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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de septiembre, 2012

Russian Red y el idiotizado universo Twitter

Es, con mucho, la polémica más ridícula de la que he sido testigo en mucho tiempo. Y una vez más, vuelve a tener como protagonista a Twitter, esa red social en torno a la cual parece que gira todo últimamente, cuando en la mayor parte de las ocasiones lo único que realmente gira son narcisistas alrededor de su propio ego.

La cantante Russian Red escribió ayer un tuit algo confuso: «La manera de combatir la falta de belleza es la extrema delgadez.». Y claro, el tsunami no se hizo esperar. Un aluvión de críticas acusándola de alentar la anorexia se fueron sucediendo rápidamente y, en poco tiempo, la historia ya se había convertido en Trending Topic, ese indicador de nada por el que tantos suspiran. De poco sirvieron los posteriores tuits de la cantante madrileña: «La belleza es entenderse con el cuerpo. Saber llevarse. La falta de belleza es lo contrario», trató de explicarse primero.«¿Por qué habéis entendido todo lo contrario de lo que estoy diciendo?», respondió después, casi implorando clemencia. Y finalmente insistió: «No, no y no a la anorexia por Dios, ya». Fue su último tweet antes de verse obligada a cerrar su cuenta.

Sin entrar a valorar a Russian Red en el aspecto musical o personal, creo que no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que su intención no era promover la anorexia, sino todo lo contrario. Como mucho, redactó mal su tuit, pretendió ser irónica o no supo explicarse con la claridad que, por lo visto, se le presupone a un personaje público. Pero claro, la carnaza mola y lapidar a alguien es la hostia de divertido desde que el mundo es mundo. Sobre todo si luego sacan tu ingenioso tuit metiéndote con un famoso en un periódico digital: «Mira, mamá: salgo en el periódico», escribía un orgulloso tuitero junto a un enlace a otro diario, que reproducía en su artículo algunas de los descalificaciones que había recibido la cantante en su web social, entre otros el suyo. Bravo por tu momento de gloria, chaval.

Para comprobar que el mundo está lleno de idiotas basta con dar una vuelta por la calle. Y con Internet pasa lo mismo: están todos ahí, pululando en el ciberespacio, agazapados tras un grasiento teclado. Aunque quizá sean aún más preocupantes los titulares de algunos diarios a propósito de la polémica. Dos ejemplos: La Vanguardia o El Ideal hablan hoy en sus respectivas webs de «el tuit de Russian Red que alentaba a la anorexia».  Claro que sí. Para qué analizar, comprender y explicar las cosas tal y como son si se puede uno sumar al sabio populacho virtual, que como es muy numeroso seguro que tiene razón. ¿No iba de eso la democracia?

La ocasión viene al pelo para compartir algunas de las sabias reflexiones que arrojaba ayer en una entrevista la periodista Soledad Gallego-Díaz:

«Los periodistas están tan preocupados escribiendo en sus tabletas, que no escuchan. Están en una conferencia de prensa y están transcribiendo lo que oyen. Si estás transcribiendo lo que oyes, no te das cuenta de lo que estás oyendo. Y sobre todo no tienes el instante ese en que se te enciende la bombilla y dices “lo que me está contando este señor es absurdo”. (…) «La inmediatez de la web tiene un efecto depredador sobre las capacidades de los periodistas».

A la gran Soledad se le olvidó decir que, a menudo, la inmediatez de la web también tiene un efecto depredador sobre las capacidades de la gente en general.

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Grizzly Bear: el camino de la perfección

Hay ocasiones en que los llamados hypes están justificados. Sólo de cuando en cuando, que todo el mundo hable de un grupo es sinónimo de que este atesora una calidad fuera de lo común. Ocurrió con Arcade Fire, The White Stripes o, más recientemente, con Bon Iver. La masa indie -que no deja de ser bastante parecida a la masa mainstream en muchos aspectos-, da en el clavo de uvas a peras y se hace justicia.

De un tiempo a esta parte, el nombre de Grizzly Bear está en boca de muchos. Y aunque no lleguen ni de lejos a la repercusión mediática de aquellos, todo indica que están en el camino de convertirse en algo grande. Porque después de dos discos tan sobresalientes como Yellow House y Veckatimest -aún no conozco a nadie que al descubrirlos no le haya dado la vuelta a la cabeza- ahora van y repiten diana con el Shields.

