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"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

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Los talentos y lo público

3estrellasMejor historia que la nuestra

Tuve una conversación con D. poco después de saberse que Natalio Grueso había programado la dramaturgia completa de Mario Vargas Llosa en el Teatro Español. D., joven autor y director de escena, estaba (como unos cuantos más, me consta) indignado. Creía que los recursos empleados por el teatro público en programar íntegro a un Vargas de calidad discutible como dramaturgo bien podrían haberse destinado a aupar a algún creador incipiente.

Le llevé la contraria, más por lo que me gusta provocar discusiones que porque estuviera en total desacuerdo con él, y me replicó: “Tú que vas al teatro todas las semanas. Dime diez autores en español de ahora, vivos”.

Nunca llegué a completar la lista porque enseguida derivamos en otra discusión sobre si debíamos considerar dramaturgo a Miguel del Arco, pero yo sí quise hacerlo cuando llegué a casa. Lo logré, pero me di cuenta de que con más esfuerzo del que, por lógica, debiera necesitar.

Mejor historia que la nuestra

Muñoz y De Anta en ‘Mejor historia que la nuestra’. (Foto: Andrés Lázaro)

Anteayer me acordé de aquella charla con D. después de ver Mejor historia que la nuestra. De Vargas Llosa en el Español —lo admito— me quedé en La Chunga. Francamente, se me quitaron las ganas de ver más cuando P., filóloga, me dijo que esa es con diferencia la mejor obra teatral del nobel peruano.

Anteayer me acordé de aquella charla con D. —decía— después de ver Mejor historia que la nuestra, un texto de una joven autora, Lucía Carballal, reconocido con un accésit en el Premio Marqués de Bradomín 2012 y que bien merecería alguna sala en algún teatro público.

Encontré mucho potencial en una pieza que trata entre otras cuestiones la muerte y la responsabilidad frente al deseo de bienestar. El texto, de diálogos punzantes, brillantemente opresivo, toma aire en bocanadas de un fino humor negro. De los personajes, me pareció un poco inconsistente el de la cuidadora, Paula, a pesar de que me fascina la energía de la actriz que le da vida, Natalia Huarte, a quien hemos visto en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. A ella y sobre todo a Cristina de Anta, que interpreta a Maite, la hija del (enfermo) protagonista, las vi un pelín pasadas de revoluciones en determinados pasajes, pero muy atinadas en conjunto. Ninguna desentona, de todos modos, como tampoco Antonio de Cos (Roberto, el novio de Maite), frente al kamikaze Chema Muñoz, que brinda a un Luis impecable, sobrecogedor.

Mejor historia que la nuestra

Chema Muñoz protagoniza ‘Mejor historia que la nuestra’. (Foto: Andrés Lázaro)

En su trabajo se reconoce también el de Francesco Carril (en mi fichero mental constaba también por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, pero en el enlace comprobarán que tiene un currículo pasmoso a pesar de su juventud), que aquí se encarga de la dirección. Genial la idea de cambiar manteles para marcar el paso de los días; dudo si se rentabiliza, por artificial, el impacto estético que una prenda de todos los protagonistas y el primero de los manteles compartan estampado.

Incorporo a Carballal, en cualquier caso, a la lista de autores teatrales actuales en castellano. A esa de los que no merecen menos que el Vargas Llosa dramaturgo un huequecito en un teatro público.

Texto: Lucía Carballal.

Dirección: Francesco Carril.

Elenco: Chema Muñoz, Cristina de Anta, Antonio de Cos, Natalia Huarte.

Iluminación: Pablo Seoane.

Vestuario: Laura Renau.

Espacio sonoro: Eduardo Castro.

Espacio escénico: Francesco Carril.

Producción: Verónica Doynel.

Sala: Teatro Lara (sala Off), Madrid.

Una (clásica) baza segura

4estrellasLa cortesía de España

A medio camino entre el truco y la manía, cuando encadeno una serie de funciones flojas o poco epatantes suelo bucear por la cartelera teatral en busca de alguna baza segura, de algún autor, director, actor, de alguna compañía o sala de los que funcionan siempre para que me quite el mal sabor de boca.

Una de esas bazas seguras es la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Con piezas en mayor o menor medida de mi agrado, con repartos más o menos atinados, pero siempre elegante, siempre encontrando ese difícil equilibrio entre el respeto a la obra y la innovación.

En esta ocasión he recurrido a su ‘cantera’, la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, que ha dejado la sede temporal (sin comentarios) de la CNTC para instalarse en las Naves del Español con La cortesía de España.

Definitivamente, el texto no se encuentra entre mis favoritos. No me termina de convencer la forma en que se combinan drama y comedia, encuentro precipitado el desenlace y considero que no es el Lope al que mejor le ha sentado el paso del tiempo (no descarto ir al infierno de los teatrófilos por haber escrito esto). Sin embargo, disfruté mucho, y fue gracias al sello de la compañía que ahora tiene al frente a Helena Pimenta.

El equilibrio del que les hablaba más arriba está aquí por partida triple. Primero, en la fina versión, de Laila Ripoll. Después, en la dirección de Josep Maria Mestres, impecable, ni una réplica fuera de lugar, magníficas las transiciones (con la ayuda de una buena composición musical, por cierto). Por último, en la contraposición entre vestuario y escenografía.

En esto me detengo. Se ha optado por un vestuario de época, acertado por lo general y con alguna preciosidad como la chaquetilla y falda con tul de Lucrecia, creo recordar que en la escena del acto segundo que transcurre por la noche en la venta. Con un solo pero: hay algo en la vestimenta de Don Juan (¿las espuelas?) que produce un sonido impertinente cada vez que se mueve, juraría que en la segunda mitad del primer acto y en la primera mitad del segundo; no creo que compense.

Y, como decía, el vestuario tiene su contraposición en la escenografía, con su propia área delimitada dentro del escenario, a la antigua usanza, pero que no ahorra en elementos modernos —proyecciones, líneas sobrias…—. ¡Ya hay que tener arte para atreverse con el anacronismo y que resulte a las mil maravillas! Resuelve los cambios de escena, da agilidad a la función, funciona en el aspecto plástico… ¿Se puede pedir más?

Last but not least, que diría un anglohablante, siempre es una gozada ‘descubrir’ talentos interpretativos como los de Natalia Huarte, que clava a Lucrecia; Francesco Carril, excelente cuando Don Juan se debate entre la moral y el deseo, pero también en el aspecto cómico; o Álvaro de Juan, que sabe sacar provecho del (casi siempre) agradecido papel del gracioso —ahora que reparo, ¿lo será por una cuestión léxica?—. Y otros en papeles secundarios pero no menos brillantes como Sole Solís e Ignacio Jiménez.

They all made my day…, que diría un anglohablante.

 

Autor: Lope de Vega.

Versión: Laila Ripoll.

Dirección: Josep Maria Mestres.

Reparto: Elsa González, Sole Solís, Manuel Moya, Jonás Alonso, Alba Enríquez, Natalia Huarte, Borja Luna, Guillermo de los Santos, Francesco Carril, Álvaro de Juan, Júlia Barceló, Laura Romero, Ignacio Jiménez, José Gómez.

Composición musical: Lluis Vidal.

Escenografía: Clara Notari.

Vestuario: María Araujo.

Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Sala: Naves del Español (sala 1), Madrid.