Un blog sobre el (des)uso de la lengua en la política, los medios de comunicación, la publicidad, la calle...

¿Por qué la RAE ‘admite’ unas palabras y no otras?

La semana pasada supimos que la RAE había hecho 1.697 modificaciones y añadiduras en su diccionario, una actuación que había permitido que entrasen en el DRAE términos tan variopintos como culamen, gayumbos, canalillo, pepero, sociata u okupa, entre otros.

Las actualizaciones del DRAE casi siempre suelen traer polémica, ya que son muchas las personas que no están de acuerdo con la inclusión de según qué términos. Hace dos años ya hubo polémica, cuando palabras como muslamen, rojillo, antiespañol o cultureta entraron en el diccionario. A menudo, las críticas a la RAE vienen por incluir términos que, a juicio de los detractores, pudiesen resultar ofensivos, machistas, homófobos o socialmente injustos. Es lo que pasa con términos como gallego (que en su quinta acepción significa «tonto»), marica (referido al hombre homosexual) o rural (cuya segunda acepción lo define como «inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas»).

El verano pasado, el secretario de la RAE, Darío Villanueva, se defendió de las críticas y aseguró que el diccionario en ningún caso puede regirse por criterios de corrección política. Y tenía toda la razón del mundo. La RAE sufre críticas a diario e incluso parece estar empezando a perder representatividad. No obstante, antes de criticar la inclusión de según qué términos en el diccionario, habría que tener en cuenta varias cosas.

Para entender la labor del diccionario, hay que tener en cuenta que su carácter no (solo) es normativo, sino, sobre todo, descriptivo. A diferencia de su gramática, en la que sí establece normas, la motivación principal del DRAE no es realizar una lista de palabras que se pueden decir, sino registrar los distintos usos que los hablantes hacen de las palabras. Muchas veces, independientemente de que a la RAE le guste o no la forma en que se construyen estos términos.

Por eso, cuando decimos que la RAE ha admitido una palabra, estamos siendo incorrectos. La RAE no admite palabras; la RAE incluye, incorpora o registra palabras. Y el criterio no es otro que su uso. Si la RAE detecta que un término es usado por una mediana generalidad de personas con una acepción determinada, su misión es incluir esa acepción en el diccionario. El objetivo último de un diccionario, no lo olvidemos, es que cualquier persona pueda saber qué significa una palabra que otra persona acaba de decir en la calle, no saber qué significado quieren que le demos los académicos.

Así que, nos guste o no, si los ciudadanos se acostumbran a usar palabras como marica, okupa, culamen o pepero, lo lógico es que la RAE las incluya en el diccionario.

23 comentarios

  1. Dice ser peladilla

    De acuerdo

    25 junio 2012 | 10:51

  2. Dice ser Luisa

    Me declaro objetora de una RAE que admite monstruosidades como «cederrón», «zum» o «jueza».

    25 junio 2012 | 11:26

  3. Dice ser Alberto

    Creo que últimamente la RAE se está dejando influenciar por los políticos, dejando a un lado el «limpia, pule y da esplendor», y que sea, el uso por el pueblo para admitir acepciones. Poca gente he oído yo llamar «matrimonio» a un «emparejamiento» de dos personas del mismo sexo.

    25 junio 2012 | 11:53

  4. Dice ser Kastle

    Dudo que vulgarismos deban ser aceptados/admitidos/registrados por la RAE dado que esto implica la normalización de los mismos y la capacidad de que sean usados en documentos oficiales, a mi ver algo bastante grotesco (e incluso pintoresco).

    25 junio 2012 | 12:15

  5. Dice ser VERINCLITO

    Pues la argumentación es la correcta, y los jilipollas que quieren que las palabras en el diccionario de la RAE, no recojan determinadas acepciones pues no dejan de ser unos «peliendras» indocumentados y buenistas.
    Ya que la decision del uso de las palabras es del hablante, y si la rae, no incluye la palabra «maricon», quien es el palurdo que se piensa, que la misma va a desaparecer.
    Y si la acepción de tonto que se le da a la palabra gallego, no figura en la RAE, de verdad alguien piensa que los Argentinos, y todos sudamerica va a dejar de darle ese sentido.

    Que pasa con los chistes de leperos en España, que los reconoce la RAE, y por eso todos los contamos.

