poder y opciones para la UE en un mundo en cambio. Un título complejo para un análisis interesante sobre lo que puede dar de sí Europa en las próximas decadas.

Todos estos estudios más o menos científicos sobre escenarios futuros hay que tomarlos con mucha prudencia. Normalmente no aciertan, y sí lo hacen es porque algunas de las predicciones que se lanzan son de cajón de madera de pino. No es por malmeter, pero es verdad que a veces, como alguien a dicho por ahí, los think tank (algunos) deberían pasar a llamarse think talk. Porque es lo que, dicen con algo de malicia, básicamente hacen.

Un futuro interrogante para Europa (ARCHIVO)

Un futuro interrogante para Europa (ARCHIVO)

Pero vayamos con este artículo. Hay dos versiones. Una resumida de ocho páginas (en inglés) y el trabajo de investigación completo (también en inglés) de algo más de un centenar. Yo he optado por leerme a conciencia el primero y compararlo por encima con el segundo. No doy para más estos días. Espero que básicamente las claves las haya logrado retener, porque algunas son significativas de lo que puede suceder.

Según los autores del informe, el mundo en 2030 será más frágil. Frágil por varios motivos: la interdependencia económica (aquí difiero, pero no estoy para dar mi opinión), la atomización del poder (supongo que en el sentido de el fin del poder, que le otorga Moisés Naím), el impacto no calibrado de las nuevas tecnologías (bélicas y no bélicas) y los efectos del cambio climático (que da por seguro).

En este horizonte incierto, con micropoderes y cientos de miles de microintereses que conviven en un mismo hábitat finito, Europa habrá de jugar sus bazas, que no serán —dicen los autores— su potencia militar o demográfica, sino su, para hacerlo un poco más de andar por casa, buenrollismo. «Europa debe llegar a ser más un ‘super-socio‘ que un ‘super-poder’. Un actor que sume y ayude a agilizar el comercio, reducir los conflictos y fomentar la investigación. Una maravilla, vamos. Todos querrán tener a Europa de su lado.

La verdad que suena bien. Y ojalá se cumplan estas predicciones. Europa como un consejero mundial, que frene la hybris de las potencias del momento —todavía EE UU y previsiblemente China— y al mismo tiempo sea una referencia de progreso. Suena a cuento de hadas. Una especie de taimado e incruento fin de la historia. Veremos.

 

 

¿Existe la cultura europea? Pues… quizá sí

En el número de febrero de la primorosa revista mexicana Letras Libres la periodista irlandesa Enda O’Doherty plantea en un artículo elevado, sereno y juicioso la sempiterna pregunta: ¿existe la cultura europea? La respuesta es sí, pero no del todo, o casi, o depende, o habría que matizar qué entendemos por cultura, diseccionar los periodos y fijar un consenso.

El artículo de O’Doherty es un gran artículo. Informado, citando a los clásicos, desde Montaigne a Walter Benjamin. Tiene la virtud de poner ejemplos de diversos «factores unificadores en la  historia europea» sin ser pedante ni cargar demasiado las tintas. Se agradece.

Una sala de una biblioteca musical de Leeds en la década de los cincuenta (Europeana)

Una sala de una biblioteca musical de Leeds en la década de los cincuenta (Europeana)

Además, por otro lado, critica el «desastre» que ha sido —salvo Europeana: de ella hablé hace poco— el historial cultural de la Unión Europea desde Maastricht. La «engorrosa burocracia» que impide agilizar las colaboraciones y las subvenciones, no siempre apropiadas, destinadas a determinadas exposiciones contemporáneas. Nada que no se haya dicho ya, incluso yo mismo, alguna vez.

Pero si os traigo este breve ensayito aquí, para diseccionarlo, es sobre todo por un párrafo del mismo que me ha llamado muchísimo la atención, y que en según qué ámbitos podría resultar políticamente incorrecto o impío:

(…) Esto supone una valoración de lo contemporáneo por encima de lo histórico o canónico. (…) Lo que tiene muchas posibilidades de encontrar apoyo es la producción conjunta de una compañía de danza moderna catalana, un grupo estonio de free jazz y un videoartista húngaro. (…) Lo que tiene menos posibilidades, parece, es una organización que pretende promover el conocimiento de y la implicación con la cultura y las ideas europeas a través de fronteras.

