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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Russian Red y el idiotizado universo Twitter

Es, con mucho, la polémica más ridícula de la que he sido testigo en mucho tiempo. Y una vez más, vuelve a tener como protagonista a Twitter, esa red social en torno a la cual parece que gira todo últimamente, cuando en la mayor parte de las ocasiones lo único que realmente gira son narcisistas alrededor de su propio ego.

La cantante Russian Red escribió ayer un tuit algo confuso: «La manera de combatir la falta de belleza es la extrema delgadez.». Y claro, el tsunami no se hizo esperar. Un aluvión de críticas acusándola de alentar la anorexia se fueron sucediendo rápidamente y, en poco tiempo, la historia ya se había convertido en Trending Topic, ese indicador de nada por el que tantos suspiran. De poco sirvieron los posteriores tuits de la cantante madrileña: «La belleza es entenderse con el cuerpo. Saber llevarse. La falta de belleza es lo contrario», trató de explicarse primero.«¿Por qué habéis entendido todo lo contrario de lo que estoy diciendo?», respondió después, casi implorando clemencia. Y finalmente insistió: «No, no y no a la anorexia por Dios, ya». Fue su último tweet antes de verse obligada a cerrar su cuenta.

Sin entrar a valorar a Russian Red en el aspecto musical o personal, creo que no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que su intención no era promover la anorexia, sino todo lo contrario. Como mucho, redactó mal su tuit, pretendió ser irónica o no supo explicarse con la claridad que, por lo visto, se le presupone a un personaje público. Pero claro, la carnaza mola y lapidar a alguien es la hostia de divertido desde que el mundo es mundo. Sobre todo si luego sacan tu ingenioso tuit metiéndote con un famoso en un periódico digital: «Mira, mamá: salgo en el periódico», escribía un orgulloso tuitero junto a un enlace a otro diario, que reproducía en su artículo algunas de los descalificaciones que había recibido la cantante en su web social, entre otros el suyo. Bravo por tu momento de gloria, chaval.

Para comprobar que el mundo está lleno de idiotas basta con dar una vuelta por la calle. Y con Internet pasa lo mismo: están todos ahí, pululando en el ciberespacio, agazapados tras un grasiento teclado. Aunque quizá sean aún más preocupantes los titulares de algunos diarios a propósito de la polémica. Dos ejemplos: La Vanguardia o El Ideal hablan hoy en sus respectivas webs de «el tuit de Russian Red que alentaba a la anorexia».  Claro que sí. Para qué analizar, comprender y explicar las cosas tal y como son si se puede uno sumar al sabio populacho virtual, que como es muy numeroso seguro que tiene razón. ¿No iba de eso la democracia?

La ocasión viene al pelo para compartir algunas de las sabias reflexiones que arrojaba ayer en una entrevista la periodista Soledad Gallego-Díaz:

«Los periodistas están tan preocupados escribiendo en sus tabletas, que no escuchan. Están en una conferencia de prensa y están transcribiendo lo que oyen. Si estás transcribiendo lo que oyes, no te das cuenta de lo que estás oyendo. Y sobre todo no tienes el instante ese en que se te enciende la bombilla y dices “lo que me está contando este señor es absurdo”. (…) «La inmediatez de la web tiene un efecto depredador sobre las capacidades de los periodistas».

A la gran Soledad se le olvidó decir que, a menudo, la inmediatez de la web también tiene un efecto depredador sobre las capacidades de la gente en general.

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Grizzly Bear: el camino de la perfección

Hay ocasiones en que los llamados hypes están justificados. Sólo de cuando en cuando, que todo el mundo hable de un grupo es sinónimo de que este atesora una calidad fuera de lo común. Ocurrió con Arcade Fire, The White Stripes o, más recientemente, con Bon Iver. La masa indie -que no deja de ser bastante parecida a la masa mainstream en muchos aspectos-, da en el clavo de uvas a peras y se hace justicia.

De un tiempo a esta parte, el nombre de Grizzly Bear está en boca de muchos. Y aunque no lleguen ni de lejos a la repercusión mediática de aquellos, todo indica que están en el camino de convertirse en algo grande. Porque después de dos discos tan sobresalientes como Yellow House y Veckatimest -aún no conozco a nadie que al descubrirlos no le haya dado la vuelta a la cabeza- ahora van y repiten diana con el Shields.