El cuarto disco de Grizzly Bear continúa la senda marcada en Veckatimest. Esto es: melodías de pop con aires barrocos, espíritu de psicodelia, estructuras intrincadas que algunos calificarían de post-rock y esa atmósfera entre fantasmagórica y cálida que tan bien saben crear en sus canciones. Pero ante todo, los de Brooklyn son especialistas en escribir temas complejos pero accesibles, llenos de pequeños recovecos por los que adentrarse en su particular universo sonoro. Y una vez dentro, ya no hay quien salga.

Y es que, si hay algo que apunte a que Shields es el más que probable paso de Grizzly Bear hacia una popularidad masiva es, precisamente, la mayor accesibilidad de muchas de sus composiciones. Yet Again, su segundo single, atrapa desde el primer momento gracias a esa melodía tan entrañable y evocadora. A Simple Answer es una de las canciones más pop que han escrito jamás. Speak in rounds tiene vocación de hit. Y así, la práctica totalidad del disco muestra una cara amable, fácil y cercana, desde su mismo arranque hasta ese sobrecogedor cierre que es Sun in your eyes. Pero que nadie se lleve a engaño: hay mil detalles, aristas y sorpresas en las canciones de Shields, bajo cuyo luminoso revestimiento subyace un halo de oscuridad y misterio que los convierte en únicos.

Todo ello ha de ser degustado y descubierto poco a poco, como viene siendo habitual tanto en los discos de la banda como en los proyectos paralelos de sus miembros (todo fan de la banda debería escuchar a Department of Eagles, el proyecto de Daniel Rossen, y más concretamente, In Ear Park, a la altura del mejor de los discos de Grizzly Bear). Un acierto, otro más, que va camino de convertirse en lo más recomendable de este 2012. Enormes.

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Las tinieblas cotidianas de Ramón Rodríguez

«Sí, reconozco que musicalmente es impecable, y que está muy bien hecho, pero la voz….Y esa manera de pronunciar las palabras… me da como vergüenza ajena»

Llevo una larga temporada cantando las alabanzas de la música de The New Raemon, sobrenombre artístico de Ramón Rodríguez, músico catalán al que sigo desde que militaba en dos bandas por las que también tengo especial predilección, Madee y Ghouls ‘n’ Ghosts. Y en ocasiones recibo un feedback muy parecido a frases como la que encabeza este post, pronunciada ayer por un gran amigo en cuyo criterio musical confío ciegamente. Pero, lejos de discutir tal afirmación, la entiendo. Porque la música de The New Raemon tiene la facultad de conectar con algo muy cotidiano, casi propio. De llegar al oyente de una manera tan directa y sincera que casi lo enviolenta. Es cierto: no estamos acostumbrados a que un músico nos hable tan de tú a tú, y cuando lo hace, es posible que se produzca un ligero rechazo. Una sensación de incomodidad que, pasadas las dos o tres escuchas, se convierte en adicción. Sólo es cuestión de soltar un par de lastres y hacerlo tuyo.

Tinieblas, por fin es lo nuevo de The New Raemon, y su primer disco fuera de la que ha sido su casa de toda la vida, Bcore, desde la que se ha mudado a Marxophone, el sello de Nacho Vegas. Pero sobre todo, es un álbum en el que vuelve a dejar claro un estado de forma envidiable como creador de canciones. Siguiendo la tónica eléctrica que inició con su anterior trabajo, Libre asociación -para un servidor, lo mejor que ha hecho- , en la que dejó de lado su vena de cantautor para abrazar un sonido de banda de los de toda la vida, Ramón da forma a nueve canciones para cuyas letras ha vuelto a utilizar la técnica de la improvisación libre. Una suerte de escritura automática que alcanza por momentos cotas de genialidad certera, a veces ambigua pero siempre entrañable, plasmada en canciones en las que, además de su fino análisis de los pequeños dramas y alegrías del día a día, ha querido reflejar parte de la tensión social que vivimos estos días. “Las canciones tratan sobre la constantación de que ya solo existen dos bandos: el de los poderosos y el de todos los demás”, explica Ramón. “No puedes ver la tele durante diez minutos sin sentirte estafado». Doy fe de que así es.

En lo puramente instrumental, se vuelve a notar la solvencia de su banda de directo habitual. Las líneas de bajo de Ricky Falkner (también al mando de las cuatro cuerdas en Standstill) son marca de la casa. Las baterías corren a cargo de Víctor García, mientras que las guitarras son obra de Dani Vega (Mishima) y los teclados los firma Marc Prats (quien también formó parte de Madee). El álbum lo vuelve a producir Santi García (probablemente, el productor nacional más en forma junto a Raúl Pérez), quien le otorga una luminosidad y una calidez abrumadoras. Prueba a ponerte unos buenos cascos y a escuchar Risas enlatadas, el corte que abre el disco, y sabrás de lo que hablo.