Es una gran reflexión. Reivindicar la cultura europea con mayúsculas, la alta cultura, por así decirlo, la cultura de «lo mejor que se ha pensado y se ha dicho» se ha convertido en un acto impuro, sospechoso.

Los europeos amamos repentinamente tanto la diversidad cultural, en pos de cierto sentido de la unificación social o de justicia, que a veces olvidamos que las mejores obras de nuestro patrimonio común, aquellas que dan cuenta de lo que fuimos un día y que es el mejor legado que dejaremos para las siguientes generaciones, son valiosas más allá de cualquier moda, coyuntura o subvención.

No niego que el folclore regional no sea cultura; lo será en su sentido amplio, antropológico. Pero si se trata, como dice la autora, de repartir el poco dinero que hay disponible para la cultura, ¿no sería mejor destinarlo a la difusión y el acceso a lo clásico? Por ejemplo, hacer un esfuerzo para que todo el mundo conozca y lea La muerte de Danton, de Büchner: «Tengo que irme, van a acabar moliéndome con tanta política».

NOTA: El artículo, en inglés.

Lo que el lobby ciclista reclama a Europa

Llevo tiempo pensando en cómo hablar de las elecciones europeas del próximo mes de mayo sin caer en lo más sencillo, aunque quizá excitante: las encuestas, los partidos, los candidatos, la posible configuración del arco parlamentario, etc.

Como nobleza obliga, algún día —más pronto que tarde— habrá algo de todo eso. Pero mientras tanto se me había ocurrido algo diferente: fijarme en lo que los diferentes grupos de presión reclaman a Europa de cara  los comicios. Empezaré con el lobby de la bicicleta.

Participantes en una marcha reivindicativa hacen una pausa en su recorrido en bicicleta (EFE).

Participantes en una marcha reivindicativa hacen una pausa en su recorrido en bicicleta (EFE).

En la UE hay muchas desigualdades. La del uso de la bicicleta quizá no sea la más injusta de todas, pero sí una de las más llamativas. Basta con pasar, por ejemplo, de Madrid a Berlín para darse cuenta. La integración del ciclista en la ciudad —su normalización, diríamos hoy— es completamente diferente allá donde viajes dentro del continente.

Los colectivos ciclistas, que lo saben, llevan tiempo reclamando una armonización de las reglas que faciliten y fomenten el uso de la bicicleta, no solo como una modalidad deportiva, sino principalmente como un medio de transporte urbano «práctico, seguro, rentable y saludable».

En este sentido, la Mesa Nacional de la Bicicleta (MNB), una plataforma creada en 2013 que aglutina a diferentes colectivos, han hecho público un manifiesto con propuestas dirigidas a los partidos políticos que concurren a las europeas de mayo.

Entre las medidas reivindicadas, la reducción del IVA para la compra de bicis, un Registro Europeo de Bicicletas (para luchar contra su comercio ilegal), una directiva para financiar el uso de la bicicleta entre trabajadores y estudiantes o la homologación y unificación de normas de tráfico, etc. Aquí podéis leer los 17 puntos.

Personalmente, como ciclista más o menos habitual (menos de lo que me gustaría), estás reclamaciones me resultan sensatas y coherentes. Desconozco si son fáciles de aplicar en todos los estados miembros, el tiempo que llevará o si realmente Bruselas tiene en su agenda estos temas, pero estoy convencido de que merece la pena hacer ruido y pe(da)lear.

Walter Hallstein y la Europa inacabada

Perdonad: hoy os traigo una obra descatalogada. Los más locos de los libros quizá podáis dar con ella como hice yo: en una librería de viejo. En este caso, en una nueva librería de viejo, de esas que proliferan últimamente por Madrid no sé si como símbolo la agonía última del papel, la crisis económica o un repentino afán por deshacerse del pasado.

