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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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El parón de My Chemical Romance

La banda de Nueva Jersey liderada por Gerard Way, My Chemical Romance, ha decidido hacer un parón indefinido en su carrera. El motivo, según el propio Way, es que el grupo no tiene «nada que decir» en este momento. «No hemos vivido lo suficiente como para escribir nuevo material. Si no tienes nada que decir, no deberías hacer un disco”. Way, que ha sido galardonado con el prestigioso premio Eisner por su labor de dibujante de comics, se dedicará ahora en cuerpo y alma a esta actividad.

Con 14 millones de discos vendidos en todo el planeta, My Chemical Romance ha sido sin duda uno de los fenómenos musicales más potentes de los últimos años. Venerados y vilipendiados casi a partes iguales, muchos les quisieron convertir en abanderados de una etiqueta, el llamado emo, de la que ellos mismos renegaron en multitud de ocasiones. Miles y miles de adolescentes de medio mundo les encumbraron como ídolos, se dejaron crecer el flequillo y pusieron rictus apesadumbrado, pasando a engrosar las filas de una supuesta nueva tribu urbana que alarmó a no pocos padres, que veían cómo sus hijos desarrollaban tendencias de naturaleza depresiva teóricamente ligadas al género. La etiqueta saltó a los medios de comunicación, que a menudo confunden churros con merinas, y el pánico cundió hasta límites insospechados en no pocos países. En México, por poner un ejemplo, existe una auténtica corriente anti emo que ha degenerado en una ridícula persecución de tintes homófobos, palizas y manifestaciones violentas, plasmada en numerosos sitios de Internet en los que se anima a acabar, a hostia limpia, con todo emo viviente.

La realidad es que el emo nunca tuvo mucho que ver con My Chemical Romance. El término comenzó a emplearse para agrupar determinadas propuestas derivadas del hardcore que, a finales de los 80, buscaban explorar en sus letras contenidos de naturaleza más profunda, personal e introspectiva que las bandas capitales del género, valiéndose de la energía y la furia del hardcore y otorgándole una mayor emotividad y pasión. Así, la gran mayoría de adolescentes que se autoproclaman emos no han oído hablar de grupos como Rites of Spring o Sunny Day Real Estate, artífices primigenios de un supuesto género que, de haber existido alguna vez como tal, terminó por corromperse del todo al ser aplicado a propuestas de rock alternativo tan mainstream como la de los propios My Chemical Romance.

Más allá de mi escasa predilección por la música de los de Nueva Jersey, creo que el punto y aparte que ha decidido tomarse la banda es un acierto y un ejercicio de sinceridad por su parte. No abundan los grupos que reconocen abiertamente estar atravesando una crisis creativa. Prevalece a menudo la necesidad apremiante de publicar nuevos discos, den o no den la talla, al figurar su lanzamiento en el contrato que toda banda firma con su respectivo sello. Así que, por una vez, tanto los que aman a My Chemical Romance como los que los detestan tienen razones para darse por satisfechos. Los primeros, por ser seguidores de una banda consecuente con su propia música. El resto, porque podrán olvidarse de sus canciones y su presencia mediática por una larga temporada.