Estoy dramatizando Estoy dramatizando

"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

Buenas maneras

Aprendí la lección la primera vez que fui al Auditorio Nacional. El programa constaba de tres obras de Beethoven, las dos primeras más breves, sin divisiones; la tercera, el Concierto para piano nº 5. Al acabar la orquesta de interpretar el primer movimiento de esta última, el público empezó a aplaudir.

Ya venía yo sospechando entonces (lumbreras que es una) que nuestro sistema educativo no nos proporciona ni siquiera las herramientas básicas para que aprendamos a consumir cultura en vivo. Pero todavía pensaba que los espectadores de las ciudades grandes, con más fácil acceso a una oferta también más amplia y variada, sí tendrían por lo general un comportamiento adecuado en este tipo de eventos y de recintos.

Aprendí la lección, como decía: no necesariamente.

MBIG

El elenco de MBIG. (La Pensión de las Pulgas)

Recuerdo cómo en la sala principal del Teatro Español, años después, un buen número de personas comenzaron a cuchichear sin disimulo al desnudarse los actores en Escenas de un matrimonio / Sarabanda. Y, hace solo un par de meses, pasó tres cuartos de lo mismo en la función de MBIG a la que asistí en La Pensión de las Pulgas durante el encuentro sexual de Macbeth y Lady Macbeth. Con la agravante de que, al tratarse de una sala tan pequeña, molesta sobremanera, y no me quiero imaginar cuánto a los actores.

Pero peor aún fue en septiembre de 2012 en la ‘hermana’ de La Pensión de las Pulgas, La Casa de la Portera, cuando a un par de señoras (que me hicieron sentir una mezcla de rabia, lástima y vergüenza) les dio por increpar o animar, según correspondiera, a uno de los personajes de Petición de mano.

Pues sí. Saber estar en un espectáculo pasa por aspectos como guardar un escrupuloso silencio o aplaudir cuando corresponde (me gusta esta miniguía de Radio Clásica que me descubrió Mirentxu Mariño).

También en resistirse a silbar una melodía, algo que hace años no logró un compañero de patio de butacas durante una función de Coppélia del Ballet Nacional de Cuba, no sé si movido por su pasión musical o por un absurdo ánimo de demostrar que conocía la composición de Léo Delibes. O en intentar hacer el menor ruido posible comiendo si se ha sucumbido a la tentación de comprar palomitas de maíz. Claro que en este caso cabría discutir si el productor debería renunciar a los ingresos que le reporta su venta… Pero eso ya es otra historia.

4 comentarios

  1. Dice ser ANTONIO LARROSA

    La actual cultura se basa en el fanatismo futbolero y dejate de gaitas ni violines.

    Clica sobre mi nombre

    30 abril 2014 | 16:45

  2. Dice ser Lola

    La buena educación en el teatro y el cine se ha perdido por completo. Tengo un amigo que vive en Suiza y me comenta que la gente no aplaude hasta que no termina la función.
    Y lo de comer en el cine, ¡Debería de estar prohibido!

    30 abril 2014 | 20:27

  3. Dice ser David

    Totalmente de acuerdo. Ir a un evento de estas características es una lotería. Yo suelo tener mala suerte, siempre me toca el que habla o el que silva al lado. La última que me pasó fue hace un par de semanas en el Auditorio Nacional. La señora que tenía sentada a mi derecha silvó y tarareó la mitad de las piezas que interpretaron. También le gustaba marcar el compás con sonoros taconazos. No sé, imagino que será una simple cuestión de cultura. Al igual que tu vecino te pone la música alta para que todo el barrio escuche su música…….

    30 abril 2014 | 21:03

  4. Dice ser lola vazquez

    Desde luego, la actitud del público en durante cualquier tipo de espectáculos en vivo daría, no sólo para escribir varios blogs al respecto, sino una tesis doctoral en toda regla. Falta de educación y de respeto hacia el trabajo de los artistas es lo que hay en este país. Algunos se han criado con los muñequitos que salen en la tele y piensan que el teatro es igual. En cualquier caso, gran trabajo Miren.

    30 abril 2014 | 23:39

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