De entre las canciones, destacar mis preferidas: Grupo de danza epiléptica, Marathon Man y la que da nombre al disco. Pero como bien dice el gran Rafa Angulo en su reseña para Mondosonoro, esas son las de esta mañana: Es muy posible que en un par de días me atrape el indudable gancho de La ofensa o Galatea. Y después, ya veremos. Porque las aristas de las que están plagadas las canciones de The New Raemon poseen esa poderosa capacidad de hacerte volver a ellas cada poco tiempo para, así, volver a redescubrir sus virtudes y recovecos. Benditas tinieblas.

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Canciones para empezar bien la semana: ‘Revolution’, de Dr. John

Para los que ya llevamos unos cuantos días trabajando, el síndrome posvacacional quedó lejos. Y pese a ello, se agradece arrancar el lunes, otro más, con buenas y enérgicas propuestas sonoras que nos ayuden a subir la cuesta semanal.

Hablar de Dr. John es hacerlo de un clásico de la escena musical de Nueva Orleans, quizá la ciudad del planeta que más música supura y genera por metro cuadrado. Y aunque el señor Malcom John Rebennack Jr cuenta a sus espaldas con una extensísima discografía que supera la treintena de álbumes, hoy nos vamos a centrar en el más reciente de sus lanzamientos, el sobresaliente Locked Down, editado este mismo año.

Producido por Dan Auerbach, de The Black Keys -quien también ha llevado a cabo labores de composición e interpretación en varios de los temas-, Locked Down es un perfecto ejemplo, condensado, de la impecable carrera del genio americano: soul, blues, funk… Una amalgama de la mejor música negra facturada con exquisito gusto, ideal para adentrarse en su mastodóntica obra, y de la que hoy rescatamos su segundo corte, uno de los más adictivos del disco: el espectacular Revolution. Feliz lunes.

Blind as a justice, deaf is the power
Dumb lose our money
left us in a desperate hour
Economy…drivin’ me out of my sanity
Rebellious revolution..
Is it the final illusion?
Final solution!

..surrender, killed in their tracks
Babies, women raped. leaders on their back
Religous dillusions
Stoned confusions
Prepare your revolution
Is this final solution?
Girl, is a mass insanity
..humanity
Let’s all just pray right now!

The real…
Propaganda, hypocrisy
Did we lose our constitution?
Rebellious revolution
Is this the final solution?
A rebellious revolution
Is this the final solution?
The final solution

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Querida SGAE

El grupo sevillano Pony Bravo, conocido, además de por la originalidad de su musica, por su política en favor de la libre circulación de sus canciones, ha remitido una carta al nuevo presidente de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), Antón Reixa. En ella, y a través de su abogado, David Bravo, le instan a reunirse con ellos para hablar sobre las licencias Creative Commons –bajo la que también funciona este diario– y de las que son firmes defensores.

Pero la carta va más allá de una simple invitación para hablar de cómo se gestionan los derechos de autor en este país. Y es que la de Pony Bravo, como la de otros tantos, es una situación difícil: al no pertenecer el grupo a la SGAE, y según denuncia Bravo, no pueden reclamar un euro de los derechos que genera su música. Un dinero que, sin embargo, sí recauda la Sociedad. Son parte de los llamados «derechos anónimos», una vía por los que se calcula que, al año, la organización ingresa (y no reparte) unos 10 millones de euros.

Es tiempo de poner solución a una situación a todas luces injusta y que no hace ningún bien por la música de este país. Porque, aunque muchos pensamos que la existencia de un organismo como la SGAE (o similar) es necesaria, no es menos cierto que la manera de gestionarla está más que obsoleta: hace ya unos cuantos años que las nuevas tecnologías dieron paso a un escenario en el que ya no valen las políticas que en el siglo pasado engordaron los bolsillos de algunos de manera obscena, cuando no abiertamente criminal. Toca cambiar. Y de paso, acabar con situaciones tan absurdas como la de Pony Bravo.

«Estimado Sr.: 

Le escribo en nombre del grupo musical Pony Bravo y por su expreso mandato. 

Mi representado es un grupo de música cuyas obras, creadas e interpretadas por ellos mismos, son difundidas con licencias Creative Commons. Como usted cononce, este tipo de licencias permite a los autores la gestión de sus propios derechos patrimoniales, decidiendo qué derechos desean reservarse y cuáles prefieren ceder al público. Pese a algunas manifestaciones que sostienen equivocadamente lo contrario, los grupos que se acogen a este tipo de licencias no están realizando ataque alguno a los derechos de autor sino que se limitan a realizar un legítimo ejercicio de los mismos. 