El cuarto disco de Grizzly Bear continúa la senda marcada en Veckatimest. Esto es: melodías de pop con aires barrocos, espíritu de psicodelia, estructuras intrincadas que algunos calificarían de post-rock y esa atmósfera entre fantasmagórica y cálida que tan bien saben crear en sus canciones. Pero ante todo, los de Brooklyn son especialistas en escribir temas complejos pero accesibles, llenos de pequeños recovecos por los que adentrarse en su particular universo sonoro. Y una vez dentro, ya no hay quien salga.

Y es que, si hay algo que apunte a que Shields es el más que probable paso de Grizzly Bear hacia una popularidad masiva es, precisamente, la mayor accesibilidad de muchas de sus composiciones. Yet Again, su segundo single, atrapa desde el primer momento gracias a esa melodía tan entrañable y evocadora. A Simple Answer es una de las canciones más pop que han escrito jamás. Speak in rounds tiene vocación de hit. Y así, la práctica totalidad del disco muestra una cara amable, fácil y cercana, desde su mismo arranque hasta ese sobrecogedor cierre que es Sun in your eyes. Pero que nadie se lleve a engaño: hay mil detalles, aristas y sorpresas en las canciones de Shields, bajo cuyo luminoso revestimiento subyace un halo de oscuridad y misterio que los convierte en únicos.

Todo ello ha de ser degustado y descubierto poco a poco, como viene siendo habitual tanto en los discos de la banda como en los proyectos paralelos de sus miembros (todo fan de la banda debería escuchar a Department of Eagles, el proyecto de Daniel Rossen, y más concretamente, In Ear Park, a la altura del mejor de los discos de Grizzly Bear). Un acierto, otro más, que va camino de convertirse en lo más recomendable de este 2012. Enormes.

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Las tinieblas cotidianas de Ramón Rodríguez

«Sí, reconozco que musicalmente es impecable, y que está muy bien hecho, pero la voz….Y esa manera de pronunciar las palabras… me da como vergüenza ajena»

Llevo una larga temporada cantando las alabanzas de la música de The New Raemon, sobrenombre artístico de Ramón Rodríguez, músico catalán al que sigo desde que militaba en dos bandas por las que también tengo especial predilección, Madee y Ghouls ‘n’ Ghosts. Y en ocasiones recibo un feedback muy parecido a frases como la que encabeza este post, pronunciada ayer por un gran amigo en cuyo criterio musical confío ciegamente. Pero, lejos de discutir tal afirmación, la entiendo. Porque la música de The New Raemon tiene la facultad de conectar con algo muy cotidiano, casi propio. De llegar al oyente de una manera tan directa y sincera que casi lo enviolenta. Es cierto: no estamos acostumbrados a que un músico nos hable tan de tú a tú, y cuando lo hace, es posible que se produzca un ligero rechazo. Una sensación de incomodidad que, pasadas las dos o tres escuchas, se convierte en adicción. Sólo es cuestión de soltar un par de lastres y hacerlo tuyo.

Tinieblas, por fin es lo nuevo de The New Raemon, y su primer disco fuera de la que ha sido su casa de toda la vida, Bcore, desde la que se ha mudado a Marxophone, el sello de Nacho Vegas. Pero sobre todo, es un álbum en el que vuelve a dejar claro un estado de forma envidiable como creador de canciones. Siguiendo la tónica eléctrica que inició con su anterior trabajo, Libre asociación -para un servidor, lo mejor que ha hecho- , en la que dejó de lado su vena de cantautor para abrazar un sonido de banda de los de toda la vida, Ramón da forma a nueve canciones para cuyas letras ha vuelto a utilizar la técnica de la improvisación libre. Una suerte de escritura automática que alcanza por momentos cotas de genialidad certera, a veces ambigua pero siempre entrañable, plasmada en canciones en las que, además de su fino análisis de los pequeños dramas y alegrías del día a día, ha querido reflejar parte de la tensión social que vivimos estos días. “Las canciones tratan sobre la constantación de que ya solo existen dos bandos: el de los poderosos y el de todos los demás”, explica Ramón. “No puedes ver la tele durante diez minutos sin sentirte estafado». Doy fe de que así es.

En lo puramente instrumental, se vuelve a notar la solvencia de su banda de directo habitual. Las líneas de bajo de Ricky Falkner (también al mando de las cuatro cuerdas en Standstill) son marca de la casa. Las baterías corren a cargo de Víctor García, mientras que las guitarras son obra de Dani Vega (Mishima) y los teclados los firma Marc Prats (quien también formó parte de Madee). El álbum lo vuelve a producir Santi García (probablemente, el productor nacional más en forma junto a Raúl Pérez), quien le otorga una luminosidad y una calidez abrumadoras. Prueba a ponerte unos buenos cascos y a escuchar Risas enlatadas, el corte que abre el disco, y sabrás de lo que hablo.

