Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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De vacaciones en la guerra

Sé que hay jóvenes reporteros que se preguntan cómo pueden empezar a ejercer el periodismo desde conflictos armados. Paul Watson, ganador de un premio Pulitzer y autor del libro Where war lives, describe sus primeras incursiones en este ámbito como “vacaciones en zona de guerra”.

Durante la mayor parte del año trabajaba para el periódico canadiense Toronto Star escribiendo crónicas policiales y obituarios, pero cuando le llegaba el tiempo de descanso, cogía el dinero que había ahorrado y partía en viaje a la guerra.

Su destino inicial de “turista en combate”, como también se describe no sin cierta ironía, fue Eritrea. Los contactos con el Frente para la Liberación del Pueblo Eritreo (FLPE) los hizo a través de inmigrantes que vivían en Toronto.

Sus crónicas, que publicó al volver, casi no tuvieron repercusión. Hablaba con admiración de los milicianos eritreos, hambrientos y mal equipados, tanto hombres como mujeres, que llevaban treinta años luchando contra el ejército etíope por alcanzar una independencia que finalmente conseguirían en 1993.

Su estrategia no era provocar el enfrentamiento, conseguir que la televisión cubriera las víctimas civiles, y exigir una intervención extranjera para ganar la guerra. Entendían la libertad como un derecho que les había sido quitado, y no como un regalo. Estaban allí para triunfar.

Escuchando su historia desde un abarrotado puesto de observación, fue la primera vez que oí a una persona ordinaria hablar de entregarse a algo mayor que ella misma, un poder que no era el dios en el que yo me negaba a creer. “Si muero, es el precio que pagaré por la independencia”, dijo simplemente. “Sé que el resto seguirá hacia la victoria”.

En aquellas crónicas denunciaba también los oscuros manejos de las grandes potencias durante la guerra fría, que tanto perjudicaron a los eritreos, del mismo modo en que lo hizo Michaela Wrong en su extraordinario libro I Didn’t Do It For You, que recomiendo encarecidamente a todo el que quiera entender la actual situación del Cuerno de África.

El precio a pagar

Angola ocupó sus siguientes vacaciones. El apoyo de Washington a UNITA le facilitó el acceso a los cuarteles de Jonás Savimbi. Pero sería Somalia, destino que vendría después, el que lo convertiría a los 34 años en un periodista mundialmente famoso, alejado de forma definitiva de los solitarios turnos nocturnos del periódico.

Pagaría un precio, como sus admirados combatientes eritreos en pos de la independencia. El fantasma del soldado Cleveland, al que retrataría en 1993 mientras lo arrastraban por las calles de Mogadiscio, lo perseguiría durante diez años, hasta que reuniría el valor para ir a ver a su familia.

También le diagnosticarían estrés postraumático, y caería en el abuso de las drogas y el alcohol, así como en una sucesión de fobias que lo llevarían a aislarse en sí mismo, y de las que sólo conseguiría escapar si volvía al terreno.

Pero al menos había conseguido lo que se proponía: pasar de ser un turista ocasional de la guerra a convertirse en un residente a tiempo completo.