Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Un tigre blanco en Calcuta

Sí, regreso a Calcuta cuando se cumplen veinte años desde que pusiera los pies en este ciudad en la que escribí mi primer libro y rodé de mi primer documental. Urbe caótica, intolerablemente violenta – pues la pobreza en sí es una forma sostenida de violencia – en la que pasé tres de los años más aleccionadores y desafiantes de mi vida.

Niño de la calle junto al Ganges a su paso por Calcuta. Septiembre 2013. Foto: Hernán Zin.

Niño de la calle junto al Ganges a su paso por Calcuta. Septiembre 2013. Foto: Hernán Zin.

Gracias a un encargo de Canal Plus vuelvo ahora a Calcuta con Jon Sistiaga. Nos alojamos en el hotel Fairlawan, donde tantas veces he pernoctado a lo largo del tiempo. Establecimiento de decoración minimalista donde los haya – los que habéis estado aquí no podéis más que darme la razón -, regenteado desde 1922 por una familia de refugiados armenios que llegaron a la región huyendo del genocidio turco.

Por las noches me siento en el jardín de este hotel, donde se rodó la película La ciudad de la alegría, para leer Tigre blanco de Aravind Adiga. Obra extraordinaria que refleja como ninguna otra de las tantas que he leído sobre este país, su realidad como al menos yo la conozco. Una India oscura, clasista, machista, violenta, materialista hasta el paroxismo, en las antípodas de esa tierra de paz y espiritualidad que muchos dicen encontrar aquí y de la que en dos décadas nada he sabido.

En Tigre blanco, libro ganador del Man Booker Prize en 2008, Adiga descubre cuán poco vale la vida del pobre, a través justamente de un relato narrado en primera persona por un pobre muy particular. Los constantes abusos que sufre como criado. Su lucha para librarse del yugo ya no solo de sus amos sino de sus pares, de su familia. Un libro que tiene frases extraordinarias como «No hay odio comparable al que el segundo sirviente siente por el primer sirviente».

Hasta ahora, en lo alto de mi altar de autores indios estaba Vikram Seth, seguido por Amitav Gosh o R.K. Narayan. Sin embargo, la obra de Adiga desprende una verdad tan profunda, tan brutal, que me maravilla no solo como creación artística sino como reafirmación de que la India que yo siempre he creído conocer, existe, y se lee y se huele y palpa en cada página de este libro de Miscelánea editorial.

Y lo más prodigioso es que lo hace con un tono liviano, como el que usó Edward Foster en Pasaje a la India, que de algún extraño modo potencia aún más la desgarradora denuncia que subyace bajo la voz del narrador, Balram Halwai, el Tigre Blanco que asesina a su señor.