De entre las canciones, destacar mis preferidas: Grupo de danza epiléptica, Marathon Man y la que da nombre al disco. Pero como bien dice el gran Rafa Angulo en su reseña para Mondosonoro, esas son las de esta mañana: Es muy posible que en un par de días me atrape el indudable gancho de La ofensa o Galatea. Y después, ya veremos. Porque las aristas de las que están plagadas las canciones de The New Raemon poseen esa poderosa capacidad de hacerte volver a ellas cada poco tiempo para, así, volver a redescubrir sus virtudes y recovecos. Benditas tinieblas.

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Canciones para empezar bien la semana: ‘Revolution’, de Dr. John

Para los que ya llevamos unos cuantos días trabajando, el síndrome posvacacional quedó lejos. Y pese a ello, se agradece arrancar el lunes, otro más, con buenas y enérgicas propuestas sonoras que nos ayuden a subir la cuesta semanal.

Hablar de Dr. John es hacerlo de un clásico de la escena musical de Nueva Orleans, quizá la ciudad del planeta que más música supura y genera por metro cuadrado. Y aunque el señor Malcom John Rebennack Jr cuenta a sus espaldas con una extensísima discografía que supera la treintena de álbumes, hoy nos vamos a centrar en el más reciente de sus lanzamientos, el sobresaliente Locked Down, editado este mismo año.

Producido por Dan Auerbach, de The Black Keys -quien también ha llevado a cabo labores de composición e interpretación en varios de los temas-, Locked Down es un perfecto ejemplo, condensado, de la impecable carrera del genio americano: soul, blues, funk… Una amalgama de la mejor música negra facturada con exquisito gusto, ideal para adentrarse en su mastodóntica obra, y de la que hoy rescatamos su segundo corte, uno de los más adictivos del disco: el espectacular Revolution. Feliz lunes.

Blind as a justice, deaf is the power
Dumb lose our money
left us in a desperate hour
Economy…drivin’ me out of my sanity
Rebellious revolution..
Is it the final illusion?
Final solution!

..surrender, killed in their tracks
Babies, women raped. leaders on their back
Religous dillusions
Stoned confusions
Prepare your revolution
Is this final solution?
Girl, is a mass insanity
..humanity
Let’s all just pray right now!

The real…
Propaganda, hypocrisy
Did we lose our constitution?
Rebellious revolution
Is this the final solution?
A rebellious revolution
Is this the final solution?
The final solution

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Querida SGAE

El grupo sevillano Pony Bravo, conocido, además de por la originalidad de su musica, por su política en favor de la libre circulación de sus canciones, ha remitido una carta al nuevo presidente de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), Antón Reixa. En ella, y a través de su abogado, David Bravo, le instan a reunirse con ellos para hablar sobre las licencias Creative Commons –bajo la que también funciona este diario– y de las que son firmes defensores.

Pero la carta va más allá de una simple invitación para hablar de cómo se gestionan los derechos de autor en este país. Y es que la de Pony Bravo, como la de otros tantos, es una situación difícil: al no pertenecer el grupo a la SGAE, y según denuncia Bravo, no pueden reclamar un euro de los derechos que genera su música. Un dinero que, sin embargo, sí recauda la Sociedad. Son parte de los llamados «derechos anónimos», una vía por los que se calcula que, al año, la organización ingresa (y no reparte) unos 10 millones de euros.

Es tiempo de poner solución a una situación a todas luces injusta y que no hace ningún bien por la música de este país. Porque, aunque muchos pensamos que la existencia de un organismo como la SGAE (o similar) es necesaria, no es menos cierto que la manera de gestionarla está más que obsoleta: hace ya unos cuantos años que las nuevas tecnologías dieron paso a un escenario en el que ya no valen las políticas que en el siglo pasado engordaron los bolsillos de algunos de manera obscena, cuando no abiertamente criminal. Toca cambiar. Y de paso, acabar con situaciones tan absurdas como la de Pony Bravo.

«Estimado Sr.: 

Le escribo en nombre del grupo musical Pony Bravo y por su expreso mandato. 