El caso es que Europa incabada (Plaza&Janes, 1971) es un libro complicado de encontrar, pero muy jugoso de leer. Su autor es Walter Hallstein, que fue nada más y nada menos que el primer presidente de la Comisión Europea. Un profesor alemán de reconocidas dotes diplomáticas, protegido del presidente Konrad Adenauer y que, entre otras negociaciones, participó en la creación de la CECA y en la fallida Comunidad Europea de Defensa (algún día os hablaré de ella).

Walter Hallstein, en 1969, durante un discurso europeo. (German Federal Archives).

Walter Hallstein, en 1969, durante un discurso europeo. (German Federal Archives).

Hallstein fue un obligado soldado alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Fue detenido y pasó el final de la guerra en un campo de prisioneros en EE UU. Con posterioridad fue rehabilitado (no había sombra en él de pasado nazi) y desde ese momento se dedicó a hacer política para la Alemania Federal. La advertencia de que la Alemania occidental no mantendría relaciones diplomáticas con estados que reconocieran a la RDA lleva su nombre: ‘doctrina Hallstein’.

Hallstein fue un federalista atribulado porque el tiempo histórico concreto que le había tocado vivir no podía estirarse lo suficiente, ni acelarse, como para que la Europa que ambicionaba se hicera realidad. Falleció en 1982, pero dejó buena parte de su idea del continente en el libro que mencioné al comienzo del post.

«Sin marcha atrás»

Europa incabada comienza con una profesión de fe muy optimista, en la línea de lo que se estilaba a finales de los años sesenta, cuando el progreso económico ininterrumpido desde 1945 parecía que nunca tocaría a su fin. Europa, para Hallstein, «no es una creación reciente», sino más bien «una entidad descubierta por segunda vez». Hallstein equipara el proceso de integración a un proceso «orgánico» que se sustenta en la cultura, la economía y la política. En las tres.

El libro sigue con cuestiones hoy un tanto olvidadas de política del momento, de diatribas sobre el incipiente derecho comunitario o sobre las instituciones: Hallstein era un partidario firme de dar mucho más poder al Parlamento Europeo del que entonces gozaba. Pero el libro acaba con la sombra de una decepción. Para Hallstein, en la Europa de entonces faltó «una fuerza resolutiva general» que impulsara la total unidad.

En su opinión, había que tener muy presente la «dimensión cronológica del problema europeo». Algo que suena muy contemporáneo, pero que está en la base de la propia unión. Según Hallstein, esta «operación política» que es el proceso de cohesión, «no tolera marcha atrás». Y concluía: «Será siempre erróneo no hacer las cosas cuando se presenta el momento oportuno».

¿Hay una historia inmediata de Europa?

El pasado reciente de Europa es una región bastante transitada y relativamente en paz. Hasta aproximadamente la guerra de los Balcanes, la historia del continente —aunque quede mucho por profundizar— es un todo más o menos consensuado. Por un lado el proceso de convergencia económica, por otro, el final de la guerra fría y el lento desacoplamiento de EE UU.

Pero hay un vacío que tiene que ver con nuestro presente, y que hace poco un buen amigo historiador (arqueólogo y profesor universitario) me comentó. La historia inmediata, también llamada historia del tiempo presente, es una disciplina historiográfica relativamente joven que trata de analizar, con las herramientas propias del historiador, la misma realidad en la que este vive.

Una mujer, en el aniversario de la matanza de Srebrenica. (EFE)

Una mujer, en el aniversario de la matanza de Srebrenica. (EFE)

Es una disciplina que yo estudié someramente con uno de sus grandes representantes en España, el fallecido profesor Julio Aróstegui, y que sé que tiene discípulos en varias universidades del país. Pese a esto, como mi amigo me dijo aquel día, la historia del presente está de capa caída. Prueba de ello, quizá, es este manifiesto impecable en su defensa… y en la búsqueda de un reconocimiento académico que aún le es en parte esquivo (¡ si fuera bien no harían falta manifiestos!)