    Cuanta acémila hay suelta Dios mio.

    25 junio 2012 | 13:08

  6. Dice ser VERINCLITO

    A la atencion de Alberto (albertito).

    jajajajajaja

    No vas mucho por chueca verdad?

    Si, en las iglesias y otros ambientes, es dificil escucharlo, pero por lugares de mas «ambiente» sera más facil…..

    Y por la calle escuchaste tu mucho la palabra «Esternocleidomastoideo», pues, nada la anaulamos….

    25 junio 2012 | 13:11

  7. Dice ser Tahúr Manco

    De acuerdo con el artículo.

    Ante los temores de que vocablos que resulten ofensivos puedan ser usados en documentos oficiales, hay que decir que en las definiciones la RAE avisa del carácter peyorativo de estas palabras (o de algunas de sus acepciones).

    Y del mismo modo que se registran palabras nuevas debido a su uso generalizado, también se señalan las que ya no son utilizadas. Es decir, el mecanismo para «entrar» y «salir» del diccionario es el mismo: el uso de la lengua.

    25 junio 2012 | 13:13

  8. Dice ser Bella Doncella

    Para ALBERTO: si has oído a poca gente llamar matrimonio «a un emparejamiento de dos personas del mismo sexo», debe ser porque te mueves en unos ambientes muy retrógrados o tal vez estés dentro de alguna secta de extrema-derecha, seas cura, facha o idiota. Sea como sea tu comentario no dice nada bueno de ti ni de la gente de la que te rodeas. Yo, en tu lugar, no dejaría más comentarios en foros porque tus palabras dejan en evidencia tu estupidez. Ale, un saludo y a pasar buen día odiando lo diferente.

    25 junio 2012 | 13:24

  9. Dice ser El Príncipe Malko

    Para Verinclito:

    Jajajajjajaa… ¡Has estado brillante, macho!

    Para Bella Doncella:

    ¡Con dos cojones!

    Y para Alberto:

    En la gran mayoría de las ocasiones, es preferible permanecer en silencio y parecer estúpido, que abrir la boca (usar el teclado en este caso), y despejar toda duda.

    25 junio 2012 | 14:24

  10. Dice ser Javier C.

    Madre mía, Bella Doncella, cómo ha atacado usted a la yugular a Alberto (del que nada sabe, por cierto) sólo por decir que él no escucha decir «matrimonio». Hasta cree usted que odia y todo. Me parece que se excede en su juicio sobre el pobre Alberto, que lo ha convertido en su particular molino de viento: su comentario dice más de usted misma que de él. No digo que lo que dice de usted su propio comentario sea malo (me anticipo a sus reproches para que no se lo tomes como algo malo, pues yo no he dicho eso), pero relea lo que dice Alberto y pregúntese en qué lugar de sus afirmaciones hay odio. Para mí, en ninguno.

    Vamos a hablar de la lengua, que las cosas personales son siempre torpes y distraen.

    La verdad es que matrimonio tiene ahí esa raíz latina de «madre» que casa poco cuando son dos hombres los que se casan. Etimológicamente es un disparate. Más correcto sería decir «patermonio»; y aún así en la raíz de la palabra lo que preponderaba era la crianza de los hijos. Para el caso poco importa ahora, la verdad. Los que hacen las leyes no tienen por qué saber de lenguaje: ellos se dedican a aprobar normas sociales, y es bastante. Que la RAE lo haga porque así sean las leyes, pues es lo que tocaba.

    La cuestión consistía en los beneficios económicos que el matrimonio otorgaba a quiénes se casaban: compartir bienes, viudedad, herencias, etc. En fin, que todo se reduce -como está mandado- al Dinero. Nadie se ama más por estar casado (y si alguien cree que el amor aumenta con un contrato, entonces está ya más allá de la capacidad de razonar); sí se obtienen beneficios por parte del Estado. Tal vez se piense que la adopción homosexual es una ventaja que hacía falta, y que eso no es en sí económico. Pero da lo mismo: también el nivel económico de los adoptantes es esencial para determinar si el niño va a una pareja o a otra. Todo lo manda ya el dinero, como bien se sabe.