Mi representado es un grupo de música cuyas obras, creadas e interpretadas por ellos mismos, son difundidas con licencias Creative Commons. Como usted cononce, este tipo de licencias permite a los autores la gestión de sus propios derechos patrimoniales, decidiendo qué derechos desean reservarse y cuáles prefieren ceder al público. Pese a algunas manifestaciones que sostienen equivocadamente lo contrario, los grupos que se acogen a este tipo de licencias no están realizando ataque alguno a los derechos de autor sino que se limitan a realizar un legítimo ejercicio de los mismos. 

Con la convicción de que los nuevos tiempos han supuesto un radical cambio de paradigma, los grupos con obras licenciadas con Creative Commons han decidido aprovechar el impulso de la corriente provocada por las nuevas tecnologías en lugar de tratar de frenarla con las manos. De este modo, y sin que eso signifique en absoluto renunciar a cobrar por su trabajo, grupos como Pony Bravo tratan de lograr esa justa remuneración por cauces distintos a los que consideran incompatibles con los nuevos usos sociales y con la deseable expansión y libre distribución de los bienes culturales. 

Las obras de Pony Bravo no están incluidas en el repertorio de SGAE al no estar sus autores asociados ni a esta ni a ninguna otra entidad de gestión del mundo. El problema con el que nos encontramos es que, pese a ello, su entidad cobra por autorizaciones de repertorio o por derechos de gestión colectiva obligatoria, por lo que percibirían cantidades que corresponden a mis mandantes y que estos no reciben por no ser socios de su entidad. Tal y como consta en su reglamento, las cantidades recaudadas que no son repartidas entre los socios quedan pendientes de su reclamación por estos durante cinco años, pasados los cuales se integran en el patrimonio de esa entidad de gestión y para cumplir los fines determinados en sus estatutos. 

Tal y como informó el periódico Público en enero de 2011, el 15% de los derechos recaudados pertenecen a esta categoría, de manera que cada año SGAE se quedaría con unos 10 millones de euros por derechos recaudados y no repartidos. Mis representados, Pony Bravo, se encuentran en esa situación como tantos otros grupos que usan licencias Creative Commons y desean reclamar los derechos devengados por sus obras. 

El obstáculo que se encuentran los grupos que usan este tipo licencias para poder recuperar las cantidades recaudadas por su entidad es que se les exige para ello que se hagan socios dado que SGAE solo reparte entre estos. Sin embargo, mis representados no desean ser socios de SGAE por diferentes motivos y, entre ellos, la incompatibilidad que supone cederles a ustedes en exclusiva la gestión de sus derechos y, al mismo tiempo, autogestionarlos con Creative Commons, si bien ya han anunciado ustedes cambios futuros en este sentido. Entendemos que obligarnos a ser socios de su entidad para que ésta no se quede con las cantidades que pertenecen a mis representados es contrario al derecho constitucional de asociación que entraña, no solo el derecho a asociarse con quien se desee, sino también el de no hacerlo. 

Por otra parte, quedarse con las cantidades generadas por las obras de mis representados entendemos que es un caso de enriquecimiento injusto al reunir todos sus requisitos. Según las sentencias del Tribunal Supremo de 2 de julio de 1946 y de 20 de abril de 1947, entre otras, son tres los requisitos que han de cumplirse para que una demanda por enriquecimiento injusto prospere: la existencia de enriquecimiento del demandado, la de un correlativo empobrecimiento del demandante y la ausencia de una causa legal de justificación en el enriquecimiento producido. 

Cuando se plantean este tipo de argumentos a SGAE es común que aleguen que nada ilícito hay en su forma de proceder y que, justa o injusta, su actividad está amparada por la ley. Sin embargo no se exige para la prosperabilidad de la acción de enriquecimiento injusto que la actividad del demandado haya sido ilícita, sino únicamente que su enriquecimiento no esté justificado. O lo que es lo mismo, que la actividad del demandado no sea ilícita no significa que las cantidades que ha obtenido estén justificadas. 

En ese sentido, la sentencia del Tribunal Supremo de 23 de octubre de 2003, manifiesta que: 

“La teoría del enriquecimiento injusto no requiere para su aplicación que exista sólo mala fe, negligencia o acción culpable de ningún género, ni conducta ilícita por parte del enriquecido, sino simplemente el hecho de haber obtenido una ganancia indebida, es decir, sin causa y sin derecho, lo cual es compatible con la buena fe”. (Sentencias de 12 de abril de 1955 y 27 de marzo de 1958). 

