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"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

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Una secuela ‘spin-off’ condicional, y olé

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Vale, sí, me lo he inventado. No existe la expresión «secuela spin off condicional»; pero no daba con otra mejor para definir Adela. Al fin y al cabo, la producción de Barluk Teatro es una secuela de La casa de Bernarda Alba porque resulta de ella, un spin-off porque está protagonizada por dos de sus personajes –la hija menor de Bernarda y Pepe el Romano– y condicional porque narra lo que habría sucedido de no haberse quitado la vida ella y de haber huido ambos o, según explican los directores en el programa de mano, «los fugaces pensamientos que Adela pudo tener antes de morir». Y en este planteamiento, en su originalidad, radica gran parte del valor de la función.

En la originalidad del planteamiento, de hecho, y en algunos conceptos de carácter estético –estoy pensando en las tijeras, en la soga, en el suelo que sirve para esconder cosas, o en el tejido blanco que se convierte en vestido, ramo y velo cuando Adela sueña su boda, en la escena más hermosa y lograda–. Casan perfectamente con la simbología de la obra de Lorca y vienen a completar «la poética del texto» (cito de nuevo a los directores).

Adela

Víctor Algra y Lucía Astigarraga en ‘Adela’. (Barluk Teatro)

En efecto, hay cierta poética en la dramaturgia, que, sin embargo, no la salva. Porque por momentos la narración parece no tener un norte. Demasiadas veces entra en un bucle en el que el relato se alterna con disquisiciones filosóficas sobre el papel de la mujer y la pasividad de la sociedad no tan inapropiadas por su contenido como por su forma. En realidad, se puede expresar lo mismo con los simples hechos; el espectador es lo suficientemente inteligente como para llegar a esas conclusiones sin que le digan explícitamente lo que tiene que pensar, y le resulta mucho más estimulante. En un sentido similar, sobran las presentaciones de la historia que hacen Pepe y Adela y con las que comienza la obra: seguramente gran parte del público ya conoce Bernarda Alba, y aunque no sea así, hay suficientes referencias más adelante –muy bien traídas, por cierto– para que se ubique.

Con todo, la pareja de actores, Lucía Astigarraga y Víctor Algra, sale airosa del trance de dar forma a este texto un tanto inconsistente. Sobre todo ella, con una magnífica dicción –que a veces se presupone, y no debería– y una magnífica expresión corporal (empeines de bailarina incluidos). Pecan en algunas escenas de exceso de intensidad, eso sí; demasiados decibelios durante demasiados minutos; los gritos pierden su fuerza cuando se sucede media docena de ellos; pero, claro, aquí la responsabilidad es compartida con la dirección…

Decía que la originalidad y la estética suponen los principales valores de este Adela, y no solo. Casi más encomiable es el simple hecho de que cuatro jóvenes exalumnos de la RESAD se atrevan a emprender un proyecto teatral y lo saquen adelante. Y olé.

– Dramaturgia: Rosel Murillo Lechuga.

– Dirección: Antonio Domínguez, Rosel Murillo Lechuga.

– Reparto: Lucía Astigarraga, Víctor Algra.

– Realización de escenografía: Andrés Murillo, M. Ángel Potenciano.

– Realización de vestuario: Azucena Calzada.

– Producción: Barluk Teatro.

– Sala: Teatro Fernán Gómez (sala dos), Madrid.