    Yo creo que el nombre de matrimonio es inapropiado en este caso. No porque le moleste a la Iglesia Católica (a uno le importa tres cojones la Iglesia Católica), sino porque no refleja lo que la ley quiere reflejar: que dos personas -al margen del sexo, pues ahora somos todos iguales- se unen legalmente de cara al Estado. Ni ante Dios, ni para toda la vida. Eso requiere un nombre distinto que lo diferencie de esos arcaicos ritos ante Dios y para toda la eternidad. Si yo me casara, no me gustaría que mi contrato se pudiera confundir con otros.

    La RAE no ha hecho mal, pero se ha apresurado. Y los que hacen las leyes son unos incultos. Al menos en este caso.

    25 junio 2012 | 15:34

  11. Dice ser Javier C.

    Y aclaro, para Verinclito, Bella Doncella y Príncipe Marko, que les veo muy en pie de guerra:

    Lo malo de llamarlo «matrimonio» es que se confunde con ritos no económicos o estatales, sino religiosos.

    Que yo me pueda casa con un hombre o una mujer, y viceversa, anula por completo cualquier cuestión de género. Casarse es ahora un contrato legal que enlaza a dos personas y les da unos derechos conjuntos. Lo cual es excelente, porque va al grano del asunto: poder adoptar niños sea uno quién sea, y tener beneficios económicos mutuos.

    Lo que se logra así (que es de lo que se trataba) es que no quepa ya hablar de uniones homosexuales o heterosexuales (es ridículo andar dividiendo a la gente por su deseo sexual, ¿acaso importa que a uno le gusten las pollas o los coños? Yo creo que no, que no importa). Sencillamente de «uniones». Universales, comunes.

    Al no caber ya sexos en esa distinción, cosa que es estupenda, llamarlo «matrimonio» carece de sentido etimológico. Porque esta unión no tiene nada que ver con esa cosa que hacía la vieja Iglesia.

    25 junio 2012 | 15:41

  12. Dice ser Taramasalata

    Yo opino que el hecho de que una palabra y su significado no se relacionen directamente a su etimología, no la hacen ser «menos correcta». Si pensamos en cualquier palabra, por ejemplo, MERIENDA, su etimología viene del latín MERENDA, que se podría traducir por «lo que debe repartirse por merecerse» y hace referencia a la comida (muchas veces no distribuida a media tarde) que se le daba a los soldados como parte de su «sueldo».
    Vaya, entonces no tiene ningún sentido que la RAE la defina como «Comida ligera que se hace por la tarde antes de la cena», ¡ahí no hay referencia ninguna a los pobres soldados! estamos perdiendo la etimología de la palabra… pues no, tenemos un diccionario que se adapta a la realidad cambiante de la lengua, y que cuando, por ejemplo, un inglés vea a un niño comiendo un bocata de jamón a las 5 y media, y le digamos que es la «merienda», sabrá que, a pesar de que se come a la misma hora que su «dinner», no es la cena, porque se irá al diccionario, y leerá claramente «Comida ligera que se hace por la tarde antes de la cena». Para eso sirve el diccionario, entre otras cosas. Y sí, la etimología de la palabra MERIENDA se ha perdido, pero eso no hace que la palabra, que es usada continuamente, se «desvirtúe» o no deba ser usada.

    25 junio 2012 | 16:01

  13. Dice ser Javier C.

    La corrección de una palabra viene dictada por el uso; en efecto, Taramasalata. Tanto es así que nadie puede oponerse -sería vano y necio- al avance de un uso popular de una palabra, por muy absurdos que sean sus cambios con respecto a la etimología.

    Pero la mayoría de los cambios en el lenguaje, y más en el ejemplo que usted misma pone, el cambio sobreviene de manera espontánea. No hay un legislador que empiece a llamar a una cosa por el nombre inapropiado. En el caso de merienda uno no puede saber cuándo empezó el cambio.

    Eso es lo magnífico de la libertad del lenguaje: aparece porque sí, como las setas en el monte. ¿Quién puede decir cuándo se asomó bajo el musgo la primera seta? ¡Nadie! De aquí se sacan dos conclusiones:

    1- Que la palabra, como pasa con todas las palabras, ha ido cambiando su significado poco a poco. En semántica, lo que le pasó a la palabra «merienda» se llama generalización.