Estamos absolutamente seguros de que el cambio de presidencia en SGAE y el autoproclamado cambio de rumbo no significará una mera dulcificación de las formas de dirigirse a la sociedad sino un cambio de fondo en aquellas actividades que son manifiestamente injustas. Es por ello por lo que le solicitamos una reunión para poder tratar esta cuestión y poder solventar este problema, con objeto de que pueda crear un precedente al que puedan acogerse todos los autores y grupos que esten en nuestra misma situación. 

Quedando a la espera de sus noticias, reciba un cordial saludo.»

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Radio 3 cierra ‘Carne cruda’

Todos los que lo escuchaban lo sabían: Carne Cruda era uno de los mejores programas, si no el mejor, de toda la parrilla de Radio 3. Ácido, inteligente, mordaz… pero sobre todo, entretenido. Todo lo que se le puede pedir a un buen programa de radio, vaya.

Hoy me reincorporo a mi mesa de trabajo con la nefasta noticia de que la dirección de la radio pública ha decidido retirar de su parrilla el programa conducido por Javier Gallego. Él mismo lo comunicaba esta mañana a sus oyentes en la página de Facebook del programa con un extenso mensaje en el que explicaba que se cumplen «los peores temores de muchos oyentes», a pesar de que el director de la cadena, Tomás Fernando Flores, había asegurado hace un mes que el espacio continuaría esta temporada.

A pesar de que la cadena alega «motivos económicos» para la suspensión del programa (incluso a pesar de que el equipo se bajó el sueldo un 20% para que cuadraran las cuentas), Gallego y muchos otros -empezando por el que escribe estas líneas- ve una clara intención política tras la decisión. No hay que ser especialmente avispado para creerlo así: Carne Cruda era un programa incómodo. Una suerte de grano en el culo para los que entienden la radio y la televisión pública como plataformas monolíticas de propaganda del Gobierno de turno. Quieren volver al modelo Urdaci, y no tienen el más mínimo interés en ocultarlo. Es más, se vienen frotando abiertamente las manos desde que ganaron las elecciones pensando en la escabechina que iba a tener lugar en la radio y televisión pública. Había muchos a los que pegar una patada en el culo por el bien de España, así que parecía sólo una cuestión de tiempo. A base de volver a poner corridas de toros, cepillarse todo lo que huela a cultura y borrar del mapa a todo periodista incómodo y con criterio que se ponga por delante, el ente público cada vez se va a ir pareciendo más a Telemadrid. ¿Alguien lo dudaba? Yo, desde luego no. Así que triste, sí. Pero para nada sorprendido.

Desde aquí, mi más sincero pésame a todos los que disfrutábamos cada día con Carne Cruda. Hoy somos un poco más pobres de espíritu.

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Los cinco discos que cambiaron la vida a… Esteban Girón (Toundra)

Todos sabemos que es realmente complicado quedarse sólo con un pequeño puñado de discos de entre los muchos que te han calado hondo. Y sin embargo, siempre me gustó leer la clásica sección de revista musical en la que un artista desgrana, uno a uno, sus discos preferidos. Por eso he decidido invitar a varios músicos a que participen en este blog compartiéndolos con los lectores. Hoy, la primera entrega.

A estas alturas, a nadie se le escapa que los madrileños Toundra son una de las bandas más en forma del panorama nacional, y una de las mejores y más jóvenes sorpresas que ha dado el post rock facturado aquí. Intensos, viscerales, únicos. Y con un directo que deja a propios y extraños con la boca abierta, como muchos volvieron a comprobar el pasado fin de semana en el festival Costa de Fuego. Coincidiendo con el inminente lanzamiento de su tercer disco, el próximo mes de septiembre, aprovechamos para preguntar a su guitarrista, Esteban, por aquellos discos que cambiaron su vida.

1. ACDC «Back In Black»

«Con 7 años, mi padre me pilló escuchando el Live After Death de Iron Maiden, entró en mi cuarto y me soltó un «qué haces escuchando esa porquería». Me subió al desván, sacó el vinilo del Back In Black de los australianos y la cabeza me empezó a dar vueltas. Meses más tarde sacaron Ballbreaker y mi padre me lo regaló en CD, convirtiéndose este en mi primer disco oficial. Siempre preferiré el Highway to Hell y la voz de Bon Scott, pero Back in Black es EL RIFF. Supongo que han sido una gran influencia en mi manera de tocar».

