Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Tres discursos europeos: el de los ciudadanos, los despachos y los estados

Tengo a medio leer el que, dicen, y doy fe, es uno de los ensayos sobre Europa más inteligentes y clarividentes del presente (tan poco sobrado de inteligencia y tan turbio). Se trata de El paso hacia Europa (Galaxia Gutenberg, 2013), del historiador y politólogo Luuk van Middelaar (aquí, una entrevista con el autor y aquí una reseña de la obra).

Van Middelaar no es un outsider, en el sentido de que no es crítico de la Unión Europea que habla desde fuera de las murallas. Más bien al contrario. Este holandés, premiado con el galardón de ensayo de la UE, trabaja actualmente mano a mano con el que todavía es el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, a quien ayuda a escribir muchos de sus discursos.

Luuk van Middlelaar ( Twitter: @LuukvMiddelaar)

Luuk van Middlelaar ( Twitter: @LuukvMiddelaar)

El libro da para una crítica y explicación mucho más extensa, en la que hoy no me voy a entretener, pero que sí tengo en mente para cuando lo termine de leer. Hoy simplemente os traigo un aperitivo. Van Middelaar da mucha importancia al discurso, al discurso del poder en un sentido foucaultiano (no hay referencias concretas, pero algunas de sus argumentaciones me recuerdan a El orden del discurso, una de obras más salvables del filósofo francés).

Huyendo de lo que él llama la «lógica binaria de los artículos de opinión», Van Middlelaar se encara con la historia y el presente de Europa de una forma peculiar. Adelanta, además, que a la Unión no le espera ninguno de los dos destinos más comúnmente en boga: para nada habrá una revolución, puesto que Europa es «paciente», y tampoco se disolverá, «porque es tozuda». Así pues, para el autor, la UE es un proyecto en construcción permanente, que continuará y continuará… (algo que en este blog he tratado de justificar de diferentes maneras).

Van Middlelaar, para enlazar con el título del post de hoy, parte de un análisis de los tres discursos predominantes que se pueden aislar cuando se habla de política europea: por un lado, el discurso de la «Europa de los Estados«, por otro el de «la Europa de los ciudadanos» y, por último, «el de la Europa de los despachos». Los tres equivalen, grosso modo, a tres formas de organización política: el confederalismo, el federalismo y el funcionalismo.

Esos tres discursos han tenido, desde los años cincuenta del siglo pasado, diferentes acoples y mayor o menor preeminencia dependiendo del momento. El discurso de los despachos, por ejemplo, sería el discurso de Bruselas, de la burocracia. Un discurso que prima la eficacia y el trabajo soterrado por encima de la vida política, que considera ineficaz. Pero a este discurso, que hoy podría ser considerado tecnocrático o dominante, se contrapone al discurso de los Estados. Los Estados no se oponen a Europa, sino que quieren cooperar entre sí, sin diluirse, sin perder la soberanía para —juntos, pero no demasiados revueltos— «apuntalar la unidad Europea».

Por último, de esta terna, quedaría por hablar de los ciudadanos. De alguna manera este es el discurso mediáticamente más favorecedor. Es el discurso, por ejemplo, del Parlamento Europeo (aquí un bueno ejemplo de cómo se legitima filosóficamente esta institución de cara al exterior). Según Middlelaar, este también es el discurso de los intelectuales, tipo Habermas o Enzensberger (los nombres los pongo yo). Es un discurso cultural y también político, de neta vocación federalista. Su legitimidad, dice el autor, descansa sobre «un electorado europeo».

Esta forma de acercarse al ruido europeo, aunque pudiera parecer en un primer momento densa o demasiado técncia, es muy útil y lúcida. Y como prueba de su utilidad más allá de la teoría, las próximas elecciones europeas, donde los tres discursos lucharán a buen seguro entre sí para anteponer su particular visión de la Unión Europa. ¿Quién ganará?

3 comentarios

  1. Dice ser Pelus

    El libro parece interesante. Pero de alguien que trabaja codo a codo con el irrelevante van Rompuy no se que se puede esperar. En buena lógica en esa guerra a tres bandas de la que habla el artículo, debería ganar la Europa de los ciudadanos, pero ya se sabe que la lógica en política no abunda, así que dominan por completo a ratos, los burócratas y a ratos los estados. Así nos luce el pelo.

    10 enero 2014 | 14:56

  2. Dice ser El.Soberano

    Discurso europeo = Plan Kalergi.

    10 enero 2014 | 15:09

  3. poesia

    En parte tienes razón, Pelu, pero con un matiz. En realidad, quizá esa batalla no tiene por qué ganarla nadie, pues ninguno de los tres discursos es peyorativo y excluyente. El discurso de los despachos (burocrático) es el discurso, por ejemplo, del Tribunal Europeo de Justicia que obligó en los años cincuenta, a finales, que los Estados firmantes del Tratado de Roma se comprometieran de iure con las políticas que acordaban. Por otro lado el discurso ciudadano es tan interesado como los otros dos. El discurso ciudadano busca un «electorado europeo», representatividad, pero ¿cómo se logra, quién habla en nombre de quién, por qué no va a sentirse más seguro un ciudadano en su Estado (con sus derechos) que fuera?

    Un saludo y gracias por tus comentarios siempre inteligentes y juiciosos.

    10 enero 2014 | 20:04

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