Aquella conversación y los recientes sucesos en Ucrania me han hecho pensar de nuevo en la historia del presente, en este caso cómo sería una aproximación a una historia inmediata de Europa. La historia, al contrario que el periodismo (y que buena parte de la sociología) tiene una particularidad respecto del presente: lo trata de forma compleja. Es decir, lo aborda no a través de ‘claves’ o ‘teorías’, sino poniendo en relación hechos e informaciones que en principio no tienen por qué tener una ligazón coherente.

Europa está en uno de esos momentos complejos, donde a la crisis de crecimiento y de modelo se suman otras circunstancias locales, propias de cada una de sus variadas regiones, como la situación política en el este, la desafección ciudadana en el sur, el crecimiento desmesurado, de nuevo, de Alemania o el languidecer inexorable de Francia como potencia continental.

Está claro cómo aborda el periodismo esta Europa. Pero, ¿cómo lo hace la historia, en concreto la historia del tiempo presente? Lo primero de todo sería consensuar una fecha clave que dé sentido al periodo, si es que estamos en un nuevo periodo… lo que también podría ser objeto de debate. ¿La fecha de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa? ¿La fecha del primer rescate de Grecia? ¿La puesta en marcha del euro como moneda común?

Partiendo de alguna de estas fechas, estoy simplemente elucubrando, se podría tratar una historia del presente de Europa que tuviera en cuenta muchas de las peculiaridades que hoy nos amenanazan: desde la incompleta unión económica a la crisis de representatividad y pasando por la pérdida de influencia internacional. Estoy convencido de que hay muchos factores que, puestos bajo el foco de las herramientas históricas, nos harían cambiar la percepción del presente.

En cualquier caso, esto de hoy es solo una introdución a algo que continuaré madurando, espero que con vuestra ayuda y con la de expertos en la materia. Con este post quería por un lado dar a conocer la historia del presente de una forma general —hay mucho teorizado al respecto, desde Koselleck a Montserrat Huguet—y haceros ver que Europa puede abordarse desde otros enfoques que no son solo la economía o solo el periodismo.

Alejandra Paggi, investigadora en Regiones Ultraperiféricas de la UE: «El sentimiento hacia Europa es de cercanía»

Habla de su criatura de estudio —la ‘diplomacia territorial’: la de los territorios no independientes— con alegría incierta y metáforas maternales: «Estoy haciendo un bebé». Luego ríe. Alejandra Paggi (Argentina, 1982) es politóloga y vive desde hace casi dos años en la isla caribeña de Martinica, una de las Regiones Ultraperiféricas (RUP) de la Unión Europea, perteneciente a Francia.

Como en un blog no hay necesidad de ser estrictamente cartesiano con los géneros, os diré que conocí a Alejandra gracias a un comentario suyo en el post que dediqué a las RUP. Fue la única canaria —aunque argentina de nacimiento vivió hasta los 18 años en el archipiélago— que me defendió (¡y con argumentos!) aquel día… pese a mi obvia ignorancia. Aunque no es por ello que la traigo aquí, claro.

Su historia —que dejó entrever ya en su comentario— de joven investigadora en asuntos europeos me llamó la atención. Lo habitual es que si eres joven y eres investigador vivas o merodees por Bruselas o Estrasburgo, que escribas para algún think tank de renombre o estés adscrito a un grupo de trabajo universitario. Alejandra no. Terminó la carrera en Granada, se fue a Francia y de ahí dio el salto a Martinica. Nomadismo isleño.

Alejandra Paggi, politóloga e investigadora (A.P).

Alejandra Paggi, politóloga e investigadora (A.P).

Dice Alejandra que si estuviera pagada como investigadora en una universidad, «lo que tarda tres meses en hacer lo haría en una semana». Pero luego para compensar cita a Lula: «Si tú perserveras, tarde o temprano obtendrás algo». Ese algo, para Alejandra —que «no vive» mientras investiga: prepara también unas oposiciones del Estado francés y cuida a una niña de cinco años— es la política.