 

 

2. THE BEATLES «Past Masters»

«En mi casa se ha sido muy de los de Liverpool y de los Stones al mismo tiempo. Pero hasta los 18 yo siempre preferí a los fab four. Aunque mi adolescencia la pasé cortando césped con un casette del Abbey Road en modo «repeat», con 9 o 10 años ponía este disco en mi habitación, me ponía unos cascos y con un libro de letras del grupo que tenía intentaba aprender a cantar. Es evidente en Toundra que nunca lo conseguí».

 

 

3. LED ZEPPELIN «3»

«Mi padre (creo que él es mi principal influencia musical) me regaló el Remasters, un recopilatorio de dos discos con sus mejores temas remasterizados. Mientras esperaba mi turno en una audición de fin de curso del Conservatorio, un chico más mayor me enseñó Stairway to Heaven a la guitarra. Cuando volví a casa y la toqué recuerdo que me la hacían tocar una vez tras otra. No obstante, con los años, creo que el III es el disco de Led Zeppelin que más temazos contiene. Podría elegir cualquiera de sus cuatro primeros discos. Para mí, la mejor banda de todos los tiempos».

 

 

4. KEITH JARRET «Köln Concert»

Un jefe que con los años se convirtió en un gran amigo me recomendó este disco cuando aún era su becario. La segunda mitad de la carrera me la pasé en la biblioteca escuchando este disco y el Concierto de Aranjuez para poder concentrarme, cosa bastante difícil en la peor institución educativa del planeta: la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. En el disco, se puede escuchar hasta los suspiros de Keith Jarret en medio de su concierto. Hace tiempo me «encontré» con un amigo íntimo en Colonia: mientras cenábamos y tomábamos buen vino puso este vinilo, lo cual me removió por dentro… a lo mejor tuvo que ver que ya eran las 3 de la mañana.

 

5. DEAD KENNEDYS «Give me convenience or give me death»

«Podría haber puesto también el So Long And Thanks For All The Shoes de NOFX. Estos dos discos me cambiaron la vida con 12 o 13 años. Desde que los escuché no he dejado de tocar con gente. La mayoría de mis discos son de punk rock y hasta que formamos Toundra sólo había tocado en grupos del género. Creo que le debo un montón de detalles de mi mundo interior a los Dead Kennedys. Siempre se puede recurrir a ellos en una batalla de vinilos cuando invitas a cenar a un amigo a casa (aunque el vinilo se lo tengo secuestrado a mi hermana). Por supuesto, mi padre siempre lo llamará «música ratonera», pero por esta época me regaló un recopilatorio llamado The History Of Punk Rock donde descubrí a los Sham69″.

 

(Foto: Sergio Albert).

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La cultura no es un lujo

La gran mayoría de la prensa musical española ha emitido un comunicado contra la subida del IVA y los recortes del Gobierno que amenazan seriamente al futuro de la industria cultural, ya de por sí maltrecha. Desde este blog, quiero sumarme al manifiesto brindándole mi más decidido apoyo. Helo aquí reproducido en su totalidad:

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Tras el anuncio de las últimas medidas tomadas por el Gobierno de España relacionadas directamente con materias culturales, un considerable grupo de medios musicales del país hemos decidido unirnos para manifestar una común disconformidad. Esperamos que lo expuesto a continuación sea compartido anímicamente y respaldado dentro de lo posible por nuestros lectores, tan afectados como nosotros mismos.

Todas las cabeceras que firmamos este manifiesto tenemos en común la pasión por la música, que cada cual refleja a su manera, de forma peculiar e independiente. Más allá de eso otra característica nos define prácticamente a todas: salvo algunas excepciones, en nuestras páginas el comentario político había sido hasta hoy, cuando algunas ya están cerca de los treinta años de existencia, tangencial o incluso inexistente. Sin embargo, vivimos un momento histórico extraordinario que requiere de respuestas no menos extraordinarias por parte de todos. No se nos escapa que España pasa por momentos muy complicados. Tampoco que en esta situación se demanda del ciudadano de renta media-baja un esfuerzo enorme que se traduce cada día en cientos y miles de nuevos dramas humanos. A la vez, asistimos atónitos a los beneficios millonarios de los directivos de esas cajas que han quebrado el país, a las suculentas indemnizaciones de altos cargos que abandonan sus puestos de responsabilidad en medio del escándalo, a la indecencia de buena parte de nuestros políticos. En medio de este paisaje el Gobierno ha decidido dar una nueva vuelta de tuerca a una situación ya insostenible tomando una serie de medidas que condenan a la ciudadanía en general a poco menos que la indigencia y a un sector determinado, el de la música y la cultura popular, a la desaparición.