Con la convicción de que los nuevos tiempos han supuesto un radical cambio de paradigma, los grupos con obras licenciadas con Creative Commons han decidido aprovechar el impulso de la corriente provocada por las nuevas tecnologías en lugar de tratar de frenarla con las manos. De este modo, y sin que eso signifique en absoluto renunciar a cobrar por su trabajo, grupos como Pony Bravo tratan de lograr esa justa remuneración por cauces distintos a los que consideran incompatibles con los nuevos usos sociales y con la deseable expansión y libre distribución de los bienes culturales. 

Las obras de Pony Bravo no están incluidas en el repertorio de SGAE al no estar sus autores asociados ni a esta ni a ninguna otra entidad de gestión del mundo. El problema con el que nos encontramos es que, pese a ello, su entidad cobra por autorizaciones de repertorio o por derechos de gestión colectiva obligatoria, por lo que percibirían cantidades que corresponden a mis mandantes y que estos no reciben por no ser socios de su entidad. Tal y como consta en su reglamento, las cantidades recaudadas que no son repartidas entre los socios quedan pendientes de su reclamación por estos durante cinco años, pasados los cuales se integran en el patrimonio de esa entidad de gestión y para cumplir los fines determinados en sus estatutos. 

Tal y como informó el periódico Público en enero de 2011, el 15% de los derechos recaudados pertenecen a esta categoría, de manera que cada año SGAE se quedaría con unos 10 millones de euros por derechos recaudados y no repartidos. Mis representados, Pony Bravo, se encuentran en esa situación como tantos otros grupos que usan licencias Creative Commons y desean reclamar los derechos devengados por sus obras. 

El obstáculo que se encuentran los grupos que usan este tipo licencias para poder recuperar las cantidades recaudadas por su entidad es que se les exige para ello que se hagan socios dado que SGAE solo reparte entre estos. Sin embargo, mis representados no desean ser socios de SGAE por diferentes motivos y, entre ellos, la incompatibilidad que supone cederles a ustedes en exclusiva la gestión de sus derechos y, al mismo tiempo, autogestionarlos con Creative Commons, si bien ya han anunciado ustedes cambios futuros en este sentido. Entendemos que obligarnos a ser socios de su entidad para que ésta no se quede con las cantidades que pertenecen a mis representados es contrario al derecho constitucional de asociación que entraña, no solo el derecho a asociarse con quien se desee, sino también el de no hacerlo. 

Por otra parte, quedarse con las cantidades generadas por las obras de mis representados entendemos que es un caso de enriquecimiento injusto al reunir todos sus requisitos. Según las sentencias del Tribunal Supremo de 2 de julio de 1946 y de 20 de abril de 1947, entre otras, son tres los requisitos que han de cumplirse para que una demanda por enriquecimiento injusto prospere: la existencia de enriquecimiento del demandado, la de un correlativo empobrecimiento del demandante y la ausencia de una causa legal de justificación en el enriquecimiento producido. 

Cuando se plantean este tipo de argumentos a SGAE es común que aleguen que nada ilícito hay en su forma de proceder y que, justa o injusta, su actividad está amparada por la ley. Sin embargo no se exige para la prosperabilidad de la acción de enriquecimiento injusto que la actividad del demandado haya sido ilícita, sino únicamente que su enriquecimiento no esté justificado. O lo que es lo mismo, que la actividad del demandado no sea ilícita no significa que las cantidades que ha obtenido estén justificadas. 

En ese sentido, la sentencia del Tribunal Supremo de 23 de octubre de 2003, manifiesta que: 

“La teoría del enriquecimiento injusto no requiere para su aplicación que exista sólo mala fe, negligencia o acción culpable de ningún género, ni conducta ilícita por parte del enriquecido, sino simplemente el hecho de haber obtenido una ganancia indebida, es decir, sin causa y sin derecho, lo cual es compatible con la buena fe”. (Sentencias de 12 de abril de 1955 y 27 de marzo de 1958). 

Estamos absolutamente seguros de que el cambio de presidencia en SGAE y el autoproclamado cambio de rumbo no significará una mera dulcificación de las formas de dirigirse a la sociedad sino un cambio de fondo en aquellas actividades que son manifiestamente injustas. Es por ello por lo que le solicitamos una reunión para poder tratar esta cuestión y poder solventar este problema, con objeto de que pueda crear un precedente al que puedan acogerse todos los autores y grupos que esten en nuestra misma situación. 

Quedando a la espera de sus noticias, reciba un cordial saludo.»

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