No la política de moqueta, mítines de cartón piedra e inauguraciones, sino la política de las relaciones diplomáticas profundas y de la cooperación compleja. En especial, su predilección es América Latina. En ese sentido tiene entre manos un proyecto prometedor: un estudio comparado de la acción exterior de EE UU y Europa en Puerto Rico y las RUP.

Se trata, por resumirlo, de analizar las dinámicas de aislamiento o dependencia de los territorios no independientes —Martinica o Canarias, en el caso de Europa, Puerto Rico en el de EE UU— para ver qué posibilidades de interacción con el entorno cercano existen (relaciones comerciales, acción conjunta, integración regional, etc). Suena interesante y diferente a todo lo que hasta ahora había escuchado. Y también prometedor.

Alejandra, es casi inevitable que salga en la conversación, necesita financiación: los inconvenientes habituales de ser un outsider académico. Además, dice, aunque la diplomacia le encanta, sus dotes diplomáticas no las tiene muy desarrolladas, lo que a veces es un problema serio en este mundillo mandarín. Volará en breve a Canarias: «Les mando correos, uno tras otro, pero nadie responde». Un viaje relámpago. Luego, a seguir con su ocupada vida en Martinica. Una vida más monacal que caribeña.

Pregunta: ¿Cómo comenzaste a interesarte por Europa?

Respuesta: Como nacional de un Estado miembro de la UE y más particularmente con la situación que atraviesa España y su relación con Europa es inevitable no interesarse en el tema. Sin embargo en lo que concierne a lo académico la verdad es que ha sido mi interés por las RUP lo que me ha llevado a profundizar en una visión global de Europa, su acción exterior y el papel de las regiones en el engranaje europeo y más concretamente en la relación bidireccional Europa-RUP, RUP-Europa.

P: ¿Por qué te especializaste en el estudio de las Regiones Ultraperiféricas?

R: Digamos que aún no soy una especialista, pero estoy en ello. Todo empezó en Martinica, aquí la realidad de la ultraperiferia y su proyecto de integración regional me llevó a la cuestión de  investigar cuál es la realidad canaria en torno a su cooperación regional con su entorno geográfico inmediato; y me surgió la idea de realizar un estudio comparado de estas regiones. A partir de ahi la investigación me llevó a las RUP y evidentemente a Europa. Aunque mi estudio se centra en una de las herramientas al servicio de las RUP: la diplomacia territorial.

P: Eres Canaria, ¿cómo se percibe la UE desde allí? En general, ¿existe una visión positiva de la pertenencia la Unión o cierta sensación de desamparo?

R: Personalmente considero que el tema «Europa» causa siempre dos visiones opuestas, tanto en Canarias como en Europa, entre los euroescépticos y los partidarios de la construcción europea. Sin embargo, por mi experiencia personal, creo que en general, las regiones ultraperiféricas, y en este sentido Canarias, tienen muy presente la importante intervención económica, a través de los fondos europeos, en el desarrollo de la región. Por otro lado, creo que el sentimiento, propiamente dicho, es de no cercanía con lo que entendemos por Europa debido a factores más bien culturales y obviamente territoriales.

P: Como politóloga, ¿qué fortalezas y qué debilidades presenta Europa en el siglo XXI?

R: Esta es una pregunta compleja, porque habría que hacer un análisis profundo de las razones de la existencia de Europa como unión político-territorial. La debilidad mayor creo que sigue siendo la composición y los problemas que esta provoca para conseguir una verdadera unión política. A pesar de la cesión real  de soberanía de los estados miembros a la UE en determinados temas, como el económico, existen aún demasiadas disparidades entre los estados miembros a nivel político, lo que impide homogeneizar ciertas políticas públicas fundamentales, como lo relativo a la inmigración. A lo que podemos añadir la percepción de falta de legitimidad del Parlamento europeo para tomar ciertas decisiones. Pero la Unión Europea es un socio importante en el desarrollo económico y social de nuestro archipiélago. En cuanto a las fortalezas, es paradójicamente la unión su mejor baza, dado el contexto de globalización, una unión de países con políticas públicas comunes puede favorecer la construcción de una Europa fuerte, con un margen de maniobra importante en materia de acción exterior que puede beneficiar a sus miembros en materia económica, comercial, cultural, etc.