    2- Que ni Dios sabe cuándo y cómo empezó a cambiarse la palabra. No cabe hablar de ignorancia porque la lengua es libre de cambiar.

    En la cuestión que nos ocupa ahora (el «matrimonio»), había un deseo social de que dos personas, con independencia del sexo, pudieran unirse ante el Estado con iguales derechos legales.
    Ni la gente pedía que eso necesariamente se llamara «matrimonio» (¿qué importaba el nombre? ¡Lo importante era la igualdad en la unión!), ni era en verdad necesario que se llamara así, ni se ha tratado de una cosa espontánea que viene de no se sabe dónde. Sencillamente los legisladores lo han llamado matrimonio.

    Quede o no con el paso de los siglos fijado con este nombre (cosa que no me importa ni me molesta), hay dos cosas evidentes:

    1- Que la palabra está muy mal elegida; se confunde con otros significados y la raíz no funciona.

    2- Que la palabra ha venido de arriba, escogida por el Poder, en un día concreto, y con bastante ignorancia.

    Por eso digo que me parece torpe e inadecuado.

    Y me llama la atención que todo el mundo se queje -con razón- de la RAE y de sus imposiciones a veces, y en cambio traguen encantados cuando un legislador decide imponer cosas mal hechas al idioma, por ignorancia o torpeza.

    25 junio 2012 | 16:14

  14. Dice ser Taramasalata

    Pues no sé, entendiendo perfectamente tu razonamiento, que es totalmente lógico y aceptable. Pero por lo menos en mi cabeza, lo más normal y lógico del mundo, a nivel llano de entendederas comunes, sería que, si siempre, después de una boda, lo que hay es un matrimonio, cuando empezaron a dejar firmar ese mismo contrato a los homosexuales, se siga llamando matrimonio.
    ¿Qué era antes el matrimonio? La unión de un hombre y una mujer por un contrato específico que en muchos casos llevaba unida una celebración llamada boda.
    ¿Qué es ahora el matrimonio? La unión de (y aquí el cambio) dos personas por un contrato específico (el mismo que arriba) que en muchos casos lleva unida una celebración llamada boda.
    No sé, para mí es tan igual, que tiene todo el sentido llamarlo igual.

    Por cierto, y como nota, que no corrección, de matrimonio, patrimonio, no patermonio, porque si no, sería matermonio, ¿no crees? Y precisamente, volviendo a la etimología, y en un mundo distinto al nuestro en el que no existían uniones homosexuales, el matrimonio se refería más a la unión emocional, mientras que el patrimonio hacía referencia a la unión económica, de ahí el significado que todos conocemos de la palabra (el patrimonio se volvía mayor tras la unión)

    25 junio 2012 | 16:24

  15. Dice ser Javier C.

    Taramasalata: creo que matrimonio se llamaba así porque eran las madres las que cuidaban y criaban a los hijos. Del mismo modo que se dice «lengua materna» y no «lengua paterna».

    Es curioso cómo las palabras, a veces, delatan cómo son las cosas. El hombre, preocupado por hacer la guerra en honor de la «patria», y de acumular posesiones y aumentar su «patrimonio». Guerreo y dominador, ésas eran sus credenciales. La madre, encargada de enseñar con mimo la riqueza de la lengua, y de dar amor a sus hijos. Siempre me ha maravillado que el papel del hombre sea en la historia la del absoluto imbécil obsesionado por el Poder y el dominio.

    En cuanto a «matrimonio»… la verdad es que, al llamarse igual que un sacramento de la Iglesia, yo tengo la impresión de que está más o menos adulterado, asociado a ella. Creo que el castellano tiene más flexibilidad y riqueza. No es necesario tirar de un rito religioso para darle nombre a lo que, en rigor, es un enlace económico y legal.

    Lo de decir «patermonio» ha sido un poco a lo bruto, lo puse como ejemplo hipotético. Pero gracias por la nota 😉

    En todo caso (y ya a nivel personal), políticamente creo que el que siempre sale ganando es el Estado y la Banca. Llámese como se le llame a la unión, el final es el mismo: que aquí no se caiga una hoja, no se ame nadie, no se quede viudo nadie, no se adopte un hijo, no se hagan familias… sin que el Estado (como antes la Iglesia) lo tolere, lo sepa y lo regule.