Entre las medidas adoptadas el pasado viernes 13 de julio se encuentra el incremento del 8% al 21% del impuesto del valor añadido (IVA) sobre el precio de las entradas a salas de cine, teatros, festivales musicales y conciertos. Es el definitivo golpe de gracia para un sector que depende del gasto en ocio para su supervivencia y que ha ido viéndose acorralado progresivamente por las decisiones de nuestros gobernantes. Porque en el mundo de la música popular, a diferencia de otros sectores industriales e incluso culturales, la subvención siempre ha sido escasa cuando no directamente nula y, sin embargo, la lista de zancadillas a la iniciativa privada por parte de las Administraciones es interminable: desde la promesa incumplida por parte del anterior Gobierno de considerar los discos y directos como producto cultural y rebajar su IVA al 4%, hasta la prohibición a acceder a una sala de conciertos a los menores de edad, pasando por las periódicas trabas a promotores y hosteleros para impedir que programen música en directo. Especial hincapié merece la nula respuesta que han dado nuestros gobernantes durante la última década al problema de las descargas ilegales, que se ha llevado por delante infinidad de puestos de trabajo en discográficas y distribuidoras.

Discográficas, distribuidoras, promotores, salas, empresas de promoción y comunicación, técnicos y por encima de todo músicos son los damnificados del desprecio y hasta rencor que muestran nuestros gobernantes para con un sector que supone buena parte de ese 3% del PIB generado por la cultura y que se encuentra en proceso de descomposición. También uno de los mejores escaparates posibles para esa marca “España” que a nuestros políticos tanto les gusta pasear: ¿alguien duda lo mucho que hacen por la imagen y la economía de este país nuestros músicos o festivales?

Por supuesto entre los damnificados también nos encontramos nosotros, la prensa especializada, que vemos cómo la publicidad (una importante fuente de ingresos. Y otra vez insistimos: que no el dinero público) se bate en retirada. Primero se fueron las discográficas como consecuencia de las nulas ventas, luego las grandes marcas a causa de la caída en el consumo y ahora lo harán los promotores, salas y festivales, condenados por la subida del IVA del ministro de Hacienda, el señor Montoro. Esto, unido a la inevitable caída de las ventas de quiosco, definitivamente nos deja en una situación difícil de sortear.

Por eso, la razón de ser de este manifiesto es doble.

Por un lado, mostrar nuestra absoluta solidaridad con el resto de compañeros del mundo de la música, brindar nuestro apoyo y demandar el suyo a la vez: si de todo esto algo se salva será únicamente por la fuerza que mostremos unidos.

Y por otro, dirigirnos a todos los que nos leéis, que nos consta que sois muchos y fieles. Lo cierto es que el tiempo se ha acabado y nos encontramos ante un ahora o nunca: o reclamamos aquello que consideramos justo o nos veremos privados de ello para siempre. Y esta advertencia se refiere tanto a la posibilidad de ver a tu grupo favorito tocando en tu ciudad como al acceso a la educación y la sanidad. No nos corresponde a nosotros señalar a unas siglas concretas, pero sí pedirte con todas nuestras fuerzas coherencia y que actúes conforme a tu conciencia desde hoy mismo respecto a todo lo que está ocurriendo a tu alrededor, vivas en Barcelona, Madrid, Burgos o un pueblecito de Galicia. No te calles. No te acomodes y reclama lo que consideras que es justo. Y si a pesar de nuestro esfuerzo nos lo siguen negando, no te olvides de cuanto ha ocurrido estos últimos años cuando llegue la hora de votar.

Firmado:

A Viva Veu
ARDEmag
bi fm
Binaural
Blogin’ In The Wind
Clone
Club De Música
DJ Mag
El Enano Rabioso
Efe Eme
Enlace Funk
Fantastic Plastic Magazine
FREEk!
Funkmamma
Gent Normal
Go Mag
Guía del Ocio BCN
HH Directo
Hip Hop Life
Indienauta
Indiespot
Jenesaispop
Klubbers
La Heavy De Mariskalrock.com
La Ventana Pop
Lados Magazine
MondoSonoro
Muzikalia
Numerocero
Orbita
PlayGround
Revolver
Rock Estatal
Rockdelux
Rockviu
Rockzone
Ruta 66
Time Out Barcelona
The Metal Circus
This is Rock
Versos Perfectos
Vicious
We Go
Zona De Obras

Ilustración: Pepo Pérez.

