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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Anquilosados

«La música española está anquilosada», dijo, con cierta vehemencia –y un gin-tonic en la mano–, mi buen amigo Kike. «Nadie innova hoy en día, ni siquiera en el mundo indie», sentenció. «Hombre, hay quien sí innova», contesté apurando mi copa. «Así, a bote pronto, innova El Guincho, innovan Pony Bravo, Standstill…». «El Guincho vale», contestó. «¡Pero es que El Guincho es raro de cojones!».

Cierta razón no le faltaba: muchos grupos –al menos, en los terrenos del pop y el rock– suenan a otros grupos, como si los inescrutables caminos de la música no admitieran nuevas vías creativas. Como si, ante el panorama de que todo ha sido ya inventado ya, pocos se tomasen la molestia de ir un poco más allá y buscar un sonido propio lejos de las influencias más evidentes. Como si todo lo que hoy nos venden como nuevo estuviera ya más que trillado. ¿Lo está? Puede que sí. Puede que a nadie le importe lo más mínimo.

[Nota de sinceridad con el lector]: escribo estas líneas en plena escucha para los medios de comunicación del nuevo disco de Amaral, Hacia lo salvaje. Por alguna razón, me ha venido a la mente la conversación de anoche con Kike. «¿Te ha gustado?», me preguntan a la salida. «Sí, sí. Muy en su línea», contesto. «Lo van a petar». Y así lo creo.

Adelante Bonaparte

Nada en el universo Standstill es vulgar. Todo lo que rodea a la banda catalana es único, irrepetible. Como un sueño. Y sin embargo, y como a veces ocurre al dormir, hay viajes oníricos que resultan familiares, como si hubiesen sido vividos con anterioridad. Como si fuéramos conscientes de lo que va a ocurrir inmediatamente después. Pero la sensación es tan irreal como los propios sueños. Porque a cada segundo aguarda una nueva sorpresa.

Concebido como un triple Ep (20 canciones en total), Adelante Bonaparte es, como reza su subtítulo, una fábula circular. Un recorrido cronológico por la vida de una persona que, paradójicamente, arranca con la muerte y concluye en un nacimiento. Una colección de pequeñas y sencillas historias que conforman un puzzle complejo.

Haciendo uso de una mayor sencillez instrumental que en Vivalaguerra -aunque al mismo tiempo conjugando infinidad de sonidos y recursos-, Standstill vuelven a dar en la diana con una obra tan demoledora como no apta para todos los oídos. La familia inventada, El resplandor o las dos partes de Adelante Bonaparte son sólo algunos de los puntos álgidos de un disco que atrapa, conmueve y remueve las vísceras. Una auténtica catarsis emocional que por momentos provoca auténtico miedo en el oyente por la sinceridad brutal de cada palabra, de cada nota, de cada silencio. Merece la pena escuchar el disco de principio a fin. Casi es un pecado no hacerlo. Y merece también la pena degustarlo con calma, paladeando todos sus sabores y tratando de desentrañar cada uno de los múltiples secretos que esconde.

Standstill se han vuelto a superar a sí mismos, volviendo a dejar claro que, hoy por hoy, juegan en una liga completamente distinta a la de cualquier otra banda de nuestro país. La suya propia.

Diez años y una zanahoria

Ayer tuve la ocasión de ver el nuevo documental de Standstill, Diez años y una zanahoria, en el que repasan su década de existencia como banda. Los que me conocéis, sabéis de mi especial predilección por este grupo catalán desde los tiempos de aquel lejano y furioso Ionic spell hasta el reciente y sublime Vivalaguerra. Por eso llevaba tiempo esperando a que cayera en mis manos el DVD (publicado hace un par de semanas), para después contároslo a vosotros con conocimiento de causa.

Lo primero que llama la atención de un trabajo tan mimado como Diez años y una zanahoria son sus protagonistas. No, no me refiero a los miembros del grupo, que también, sino a sus madres. Ellas son las narradoras principales a lo largo de los 80 minutos de documental. Y es que quién mejor que una madre para contar los anhelos, frustraciones, vaivenes y traspiés de un hijo.

Muchos sabemos lo duro que es sacar adelante una banda (aunque algunos ni siquiera se pueden hacer a la idea). En el caso de un grupo de hardcore punk como eran Standstill en sus inicios, la cosa se presenta aún más compleja. Esa lucha constante por salir adelante tras la elección de un camino tan incierto y escarpado como la música planea sobre todo el documental. Constantes reinvenciones, incursiones en el mundo del teatro, instrospección, experimentación, abandono del inglés y paso al español, giros estilísticos… Búsqueda del camino a seguir, pero sin detenerse ni un instante. Y nostalgia, madurez y crecimiento personal. Porque no se vive, ni se siente, ni se toca igual a los 30 que a los 20 años.

Un trabajo bien construído, pese a contar con un presupuesto ajustado, y ante todo, un relato emocionante y poético sobre la juventud y el inconformismo vital. Sobre los sueños y los frutos de trabajar y luchar por lo que crees. Una retrospectiva altamente recomendable de una de las bandas más grande que ha dado este país en muchos años. Enormes.

1, 2, 3… Standstill

Esta noche y mañana tiene lugar un acontecimiento especial en el madrileño Palacio de Linares. Sí, ese lugar en el que en 1990 se produjeron misteriosas psicofonías que acojonaron a los chavales de mi generación. Standstill, probablemente la banda más interesante que ha dado nuestro país en muchos años, trae al edificio de Cibeles el singular espectáculo 1, 2, 3.

Se ha hecho esperar, pero finalmente aquí está. 1, 2, 3 no es un concierto al uso, sino un montaje en el que, además de desgranar el complejo e intenso contenido de Vivalaguerra, los catalanes exploran los recovecos de sus música situados no enfrente, sino alrededor del público, haciéndole partícipe de las historias que rodean a una obra tan enorme como su último trabajo. Un viaje introspectivo a través del universo sonoro de una banda única, de esas que marcan un punto de inflexión en tu vida a través de sus discos y canciones.

A los que aún no se hayan adentrado en el adictivo mundo de Standstill, esta es una buena ocación para hacerlo. Es este uno de esos grupos capaces de sorprender en directo y convertir en nuevos fans a aquellos que no les han escuchado nunca. Para los que nos declaramos seguidores incondicionales de su propuesta, ésta es una nueva ocasión de disfrutar de un sonido, una puesta en escena y una manera de entender la música capaz de transmitir emociones como pocos lo hacen.

Levanten el telón. Con todos ustedes, Standstill.