    Y yo trato de que el Estado y la Banca me dominen lo menos posible, aunque sea inevitable y aunque uno no pueda hacer nada, porque está dentro del sistema y hay que cargar con lo que nos ha tocado al nacer aquí. Al menos en esto de casarme me niego en redondo. Me parece una trampa envuelta en papel de regalo. El dominio es el mismo, pero sirviendo a distinto amo…

    (Aunque esto son cosas que tocán más el corazón de todos, y quizá aquí no sea apropiado hablar mucho de ello).

    Un saludo, de todas maneras!

    25 junio 2012 | 17:11

  16. Dice ser Desceporrizador

    Sería preferible llamarlo casamiento y todos contentos.

    25 junio 2012 | 17:46

  17. Dice ser monocamy

    «La verdad es que matrimonio tiene ahí esa raíz latina de “madre” que casa poco cuando son dos hombres los que se casan. Etimológicamente es un disparate.» Javier C.

    Un disparate. Bien. Volvamos a leer la frase, esta vez más despacio. Y encontraremos, efectivamente, insistentemente, clamorosamente, esa mención a la raíz latina de «madre». Es decir, el suceso que cualifica a la palabra matrimonio y que sustancia y justifica su acuñación es ¡la maternidad! No la condición femenina, sin más, de uno de sus integrantes, no. Más concreta y precisamente, l-a- m-a-t-e-r-n-i-d-a-d como resultado de lo anterior.

    De modo, Javier C., que refrendo esa inoportunidad de usar la palabra «matrimonio» al referirnos a una pareja homosexual, siempre y cuando la hagamos extensiva a cualesquiera parejas heterosexuales en cuyo seno no suceda la maternidad, esto es, no puedan o no quieran tener hijos. En cualquier caso, se desprende del resto de razonamientos que lo considera una cuestión menor.

    La Iglesia, efectivamente, la considera mayor pero su postura es irreflexiva, al defender verdades que no permite sean sometidas a juicio, así que bostezo y me abstengo de entrar en tal capilla.

    25 junio 2012 | 18:54

  18. Dice ser Gus

    Jueza está bien admitido. Es la forma más habitual de referirse a una mujer con ese cargo.

    25 junio 2012 | 22:12

  19. Dice ser Javier C.

    Gus:

    Juez está bastante, bastante mal admitido.

    -ez no es una terminación masculina. De igual modo que -ista no es una terminación femenina. Tienes por ahí «la nuez» y «la acidez», «dejadez», «hez», y decenas más. Y del segundo ejemplo están los periodistas, los taxistas y los taxidermistas.

    Lo que pasa es que antes no había jueces mujeres, y para remarcar que ahora sí, se les llama «jueza», pero va contra todo el hábito del idioma. Lo mismo pasa con la palabra «presidenta». En castellano el sufijo «-ente» viene del participio latino. Presidente significa «el/la que preside».

    Dirás que te suena raro decir «la presidente», aunque es la forma legítima.

    Pero te sonaría aún más raro decir «inteligenta», «residenta», «contribuyenta», «incompetenta».

    El problema es que en todos estos ejemplos se mezclan la política, lo correcto según las modas, con el lenguaje, que proviene del pueblo, de abajo, y que cambia espontáneamente.

    De nuevo se empezó a decir así porque se quería remarcar que era -oh sorpresa- una mujer. A la inversa, ha pasado con la gilipollez de «modisto»; que es como decir «trapecisto» o «tramoyisto». Pero ya ves. El mal periodismo lo logra todo.

    Se usa «jueza» y se seguirá usando, y será habitual. Pero eso no oculta que es una palabra horrorosa que va contra toda la lógica interna del idioma. Una cosa no quita la otra.

    25 junio 2012 | 23:20

  20. Dice ser rocamadour47

    Estoy totalmente de acuerdo con el artículo. La RAE es un espejo de la realidad, y en la medida en que lo sea entonces va a ser válida. Incluir palabras agradables solamente, sería como sacar del periódico las noticias que no nos gustan. Si hay palabras que no nos gustan es porque como sociedad las producimos, no se las inventa la RAE, de echo se las inventa la gente como medio de expresar una idea. Agradables o no, son ideas reales.

    26 junio 2012 | 00:25

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