Dios salve a Bruce Springsteen

Llueve sin parar. Ante mí hay un tipo arrodillado en el negrísimo lodo de Hyde Park. Está rezando. Envuelto en una bandera de EE UU con la icónica imagen de Bruce Springsteen y su inseparable Telecaster, parece estar dando gracias a Dios por tener la oportunidad de volver a verlo sobre un escenario. La lluvia parece importarle tan poco como a los otros 85.000 espectadores que aguardan impacientes la salida de El Boss. Jóvenes, jubilados, hoolygans, niños, gente en silla de ruedas… Pura devoción.

Dejémoslo claro: nunca fui muy fan de Bruce Springsteen. Reconozco su aportación a la música popular del último medio siglo, su capacidad para componer himnos de rock de estadio con apenas un puñado de acordes y su más que evidente magnetismo escénico. Y sin embargo, nunca conecté del todo con su música y su figura. Siempre me chirrió su pose de héroe de la clase obrera a 85 euros el concierto, sus interminables recitales (soy de los que piensa que más de una hora es un exceso) y la estomagante actitud de muchos de sus fans. Esos que son capaces de seguirle durante toda una gira, defender hasta sus discos más mediocres, tachar de ignorante al que no piense que es un semidiós con guitarra o incluso hasta de rezar en el lodo. Por todo ello, la oportunidad de verle en el Hard Rock Calling de Londres se antojaba perfecta para poder juzgar con conocimiento de causa. Ver para opinar.

19.10. Sale Springsteen. De entrada, arrancar un concierto armado exclusivamente con una armónica es, cuanto menos, osado. Pero a estas alturas el Boss tiene ganado a su público de antemano. Thunder Road sirvió de íntimo pistoletazo de salida para un vibrante set en el que no faltó ninguno de los muy efectistas recursos del de Nueva Jersey y su inseparable (y solvente) E Street Band: subir a un niño al escenario, atender la petición de un fan -español, para más señas- que llevaba siete conciertos a sus espaldas para escuchar Take ‘Em As They Come, invitar al escenario a otros músicos participantes en el festival, como Tom Morello o John Fogerty, acercarse al público para cantar con él, sacar a relucir sus hits inmortales (The River, Born in the USA, Dancig in the dark)…  Un espectáculo calculado al milímetro que funciona, y de qué manera. Porque cuando uno ve a Springsteen en directo termina de entender el porqué de la duración de sus conciertos. Forma parte de su propia esencia. Y sí, tal y como me había dicho un buen amigo, no se hace demasiado largo. Sorprendentemente.

Springsteen guardaba un as en la manga para el final de su concierto: invitar al escenario a Sir Paul McCartney. Junto a él interpretó I Saw Her Standing There y Twist and Shout, ante una audiencia absolutamente enloquecida. Para entonces ya habían transcurrido tres horas y cuarto, más de lo acordado con la organización, que dio por terminado el concierto cortándole el micrófono, un incidente que ha llevado al guitarrista de la E Street band, Steven Van Zandt, a calificar a Inglaterra de «estado policial». Y una decisión que encendió a muchos de sus incondicionales, que se fueron a casa con la sensación de que, si por él fuera, Springsteen estaría tocando tres horas más. Esa es, seguramente, la gran baza de El Boss. Saber dejar en el corazón de la gente la idea de que es uno de los suyos. De que podría estar conduciendo camiones de Wichita a Ohio o sirviendo hamburguesas en un bar de la Ruta 66. Aunque todo sea parte de una falsa ilusión.

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Canciones para empezar bien la semana: ‘Apocalypse Dreams’, de Tame Impala

Vuelven Tame Impala. La jovencísima banda de Perth (Australia) que sorprendió hace un par de años con el más que recomendable Innerspeaker adelanta el primer single del que será su segundo disco, Lonerism, que verá la luz el próximo mes de septiembre, tal y como ya adelantaron hace un par de semanas en un prometedor teaser. Y como no podía ser de otra manera, las coordenadas de este Apocalypse Dreams son las mismas que les llevaron a estar en boca de todos con aquel debut: psicodelia de libro, pop ensoñador, desarrollos impredecibles, rock progresivo, melodías únicas… y ese sonido tan pretendidamente añejo que les caracteriza, como si en vez de vivir y grabar sus discos en pleno siglo XXI lo hicieran a finales de los 60. Como si Woodstock hubiera sido antes de ayer. Una auténtica gema que podéis descargar en su web y que nos sirve para arrancar este lunes de la mejor de las maneras posibles. Ya queda menos para las vacaciones.

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