P: ¿Cuéntame algo más sobre tus investigaciones? ¿Has recibido alguna beca de la UE?

R: Comenzando por tu segunda pregunta, la respuesta es no. Es una investigación que por ahora financio personalmente, pero con la que espero crear un campo de estudio interesante y con el tiempo a lo mejor poder financiar el proyecto con fondos europeos a través de becas dispensadas a por la UE o la CA de Canarias. En cuanto a mis investigaciones, como he mencionado anteriormente, estoy centrada en el estudio de la ‘diplomacia territorial’ como estrategia para el desarrollo de las RUP y la integración en sus entornos geográficos directos. La ‘diplomacia territorial’, es un concepto relativamente nuevo, que innova en el campo de la diplomacia convencional, puesto que son entes no estatales los que planifican su estrategia internacional y diplomática. ¿Cuál es el interés de este estudio?, pues precisamente añadir un elemento nuevo, extremadamente útil, para que las RUP puedan aumentar su grado de autosuficiencia y crear relaciones internacionales y de cooperación estables con sus vecinos.

P: ¿Te gustaría acabar asesorando a alguna institución europea o prefieres ‘ir por libre’ o trabajar en la Universidad?

R: En el campo profesional, barajo todas las posibilidades, creo que todas ellas están relacionadas, y que es interesante poder poner en práctica las conclusiones de una investigación. La retroalimentación de la práctica con la teoría y viceversa, pero me gustaría sobre todo, poder profundizar en las distintas realidades de todas y cada una de las RUP y con el tiempo poder participar a la creación de un espacio de encuentro entre todas ellas más allá de las conferencias de integración regional organizadas por la UE.

P: ¿Cómo convencerías a un joven euroescéptico de que el futuro de todos está en una Europa unida?

R: Le diría que se documentara y sacara sus propias conclusiones. Porque creo que es tan respetable pensar una cosa como la otra, pero le pediría por supuesto que argumentara su respuesta. Aunque si me permites, yo iría más allá, y diría que el futuro de todos está en un mundo unido…

P: Vives en Martinica, que es otra RUP, ¿qué actuaciones concretas, visibles, se llevan a cabo allí que lleven el sello de la UE? ¿Cómo es la vida allí? ¿Muy diferente a Canarias?

R: Martinica es una realidad compleja de la que podría escribir otra tesis. Pero desde que llegué enseguida tuve un sentimiento de cercanía con la isla, no sabría explicarlo, la única razón que encontré es el hecho de ser canaria. El espíritu isleño está muy presente y eso me ha ayudado a adaptarme rápidamente y sentirme como en casa. Sin embargo, tenemos historias muy diferentes, pertenecemos a dos países que tampoco se parecen política y culturalmente, que a su vez forman parte de Europa…y fueron justamente todos estos sentimientos encontrados lo que dio como fruto mi interés en el tema de las RUP y la relación de éstas con Europa y con el mundo. La vida aquí se asemeja bastante a la vida en Canarias en términos de cotidianeidad, pero la forma de hacer las cosas y la mentalidad es diferente en muchos aspectos, consecuencia del pasado histórico y de su historia política. No quiero extenderme demasiado, porque tendría mucho que contar con respecto a la acción exterior de Martinica. Pero quiero destacar el trabajo del Presidente regional Serge Letchimy, al que admiro profundamente, y su hombre de batalla en la materia, el señor Jean-Yves Lacascade, Director delegado de asuntos europeos y cooperación para la región de la Martinica, sin el que no habría sido posible realizar este estudio, él es mi «maestro».